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Capítulo 40: Idiotas, yo os definiría como idiotas.

No iban a ocultar que estaban juntos, pero tampoco pensaban gritarlo a los cuatro vientos. No querían arriesgarse a que Molly les prohibiera estar juntos en la misma habitación u dijera que no podían estar juntos. Aunque tenían un problema y era que no podían separarse del otro. Desayunaron con las rodillas rozándose, cuando empezaron a limpiar la casa sus dedos se rozaban por accidente y sonreían. Y cuando Atria se fue a dormir por la tarde para estar descansada para la noche —la comida fue una dura discusión con la señora Weasley que acabó aceptando enfadada que Atria se iba a ir con Sirius y Remus, con permiso de Dumbledore o sin él, no tenía muy claro como conseguiría salir de la casa, pero lo haría— Fred consiguió escabullirse para estar con ella un rato. Y, por supuesto, la sesión de besos se les fue de las manos. Para su mala suerte fue Hermione la que los encontró, a punto de besarse de nuevo y dio un pequeño gritito. ¿De verdad tenía que haberles interrumpido cuando estaban a punto de llegar al beso número noventa y tres?

— Te busca tu madre, Fred —murmura ella, poniéndose roja y Fred se levanta de la cama después de darle un beso rápido a Atria. Ni siquiera Hermione lo vio, que miraba hacia el suelo y, cuando el chico desapareció escaleras abajo, entró rápidamente a la habitación y cerró la puerta.

— ¿Desde cuándo? —la interroga, sentandose en la cama y Atria solo se ríe.

— Solo desde anoche, podías haber llegado en otro momento, ¿sabes? —se queja, y Hermione se ríe.

— Menos mal que estabas descansando.

— Oh, créeme, lo estaba haciendo.

Hermione da otro gritito, acompañado de un salto y luego sale corriendo de la habitación porque oye a Ron llamarla. Seguramente tengan que seguir limpiando el comedor, pero es lo que toca. O quizá han pasado a hacer limpieza a fondo de las habitaciones. Atria no se había molestado en intentar limpiar la de Regulus, los trozos de periódico estaban hechizados a las paredes, al igual que lo estaban el resto de las cosas. Lo único que podían sacarse eran los libros, pero tenían solamente temas de magia oscura y Atria prefería evitarla. Quizá, cuando la guerra estuviera más avanzada, se los quitaba. Debería saber protegerse de los ataques de magia oscura y, para ello, tendría que estudiarla. Al menos era lo que tenía sentido.

Pero no quiere pensar en la guerra en esos momentos, no, prefiere pensar en el chico pelirrojo que la está volviendo loca. Sonríe y decide esconder la cara en la almohada porque tiene una sonrisa de oreja a oreja que, cualquiera que la viera, sabría la verdad que ni ella misma se atreve a decirse. Que está total y completamente enamorada de Fred Weasley.

Como había pasado más de tres horas besando a Fred, no tarda en quedarse dormida. Y cuando la despierta Sirius tan solo dos horas más tarde, le duele la cabeza.

— Vamos, Remus ya está transformándose.

Se levanta tan rápido de la cama que casi se cae al suelo porque se le nubla la vista.

— ¿Y no se te ha ocurrido despertarme antes para que fuéramos con él directamente a casa? —le regaña, y Sirius se encoge de hombros.

Como que no sabe que ha hecho esta noche. Son silenciosos, sí, pero los labios hinchados que tenían esa mañana no dejaban lugar a dudas. Él había tenido sesiones de besos interminables con Remus, una de ellas en el cuarto de baño. Remus solo había ido a lavarse los dientes y tardaba y eso le estaba volviendo loco. Así que fue a por él y le acabó gritando que solo quería que le gustara él. Oh, y cuando Remus admitió en su habitación que no había otros chicos, que Lily y él habían estado hablando de él en el baile de Navidad. Y lo que vino después... quizá debería dejar condones en la habitación de Atria, por si acaso. Porque si Atria seguía los mismos impulsos que habían tenido ellos... bueno, pronto verían a ambos con chupetones en el cuello. Y, total, si no se iban a separar, ¿para qué se iba a molestar en intentarlo? Cuidaría de ellos, sí. Era una suerte que los magos también hubieran añadidos los condones a su catálogo de objetos útiles robados de los muggles porque así podía pedirlos vía catálogo lechuza y se ahorraba el bochorno de utilizar el dinero muggle. Y hacerse pasar por Geralt White, el primo de Remus. Aunque tenía que decir que las gafas le quedaban de infarto, lo notaba en como Lupin se tiraba encima suya cuando las llevaba.

— ¡Nos vamos, Molly, volvemos por la mañana! —grita Atria antes de meterse en la chimenea. Sirius opta por desaparecerse, mucho más seguro para él ya que la Red Flu es controlada por el Ministerio. Pero Atria tarda en llegar a la casa. ¿Y si Dumbledore al final no ha activado la chimenea? ¿O si la ha activado y Atria ha intentado irse a otro lado para ir a por Harry? No le gustaría tener que explicar a Remus que ha perdido a Atria. 

— Tienes que estar concentrada, no pensando en tu novio —le dice cuando llega. Le brillan los ojos y tiene una sonrisa algo tonta que se le borra de inmediato. Definitivamente no se ha escapado para intentar ir a por Harry.

— Estoy concentrada. Y preparada, sigo teniendo pociones escondidas bajo la escalera del sótano, por si las necesitamos —no lo niega. Vaya, han avanzado mucho en tan solo un día, si lo llega a saber hubiera hablado antes con ella. Solo espera que, al menos, tengan cabeza. La que ellos no habían tenido.

Sirius no puede evitar sonreír. Está en todo. Es como Lily en ese sentido. Ella lo descubrió y se fue a la enfermería con Remus. Y luego le curó a él de algunos arañazos horribles de una mala noche. La revuelve el pelo antes de entrar al sótano y cuando ella está dentro, hechiza la puerta.

— Vamos a pelear con el lobo.

La mayoría de las heridas se las queda Sirius en esa ocasión, aunque Atria sale volando por los aires cuando Remus se libera y luego le duelen las costillas. Sigue siendo mucho más ameno cuando son dos. Atria sigue siendo una loba demasiado pequeña, pero ya es imposible que crezca más. Aun así, su fuerza sí que ha aumentado un poco desde el último verano y es mucho más fácil romper la pata delantera del hombre lobo después de que le clave las garras en lo que en la forma humana de Atria debe de ser el hombro.

La noche se hace mucho más amena ahora que no está sola. Siguen estando en el sótano y no en un bosque, pero parece mucho más amplio, menos solitario, menos peligroso. Remus se empieza a cansar casi cuando la luna está a punto de ocultarse y se tumba en su rincón favorito, donde suele estar atado al inicio de la noche. De nuevo había vuelto a soltarse. Quizá sí que era verdad que, una vez dejabas la poción matalobos, eras más agresivo.

— Ya podéis volver a ser vosotros —gruñe Remus, todavía cambiando. Quieren que se vayan para que no le oigan gritar.

Atria no escucha y se acerca hasta él, convertida en loba por si acaso la araña sin querer y se tumba en su regaño. Sirius sí que se transforma y se ríe entre dientes.

— Si James estuviera aquí hubiéramos salido al bosque —dice, sin darse cuenta. Pero luego lo hace. Y mira a Remus, que no le devuelve la mirada y solo mira a Atria.

— Si papá estuviera aquí, mamá le hubiera convencido para que no saliéramos al bosque —responde ella una vez vuelve a cambiar y abraza a Remus lo más fuerte que puede—. ¿Qué tal tu muñeca? Parece que siempre tengo que partirte algo.

— Se pondrá bien, ¿tienes alguna herida?

— Las tengo todas yo, Lupin, ¿me las curas a lametazos?

— Claro, Black, pero tendrás que curarme las mías.

— ¿Podéis no hacer eso delante de mí? —Atria decide intervenir en la conversación antes de que decidan pasar a mayores. No, gracias, sería como ver a sus padres. Aunque sí que le hubiera gustado ver a sus padres así—. Bueno, me voy al cuartel, creo que voy a dormir diecisiete horas.

— Si Fred no se mete en tu cama —dice Sirius y Atria solo se encoge de hombros.

— Aunque se meta en mi cama seguiré durmiendo diecisiete horas.

— Dile a Molly que te cure las heridas —Remus sigue con la voz demasiado ronca y, por un segundo, piensa que vuelve el lobo. ¿Podría suceder? —. ¿Debería decirte que no duermas con Fred?

— Voy a hacerlo igual, solo vas a malgastar saliva.

No lo piensa más y sale del sótano. La risa de Remus se vuelve a oír, entre dientes, probablemente porque Sirius le ha dicho algo. Sube un momento a su habitación y decide rescatar su almohada. La almohada de Regulus era realmente incómoda, no tenía que ver con la suya o con el hombro de Fred. Aunque sus labios eran mejores. Vaya, ya estaba pensando otra vez en lo mismo, ¿eso era lo que tenía Marietta constantemente en la cabeza? ¿Lo que había tenido Cedric cuando estaba...? Demasiado pronto para pensar en él. Atria parpadea varias veces para limpiarse las lágrimas y se mete en la chimenea. Y aparece en Grimmauld Place. No parece que haya nadie despierto, pero igualmente se va a la cocina y deja la almohada sobre la mesa.

— ¿Dónde ha metido este elfo los cereales? —murmura, empezando a revolver todo en los armarios inferiores. Y como ahí no aparecen coge una silla y empieza con los superiores. Tampoco están—. ¡Kreacher, ven aquí ahora mismo, sabes que tienes que obedecerme!

— Obedecer a una mestiza, ay si mi ama lo viera —murmura el elfo cuando aparece en la cocina y Atria pone los ojos en blanco.

— A Walburga le encanto, que lo sepas. Ahora dime donde has escondido los cereales, quiero los de chocolate.

— Kreacher no ha tocado los... cereales —escupe la palabra. Los magos no tienen cereales como tal, son algo muggle y a Kreacher no le gusta lo muggle—. La asquerosa mestiza piensa que Kreacher ha tocado sus... cereales. Se cree la mocosa que por dormir en la habitación del amo Regulus Kreacher va a obedecerla.

— Anda, vete a tu rincón de la casa, pedazo de mierda and...

— ¡Atria! —Kreacher se desaparece convenientemente cuando la señora Weasley entra en la cocina—. ¡Esa boca!

— Es que Kreacher...

— ¡Me da igual! —uy, pues sí que parece molesta, ¿todavía estaba enfadada por la discusión de la comida? —. Baja ahora mismo de la silla.

— Es que no encuentro mis cereales —se excusa y la señora Weasley suspira. Se acerca al único armario donde Atria no había mirado porque antes solo había vajilla y allí aparecen muchísimas delicias para el desayuno—. Quiero todo.

— Pues baja de la silla, vamos.

La verdad es que tiene mucha hambre. Sí, había cenado antes de ir a dormir, pero tanto tiempo como animaga luchando la agotaba. Tenía ganas de comer y dormir. Quizá también podría pasar a la habitación de los gemelos, darle un beso a Fred y luego subir con su almohada hacia su habitación.

Molly suspira cuando la ve comer de esa forma y la observa. Tiene un arañazo en el cuello y otro que parece que le recorre el brazo. Respira de forma un poco rara, como si le costase.

— En cuanto termines de desayunar pienso revisarte —le advierte y Atria asiente.

— Te lo iba a pedir, Molly, Remus me mataría si no lo hago.

Pero Molly no está preparada para ver las cicatrices que ya tiene. Y las nuevas que va a tener. Empieza a pensar la forma de eliminarlas, de volver a dejarla bien, pero sabe que no hay nada porque son heridas causadas por un hombre lobo en plena luna llena. Solo no se transforma porque es una animaga. Es un milagro que, con tan solo quince años, haya aguantado tantos golpes de un hombre lobo adulto. Quizá Remus sí que mantenía un poco de consciencia, al fin y al cabo.

Le cura el arañazo del cuello, el del brazo. Le cura el hombro, en el que tenía todavía sangre seca. Arregla sus costillas y ella suspira aliviada. Y luego señala su rodilla.

— Creo que, cuando Remus me ha lanzado por los aires, se me han movido unos cuantos huesos —casi lo susurra, temiendo lo que responda Molly y ella suspira.

— No vas a ir más.

— Voy a ir.

— Si vas no vuelves a ver a Fred —Atria nota que la amenaza es real. Tan real como que le está curando la rodilla mientras tanto. Y teme. Es su mejor amigo, no puede dejar de verle por mucho que quiera—. Sabes que sería capaz de hacerlo, y que no quiero hacerlo. Pero tengo que protegerte, Atria, te he cuidado desde que eras un bebé, no puedo ver cómo te llenas de cicatrices.

— Molly no puedo dejar de hacerlo —en cuanto nota que tiene bien la rodilla coge las manos de la mujer y la mira a los ojos—. Remus me ha cuidado toda la vida, no puedo dejarle solo ahora, no con todo lo que se viene encima. Es mi familia, Molly, y nunca dejas a la familia.

Molly Weasley empieza a llorar y Atria no tarda en acompañarla. Porque lo que está haciendo ella es dejar a Harry. A su pequeño hermanito. Lo está dejando en manos de unos muggles asquerosos que lo maltratan. ¿Le estarán dando de comer? ¿Le dejarán salir a la calle? ¿Estará preocupado? Oh, lo que daría por poder verle. Daría años de su vida si tan solo pudiera pasar con él un día en esos instantes.

— Acuéstate un rato, ¿vale? Te despertaremos para comer.

— Cuando lleguen Sirius y Remus —contraataca. Vale que los ha dejado solos, pero también necesitaba saber que estaban bien.

— A la hora de la comida —insiste la señora Weasley.

— Solo si viene Fred a despertarme —tiene que probar. Total, no la van a querer despertar antes y si va Fred... suena bien. Si solo unos besos la habían dejado así, madre mía.

— Le mandaré —suena a promesa, así que Atria sonríe. Se están descubriendo, pero ¿qué más da?

Se pone el pijama, ya sin miedo a que alguien la vea las cicatrices. En Hogwarts deberá tener cuidado si no quiere preocupar a sus amigas, pero aquí está a salvo. Y lo sabe por la forma en la que Molly la tapa en la cama, por cómo le da un beso en la frente y la deja dormir. Es sencillo dormir cuando te arropa una madre. Atria recuerda perfectamente a Lily tapándola antes de ir a dormir, como le leía un cuento hasta que se quedaba dormida. A veces —para que mentir, seis noches de las siete de la semana— Harry también estaba allí. Y Lily estaba sentada sobre James, que la abrazaba y la ayudaba a poner voces cuando la situación lo requería.

Ese recuerdo sale a la luz con una facilidad asombrosa y Atria sonríe. ¿Cuántos más tiene en la cabeza que no ha recordado todavía? Quizá puede provocarlos para que suban. Quizá hay algo que la permita recuperarlos con mayor facilidad. Todos habían llegado de golpe, pero Atria solo se había centrado en uno, en el de Sirius. El resto, habían ido llegando, como el de Voldemort. Ahora había llegado ese, tan bonito, tan familiar. Y sonríe, a pesar de saber que lo perdió todo. Sonríe porque, en parte, lo siguió teniendo con Remus.

No sabe en qué momento se queda dormida, pero sueña con su familia. Sueña con unas Navidades, Harry está sonriente bajo el árbol, abriendo regalos. Sus padres se abrazan sentados en una mecedora. Sirius y Remus están en el suelo, acaramelados. James suele regañarles cuando los besos se les van de las manos, diciendo que hay niños delante y entonces Sirius la señala.

— Como que tu hija no le mete la lengua hasta la campanilla a su novio —dice, riéndose y Lily le acompaña. Atria se ríe entre dientes al ver la cara de su padre.

— ¿Deberíamos decirles que nos vamos a vivir juntos? —Fred susurra en su oído y Atria se ríe aún más, lo que hace que la cara de James vuelva a cambiar otra vez.

— Cuidadito con mi niña, Weasley, que te tengo vigilado —le advierte, pero Fred solo se ríe.

— Como si no me conocieras ya, James —Fred se ríe y, al final, James lo acaba haciendo también.

El sueño sigue, en la casa de Godric's Hollow, todos alrededor del árbol. Harry se sonroja cuando le preguntan si le gusta alguien. Remus y Sirius anuncian que se van a casar y que van a adoptar. James y Lily dicen que van a renovar sus votos otra vez. Y ella dice que se muda. Y todos sonríen. Fred la besa en el sueño y, poco a poco, deja de ser un sueño.

— Hola —susurra él, sonriendo y Atria también sonríe.

— Hola —no va a poder quitar la sonrisa tonta de su cara.

Se mueve rápidamente para dejar que Fred entre en la cama y él se ríe cuando Atria le tapa también. Y vuelven a besarse. La puerta está entreabierta, para poder oír mejor los gritos que los llaman a comer o los pasos. Aunque lo mejor hubiera sido cerrar la puerta porque no se enteran de nada. Así que vuelven a ser pillados por Hermione, que se empieza a reír al ver que, de nuevo, estaban a punto de besarse. ¿Cuáles eran las posibilidades de que dos veces les pillara justo antes de que se besaran?

— La comida está lista, deberíais bajar porque la señora Weasley ya está diciendo que tardáis demasiado y, al final, no os dejará estar juntos en la misma habitación —les dice, para luego irse, cerrando la puerta.

— Pues habrá que ir, ¿no crees?

— No eras tan responsable desde el día que volamos el coche para recoger a Harry, ¿por qué tienes de nuevo ese ataque de responsabilidad?

— Porque existe la posibilidad de tener a mamá todo el día encima y que no me deje besarte. Y quiero seguir besándote.

Otro beso más. Y otro. Vuelven a perderse. Consiguen encontrarse siete besos más tarde, cuando los estómagos de ambos rugen y empiezan a reírse.

— Creo que sí que vamos a tener que ir a comer —Atria sonríe y asiente. Un último beso y se levantará de la cama para cambiarse.

Al final son tres besos más, pero consigue levantarse y se queda mirando dentro de su armario. La mitad es ropa de Regulus que, cada vez que saca, Kreacher vuelve a meter en el armario. Así que la ha apartado a un lado y solo utiliza la mitad. Aunque le basta. Coge una camiseta cualquiera y unos pantalones cortos antes de abrir uno de los cajones y coger un sujetador.

Sabe perfectamente que Fred está en la cama y que la está mirando, pero le ignora momentáneamente. No se había olvidado de las palabras del chico sobre el baño de prefectos y que la había visto casi desnuda allí. Y hace dos noches había estado con él en la cama con tan solo sus bragas. Así que decide cambiarse delante de él. Y él se levanta de la cama cuando ve qué está haciendo.

— Espera —dice, cerrando los ojos primero. ¿Y si repite lo mismo que había hecho en el baño de prefectos? Quizá ella se acuerde, quizá vuelven sus recuerdos.

— ¿Por qué cierras los ojos?

— Porque aquella vez fue así. No lo recuerdas, pero estaba a tu espalda y te pregunté que si podía. Tú no llevabas sujetador porque te lo habías quitado para secarlo y estabas de espaldas a mí, así que me acerqué a ti por la espalda y pregunté —Atria contiene la respiración. Y se esfuerza, se esfuerza de verdad por recordar. Pero nada viene—. Nos abrazamos y luego te pusiste de puntillas y me besaste la comisura de la boca, como había hecho yo en tu habitación el día que nos interrumpió George.

Quiere esforzarse por recordarlo, pero no es capaz. Así que solo va y le abraza. Y cuando se aleja no le besa la comisura de la boca, si no que le besa de verdad.

— Estoy segura de que es lo que tenía que haber hecho en el baño de prefectos.

Sabe que si vuelve a besarle otra vez se perderán, así que se apresura a vestirse y luego abre la puerta, con su característico chirrido. La verdad es que Kreacher podría engrasar las puertas, menudo suplicio.

— ¡Por fin bajáis, ya estaba yendo a por vosotros dos! —Molly estaba en el pasillo y Atria aprovecha para bostezar. No es del todo fingido, pero le viene bien. Si Molly les llega a ver no sabe si hubiera gritado porque no se lo han contado o porque están a solas en la habitación.

— No sabes lo que me ha costado que se levantara de la cama, mamá —Fred lo dice tranquilamente y, cuando pasa al lado de Atria, ella le empuja suavemente.

Bajan dándose pequeños empujones y se ríen y la señora Weasley solo niega, pero a pesar de todo sonríe. Son, al fin y al cabo, adolescentes que se están enamorando. Confía en su palabra, la que le dijeron antes de la última prueba del torneo, que eran solo amigos. Solo espera que, cuando sean algo más, decidan compartirlo con todos y no se escondan.

Comen tranquilamente, al igual que por la tarde se dedican a seguir limpiando la casa. La habitación de Ginny y Hermione es la siguiente en la lista en ser limpiada en completa profundidad. Los hechizos estaban bien para aguantar un par de días, pero con la cantidad de arañas que hay en la casa, más les valía intentar arreglar todo antes de empezar a tener nuevas mascotas y los tímpanos rotos por los gritos de Ron cada vez que veía una.

Los días los dedican a limpiar, las tardes a jugar a distintos juegos de mesa ya sean muggles o mágicos. Por la noche Atria intenta estudiar algo de latín, como le había prometido a Madame Prince o bien intentan espiar las reuniones de la Orden con las orejas extensibles de los gemelos. Molly se acaba enterando y les grita bastante, además de confiscarles la mayoría de ellas, pero no cuenta con que Atria tenga escondidas algunas en su habitación. Contando con una habitación para ella sola donde Molly no se atrevía a entrar, era el mejor lugar donde podían esconder los inventos y donde cuando todos están dormidos, Fred y Atria pasan a los besos. La primera noche no durmieron y al día siguiente estaban agotados y casi los habían vuelto a pillar, así que el resto de las noches deciden pasar solo un rato con los besos y luego poner la alarma al amanecer para evitar que puedan volver a pillarles. Porque la señora Weasley comprueba, todos los días, que siguen en sus respectivas camas. Y si sospecha algo no lo dice, al igual que ellos tampoco confirman o no si están juntos.

Una semana después de la llegada de los Weasley y Hermione, sucedieron los gritos. La señora Weasley no estaba de acuerdo con el pelo de Ron, Fred y George; ellos no estaban de acuerdo con la idea de cortárselo y Atria y Ginny solo querían que se lo cortara y la señora Weasley decía que lo tenían ya demasiado corto —mentira, el de Ginny llegaba por la mitad de la espalda y Atria lo tenía por los hombros—. Al final acabó ganando la pelea la señora Weasley con el pelo de los chicos y Atria y Ginny con los suyos.

— Me gustaba más tu pelo largo, ¿sabes? —dice por la noche Atria, cuando ya están los dos en la cama tumbados—. Aunque no voy a negar que también es mucho más cómodo cuando te beso.

Y, para demostrarlo, le besa. Y Fred le devuelve el beso, con ganas. ¿Por qué han esperado tanto tiempo para esto? Ninguno de los dos lo sabe, pero se sienten estúpidos, por eso es otra noche que no pierden más el tiempo.

Cuando llega el dos de agosto George es el único que lo sabe al cien por cien; pero Ginny, Hermione, Sirius y Remus tienen fuertes sospechas de la relación. Charlie se une a ese grupo cuando vuelve de Rumanía brevemente para traer los ingredientes de la poción matalobos e intenta sonsacárselo a Atria, que solo sonríe cuando le pregunta.

— Oye, Sirius, ¿algún lugar donde pueda poner el caldero durante los próximos días? Y un colchón, tengo que vigilar la poción para que no se estropee —Sirius sonríe. Porque es su momento. No le había regalado nada a Atria cuando se escapó de Azkaban y al año siguiente solo pensó en regalarle un libro de Whitman porque le recordaba a sus días en Hogwarts. Además, es el libro preferido de Remus y es una forma de que ella también lo sepa, porque el muy cabrón no le habría dicho nada sobre las guarradas poéticas que leía. Pero ya tenía algo y lo había montado en su casa, en una de las muchas habitaciones libres. Ser Geralt White tenía, en ocasiones, sus ventajas.

— Ven —dice y Atria se levanta rápidamente de la mesa, huyendo de Charlie y sus preguntas, que pasan a Fred. Pero él le responde como Atria estaba haciendo tan solo segundos antes.

Mientras tanto Atria sigue a Sirius por la casa. Comen en la cocina porque es lo más cómodo, pero eso significa tener que subir al menos dos pisos para todo porque están en el sótano. Y cuando entran en la habitación, Atria chilla. Hay un montón de estanterías llenas de tarros y botes llenos de ingredientes hasta arriba, varios calderos en un lado de la habitación y una mesa preciosa donde hay multitud de utensilios que puede utilizar para los ingredientes.

— A Harry le regalé la Saeta de Fuego, a ti te regalo esta habitación —dice Sirius, viendo con la chica acaricia todas las cosas, como le brillan los ojos. Deja todos los ingredientes que Charlie le ha traído desde Rumanía sobre la mesa y empieza a acariciar la mesa, para luego sentarse en la pequeña silla—. Quería hacerla en tu casa, hablé con Remus e íbamos a construir un cobertizo fuera para que lo tuvieras todo ahí y tu habitación dejase de apestar. Está insonorizada, así que puedes hacer explotar todas las cosas que quieras. Solo hay una regla.

— Si es que no puedo estar aquí, a solas con Fred, la pienso romper esta misma noche —le dice, sonriendo de oreja a oreja—. Tengo que vigilar la poción matalobos y es el único que se quedaría toda la noche despierto conmigo. Además, así no tengo que utilizar yo la magia y no me meteré en líos con el Ministerio, ya has visto los periódicos, utilizarán lo que sea para quitarle credibilidad a Harry.

— ¿Estás insinuando que yo no lo haría?

— No, te estoy ofreciendo intimidad en nuestra planta de la casa para que hagas tus guarradas con Remus —le corrige y luego sonríe de forma maliciosa—. Por cierto, la próxima vez que os duchéis juntos, no dejéis el lubricante en el baño, fue un milagro que lo encontrase yo y no la señora Weasley, ¿sabes?

— ¿Y dónde está el bote, Atria? —porque, que él recuerde, ese bote no está en ningún lado.

— Lo lancé dentro de vuestra habitación y ni siquiera miré, no quiero saber qué hacéis allí dentro —dice, encogiéndose de hombros—. Yo que tú miraba detrás de la cama, quizá se cayó al suelo.

— No será que lo tienes tú, ¿verdad?

— Como si lo necesitara para algo —responde, y luego mira al otro lado de la habitación—. Ahí entra una cama, ¿no?

— Si no lo necesitas, ¿para qué quieres una cama? —¿se atreverá a decirle que están juntos? Espera que sí. La verdad es que el chico Weasley es muy buena opción para Atria.

— Entiendo mejor el latín cuando puedo dar vueltas en mi cama —Sirius decide que no entiende nada. ¿Cómo que el latín? —. Estudio latín, Sirius, tengo que crear nuevos hechizos. Madame Prince me ha prometido que me ayudaría a aprenderlo si estudiaba en verano.

— Oye, Atria... —se está tomando la guerra más en serio que, por ejemplo, Mundungus.

— ¿Tendré cama o no? A ver, puedo estudiar en el suelo mientras que vigilo la poción, pero la verdad es que todo está tan lleno de mierda a pesar de lo que hemos limpiado que no me gusta mucho sentarme en el suelo y...

Atria empieza a divagar y Sirius se ríe entre dientes. Tan dispersa. Acaba diciendo que sí, que tendrá una cama y sale de la habitación para ir a por una de las del piso superior. Allí hay más habitaciones vacías con camas sin utilizar.

Cuando baja Atria está con el fuego encendido y en la habitación empieza a hacer bastante calor. Atria ya está en manga corta, dando vueltas de un lado a otro y tiene un cuaderno de tapas rojas abierto sobre la mesa. ¿Cuándo habría ido a buscarlo? Quizá mientras que él se peleaba para sacar la cama de la habitación había salido corriendo hasta su habitación.

— ¿Tienes un momento?

— Sí, dame unos segundos, la puedo cagar si no con el acónito.

En realidad, Sirius no lo sabe, pero la deja trabajar hasta que ella levanta la mirada del caldero. Y entonces empieza a contarle todo lo que Molly no les ha dejado a él y a Remus contarle sobre la Orden del Fénix. Todo lo que Dumbledore no quería que supiera. Le habían ocultado que Harry estaba siendo vigilado constantemente por miembros de la Orden, que Voldemort buscaba algo en el departamento de misterios —Sirius tenía sus propios límites, si le contaba exactamente a Atria lo que buscaba todos en la casa no tardarían en saberlo y tenían que mantenerlo oculto de Harry según Dumbledore— y la opinión de Dumbledore sobre que él tenía que quedarse en la casa y ella con él.

— No quiere que salgamos porque como el Ministerio me busca y Peter ya le habrá contado a Voldemort que soy un animago no me sirve de nada convertirme en perro —gruñe y luego la mira—. Supongo que les habrá contado que tú también lo eres porque lo mencionamos en la Casa de los Gritos.

— No sabe qué soy, se escapó antes de que me transformara —Atria remueve de nuevo la poción y la pone a fuego lento. Tardará tres días en terminarla, justo a tiempo para que Remus se la empiece a tomar—. ¿Y por qué yo no puedo salir de casa?

— Porque cree que te irás a por Harry.

— ¡Claro que me iré a por Harry, tú mismo me acabas de decir que lleva todo el verano debajo de una ventana! ¡Y qué está muy delgado!

— Ese reporte es de Arabella Figg, ten en cuenta que ella siempre le va a ver delgado —responde, pero Atria niega.

— Hay que ir a por Harry, no ocultarle todo esto.

— Tú no puedes moverte de la casa y yo tampoco, así que solo nos queda quedarnos aquí dentro y esperar a que de las órdenes.

Atria gruñe y sigue revolviendo la poción. Sirius la mira, totalmente concentrada en su poción y cuando se da cuenta está hablando de las clases de pociones del colegio, de como Lily siempre las hacía perfectas, de cómo James estaba siempre diciendo "no, Canuto, tienes que aplastarlos, me lo ha dicho mi padre" o bien un "remueve cinco veces en lugar de tres, las dos últimas en sentido contrario cuando echas raíces de valeriana a una poción saca más todo su potencia de esa manera". Le cuenta tantas cosas de sus padres que pierde la noción del tiempo. Atria conoce algunas de ellas porque Remus se las había contado, y otras no tanto porque habían sido entre Sirius y su padre.

— Le quería tanto —acaba diciendo Sirius, tumbado en la cama—. A James, digo. A él le dejaría follarme.

— ¿Tenías que añadir eso?

— A Lily también la quería mucho —Sirius sigue como si nada—, pero a James... a James le quería con locura y ya te digo que le dejaría follarme; a él, a Mick Jagger y a John Lenon. Ya sabes que tus abuelos me adoptaron cuando me fui de casa.

— Sí, lo sé, por eso tú eres mi tío —responde ella— y Remus también. Los abuelos no le adoptaron, pero papá sí que le convirtió en su hermano y estando tú con él lo hace mi tío por partida doble.

— El bueno de Remus, que le gustan más los Beatles que la música de los Beatles.

— Ah, ¿sí?

— ¿No te lo ha contado? —Atria niega y Sirius sonríe—. Me lo dijo él mismo, que le van más los Beatles que su música.

— Es que Remus no hablaba mucho de ti —murmura, tan bajito que Sirius sabe que no quería decirlo para no hacerle daño—. Le dolía mucho pensar que, por ti, estaban muertos.

— Es que por mi están muertos, Atria, yo tenía que haber sido el guardián y no haber propuesto a Peter.

Es la realidad. Si no hubiera propuesto a Peter como guardián de los secretos, James y Lily estarían vivos porque él hubiera guardado el secreto para siempre. Harry y Atria vivirían con sus padres, en Godric's Hollow. Hubieran crecido con ellos, no tendrían que estar contándoles las historias. Atria se quejaría de lo efusivos que son sus padres en lugar de hacerlo con Remus y él. Harry no estaría abandonado con los muggles.

Sirius decide irse de la habitación, murmurando algo de la comida y que la subirá un plato. No vuelve a verle en todo el día. Fred es quien le sube la comida y ella no dice absolutamente nada, solo está centrada en su poción.

— ¿Quieres que venga contigo esta noche? —ella asiente, pero no para de hacer la poción. Y ya hay otro caldero encendido.

— Necesito tu ayuda, no puedo usar la magia, no vaya a ser que ahora decidan que van a prestarme atención y utilicen el detector —¿se está alejando de él? Porque en esos momentos parece que sí. No quiere que se aleje de él.

— Tienes que comer, venga.

Atria protesta porque la aleja de los calderos, pero al final se rinde. Ambos se sientan en la cama mientras que ella come. No hablan, Atria no puede hablar porque tiene en la cabeza las últimas palabras de Sirius. Si él hubiera sido el guardián sus padres estarían vivos. Sabe que no tiene sentido culpar a Sirius, pero en esos momentos lo está haciendo.

— No tengo más hambre —tiene la mitad de la comida en el plato y cree que va a vomitar en cualquier momento. ¿Por qué está culpando a Sirius?

— Termina de comer.

— No.

— Atria...

— ¡He dicho que no!

Y entonces se echa a llorar. Como se nota que tiene que venirle la regla en un par de días, se siente tan sensible, tan vulnerable.

— No culpo a Sirius, claro que no lo hago, pero si él hubiera sido el guardián de los secretos mis padres estarían vivos y ahora estaría con Harry —lo dice mientras que le caen las lágrimas por las mejillas y Fred se las limpia rápidamente, a pesar de saber que van a seguir cayendo.

— ¿Quieres contármelo? —la pregunta y ella asiente.

Se lo cuenta todo y esta vez bien explicado. Como su padre, Sirius y Peter habían sido animagos para poder estar con Remus en la luna llena. Le cuenta como los cuatro eran amigos, como empezaron sus padres, como empezaron Sirius y Remus —solo sabe una versión bastante light, que no incluye todo lo que hicieron en el cuarto de baño hasta que James les interrumpió junto con Peter—, como Dumbledore sugirió que tenían que esconderse los cuatro bajo el encantamiento Fiddelio.

— Sirius sugirió a Peter, pensaba que los mortifagos irían a por él para conocer el secreto y que estaría a salvo con Peter. A Remus no le tuvieron en cuenta porque estaba infiltrado en una colonia de hombres lobos y pensaron que... —Atria se muerde la mejilla por dentro hasta que nota la sangre. ¿Cómo pudieron desconfiar todos de Remus? — que estaba con los hombres lobo, que iba a traicionarles porque Voldemort le iba a dar la libertad que no tenía en esos momentos.

— Pero Peter les traicionó, ¿no? —se atreve a preguntar cuando ella se calla unos segundos y Atria asiente.

— Nos vendió a todos en bandeja. Voldemort querría matar a mis padres seguramente porque se enfrentaron a él tres veces y sobrevivieron para contarlo —dice, y no puede evitar sonreír al recordar la actitud fiera de su madre, que a pesar de estar embarazada se enfrentó sin miedo a Voldemort para protegerles a James y a ella, que estaba en los brazos de su padre—. Aun así, Peter insistió que yo tenía que ir a por caramelos en Halloween y me metió la idea en la cabeza. No paré hasta que me pusieron el disfraz de calabaza y me fui con Remus y Sirius a pedir caramelos. Nos encontramos una pareja de ancianas que pensaron que yo era su hija y me dio muchos más caramelos y les dijeron que estaban orgullosas de que hubieran podido adoptarme y... y luego fui a llevarle los caramelos a Remus y a Sirius y entonces empecé a bostezar. Ambos estuvieron de acuerdo en que era momento de volver a casa para dormir, pero cuando llegamos todo estaba destruido.

"Sirius convenció a Remus para que me sacara de allí y fuimos con Lyall, pero recuerdo las ruinas. Ahí estaban mis padres, muertos y Harry llorando en su cuna con el cadáver de mi madre al lado. Eso no lo vi, pero oí como Remus se lo contaba a Lyall antes de echarse a llorar. No había podido adoptar a Harry también porque Sirius era su padrino y no él. Y Sirius acabó al día siguiente en El Profeta y Peter con una Orden de Merlín inmerecida porque, en realidad, estaba ocupado siendo vuestra nueva mascota y no muerto. Si Sirius hubiera sido el guardián, nada de eso hubiera ocurrido. Sé que no puedo culparle porque solo pensó que era lo mejor, pero ahora mismo sí que le culpo".

Termina el relato e intenta quitarse las lágrimas lo más rápido que puede, pero Fred la adelanta. Y luego la abraza con fuerza. La besa en la cabeza, suavemente y Atria se ríe un poco, a pesar de que se le vuelven a saltar las lágrimas. Y luego busca sus labios. Al menos lo intenta, porque la puerta chirría y ambos suspiran.

— Hermione, ¿de verdad? —protesta Fred y ella se empieza a poner roja. ¿Cuántas veces más iba a interrumpirles?

— Es que tu madre te busca, Fred, dice que no quiere que... bueno, es que George ha dicho y... —sigue poniéndose roja, así que Fred se desaparece para ver qué quiere su madre.

— Me estaba obligando a comer —dice Atria, cogiendo de nuevo el plato. Quizá ahora tiene algo más de hambre.

— Sí, sus labios —murmura Hermione y Atria le tira un trozo de pan, que se le queda enganchado en el pelo. Ella la chilla de vuelta, justo cuando Ron aparece en su espalda y Fred de nuevo en la cama—. ¡Deja de hacer eso!

— ¿A quién le dices? ¿A Ron que está a tu espalda o a Fred? —pregunta Atria y Hermione da otro salto cuando se da cuenta de que Ron está detrás. Que graciosa, le gusta mucho Ron, algún día serán cuñadas—. Vaya.

— ¿Vaya qué?

— ¿He dicho eso en voz alta? —cuando ve que todos asienten se levanta de la cama rápidamente para mirar las pociones—. Es que estaba viendo el humo que sale de esa.

Ron pone los ojos en blanco y consigue convencer a Hermione para ir a jugar una partida de ajedrez. Cuando cierran la puerta Atria decide volver a la cama, donde está Fred sonriendo de oreja a oreja.

— Así que de la poción salía humo —Atria miente bien, ellos la han enseñado, pero es difícil mentir cuando las evidencias no cuadran—. Menos mal que Ron no mira y Hermione no se ha fijado en el humo.

— Claro que salía humo —se sienta sobre sus piernas y él sonríe cuando ve sus intenciones. ¿Una tarde de besos? Se apunta—. ¿Qué crees si no que estaba pensando?

— No lo sé, pero estabas mirando a Ron y Hermione cuando has dicho vaya y no al caldero—¿se lo dice? Se lo dice.

— Ah, son muy obvios con sus sentimientos. Que ganas tengo de que estén juntos y poder llamar a Hermione cuñada —si él responde raro siempre puede decir que es porque considera a Ron como un hermano pequeño. O porque Harry le ha adoptado como hermano, por lo que es su hermano, o...

— Si ellos son obvios, ¿cómo nos definirías a nosotros? —Atria nota perfectamente sus labios cuando habla. Y sonríe.

— Idiotas, yo os definiría como idiotas.

— ¿No tenías bastante con interrumpirnos una vez, que tienes que hacerlo de nuevo? —Atria coge lo primero que pilla del plato de comida y no duda en lanzárselo a George, que lo esquiva con facilidad y va directo hacia el caldero más cercano a la puerta, ignorando a ambos.

— Si queréis que mamá no lo sepa quizá deberíais disimular más —les comenta—. Atria, ¿qué estás haciendo ahora?

— Ni se te ocurra tocar esa poción —había cambiado de caldero e iba directo a la poción matalobos. No duda en que sea capaz de prepararla a la perfección, pero como la arruine no podrá tenerla lista justo a tiempo. Bueno, quizá exageraba porque sí que podría tenerla a tiempo, pero estaría muy justa—. Como la arruines te juro que me va a importar bien poco no poder salir de aquí porque vas a estar colgado en uno de los árboles del parque de enfrente.

— No tocaré la poción matalobos.

— Te podría matar por el acónito, así que ten cuidado cuando te acerques a ella —a pesar de que no quiere levantarse, tiene que hacerlo porque la poción empieza a cambiar de color y toca añadir más cosas y remover—. La otra es solo es una poción curativa. Es por precaución, si la poción matalobos me sale mal debo tener lo necesario para curarme o curar a Sirius si Remus...

— Te va a salir bien, ¿cuántas veces la has hecho ya? —Fred la interrumpe y se levanta con ella. No puede evitar abrazarla por la espalda mientras que ella sigue estrujando varios de los ingredientes para sacarles todo el jugo.

— Realmente no tantas, la preparé antes de los mundiales. Y se supone que un caldero de este tamaño debería durar alrededor de... tres meses —teniendo en cuanta la cantidad de ingredientes que había y como de grande era el caldero. Y la durabilidad de la poción—. Con un poco de suerte dura cuatro si Remus le aplica algún hechizo para que dure más tiempo. Fred, ¿puedes poner a remover la poción?

— Claro —George quiere chillar cuando ve como le da un beso en la cabeza antes de ponerse a hacer lo que Atria le ha pedido.

— ¿Y para cuándo un beso? —tendrá que conseguir una cámara de fotos y no sabe cómo lo hará, pero piensa inmortalizar ese momento.

— Cuando no estés aquí —ambos hablan a la vez y luego sonríen cuando se miran. ¿George quiere beso? George no verá el beso.

— ¿No tienes ninguna idea para crear algo? La poción curativa debería terminar en a penas unos minutos, te dejo el caldero —en realidad le gustaría más la idea de besar a Fred, pero también sabe perfectamente que si pasan los dos solos toda la tarde en la habitación Molly no les dejará en paz. Así que George puede quedarse un rato y, luego, ya verán que pasa.

Al final Atria tiene que utilizar la poción curativa antes de tiempo. No se esperaba que Hedwig llegara esa noche, con cuatro pequeños trozos de pergamino y que se pusiera a picarla hasta que la hizo una gran herida.

— ¡Cálmate, yo también quiero escribir a Harry! —le dice, y eso parece que el gusta a la lechuza ya que entra hacia la puerta. Ulula delante de la puerta y, cuando Fred la abre, sale volando hacia el interior de la casa. Luego oyen los gritos de Ron y Hermione y, por último, una sarta de insultos por parte de Sirius. Entonces abre la pequeña carta de Harry—. Le han atacado unos dementores.

— ¿Qué? —los gemelos se ponen de pie rápidamente y le quitan el trozo de pergamino, para leerlo ellos mismos.

— ¿Qué hacían los dementores en Little Whinging? —George sigue moviendo el papel de un lado a otro y Atria niega. ¿Qué está pasando? ¿Qué más está pasando que no la cuentan?

— ¡Ron, Hermione! —grita en mitad de la escalera, pero ellos no responden, así que se gira a mirar a los gemelos—. No puedo dejar de vigilar la poción, ¿podéis ir a por ellos? También estaría bien que fuerais a por Sirius.

Por supuesto, se desaparecen. Oye el grito de Hermione a los pocos segundos y no puede evitar sonreír. Así que aprovecha mientras tanto para mirarse la herida. Estúpida lechuza, ya no quería una. Mejor un gato, como Crookshanks. Él sí que era una buena mascota. Quizá cuando se mudase podría adoptar un gato, Remus seguía pensando que no era buena idea que tuviera mascotas y no la iba a dejar.

Otro crack después Fred y George vuelven a estar en la habitación y, a los pocos segundos, Ron y Hermione.

— Pues parece que os ha escrito la misma carta a todos —comenta George y Ron y Hermione asienten.

— Es normal que esté enfadado, si le han atacado unos dementor...

Hermione se calla de golpe y frunce el ceño. Hay ruido abajo y no es precisamente la madre de Sirius, si no que parece Mundungus. Y jurarían que la otra voz es la de Dumbledore.

— ¡Las instrucciones están en mi cuaderno, uno tiene que quedarse!

Y Atria sale corriendo escaleras abajo. Tiene que hablar con Dumbledore, quiere gritarle por tenerla encerrada en la casa, quiere gritarle por encerrar a Sirius y quiere gritarle por alejar a Harry de todos ellos. Pero cuando entra en la cocina el director da miedo. Así que, inconscientemente retrocede un paso y choca con sus amigos.

— Espero que esta sea la última vez, Mundungus —suena a amenaza y todos lo entienden a la perfección, sobre todo Mundungus, que asiente con mucha energía—. Todo huele estupendo, Molly, es una lástima que no pueda quedarme.

— Tenemos que ir a por Harry —Atria no tiene ni idea de donde saca la voz, pero lo hace y el director la mira. Parece calmado, pero se le nota que sigue furioso.

— Todo a su tiempo, Atria.

— No, todo a su tiempo no —esta harta. Harta de no saber qué pasa con su hermano. Harta de estar encerrada—. Yo también soy su familia.

— Tu hermano está bien con vuestros tíos.

— ¿Mis tíos que le matan de hambre todos los veranos? ¿Acaso no ve a mi hermano comer en el banquete de bienvenida? ¡Parece un cerdo!

— Sí, veo a tu hermano comer en el banquete de bienvenida —sigue sonando calmado y eso es lo que más molesta a Atria. Lo poco que parece importarle Harry.

— ¡Pues entonces sabrá que tenemos que sacarle de allí antes de que los muggles le maten! —empieza a chillar y Hermione intenta tranquilizarla, pero no funciona y Atria avanza directa hacia el director Dumbledore—. ¡Le han atacado unos dementores en un barrio muggle! ¡Unos dementores!

— Lo sé, estoy al tanto de qué ha pasado, pero tienes que comprender que...

— ¡NO TENGO QUE COMPRENDER NADA, LO QUE TIENES QUE HACER ES SACAR A HARRY DE ALLÍ! QUE DIGO, NUNCA TENDRÍA QUE HABER ESTADO ALLÍ.

Poco le importa tener delante al mago más poderoso de todos los tiempos. Solo empieza a gritarle, sin parar. Y Dumbledore parece que la escucha. Eso o está pensando en nuevos patrones para hacerse un nuevo par de calcetines. Atria se desahoga como se ha estado desahogando con el retrato de Walburga hasta que llegaron los Weasley y, cuando se calma, Dumbledore asiente.

— Sigues sin poder salir de la casa. Harry vendrá cuando sea el momento —dice, y se da la vuelta para salir de la cocina.

Atria sigue sin pensar mucho, por eso no duda en coger uno de los platos de la mesa y lanzarlo hacia el marco de la puerta por donde acaba de salir el director Dumbledore. Luego da un grito y sube las escaleras dando pisotones hasta que llega a su nueva habitación, donde cierra de un portazo.

— Puedo hacerlo sola. Fuera. Los dos —les dice a los gemelos, volviendo a abrir la puerta, pero ellos niegan.

— Nos quedamos —dicen ambos a la vez.


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Este capítulo está dividido en dos porque eran, otra vez, 41 páginas de Word, ups.

Por cierto, hay en este capítulo unas 65486484 referencias al marauders! crack porque soy una obsesionada y NO ME ESCONDO. Como tampoco escondo el odio de Atria por Dumbledore lo siento que le haya lanzado un plato me ha parecido demasiado gracioso fwekjnfkeefnwkejwe

En el siguiente capítulo viene Harry a Grimmauld Place y wkejfnkwenfw de verdad me hace mucha gracia jajajaja 

Hmmmmmm no sé que más.... ni siquiera sé si me dejo algo o no, pero bueno, ¡nos vemos la semana que viene!

Mil gracias por todo ♥♥♥♥♥

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