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Capítulo 39: ¿Quién te dice que no es lo que quiero?

Quería salir. Quería ir su casa y no estar en una llena de polvo con un cuadro que lo único que hacía era gritar constantemente. Quería poder escribir cartas a sus amigos y a Harry en lugar de ver como salían ardiendo cada vez que intentaba sacar una carta de la casa. Estaba harta del muro invisible que había en la puerta de la calle y con el que se chocaba cada vez que intentaba salir de allí. No soportaba la idea de que la chimenea estuviera desconectada de la red flu y no poder ir a La Madriguera cuando quisiera. Atria estaba, sobre todo, harta de una persona y esa era Albus Dumbledore. Aparecía por Grimmauld Place cuando quería, solo le decía que tenía que quedarse allí tranquila y no había hecho absolutamente nada para impedir que Harry entrase al Torneo de los Tres Magos, participase hasta el final y Voldemort volviera. Y, como Voldemort había vuelto, Cedric estaba muerto.

Todo era por culpa de Albus Dumbledore y su tontería de dejar que Harry participase en el estúpido Torneo y por tenerle a él encerrado en Privet Drive y a ella en Grimmauld Place. Porque en cuanto salieron de la estación hacia casa, allí les esperaba Dumbledore para que cogieran lo imprescindible y fueran a Grimmauld Place. Atria intentó escaparse tres veces mientras que recogía sus cosas, pero Dumbledore siempre se acababa dando cuenta de sus intentos. Había desconectado la chimenea de La Cueva de la red flu, había puesto a Fawkes en la ventana de Atria y él mismo estaba en la puerta de la casa, esperandoles para ir con Sirius. Eso era probablemente lo único decente del encierro, que Sirius también estaba con ellos.

Entendía por qué Sirius se había querido ir de casa, si Walburga era así de insoportable en un cuadro no quería imaginarse como tenía que haber sido en la vida real. Aunque la verdad es que era entretenido sacarla de sus casillas porque también sacaba de sus casillas a Sirius y a Remus. Y al resto de la Orden del Fénix que se paseaba por la casa, entrando y saliendo como si nada. Y ella estaba allí encerrada, no podía hablar con nadie y no podía salir de la casa. Tonks era un alivio, claro, la aurora se quedaba muchas de las noches a cenar para conocer más a su tío segundo —la primera vez le llamo señor Black y Atria se cayó de la silla por la risa que le entró— y era entretenido pedirle distintas narices o cambios de pelo con los que Atria se entretenía peinando. Pero no era suficiente.

No era suficiente porque, por mucho que había fingido que no quería hablar con nadie ni salir de casa, el contacto con el exterior seguía completamente prohibido por Dumbledore. Atria quería saber qué hechizos había utilizado, porque ya había intentado mandar cartas por medio de Tonks y ardían en los bolsillos de la aurora o en sus manos, y aunque fuera ella quien las enviara con la lechuza, en el momento en el que atravesaban la ventana ardían. Le había visto siempre a lo lejos, siendo la última conversación real la que tuvo con él el primer día de las vacaciones, después de que les recogiera en La Cueva y luego estuvo realizando el encantamiento Fiddelio sobre la casa o, mejor dicho, el nuevo cuartel general de La Orden del Fénix. Le preguntó que cuando iban a por Harry y cuando el director le respondió que más adelante Atria empezó a gritarle en mitad de la calle, haciendo que Buckbeak se asustara. Sirius consiguió calmar al hipogrifo y Remus consiguió que Atria se relajase un poco. Hasta que Dumbledore se fue y les dejó a los tres con el problema de meter a Buckbeak en la noble y ancestral casa de los Black. Atria no se cortó despotricando contra Dumbledore y tanto Sirius como Remus la dejaron hablar sin que se cortase. Eso estaba siendo mucho mejor que el silencio que había mantenido en los últimos días del curso.

Podría decirse que Atria llevaba la muerte de Cedric bien. Si por bien lo definías por momentos de silencio absoluto con la mirada perdida y otros de gritos sin parar por toda la casa que despertaban a Walburga. Y Atria la contestaba a gritos también. Sin duda era una casa de locos que cada día iba aumentando su locura. Sirius también estaba cada día más gruñón y poco importaba que Remus y él durmieran juntos, algo que Atria se había encargado de dejar claro al retrato de Walburga y ella había empezado a chillar que Sirius estaba mancillando el nombre de los Black por acostarse con un licántropo y con un hombre y entonces Atria decidió que iba a llenar su retrato de kétchup. La suciedad del retrato duró un día porque Kreacher corrió a limpiarlo, pero al menos sacó una carcajada a Sirius y a Atria una nueva forma de amenazarla. Y también valía para molestar a Kreacher, que todos los días intentaba echarla de la habitación de Regulus, donde dormía la joven Potter. Hermione podría decir lo que fuera de la libertad de los elfos y Atria la apoyaría excepto con Kreacher. A Kreacher le cogería del taparrabos y le colgaría de la torre de Gryffindor.

Un par de días antes de que los Weasley se mudaran con ellos, Atria encontró un tema de conversación agradable con Walburga, Fred. Desde luego no se lo esperaba y menos viniendo de una vieja con ideales de hacía por lo menos siete siglos, pero parecía que le gustaba la idea de que se hubiera fijado en un sangre pura —seguía quejándose de que era un traidor a la sangre— y no en un hijo de muggles. Por supuesto la forma en la que se enteró fue de todo menos civilizada porque a Sirius no le agradaba Fred a pesar de no haberle conocido. Bueno, no era que no le agradase, de hecho, sí que le agradaba porque le había visto con Atria en la enfermería cuando había ido a ver a Harry y vio que no se separaba de ella y que la cuidaba. Y le molestaba porque Atria estaba creciendo y él se lo había perdido. Así que los dos discutían a gritos en el pasillo mientras que Remus se frotaba las sienes y Walburga gritaba a todo pulmón que ella tampoco aprobaba que le gustase. Porque la vieja loca no pensaba admitir en voz alta que la niña mestiza contestona le agradaba y esperaba que se diera cuenta de que tenía que seguir el camino del Señor Tenebroso, como bien había hecho su pequeño Regulus. Tenía mucho poder, limitado por sus creencias del bien y si se liberaba... si se liberaba no había nadie quien la parase. Así que Walburga seguía discutiendo con Atria mientras que, poco a poco, intentaba envenenar su mente. No funcionaba, claro, pero Walburga seguía intentandolo y Atria tenía la opción de o bien hablar con ella o bien no hablar en absoluto porque Remus siempre estaba de misiones y Sirius pasaba demasiado tiempo encerrado en la habitación de Buckbeack. Y a Atria no le apetecía entrar en la habitación del hipogrifo, no porque le diera miedo, no, si no porque sabía que no le agradaba en ninguna de sus dos formas. Ya lo había intentado, como humana le ponía nerviosa y como loba le asustaba. Así que Walburga era la única persona con la que podía hablar y desahogarse sobre su patética vida amorosa y su encierro involuntario.

Cuando llegaron los Weasley no lo hicieron solos. Hermione iba con ellos y, por lo visto, llevaba con ellos en La Madriguera una semana. Y podían escribir cartas a Harry. Dumbledore llegó ese día para darles las nuevas misiones de la Orden a los Weasley y Atria no paró de chillarle hasta que salió por la puerta, acompañado de los gritos de Walburga. ¿Todos ellos podían escribir a Harry? ¿Hermione podía ir con los Weasley? ¿Esperaba, de verdad, que estuviera tranquila sabiendo que todo el mundo podía hacer lo que quisiera menos ella? Y una mierda que iba a estar tranquila. Ahora que los gemelos estaban en la casa podría intentar escaparse de nuevo. Y vaya que si lo iba a intentar.

— Gracias, vieja loca, necesitaré de tus servicios cada vez que venga —le dice al cuadro y, por una vez, Walburga no grita.

— Ese viejo chiflado, ay cuando mi Señor lo mate... ay si mi señor supiera que viene a mi casa... cuenta conmigo para echarle, niña.

— Deja ya a Voldemort, loca del cuadro, ¿te callas o te callo?

Y vuelven a los gritos porque Atria se ha atrevido a decir el nombre de El Señor Tenebroso. Es mucho mejor gritarle a un cuadro que gritarles a tus amigos, así que sigue gritando a Walburga hasta que los gemelos van a buscarla para cenar, apenas cinco minutos después de que el director Dumbledore abandonara la casa.

— Los traidores a la sangre, asquerosos que se atreven a contaminar la casa de mis padres —y vuelve a empezar con lo mismo. La primera vez que la vio a ella la llamó de todo, mestiza fue lo más agradable probablemente.

— Walburga no me obligues a llenarte de kétchup —Atria la amenaza, pero al cuadro le da exactamente igual.

— ¿Quién de vosotros dos copias inmundas de comadreja es Fred? —y eso sí que no se lo esperaba. ¿Qué era lo que estaba intentando? Porque no le gustaba ni un pelo que su primera idea fue querer averiguar cual de los dos era Fred. ¿Y si le acaba diciendo alguna estupidez? No pensaba dejar que dijera nada.

— Oh, no, ninguno de los dos es Fred, cállate ahora mismo vieja arpía o...

— Yo —y el muy idiota avanza. Atria quiere llenarle a él de kétchup ahora, suena bien sí. Y como la vieja se atreva a abrir la boca ella misma se va a encargar de sacarla de la pared, aunque sea lo último que haga.

— ¡Cómo digas una sola palabra más te juro por Morgana que te saco de la pared antes de que acabe el mes!

— ¡Ni Dumbledore puede quitarme de aquí, mocosa insolente!

— ¡Agradece que no pueda usar la magia o ya te hubiera reventado la casa!

— ¡No te atreverías, niñata desagradecida, te he dado un techo!

— ¡Tú lo que me has dado es dolor de cabeza!

— ¡Lo que te he dado es el conocimiento de que con nosotros estás mejor, sigue al Señor Tenebroso y alejate de esos ideales que tienen todos esos traidores que llamas familia! ¡Casarse con una sangre sucia inmunda! ¡Copular con hombres lobo!

— ¡ANDA Y VETE A LA MIERDA PUTA LOCA!

Le cuesta cerrarlas, pero cuando lo hace Walburga se calla de golpe. Resulta tan agradable el silencio, a pesar de que sus últimos gritos resuenan en el ambiente.

— ¿Y esa quién es? —dice Fred y Atria le tapa rápidamente la boca, antes de que la vuelva a despertar por accidente. No, gracias, Walburga cerca de Fred no, por favor.

— Susurra, por Morgana, que no quiero volver a discutir con ella, llevo todo el verano haciéndolo.

— Sí, sí, pero ¿quién es? —George se une a la conversación susurrando y Atria sonríe.

— La madre de Sirius.

— ¿De Sirius? —ambos hablan a la vez.

Dumbledore le había dejado una tarea a Remus, presentarles a todos a Sirius, que estaba en la cocina en forma de perro. Sí, vale que Molly ya lo sabía, pero la explicación había sido breve y confusa. Así que ahora tocaba la larga y aburrida. A ver quién le decía que había estado con un asesino como mascota durante doce años.

— Vamos, os lo voy a presentar, os caerá genial —dice, tirando de ambos hacia la cocina.

Pero se han perdido lo interesante, el momento de la transformación, así que Atria se cruza de brazos y mira mal a Remus. Tan solo tenía que haber esperado un minuto. Los señores Weasley, Bill, Charlie, los gemelos y Ginny preguntan de todo y Remus, Ron, Hermione y Atria tienen que esforzarse para poder responder a todas las preguntas posibles. Hasta que llegan a la parte de animagos. Remus no estaba de acuerdo con desvelar que Atria era una animaga porque temía la reacción de Molly, pero ella ya estaba cansada de tantos secretos.

— No es el único animago de la casa —dice Atria una vez terminan las explicaciones sobre Sirius y por qué es un perro.

— ¿Qué estás diciendo, Atria? —pregunta la señora Weasley, levantándose de la mesa y Remus retrocede un paso.

Atria decide que lo mejor es transformarse. La señora Weasley chilla, el señor Weasley se pone rápidamente de pie, al igual que lo hacen Bill y Charlie.

— ¡REMUS LUPIN!

— Parece que no va a tener sitio para correr —le murmura George a Fred, que se ríe entre dientes.

Hay más gritos, que de nuevo despiertan a Walburga y Sirius va corriendo a cerrar las cortinas mientras que Molly sigue gritando a Remus sin parar. Que ya no sabe qué excusa poner. Empieza con un si no la ayudaba lo iba a hacer sola, luego pasa a decir que si no lo hubiera hecho con los gemelos y mientras tanto Molly Weasley sigue gritando sin parar. Hasta que Sirius vuelve de cerrar las cortinas y se fija en las cicatrices de Atria.

— Oye, Remus, ¿una vez dejas la poción matablobos te vuelves más agresivo? Porque mis cicatrices nunca han sido así.

Los gritos paran. Y Atria intenta salir corriendo escaleras arriba, todavía en forma de loba, pero Remus se lo impide cerrando la puerta con magia.

— Atria no seas cabezota —le dice, intentando sujetarla para ver las cicatrices, pero ella no se deja y sale corriendo por toda la cocina.

Sirius lo encuentra divertido, así que el también se convierte en perro y empieza a perseguir a Atria. No les importan si tiran las sillas o que, ellos solo corren hasta que Sirius se cansa y se lanza encima de la loba.

— Vamos, no tienes nada que hacer contra mí, solo tienes quince años —le dice, sujetándola por el cuello.

— Pues me transformé antes que tú, listillo —y Atria vuelve a ser humana, así que Sirius la deja salir y la levanta del suelo—. No es para tanto.

— ¿Qué no es para tanto? ¡Tienes el costado horrible! —se le escapa a Ron y todos le miran fijamente, logrando que se ponga totalmente rojo.

— ¿Lo sabías? —le pregunta Fred y, cuando Ron asiente, teme. Quizá tenía que haberse callado porque no quiere aguantar la venganza de Fred por no haberselo contado. ¿Para qué tenía que haberselo dicho Atria? Estaba mucho más seguro sin saberlo, gracias—. ¿Lo sabías y no me dijiste nada?

Ahora los que discuten son Fred y Ron, mientras Remus se cruza de brazos y Atria entiende que tiene que enseñarle las cicatrices. Así que se levanta la camiseta por el costado y se la enseña. Ya va mucho mejor que cuando la vio Fred y, desde luego, mucho mejor que cuando la vio Ron. Claro que le va quedar marca de por vida, pero está orgullosa de ellas.

— Pienso estar en la próxima luna llena, quieras o no —le advierte y Remus niega—. ¡Está Sirius, no estaré sola!

— ¡Tú no vas a estar en ninguna luna llena más! —Molly se mete en la conversación, poniéndose al lado de Remus.

— ¡Pienso estar, ninguno de los dos podréis impedírmelo!

— En realidad, sí, soy tu padrino y tengo la misma autoridad que tus padres para prohibirte cosas.

— Ya, y yo soy como mis padres y como tú, así que una prohibición no va a hacer nada contra mí —le contesta, mirándole desafiante. Para luego relajarse y ponerse seria—. No hay poción matalobos, Remus, no hay ingredientes, no puedo dejarte solo.

— ¿Cómo que no hay ingredientes? —pregunta Charlie, y Atria asiente.

— Tonks ha sido incapaz de encontrarlos, creo que Voldemort —todos los Weasley hacen una mueca— está haciéndose con muchos de los ingredientes de la poción. Supongo que intentará reunir a todos los hombres lobos que pueda, intentando venderles la idea de que con él podrán hacer lo que quieran, ya sea comerse a todo el mundo o no transformarse más.

— No nos comemos a todo el mundo —puntualiza Remus.

— Algunos sois más de otras cosas, ¿no? Como, por ejemplo, compartir cam...

— ¡A cenar todo el mundo!

Oh, que bonito era intentar hacer que Remus se pusiera como un tomate. Sí, vale que querían mantener su relación en secreto, pero los Weasley eran familia. Y Atria había aprendido que a la familia no se le ocultaban cosas. Por eso pregunta por Percy y, cuando la señora Weasley empieza a llorar, se arrepiente. Percy se había ido una semana antes, después de una gran discusión con Arthur y había dicho que estaban todos locos y que se iba con alguien que le valoraba y que sí que le había felicitado por su ascenso y que le quería de verdad. Salió de La Madriguera dando un portazo y no habían vuelto a saber nada de él. Esperaron una semana más en La Madriguera, pensando que Percy volvería, pero no lo hizo. Hermione había estado en esa discusión y miraba al suelo mientras contaban qué había pasado, así que Atria e imaginó que había sido horrible. Así que decidió que ella iba a estar enfadada con Percy por atreverse a irse así de La Madriguera, habiendo hecho tanto daño a su familia por ello.

Charlie les deja esa misma noche, teniendo que volver a Rumanía cuanto antes y promete intentar encontrar todos los ingredientes para la pocion matalobos. Bill también vuelve a su piso alquilado, diciendo que tiene que mantener la fachada de que no tiene relación ninguna con la Orden, pero los gemelos le dicen que, en realidad, se va a ver a Fleur Delacour, que estaba en Londres aprendiendo inglés y Bill le daba clases particulares.

— En nuestra opinión, le da clases de lengua, pero de otro estilo, ya sabes, una lengua más francesa —dice George mientras que hace su cama y Atria no puede evitar reírse a carcajadas.

— ¿Qué opina Molly de eso?

— Oh, no le hace gracia porque Fleur tiene siete años menos que Bill —dice Fred, como si nada, pero Atria se muerde la mejilla. Estupendo, a Molly no le hace gracia la diferencia de edad. Un momento, ¿en qué está pensando? Eso no va a pasar, nunca, ya lo tenía claro, Fred solo la veía como una amiga y nada más—. Y, además, tiene un concepto de ella que Bill dice que no es para nada el real. Creemos que lo que le pasa en realidad a mamá es que no quiere que su hijo mayor tenga novia, si yo fuera ella me preocuparía más por Ron y Ginny, no por Bill.

— Bueno, es una diosa, si vuestra madre no comparte esa opinión, lo siento, pero no la entiendo —dice, encogiéndose de hombros—. Como se nota que no la vio en la prueba del dragón.

— Charlie está encantado con la idea de que Bill salga con ella por eso, también quiere convencerla para que se vaya a la reserva de dragones de Rumanía, pero por lo visto a ella no le interesan las criaturas fantásticas —George termina de extender la colcha, para luego moverla y tirarse sobre la cama—. Pero sí que le interesa Bill.

— Pues que envidia me da —murmura ella y George se ríe cuando ve la cara de Fred. Menudo par de idiotas. ¿Era demasiado pronto para llenar la casa de muérdago? Porque era lo que parecían necesitar esos dos con urgencia.

— ¿Cómo estás?

Ambos lo preguntan a la vez. Es la pregunta del millón. Cuando Remus se la hace dice que bien. Cuando se la hace Sirius le responde que mejor que él. Si es Moody le responde con otra pregunta. Con Tonks a veces es un poco más sincera y se encoge de hombros.

— Tienes derecho a llorar, lo sabes, ¿verdad? También era tu amigo—Fred se lo pregunta suavemente, cogiéndola de la mano y Atria asiente. Mira sus manos, su dedos entrelanzandose y recuerda las últimas semanas de curso. Los dos casi siempre solos, escondidos en algunos de los pasadizos, abrazados, durmiendo juntos todas las noches y, en ocasiones, también durante el día.

— Creo que... voy a ver si encuentro algo de comer, ¿queréis algo? —George ve el momento. Y entiende que sobra. Ambos son sus mejores amigos, pero entiende que lo que comparten entre ellos va mucho más allá de lo que él podría tener nunca con Atria. Sencillamente él no la ve como su hermano, solo la ve como su mejor amiga y una hermana más. Una un poco más molesta que Ginny.

— Si me subes un batido de chocolate te prometo que nos escaparemos para comprar pizza, no tengo muy claro como voy a salir de casa, pero creo que con vuestra ayuda podré hacerlo —le responde Atria y George asiente. No hacía falta la promesa, pero lo agradece.

— Batidos para todos entonces —George se levanta de su cama y cierra la puerta con suavidad, no quedándose siquiera a escuchar. Sabe que no tiene que hacerlo.

— ¿Quieres hablar? —le pregunta Fred, pero Atria niega rápidamente.

— ¿Me abrazas?

Necesita un abrazo. Con urgencia. Sí, Remus y Sirius la han abrazado mucho, pero no es lo mismo. No son iguales. Es un abrazo con el que te sientes en casa, pero no realmente en casa. Así que cuando Fred la abraza, ella le responde con fuerza.

Y, por fin, empieza a llorar.

— No es justo, no es justo —dice, escondiéndose en el cuello de Fred. Y él solo la abraza con más fuerza—. No es justo que Cedric muriera, no es justo que Harry esté encerrado en Grimmauld Place y no es justo que no pueda hablar con nadie.

Se tumban en la cama y Atria sigue llorando, aunque poco a poco se va calmando. George sigue sin subir y los dos saben que les está dando espacio. Y se lo agradecen.

— Quería venir contigo —acaba diciendo Fred después de un rato. Atria parece más tranquila y está tumbada sobre su pecho, con los ojos cerrados y relajándose con las caricias en la espalda—. Pero mamá me lo prohibió. Por lo visto Dumbledore no quería que viniéramos antes de tiempo, ninguno. Intenté escribirte, pero si la carta era para ti o te mencionaba de alguna forma la carta ardía.

— Sí, lo he notado, no puedo salir de aquí —no quiere sonar borde, pero lo hace. Así que levanta rápidamente la cabeza y mira a Fred—. Lo siento, no sé qué me pasa.

— Que no te dejan salir de casa —empieza a decir—. Que llevas dos semanas encerrada discutiendo con un cuadro. Que no podías hablar con nadie. Que no te dejan hablar con Harry en especial. Que has perdido a un amigo.

— A un buen amigo.

Los ojos de Atria vuelven a llenarse de lágrimas y Fred vuelve a abrazarla, acariciandola la espalda suavemente hasta que ella empieza a calmarse un poco y ella empieza a jugar con los dedos de Fred, escondiendose aun más en su cuello. Siguen abrazados, no pensando en separarse, pero la puerta se abre sin cuidado alguno y eso les hace abrir los ojos de golpe porque empezaban a quedarse dormidos.

— Ah, no, me niego —Sirius decide montar una escena. Y Atria solo se levanta para enseñarle el dedo corazón y volverse a tumbar sobre Fred—. Levanta de ahí, vamos.

— Vete a la mierda —Atria se esconde aún más en el cuello de Fred y el chico suspira y Sirius entra en la habitación, a intentar levantarla, pero Atria se engacha en la —. ¡Vete con tu novio y déjame en paz!

— No, a tu habitación.

— ¿A mi habitación? ¡Es la habitación de tu hermano y estoy harta de la decoración de serpiente y las alabanzas a Voldemort! —le grita de vuelta. Ahora está enfadada. No piensa volver ahí, se niega. No va a volver cuando ahora está Fred y puede dormir con él—. Y si me voy ten por seguro que pienso volver a dormir con él.

— O yo iré con ella —Fred decide meterse en la conversación, sabiendo que probablemente se meta en un lío, pero lo dice igualmente—. De hecho, es mucho más sencillo que vaya yo, Atria, solo necesito desaparecerme.

— ¿Tienes la licencia? —le pregunta y cuando asiente chilla y le abraza fuertemente—. ¡Sois horribles no me lo habíais contado!

— Aprobamos con honores —le responde, sonriendo de oreja a oreja y Sirius carraspea al ver como no se separan.

— Por mucho que no seas tan desagradable como pensaba en un principio —empieza a decir y Atria pone los ojos en blanco—. No podéis estar juntos.

— ¿Por qué? —Atria decide levantarse de la cama y se enfrenta a Sirius. Es mucho mejor que hacerlo con Remus porque no tiene que levantar tanto la cabeza—. ¿Por qué lo dices tú?

— No, porque él es mayor de edad y tú menor —Sirius lo dice calmado. Y Atria se congela. Ni siquiera se había dado cuenta de eso. Eso era un problema.

— Solo somos amigos —murmura y Sirius niega.

— Yo también decía eso, ¿sabes? Y acabé comiéndole la boca a Remus en el cuarto de baño, después de gritarle que quería que solo le gustara yo —se encoge de hombros y Atria finge que vomita.

— Por favor, que no quería saber eso como no quería saber lo de "si la moto aguanta" que te dijo Remus y lo que pensaba hacer con tu moto —hace las comillas y Sirius empieza a reírse, para luego volver a ponerse algo serio.

— Os los digo en serio. A los dos —la interrumpe antes de que diga nada más porque sabe que tiene razón. Y mira a ambos, que se sientan en la cama—. Lo vuestro es muy bonito porque ha nacido de una amistad que, por lo que sé, es preciosa. Pero tú —dice, mirando fijamente al pelirrojo— eres ya mayor de edad y ella sigue siendo menor. Me da igual que cumplas dieciséis el mes que viene, seguirás siendo menor.

— Solo somos amigos, señor Black —vaya que si duele decirlo. Los dos lo notan, pero no dicen nada más y Sirius gruñe. ¿Son siempre así?

— No entiendo por qué intentas darme lecciones cuando Remus es más pequeño que tú e hicisteis muchas cosas durante esos meses —le dice, intentando desviar el tema hacia él, pero no parece que funcione porque Sirius levanta una ceja y Atria no puede evitar ponerse roja—. Solo somos amigos, no como Remus y tú, te lo repito. Y si alguna vez llegase a pasar algo más, que claramente no va a pasar porque somos solo amigos —Atria ya no sabe si lo está repitiendo para Sirius o para intentar convecerse a sí misma de que de verdad solo son amigos y nunca va a pasar nada—, tú no puedes decir nada porque de tu cumpleaños al de Remus hay cinco meses y, según la postdata que claramente no leí, hicisteis de todo en esos meses.

— Sois peores que yo.

— Ja, y no has visto nada —George por fin aparece. Y no es que se hubiera distraído, no, quería dejarles espacio. Pero viendo que Sirius ya se había colado en la habitación, ¿qué más daba? Le tiende a Atria su batido de chocolate y deja el de Fred sobre la mesilla —. Si les llegas a ver hace dos años, ambos negando que estaban juntos, te da algo.

— ¿Cómo que estuvimos juntos? —Atria se gira para mirar a Fred, dejando de mover el batido, y él niega. Ya le hubiera gustado que eso fuera real.

— No estuvimos juntos —puntualiza y George empieza a reírse.

— Mira, ya lo están negando otra vez. Encantando de mantener una conversación con usted sin nuestros padres delante, señor Black, le conocemos de las ideas de Atria sobre su inocencia.

— Sirius, por favor, el...

— ...señor Black era el bastardo de mi padre —Atria se une a él, sonriendo de oreja a oreja. Es como volver a la conversación con Tonks del primer día. Aunque falta el "Dora, he visto como tus padres te cambiaban los pañales y tu cambiabas tu color de pelo para ir a juego".

— ¿Nos vas a dejar ya tranquilos, Sirius? Porque ya te lo he dicho, no estamos juntos —lo dice según le va empujando hacia la puerta, y él solo mira a George.

— ¿Me estás diciendo que, durante todos estos años, no has hecho nada para abrirles los ojos?

— Bueno, he estado ocupado y no pueden estar más ciegos, de verdad, es imposible—dice, rascándose la cabeza—. Con todos los inventos era imposible ocuparme también de estos dos.

Y George definitivamente la ha cagado. Sirius se escapa de Atria y vuelve a entrar en la habitación a hablar con los gemelos sobre sus inventos. Como se nota que nadie le da conversación. Y como ellos se mueren de ganas de hablar con algún adulto sobre ello. De los baúles de los gemelos no tardan en salir muchos de sus inventos y Sirius los observa maravillado. Ojalá James y él se hubieran podido dedicar a crear artículos de broma. Esos dos chicos han tenido suerte porque todavía están empezando la guerra y tienen tiempo para crear cosas. Y con la que se viene encima está claro que van a necesitar sus productos para reír.

Sirius acaba llevándose algunas galletas de canario y varitas de pega, listo para utilizarlas en las reuniones de la Orden y, cuando se va, solo mira a Fred y a Atria. Ella está tumbada en la cama, con la cabeza sobre las piernas del chico y el batido de chocolate al lado, ya vacío. El le acaricia el pelo sin darse cuenta de que Atria se había quedado dormida.

— Es solo un año lo que tendréis que esperar —le dice a Fred, que ahora mira a Atria. El chico sonreía mientras la miraba, hasta que había hablado y se había puesto serio. 

— No le gusto. Al menos ya no —Atria se mueve un poco, y Fred se queda callado, pero en cuanto ve como ella se coloca de nuevo y sigue dormida, mira a Sirius—. Lo olvidó porque estaba empeñada en encontrar la forma de salvarte el culo.

— Si lo ha olvidado ya lo ha recordado —nota el resentimiento en la voz del chico. Pero ni siquiera es culpa suya que Atria decidiera hacer eso. Si hubiera estado en su mano no la había dejado—. Si no, pregúntale a mi madre la próxima vez que esté gritando. O a ella, ¿no eres de Gryffindor?

George se empieza a reír a carcajadas y Fred le lanza un cojín a la cara. Pero quizá sí que tiene razón y debería preguntarla. Porque en la tercera prueba, antes de que todo se fuera a la mierda, Atria estaba a punto de decirle a quien había visto en su poción. Le hubiera gustado que hubiera dicho a ti, haberla besado una y otra vez hasta que Harry volviera, con la copa en la mano, victorioso. La hubiera estado abrazando mientras que ella chillaba feliz por su hermano y luego hubiera vuelto a besarla sin parar. Le hubiera dicho que la había visto a ella, que siempre había sido ella y siempre sería ella.

Y no tuvieron nada de eso.

Tuvieron la muerte de un compañero.

De un amigo.

— ¿Qué hacéis despiertos todavía? Vamos, a dormir —Molly abre la puerta rápidamente y los gemelos no tardan en hacerla guardar silencio.

— Vas a despertar a Atria, mamá —susurra Fred, y la señora Weasley niega.

— Tiene que irse a su habitación o, si quiere, con Ginny y Hermione. Así que despiértala ahora mismo y que se baje.

— No, no voy a despertarla, se queda aquí.

— Fred Weasley no me contradigas —Molly levanta el dedo y le señala, pero él niega.

— Llevamos toda la vida durmiendo juntos, ahora uno de sus amigos ha sido asesinado. ¿Me estás diciendo que no puedo dormir con ella?

— No vais a dormir juntos —repite, aunque sabe que va a ser inútil. Ella también se escapaba para pasar tiempo a solas con Arthur. Sigue recordando con cariño el día que volvieron a la torre de Gryffindor a las cuatro de la mañana por haber estado fuera. Sabe que van a dormir juntos por mucho que se lo prohiba, y más por lo que ha dicho Fred, pero son demasiado pequeños y no le dicen si están juntos.

— Tú eliges, mamá, si no se queda aquí sabes que irá luego a su habitación. Y Atria duerme sola, ¿de verdad quieres que duerman los dos solos en una habitación? —George interviene, y la señora Weasley bufa. No quiere pensar en lo que pueden hacer solos en una habitación porque, de nuevo, son demasiado pequeños.

— Como que tú vas a vigilarles, si eres el primero que quiere que estén juntos.

— No estamos juntos —es cansado decirlo. Y duele. Vaya que si duele. Porque, aunque ahora la pregunte, Sirius tiene razón y Atria es menor de edad. Y él ya no lo es.

— Atria a su cama —repite la señora Weasley y Fred gruñe. Si lo que quiere es que Atria duerma en su cama es lo que pasará.

No la despierta, solo la coge en brazos y sube hasta el piso de arriba. Entiende a la perfección por qué no quiere dormir más allí. Todo está decorado con los colores de Slytherin, el emblema de la casa de los Black y un montón de recortes de periódico sobre El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado. Y en el medio de la habitación está la cama, completamente deshecha.

— ¿Contenta? —le dice a su madre una vez ha dejado a Atria, pero ella niega y le saca de la habitación.

— A la tuya —le ordena, y Fred baja las escaleras para cerrar de un portazo y luego lanzarse sobre la cama de mal humor.

— ¿Cuándo te vas a ir?

— En cuanto esté dormida —dice, casi gruñendo y George se ríe.

— ¿Por qué no se lo dices ya? Empiezo a estar cansado de ver los ojitos que os hacéis, ¿sabes?

— Porque Atria no recuerda nada, no sabe absolutamente nada de que dormimos en el mismo saco después de Halloween, no sabe nada del baño de prefectos y no sabe absolutamente nada de todos esos abrazos y besos en la comisura del labio —decirlo en voz alta es peor porque lo hace aún más real. Hace más real que olvidó todo sobre ellos, que olvidó el momento en el que se enamoró de ella—. George me he enamorado de Atria.

— ¿De verdad te acabas de dar cuenta? Porque todos lo sabemos desde hace años —se lo dice con un toque de burla, pero Fred ya no le está escuchando porque lo que acaba de entender es mucho más importante que escuchar las burlas de George sobre su ceguera y su cabezonería.

Fred se desaparece directamente y ni siquiera le responde. Cuando aparece en la habitación de Atria se tumba a su lado y oye como ella suspira y se pega a él. Ahora es más difícil mantenerse alejado de ella, mucho más difícil. ¿Cómo podría conseguir que volvieran a lo que tenían? ¿Sería posible? Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y hablar con ella después de las Navidades de su quinto curso. No lo dejaría pasar, no dejaría que se alejara, no se asustaría por perderla como amiga. Si pudiera volver atrás, tiene claro qeu lo que haría sería hablar de ellos en cuanto hubiera vuelto de las vacaciones de Navidad. Hubieran hablado de lo que estaba pasando entre ellos y se hubiera enterado de que había perdido la memoria. Sí, se hubiera enfadado, pero no hubiera tenido ningún problema en recordarle a Atria todo lo que había pasado entre ellos.

— A veces te odio por tus ideas —le susurra, dándole un beso en la sien para luego acomodarse a su lado y cerrar los ojos. Quizá tenga que desaparecerse antes de que su madre se levante, pero le da exactamente igual, no piensa dejarla dormir sola—. Y si pudiera te odiaría, pero te quiero demasiado.

No sabe muy bien cuando se queda dormido, pero sí que sabe que Atria se revuelve en sueños esa noche porque Fred se despierta unas cuantas veces. Se mueve y, de vez en cuando, habla. Llama a Cedric, llama a Harry, les dice que tengan cuidado. Y luego grita su nombre. Ahí es cuando ella se despierta y se sienta de golpe en la cama. Tarda un poco en darse cuenta de donde está y que no está sola, pero en cuanto lo hace se lanza contra Fred.

— Oh, por Morgana, estás bien —susurra, escondiéndose en su cuello. Nota como tiembla, por mucho que intenta no hacerlo la pesadilla es demasiado reciente como para no temblar. El mismo Voldemort de sus recuerdos era el que hablaba delante de Harry y Cedric. Ella solo podía observar y por mucho que les gritaba que tuvieran cuidado ninguno de los dos podía oírla porque había un cristal en medio. Cuando el rayo verde dio a Cedric la Atria del sueño se dejó la garganta, porque luego le dio a Harry. Y entonces había sido cuando Fred había aparecido, intentando poner a salvo los cuerpos de ambos. Por suerte se había despertado antes de que la maldición asesina le diera.

Ahora no es igual estar tan cerca de Atria, no cuando tiembla tanto y no deja de abrazarle. Nada es igual porque ahora, cuando ella se esconde en su cuello a Fred se le acelera el corazón más de lo normal. Y cuando ella se aleja, con los ojos un poco rojos, la limpia las lágrimas con una mano y la deja en su mejilla. Tiene tantas ganas de besarla, de decirle la verdad de lo que siente. Aunque si lo hace en esos momentos puede parecer que se está aprovechando de ella.

— Claro que estoy bien, soy un muy buen mago, nunca podrán hacerme nada —le susurra en cambio y ella asiente.

— Más te vale serlo, porque como algún día te pase algo te aseguro que te pienso matar yo misma.

Quizá es que en esos momentos Atria no piensa bien. O quizá es porque la luna casi llena entra por la ventana y la nubla el juicio, pero primero le da un beso en la mejilla. Y no le vale, así que luego le da otro un poco más cerca de sus labios, casi en la comisura. ¿Se atrevería a un tercero en la comisura? Por supuesto. ¿Y se atrevería a besarle en esos momentos? ¿O quizá debería parar? Porque Fred ha cerrado los ojos y parece que ha contenido la respiración.

Al diablo con todo, ahora mismo solo quiere olvidar la pesadilla, quiere que le haga olvidar todo.

Quiere olvidar como ha visto a Voldemort de nuevo, como ha visto el cuerpo de Cedric en el suelo, el de Harry y como casi ve el de Fred.

Atria empieza a cambiar el lugar de los besos, besándole la línea de la mandíbula y se queda parada sobre sus labios después de volver a besarle en la comisura de la boca, logrando que sus labios se rocen un instante.

Siguen tan suaves como los recordaba.

Sigue queriendo besarlos al igual que había querido tantas veces desde aquel primer beso.

Baja al cuello, primero un beso tímido y oye como Fred suspira, así que sigue. Sobre todo, cuando él la pega contra su pecho y se le escapa un gemido cuando Atria se atreve a morder.

— Si no paras acabaré besándote —murmura y ella sonríe, dejando su cuello por el momento y le mira.

— ¿Quién te dice que no es lo que quiero?

Ese beso es mucho mejor que los de Hogwarts. Quizá porque saben que a las dos de la mañana nadie va a molestarles esta vez. No más interrupciones. Solo ellos dos, en una habitación, en una cama. Nadie va a entrar a esas horas en la habitación. Nadie va a entrar con una naranja en la mano que causa granos. Nadie va a entrar para darse un baño. Nadie va a entrar para pedir explicaciones de un plan contra Rita Skeeter. Esta vez nadie les va a interrumpir en toda la noche.

Y se les va de las manos.

Y no quieren parar.

Se dejan llevar. No paran de besarse ni por un segundo. No cuando tienen tanto tiempo que recuperar, tanto tiempo perdido. Podrían llevar juntos un año y medio, podrían haber compartido tantos besos que ya habrían perdido la cuenta, podrían saberse el cuerpo del otro de memoria. Saber dónde acariciar para arrancar un suspiro, donde morder para un gemido. Pero acaban de empezar y todavía no tienen nada de eso, pero sí que pueden tener algo; la cuenta de los besos. Es fácil saber que llevan ya treinta y siete besos, treinta y ocho, treinta y nueve. En el cuarenta y cinco la camiseta de Fred acaba en el suelo de la habitación y en el cuarenta y nueve la de Atria.

No quieren parar hasta que lleguen, por lo menos, a cien besos.

Y cuando lleguen no pararán hasta aprenderse los puntos débiles del otro. Hasta descubran la forma en la que una caricia les haga derretirse en la cama, les haga perder la cabeza.

Pero tienen cuando llegan al setenta y tres. Quince besos antes los pantalones de Atria habían desaparecido y los de Fred dos después.

Es una suerte que en la noble y ancestral casa de los Black las puertas chirríen, porque eso les hace alejarse de golpe. Ambos escuchan y oyen los pasos por el pasillo, las pisadas en las escaleras.

— Mierda —dicen ambos a la vez.

Probablemente nunca se han vestido tan rápido. Fred nunca se ha desaparecido tan rápido y Atria nunca ha saltado dentro de su cama y se ha tapado hasta las cejas. Tiene la respiración acelerada y decide contenerla cuando la puerta de su habitación chirría. ¿Sería Sirius o sería Molly? Probablemente Molly, habían subido las escaleras. Aunque quizá era Sirius y había salido antes de la habitación y no se habían dado cuenta porque estaban demasiado centrados en el otro.

La puerta vuelve a chirriar y se cierra. Atria suspira de alivio y escucha. Pasos de nuevo que bajan, otra puerta que se abre y, esta vez, tarda un poco más en cerrarse de nuevo. Casi les pillan. Por Morgana, que casi les pillan a punto de acostarse. ¿Hubieran seguido si hubieran podido? ¿Hubieran ido más allá? Atria sabe que la respuesta es sí, si tuvieran protección la respuesta habría sido un claro sí. Desde luego ya no podían llamar a eso amistad, estaba claro que no, que había algo más. ¿De verdad Fred había querido besarla? ¿De verdad le gustaba? Porque ella tenía claro que le encantaba. ¿Desde cuándo pensaba así? Por favor, parecía Marietta.

Crack.

Fred había caído sobre ella en la cama y, de repente, le entra la risa tonta. Definitivamente se había convertido en Marietta. Quizá no estaba tan mal eso de pillarse de alguien de esa forma, sobre todo cuando besa tan bien. Y no piensa perder más el tiempo, así que no duda en agarrarle de la camiseta del pijama para volver a acercarle y buscar sus labios. 

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No ha sido clickbait, es real tan real como que a mi me entran ganas de no volver a entrar a wattpad en unos días porque madre mía lo que acabo de subir. En realidad estaré en las sombras, leyendo los comentarios y si no hay gritos mira yo ya no sé que hacer para que gritéis eh.

Hm... no sé que más decir a parte de que se han comido la boca muy bien, como todas queríais y que mis bebés ya no son tan bebés, sobre todo Atria y me está creciendo y no sé si me gusta??????? Es que sigo viendola como la niña de dos años que consiguió que un gnomo se suicidara, pero a la vez la veo así, con quince años y mi niña como la quiero de verdad.

Luego, a otra cosa, nuevo calendario de subida, Mors solo miércoles porque ahora mismo voy muy lenta escribiendo todo en general —literal que pensaba estar sin subir hasta diciembre, pero he empezado a comerme la cabeza con todo porque es mi único mood constante así que fue como vale, ponte a subir en Wattpad y distraete con eso al menos—. Primavera será los domingos, como era originalmente y ya repetiré esto el domingo cuando suba capítulo así que si leeís Primavera podéis ignorarlo allí.

Mil gracias por todo, por estar aquí y por leer y por todo ♥♥♥♥

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