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Capítulo 64: Esto es como en los institutos muggles

Era una suerte que Hermione ya tuviera su licencia de aparición y no tuviera que ir a las clases que habían convocado para los sábados. Desde la vuelta de vacaciones Atria había intentado volverse a centrar, para descubrir que era prácticamente imposible así que solo le quedó recurrir a Hermione, que se mostraba encantada de que alguien quisiera estudiar con ella.

Además de ese pequeño cambio, Atria se tomó realmente en serio sus deberes de Premio Anual y, cuando acudía a las reuniones con Stuart para organizar el cuadrante de las rondas, ayudaba —bueno, lo intentaba— a cuadrar todos los turnos de la manera más eficaz posible. Incluso se ofrecía para hacer algunos extra.

Las mejores rondas eran las que le tocaban con sus amigas, sin ningún tipo de duda. Hermione había insistido en que no la pusiera todavía con Ron en las rondas así que a él le emparejaba con cualquiera de los de sexto —intentó emparejarle con Malfoy, pero resulta que no estaba haciendo sus rondas de prefecto y nunca iba al reparto de cuadrantes, al igual que no había ido al vagón de prefectos— y a Hermione con ella y sus amigas. Cómo la estaba ayudando a estudiar le cambiaba ese pequeño favor y, cuando quisiera volver con Ron —que acabaría pasando—, Atria les volvería a emparejar. También estaba pensando en la forma en la que podría hacer que Ro-Ro y Lavender rompieran, no es que no le gustase la pareja solo... vale, no le gustaba, ¿qué había visto Lavender en Ron si tenía a Parvati? No, en serio, que había visto en él, que alguien se lo explicase porque entre Hermione y ella...

Bueno, en realidad, que no se lo explicasen, la verdad.

Lo más reseñable del mes de febrero fueron los sábados de estudio con Hermione y las rondas como Premio Anual con sus amigas o Stuart. Resultaba que el chico, a parte de ser ambicioso —competía por ser el primero en las notas o algo así, de verdad que había intentado escucharle, pero en el momento en el que había mencionado las notas y El Ministerio el cerebro de Atria se apagó, ¿quién querría trabajar en el Ministerio en esos momentos?— resultaba ser divertido y las rondas se pasaban bastante rápido, lo cual era de agradecer. Pero, claro, no siempre podía ser todo tan sencillo.

— ¿Vas a ir a la próxima excursión a Hogsmeade? He oído que en Honeydukes están dando a probar unas nuevas plumas de azúcar —preguntó Stuart, que se había dado cuenta de la obsesión que la chica tenía por ellas ya que las llevaba a todas las rondas.

— ¿En serio? Porque me muero si además les añaden más sabores.

— Sí, me ha dicho Mia que estaban desarrollando nuevas plumas aun más duraderas que las grandes —respondió Stuart—. Su tío trabaja allí o algo así.

— ¿Por qué yo no sabía eso? ¡Tengo grandes ideas para las plumas!

— Creo que, sinceramente, no deberías terminarte esa, hasta tu micropuff empieza a tener miedo.

— No, estoy bien, no te preocupes, la energía me ayudará a mantenerme despierta para hacer más apuntes para Katie —Atria cogió a John de su pelo, solo por si acaso y le carició un poco, porque la verdad es que sí que parecía nervioso.

— Creo que su tío vendrá mañana a Hogsmeade para traerla algo que le ha mandado su madre, ¿quieres que vayamos a por unas plumas?

Si Atria se hubiera enterado de algo, se hubiera dado cuenta de que le estaba proponiendo una cita. Pero no, ella siguió acariciando a su micropuff como si nada y luego levantó la cabeza para mirar a Stuart.

— ¿En serio? ¿Se las podría pedir? —cuando Stuart asintió Atria dio un pequeño chillido y abrazó al chico, que empezó a ponerse rojo—. Supongo que Fred querría ir mañana a Las Tres Escobas, así que dudo mucho que le importe si paramos antes por Honeydukes.

— ¿Fred? —y el rojo que había adquirido porque Atria le había abrazado, pasó a ser un rojo de vergüenza—. ¿Fred Weasley?

— Claro, ¿qué otro Fred hay en Hogwarts? Bueno, había, mañana es marzo y todavía no me acostumbro a que no ande por aquí —y Atria seguía sin una pequeña pista de lo que estaba pasando—. Quedamos en Navidades para vernos, lo que no sé es si George va a venir también, supongo que sí porque es el cumpleaños de Ron y querrá felicitarle.

— Si que tienes una agenda complicada —Stuart intenta bromear, aunque empieza a ver qué no tiene nada que hacer—. ¿Crees que estarás libre para la excursión de junio?

— Uf, ni idea, supongo que sí, a no ser que las chicas me digan de hacer algo o Fred diga que puede venir... con la tienda está siendo más complicado cuadrar nuestros horarios —sí y Atria no quiere pensar en eso, porque sinceramente, le preocupa.

Las palabras de Remus siguen ahí, que es una consentida. Y si es una consentida, lo es por todos, Fred incluido. No quiere que eso pase, no, y menos quiere tener esos pensamientos cuando todavía sigue la pelea con Remus y Fred está a kilómetros de distancia y es difícil dejar de pensar en que todo va a acabar saliendo mal, se va a hartar de ella como Remus ha hecho ya y la va a dejar. Entonces se quedará sola con su micropuff y nunca podrá jugar en las Arpías porque no irá a los partidos de Gryffindor en los que haya ojeadores y Harry la gritará y también le dirá que es una consentida y su vida se acabará porque se centrará solo en hacer feliz a su micropuff.

Quizá se había pasado con el drama, sí.

— ¿Y si lo vamos viendo según llegue? No es que no quiera quedar contigo, Stuart, te puedes venir con las chicas si quieres, también les caes bien y eso —Atria se da cuenta de golpe que ha sonado a que no quiere quedar con él y que sólo solo haría como último recurso—. De hecho, ¿por qué no te vienes? Sí, podemos hacer eso, se lo digo a las chicas, a los gemelos y a sus amigas de su curso y podemos...

— Tranquila, no hace falta, Atria, no tienes que hacer todo eso, solo... —lo sabe, claro que lo sabe, porque todo el mundo se lo decía, porque era obvio, pero la esperanza es lo último que se pierde—. Bueno, solo te estaba proponiendo una cita.

— Una cita —Atria lo repite y luego empieza a reírse—. A mí, una cita, perdona, pero es que es demasiado gracioso.

— ¡No es gracioso, iba en serio!

— Sí es gracioso, ¿por qué iba a querer alguien? Fred y Leah no cuentan, los he tirado de la cama muchas veces y seguro que en alguna de esas les hice daño en la cabeza —dice rápidamente y luego vuelve a reírse—. Creo que tú también te has tenido que dar un golpe, dejemos la ronda y vayamos a ver a Madame Pomfrey.

— ¿No crees que alguien quiera tener una cita contigo? —Stuart se esperaba que doliera el rechazo, pero en realidad no había dolido. Quizá ese flechazo infantil había desaparecido por fin, ahora que de verdad hablaba con Atria.

— Pues no.

— Ere Atria Potter, claro que la gente quiere salir contigo.

— Estas desvariando, Stuart, vamos —Atria empieza a tirar de él para que vayan a la enfermería, pero Stuart decide que no se va a mover de allí.

— Mira, esto es como en los institutos muggles, ¿cuánto sabes de ellos?

— De los muggles cosas, de los institutos poco —y tampoco entiende donde quiere llegar.

— Vale, pues hay una pirámide, tú estás en la cima porque eres popular y, bueno... eres guapa y vale eso no importa, pero eres una de las pocas Gryffindor que no se dejan llevar por sus prejuicios —vale, quizá Atria estaba empezando a entender lo que estaba pasando a Stuart— da igual, bueno, tú estás en la cima. Y luego estoy yo, que estoy al fondo.

— ¿Pero qué estás diciendo? ¡Tú estás en la cima!

— Atria, ni soy popular, ni mi aspecto destaca, ni absolutamente nada. Los gemelos Weasley eran populares, porque eran graciosos, bromistas y tenían a medio colegio detrás —y ahora Atria había perdido completamente el punto en la conversación—. Vale, en resumen, me gustas, te he pedido una cita, pero tú no quieres. ¿Seguimos siendo amigos y con nuestra ronda? No es porque hayas dicho que no, eh, es porque de verdad quiero acabar para estudiar un poco antes de irme a estudiar.

— ¿Me estabas pidiendo una cita? —murmura Atria y cuando Stuart asiente, ella se tapa la cara—. Madre mía soy un desastre, no me entero de nada.

— ¿Acaso dirías que sí?

— No, la verdad es que no —suelta de golpe y luego se da cuenta de lo directa que ha sido—. ¡No porque no me gustes! ¡Bueno no me gustas! ¡Eres un chico genial! ¡Cualquiera querría estar contigo!

— Tranquila, te he entendido, está bien Atria —esta siendo gracioso, así que está bien. Quizá luego necesita desahogarse con Mía un poco, pero está bien.

— Esto no es lo mío, de verdad, lo siento, no es que no quiera tener una cita contigo, es que, bueno, sigo saliendo con Fred.

— No tienes que dar explicaciones.

— ¡Pero es qué no quiero hacerte daño! Eres mi amigo, Stuart, no quiero... —es un poco frustrante todo esto, ¿cómo lo hace la gente? ¿Cómo rechazaba Beth a todo aquel que se acercaba con tanta facilidad 6 y luego estaba perfectamente con ellos?—. No quiero hacerte daño, en serio.

— Lo sé, no te preocupes, es solo que como tú estás aquí y Weasley está fuera, bueno... pensé que a lo mejor os habíais dado un tiempo. Solo era una esperanza estúpida, obviamente no lo hacéis, solo había que miraros el año pasado en El Gran Comedor para ver qué no lo dejaríais —Atria no termina de entender eso de "como os miráis", pero asiente—. Lo sabía, quería intentarlo igualmente, ahora puedo superar el flechazo tranquilamente.

— Podemos seguir quedando en la excursión de junio, solo que quizá hay unas cuantas personas más —vuelve a insistir Atria y Stuart acaba asintiendo.

— Ya lo organizaremos, le diré a Mia que si viene. Y espero que mañana vengas a lo de las plumas de azúcar.

— Por supuesto.

A pesar de todo, el resto de la ronda no es rara cómo podría esperarse. De hecho, era la mejor que habían tenido nunca, una lastima que todos los planes desaparecieran en cuanto llegaron a sus respectivas salas comunes.

Atria vio que Ron tenía cara larga, mientras que Harry seguía con la cabeza metida en el libro viejo de pociones, así que Atria se acercó a ellos y cerró el libro, dando a Harry con las paáginas.

— ¡Prefería cuando estabas con tus amigos y me dejabas en paz! —dijo Harry con los ojos llenos de lágrimas. El cierre del libro le había dado en la nariz, con fuerza.

— Yo también te echaba de menos, hermanito —por supuesto, le abraza y Harry la empuja para que se aleje—. ¿Qué os pasa?

— Han cancelado la excursión de mañana, lo han puesto en el tablón —la sonrisa de Atria desapareció ante las palabras de Ron.

— ¡No es justo!

— Es por lo de Katie —dice Harry y se arrepiente al instante porque Atria parece que se encoge sobre si misma así que Harry le pasa el brazo por los hombros—. Oye, no es tu culpa.

— Ya, bueno, ahora mañana me quedo sin ver a Fred, solo es eso —y un poco lo de Katie, porque ella seguía en San Mungo.

— Tú siempre te puedes escapar —se queja Ron y Harry empieza a negar, como diciendole que no le de ideas.

— Oye que no me escapo.

— Fred y George me lo han contado, te escapabas a Hogsmeade desde el primer curso.

— Eso no es escaparse, es adelantarse a lo establecido —puntualiza y a Ron le entra una carcajada. Una que llama la atención de Lavender, que no tarda en sentarse junto a ellos y tanto Harry como Atria, se levantan rápidamente de su lado.

— Oye Harry, ¿no teníamos que terminar eso?

— Sí, nos vemos mañana, Ron.

No se van lejos, de hecho solo se van hasta las mesas, donde Hermione está enterrada en una montaña de libros lo suficientemente alta como para no ver a Ron y Lavender en el suelo.

— ¿Hasta cuándo va a durar esto? —se queja Harry, refiriéndose a no poder estar con Ron y Hermione a la vez.

— No lo sé, pero espero que no dejen fluidos en la alfombra —Atria, por supuesto, no había entendido la pregunta de Harry y consiguió que tanto él como Hermione arrugasen la nariz con asco—. Bueno, al menos parece que ya no se lo van a montar en la alfombra.

— ¿Por qué tienes que poner esas imágenes en mi cabeza? —murmura Harry y vuelve a sacar el libro del Príncipe Mestizo, a lo que Hermione bufa.

— Tu hermana sabe más que ese libro, ¿por qué no lo tiras de una vez?

— Atria tendría que darme su libro de sexto para que tirase este —dice Harry y Hermione mira fijamente a Atria que niega.

— ¡No puedo dárselo!

— ¿Por qué? ¡Ni qué tuvieras escrito ahí los mayores secretos del universo!

— Tengo mis cosas ahí.

— Seguro que has puesto corazoncitos con tu nombre y el de Fred —se burla Harry y cuando Atria le empuja de la silla empieza a reírse porque sabe que es verdad—. ¡Qué bonito! ¿También has puesto tu nombre acompañado del apellido Weasley?

— Pienso mantener el apellido, idiota —le suelta y luego mira de forma para nada disimulada a Ginny, que está sentada sobre otra de las mesas de la sala común hablando con Dean—. ¿Y tú, hermanito? ¿Planeas cambiar el Potter por el Weasley?

— No funciona así.

— Si quieres sí, y veo que quieres —Harry empieza a balbucear algo y a Hermione le entra una pequeña risa que intenta disimular con una tos—. ¿Se lo has comentado ya a Ron?

— ¿Por qué no te vas a dormir, Atria?

— Porque esto es mucho más divertido y no tengo sueño, he comido muchas plumas de azucar durante mi ronda—responde ella, sonriendo—. ¿Quieres que se lo cuente yo?

— No me gusta, así que no le digas nada a Ron.

— Seguro, hermanito, puedes repetirlo todas las veces que quieras hasta que te lo creas, aunque, por experiencia —Atria se acerca hasta Harry y llama a Hermione para que también se acerque—, negarlo no funciona con los Weasley. Así que yo que vosotros dos iba a aceptándolo ya, enamorarse de uno de ellos es tan sencillo.

Era divertido ver cómo tanto Harry como Hermione se ponían completamente rojos y volvían a sus actividades anteriores, cambiando de tema rápidamente entre ambos y empezando a ignorarla, así que Atria se va, por fin a dormir. Y es una mierda porque no puede dormir porque mañana tendría que estar viendo a Fred y ahora eso no va a pasar, todo porque han cancelado las excursiones ahora. ¿Cuándo Sirius se supone que andaba por el mundo y era un asesino podían ir al pueblo de al lado con todo lleno de dementores y ahora no? ¿Cómo se iban a atrever los mortifagos a atacar Hogsmeade?

Necesitaba dormir y no iba a hacerlo, estaba claro.

Se levantó de la cama, directa a su baúl y empezó a sacar ingredientes sin parar. Crearía cualquier cosa, lo que fuera, pero necesitaba hacer algo para cansarse y poder dormir hasta el día siguiente. Quizá podía hacer una poción para brillar, literalmente, en el partido de la semana siguiente. Llamaría la atención lo suficiente al público y, si había algún ojeador camuflado, la notaría sin lugar a dudas. Sí, sonaba bien, haría algo de eso y ya lo probaría con alguien durante el desayuno del día siguiente.

Crear era sencillo, que luego la poción tuviera el efecto deseado era otra cosa, por eso Atria no solo hace una poción, no, hace tantas que se queda sin ingredientes. Y se maldice a la mañana siguiente, cuando baja a desayunar y Harry la coge del brazo.

— Necesito que hagas un antídoto para un filtro de amor —dice, casi susurrando y luego se gira para mirar a Ron—. ¡Estupendas noticias, Ron, Atria sabe donde está Romilda!

— ¿Pero qué estás diciendo? —lo dice demasiado alto y Harry le pisa un pie, así que ella le empuja y ve la mirada. La está pidiendo ayuda—. Eh, sí, te llevo con Romilda.

— ¿A qué estás esperando? ¡Vamos, lidera el camino!

— Eh... está con ¿Slughorn? —no suena convencida y Ron lo nota.

— ¿Qué hace con Slughorn?

— Clases de pociones, particulares —Harry responde antes de que lo haga ella y la coge del brazo para avanzar—. ¿Por qué has dicho Slughorn? ¿No puedes hacer una poción en tu habitación?

— Podría si me quedasen ingredientes, pero no tengo absolutamente nada, lo gasté anoche porque no podía dormir.

— ¿Y has dormido?

— Iba a hacerlo ahora, después de desayunar —porque, total, no podía ir a ningún lado y sonaba como un buen plan de sábado. Los deberes podían esperar hasta la noche, la verdad.

Cuando bajan hasta el despacho de Slughorn es Harry quien se encarga de convencer al profesor de que deje a Atria preparar un antídoto con sus ingredientes y es Atria la que sale en su defensa cuando el anciano pregunta que por qué no lo ha hecho Harry.

— Es que le quité todos sus ingredientes ayer, profesor, estaba creando, ya sabe cómo va eso —dijo ella y con eso les dejó pasar.

Slughorn se dedicó a observar a Ron, a quien el filtro de amor parecía afectarle cada vez más y Harry ya no sabía como contenerle, así que Atria no tardó en acelerar un poco el proceso y llenó una buena copa del antidoto.

— Toma, que Romilda está apunto de llegar y parece que vas a vomitar en cualquier momento.

No hizo falta que lo dijera dos veces porque Ron se tomó la copa y tardó apenas unos segundos en volver a la normalidad. Y, para celebrarlo, Slughorn sacó una botella de hidromiel de una mesa llena de bebidas.

— ¡Celebremos el cumpleaños del señor Weasley! —llenó las cuatro copas hasta casi el borde y se las entregó rápidamente para luego levantar la suya—. Bueno, un muy feliz cumpleaños, Ralph...

— Ron.

El susurro de ambos hermanos fue lo que les salvó de beber a la vez que Ron. Fue rápido, demasiado rápido y el chico, con tan solo un poco de la bebida, cayó al suelo con las extremidades moviéndose descontroladamente, los ojos saliéndose de sus órbitas y con espuma en la boca.

— ¡Ron! —gritó Harry y eso fue lo que hizo que Atria se moviera de nuevo hasta la mesa de Slughorn y cogiera la botella.

— ¡Harry esto es veneno!

No había tiempo que perder, ninguno porque Ron se estaba poniendo azul así que Atria volvió al caldero y echó un poco de la hidromiel para empezar a seguir la tercera ley de Golpalott. Sabía a qué olía ese veneno, así que solo tenía que encontrar los ingredientes en la mesa y el que lo anulaba. Pero era tan largo el proceso que quizá no llegaba y las manos le temblaban mientras que rebuscaba en la mesa. oyendo de fondo como Ron se ahogaba. No era vanilla, no era canela, no al bezoar, tampoco patas de rana y los ojos de murciélago podían estar bien, pero...

— ¡Busca un bezoar y deja de darle vueltas a eso!

Eso era. Bezoar. Atria chilló y se lanzó sobre la mesa, sabiendo que acababa de descartar el bezoar porque estaba demasiado ocupada en la estúpida ley de Golpalott. ¿Por qué le gustaba tanto complicarse la vida?

— ¡Toma!

Harry estaba más cerca de Ron, así que se lo lanzó en cuanto lo tuvo en las manos y él salió corriendo para meterle la piedra a Ron por la garganta. Primero se movió bruscamente y luego se relajó.

— ¡Por las barbas de Merlín! —gritó el profesor Slughorn a los pocos segundos y la acción comenzó en el despacho.

Ron fue llevado hasta la enfermería y, por mucho que Harry y Atria intentaron entrar, madame Pomfrey no les dejó pasar, así que se sentaron en el suelo del pasillo, esperando. Atria duró cinco minutos, tras los cuales se fue a buscar a Ginny y a Hermione al Gran Comedor y, cuando volvió con ellas, Ginny se puso a golpear la puerta con fuerza, en un intento ridículo de que madame Pomfrey les dejara pasar, pero en cambio quien salió fue la profesora McGonagall y les echó la bronca por ello, así que se estuvieron callados en el pasillo.

Atria dio cabezadas hasta las ocho de la tarde, cuando por fin madame Pomfrey les dejó pasar a ver a Ron. Estaba inconsciente, pero estaba vivo y era lo que importaba. Lo demás daba igual, daba completamente igual. Aunque había un grito en la cabeza de Atria, uno que la llamaba irresponsable por haber gastado todos sus ingredientes en una estupidez como era crear algo para llamar la atención. No iba a volver a pasar, no, de ahora en adelante siempre llevaría encima ingredientes suficientes para hacer cualquier poción básica y nunca los agotaría, no.

A las nueve llegaron Arthur y Molly, los dos con rastros de lágrimas en las mejillas. Se lanzaron sobre Ron, que solo se movió un poco y siguió inconsciente y luego fueron a abrazar a Ginny. Por supuesto lloraron estando allí apenas cinco minutos, pero fue lo suficiente como para que sus nervios se alterasen y madame Pomfrey tuviera que recurrir a un filtro de paz tanto para Molly como para Arthur. Y luego McGonagall se los llevó para explicarles que había pasado.

A las diez las puertas de la enfermería se abrieron y los gemelos entraron rápidamente, un poco pálidos y claramente preocupados por Ron, que seguía sin abrir los ojos.

— ¿Qué ha pasado? —dijeron a la vez y Atria se levantó de la silla para abrazar a su novio.

No tenía ni idea de lo asustada que había estado por Ron hasta ese momento, en el que Fred la abraza y se siente como en casa. Ron casi se muere por una botella de hidromiel envenenada y lo único que le había servido era una estúpida piedra. Y tenían que dar gracias a la piedra porque si no hubiera estado allí estarían ahora con un cuerpo inerte al lado.

Empiezan a discutirlo de nuevo, el cómo había pasado todo. Los gemelos también se sientan en las sillas y Atria no duda en sentarse sobre las piernas de Fred, abrazándole, mientras que le da la mano a George. Es como volver a Grimmauld Place, cuando Arthur estaba en San Mungo y se debatía entre la vida y la muerte. Al menos ahora saben que Ron va a salir vivo de esta.

George le agradece a Harry por el bezoar y Harry contesta que es un milagro que lo encontrasen allí, no que se lo metiera a Ron por la garganta y entonces vuelven al mismo tema, el veneno y el porqué. Ginny sugiere que Slughorn sea un mortifago, pero Atria niega.

— En todo caso le quieren matar a él, olí el veneno en la botella, no lo puso en la copa de Ron. O, bueno, a Dumbledore, había dicho que le quería dar la botella por Navidad.

— Entonces quien le diera la botella no le conoce, ¿no? Se nota que si hay algo bueno, Slughorn se lo guarda para sí mismo.

Hermione había hablado por primera vez desde la mañana y la voz se le notaba totalmente tocada. Probablemente porque llevaba llorando en silencio desde esa misma mañana. Entonces Ron chilló algo que definitivamente sonaba a Hermione y todos se quedaron completamente callados hasta que las puertas de la enfermería se abrieron y Hagrid entró, llenando todo de barro.

— ¡Solo seis visitantes a la vez! —chilló madame Pomfrey y Atria se levantó rápidamente del regazo de Fred.

— Avísame cuando salgas, Hagrid —le dijo, y movió la varita para limpiar las huellas de barro del suelo antes de pisarlas y resbalarse ella también. Con Ron en la enfermería tenían bastante.

No estuvo mucho rato sola, porque a los pocos minutos Fred salió de la enfermería, dejando la puerta abierta para mantener un ojo en Ron y abrazó a Atria con fuerza.

— Menos mal que no has bebido tú también —susurra el chico y esconde la cara en el pelo de ella, cerrando los ojos.

— Menuda cita de mierda —responde Atria, intentando aligerar el ambiente, pero claramente no funciona porque los dos se abrazan con más fuerza—. ¿Qué está pasando, Fred? Primero Katie y ahora Ron, esto... esto es... tengo miedo.

— Lo sé, yo también lo tengo.

Quiere preguntar por Remus, pero no le da tiempo porque Molly y Arthur vuelven y hablan con ellos apenas unos segundos antes de que vuelvan a entrar a la enfermería. Entonces Harry, Hermione y Hagrid salen de ella y Atria ve el momento perfecto para dejar que Fred vaya con su familia.

— Nos vemos en las vacaciones de Pascua, ¿vale? —le susurra, casi rozando sus labios y él solo la besa.

— Hasta dentro de tres semanas —susurra él cuando se aleja.

No hay nadie en el pasillo cuando Fred vuelve a la enfermería y Atria decide que va a volver a la sala común, pero dando un pequeño paseo. Uno que la lleva a encontrarse con Filch.

— ¡Estás fuera de la cama, castigada!

— Ronda de Premio Anual —contesta ella automáticamente y el conserje gruñe.

— Primero ese asqueroso de Hagrid salvando a tu hermano y su amiguita y tú me vienes ahora con estas... Ya te pillaré, Potter, ya te pillaré.

Honestamente, no se esperaba que funcionase, pero iba a aprovecharlo, sobre todo si le permitía volver rápidamente a la sala común a dormir un rato. Esperaba que las chicas estuvieran allí porque no le apetecía nada dormir sola. Quizá podía decirle a Hermione que subiera, si, haría eso, seguramente no le apetecería estar en la misma habitación que Lavender porque nadie le había dicho nada sobre Ron.

— ¿Y tú hermano? —McLaggen estaba en el sofá de la sala común, completamente despierto y mirando el retrato de forma obsesiva—. He oído lo de Weasley, tengo que ser yo el guardián para el próximo partido al menos.

— No me des el coñazo, McLaggen, estoy cansada.

— Pero tengo razón, el inútil de Weas-

No terminó la frase. Atria nunca había encontrado un hechizo que hiciera dormir a alguien, pero su madre lo había considerado algo muy útil y, según las notas de su cuaderno, aplicárselo a Los Merodeadores después de cenar era la mejor forma para tener una noche tranquila. Así que se lo lanza a McLaggen y el chico cae de golpe en el sofá. Un problema menos.

O no, porque, al día siguiente, en el entrenamiento, McLaggen estaba allí y por muchas explicaciones que Atria le pidió a Harry, el chico siguió en el equipo. Y Atria estaba empezando a estar harta de que McLaggen le dijese cómo tenía que atacar y que estrategias tenía que realizar para poder ser más eficiente. ¡Le decía hasta como volar, por Morgana! Si McLaggen tenía un accidente real estaba claro que la iban a culpar a ella incluso si no era su culpa.

El sábado del partido Harry no aparecía por ningún lado y les quedaban apenas unos minutos para salir, así que McLaggen empezó a tomar su papel como capitán sustituto y Ritchie tuvo que sentarse en el banco de Atria, con Delmeza al otro lado y Peakes estaba delante, con el bate en alto por si tenía que usarlo para frenar a Atria de cometer un asesinato.

— No le hagas caso, nosotras sabemos jugar perfectamente, ¿vale? —repetía Delmeza sin parar y Atria le gruñía en respuesta—. Ginny y tú solo tenéis que pasaros la quaffle como en los entrenamientos y lo tenemos todo hecho.

Pero resultó ser mentira. Al menos escuchar el partido fue divertido porque Luna era la comentarista y sus comentarios sobre los jugadores resultaban demasiado divertidos. Halagó a Ginny sin parar, habló sobre lo simpático que había sido Harry al invitarla al baile de Navidad de Slughorn y también dijo que se divertía mucho hablando con ella. Hasta ahí iba todo bien porque también insultó a Smith en su forma tan tranquila, así que Atria se lo estaba pasando bien a pesar de que iban setenta a cuarenta perdiendo. Pero había marcado dos de los cuatro tantos, así que estaba satisfecha.

— El guardián de Gryffindor acaba de dar a Harry Potter con una bludger en la cabeza, eso se ve realmente mal —comentó Luna y la quaffle que Atria llevaba en la mano despareció de ellas porque se giró para ver cómo Harry caía al suelo.

Fue un milagro que Ritchie y Peakes le cogieran a tiempo para evitar que se matara en la caída, pero eso le bastó a Atria para lanzarse contra McLaggen a toda velocidad. El golpe dolió, por supuesto que dolió porque se chocaron contra los aros y las escobas empezaron a girar descontroladas, pero lamentablemente McLaggen no se había dado en la cabeza y pudo controlarla y ella consiguió levantar el vuelo justo a tiempo para volver a chocarse con él.

— ¡Atria Potter basta ya! —la profesora McGonagall había cogido el micrófono de Luna y no dejaba de dar gritos para que Atria parase, pero ella no le había mucho caso, por no decir ninguno.

— Luego nos encargamos de él —Ginny fue la que la sujetó de la túnica con fuerza y tiró de ella para que volvieran al juego.

No sirvió de nada volver, claro, ellas estaban sin buscador y por mucho que Delmeza marcó otro tanto más para Gryffindor, Hufflepuff les había marcado tantos que Atria prefería no calcularlo. Finalmente, Luna anunció que Hufflepuff había cogido la snitch y Atria salió volando al vestuario antes de oír siquiera el resultado. Lazó la escoba contra el primer lugar que encontró y según iba yendo hacia las duchas fue lanzando sus cosas por el camino, de mal humor. Y no mejoró cuando la profesora McGonagall entró a los vestuarios.

— ¡Atria Potter! ¿Qué es ese comportamiento? ¡Remus te ha criado mucho mejor que esto!

— Puedes agradecer que tiene cabeza —responde Atria desde la ducha y en respuesta el agua empieza a salir fría—. ¡Minnie, qué ya tienes una edad!

— ¡Estás castigada! ¡Todos los fines de semana te quiero en mi despacho! ¡Y pienso escribir a Molly!

— ¡Pues escribe a Molly y le dices que casi matan a Harry!

Sus amenazas no funcionan o al menos es lo que se repite Atria mientras que termina de ducharse —con agua fría porque Minerva McGonagall sabe lo que hace y es imposible devolver el agua caliente— y luego va a la enfermería, esquivando a Ginny y a Dean, que discuten en la escalera frente a la enfermería por la bludger que le había dado a Harry.

Harry habla tranquilamente con Ron, como si no hubiera pasado absolutamente nada y parece que el partido importa poco porque están hablando de Malfoy, para variar.

— Harry, estoy empezando a pensar que estás enamorado de él. Y déjame decirte que no va a funcionar, estás condenado al pelirrojo —se sienta en una silla entre Harry y Ron, mientras que el primero se pone rojo y el segundo la mira sin entenderlo—. Maldición Potter, caes por los pelirrojos, es imposible resistirse.

— Eso es una estupidez, Atria.

— Eso decía yo y mírame, Fred es claramente pelirrojo. Bill está cogido, una relación a distancia con Charlie es muy complicado, Percy es gilipollas, George... bueno, no salgas con el hermano gemelo de mi novio, ¿si? Así que te quedan Ron y Ginny, ¿a quién eliges? —que ganas tiene de qué diga Ginny, pero Harry le pone la mano en la cara y la empuja—. ¡Oye!

— Eres bobisima.

— Pero me quieres igual —responde ella, lanzándose sobre Harry.

Obviamente él grita por el peso de su hermana en el estómago y madame Pomfrey sale, escandalizada, de su oficina. Solo señaló a la puerta y Atria salió de allí, riendo.

— ¡Me encargaré de McLaggen por ti!

Y se encarga de él. La pena es McGonagall la pilla, así que acaba castigada otro mes más, pero merece la pena al ver las caras de Harry y Ron cuando McLaggen llega a la enfermería con el pelo verde moco y la piel azul turquesa, además de unos horribles bultos en los brazos.

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Wattpad va de culooooo en fin que no sé si vais a poder leer esto o no, pero bueno que yo lo subo y tal. Quedan como cuatro capítulos? Del sexto libro y let's go a la guerra yasssss sufrimiento y cosas bonitas a partes iguales ohsi

Y oh vaya stuart se ha pillado de atria que malas decisiones toma el pobre uf

Nos vemos la semana que vieneeeeeeeeeee

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