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Capítulo 38: ¿Esto es lo que causa mi estúpida poción?

La mañana del veinticuatro de junio acabó llegando y con ella un nuevo artículo de Rita Skeeter. Había pasado de dejar a Harry como un héroe trágico a un loco y, para colmo, todos los vociferadores que le había estado mandando no habían servido para nada porque ella parecía pasar olímpicamente del tema. ¿Acaso no la molestaba todo ese acoso? Porque a ella definitivamente le molestaría. ¿Y si no los estaba recibiendo? Porque lo suyo sería ya que estuviera hasta las narices. Otra opción era que el artículo que había publicado de Harry fuera en venganza por su acoso... o no, porque Ridley Scott era mala persona y no había mucho más.

— ¡Atria vamos, tengo que mirar una cosa y necesito tu ayuda, no sé como no lo he pensado antes! —Hermione la levantó de la mesa del desayuno tirando de Atria, pero ninguna de las dos llegó muy lejos.

— La señorita Potter se viene conmigo, han llegado las familias de los campeones —dice la profesora McGonagall y ahora es ella la que se la lleva a otra sala. Donde están los señores Weasley y Bill—. Ahora vengo con tu hermano, creo que todavía no se ha enterado.

— ¡Atria, cariño!

— Hola, Molly —por supuesto, se deja abrazar por la señora Weasley y luego por el señor Weasley. Aunque también le hubiera gustado que Remus hubiera venido, era familia de un campeón, tendría que estar aquí—. ¿Qué tal, Bill, Arthur? ¿Cómo es que estáis aquí?

— Bueno, tu hermano necesita apoyo, ¿no? —le responde Bill, abrazándola y ella le corresponde rápidamente, incluso se deja levantar por el mayor de los Weasley mientras que se ríe sin parar—. Además, mamá quiere saber algo sobre tu artículo de Corazón de Bruja. Y la verdad es que yo también tengo curiosidad sobre todo por...

— Basura, todo es mentira —dice rápidamente, intentando zanjar el tema cuanto antes. ¿Seguir pensando en lo que había dicho el artículo? No, gracias, sobre todo la parte de Fred—. Excepto lo de Leah, con ella sí que estuve saliendo, fui con ella la baile.

— ¿Y no con Fred? —pregunta la señora Weasley y Atria niega. Genial, lo había leído muy, pero que muy bien.

— Solo somos amigos, Molly, como siempre —la cara de la señora Weasley podría definirse como disgusto. O, al menos, es lo que piensa Atria, aunque no lo entiende. ¿Por qué debería estar disgustada?

— Déjala, Molly —dice Arthur, viendo como su mujer va a decir algo más—. ¡Cuánto tiempo sin estar por Hogwarts! Todo sigue tal y como lo recordaba, ¿verdad, Molly?

Se esfuerza en sonreír, aunque ahora eso de amigos la quema por dentro. Era, sencilla y llanamente, una estúpida. Porque por mucho que lo intentaba, sus sentimientos no desaparecían y cuando veía a Fred y Angelina hablar solo quería enterrar esos estúpidos sentimientos en un agujero en mitad del Bosque Prohibido. Estaba muy bien sin sentimientos, ¿por qué tenían que haber aparecido? No los quería, para nada.

Harry apareció, por fin, y tras una breve charla, Bill sugirió salir a dar una vuelta. Y Amos Diggory parecía completamente resentido con Harry por el artículo de Rita Skeeter. Y ya no parecía tan simpático con ella, probablemente por lo mismo. Sinceramente, tampoco le importaba, y más cuando se dio cuenta de que era todo por culpa de la estúpida reportera, así que para molestar a Amos no dudó en empezar a hablar con Cedric sobre lo bien que lo iba a hacer Harry. Cedric intentaba mantenerse serio, pero por dentro no podía parar de reír al ver como Atria desviaba la mirada hacia su padre cada dos por tres, que parecía que iba enfadandose cada vez más hasta que decidió echar a la chica de vuelta con su familia. El paseo por Hogwarts podría haber sido más agradable, de no ser porque Rita Skeeter volvía a estar en su cabeza. Ojalá Hermione hubiera averiguado ya de como demonios escuchaba las conversaciones ajenas, se moría de ganas de poder hacer algo contra esa imbécil.

A la hora de la comida tanto Bill como los señores Weasley comieron con ellos, y Fred, George y Ginny se les unieron. Cuando Hermione llegó, se negó a decir nada sobre Rita Skeeter y luego hubo unos momentos realmente tensos entre ella y la señora Weasley, que acabaron cuando Harry aclaró que no estaban saliendo.

— Definitivamente mamá se ha creído el artículo —le susurra Fred mientras comen y ella asiente.

— Lo sé, Bill me ha preguntado por él y luego tu madre me ha preguntado que por qué si no fui contigo al baile —le susurra de vuelta—. Creo que no le ha gustado que no fuéramos juntos.

— Claro que no me gustó que no fuerais juntos al baile, tu túnica encajaba a la perfección con la de Atria y no pega nada con el morado —y parecía que les había estado escuchando.

— Creo que podemos decidir con quien vamos al baile, ¿no mamá?

— Pues no entiendo por qué teníais que buscar otra pareja de baile cuando vosotros ya sois perfectos para el otro.

— Molly, cielo, deja a los niños, tendrán que aprender de sus errores, ¿no crees? —e incluso Arthur parecía que no le agradaba que no hubieran ido juntos y lo había llamado error. Atria solo quería esconderse debajo de la mesa y no volver a salir de allí.

Por supuesto George, Ginny y Bill no pierden oportunidad para hacer enrojecer a ambos, picándoles todo lo que pueden y más. Hasta que suena el timbre y la señora Weasley les manda a todos a clase. Atria no estaba obligada a ir a clase por ser familiar de Harry, pero decidió prescindir del paseo por los terrenos de Hogwarts, argumentando un fuerte dolor de tripa por empacho. Y como era algo que tendía a pasarle, pudo irse tranquilamente. Y, al final, acabo siendo cierto.

No era la primera vez que le pasaba, estaba nerviosa y más cada vez que miraba el reloj y veía que no pasaba el tiempo. Quería que acabase todo ya para poder respirar tranquila porque Harry estaba bien. ¿Para qué se había molestado en leer la última carta de Sirius? Definitivamente no había sido buena idea, así que se levantó de la cama y se fue directa al baúl. Siempre guardaba parte de las pociones que hacía, por lo que esperaba tener algo de sobrante de filtro de paz ya que había preparado grandes cantidades para los TIMOs. Así que revuelve el baúl, con prisas. ¿Esa ansiedad era la que habían sentido sus amigas con los exámenes? ¿O había sido peor? No tiene ningún cuidado según revuelve todo dentro del baúl porque todos sus frascos están protegidos con un encantamiento irrompible. Con lo que no cuentan es con Atria teniendo prisa y abriendo los frascos sin parar, intentando encontrar la correcta. Quizá debería etiquetar los frascos.

— ¿Qué estás haciendo Atria? —la voz de Fred la asusta y cierra el baúl de golpe. Y cuando se gira a mirarle nota que hay algo raro.

— ¿A quién le has robado la falda, Fred? —y se ríe. Empieza a reírse hasta que se cae al suelo, en mitad de las escaleras y estas no se convierten en un tobogán.

No es Fred. Claramente no es Fred por eso lleva falda y las escaleras no se han transformado, además, ahora que se fija no es tan alto. ¿Entonces? Porque claramente nadie utilizaría poción multijugos para hacerla una broma, ¿no? ¿Funcionarían las escaleras si se estaba tomando poción multijugos? Bueno, no es definitivamente poción multijugos, tendría que haber tenido la misma altura.

— Oh, Atria —consigue decir después de un rato, entrando por fin en la habitación y sentándose en la cama, todavía sujetándose la tripa por la risa que le había entrado. La voz empieza a cambiar, al igual que, de vez en cuando, la cara deja de estar tan definida, pero no puede decir quien es, al menos no todavía—. ¿Qué se siente al probar tu propia medicina?

— ¿Esto es lo que causa mi estúpida poción? —consigue decir, abriendo mucho los ojos. Por fin la cara se estabiliza y puede ver claramente a Angelina.

Oh, mierda, Angelina. Prácticamente acaba de admitirle que le gusta su novio.

— Te prometo que no quería que me gustara —dice, levantándose rápidamente del suelo y acercándose a su amiga—. Te lo juro por Morgana, Angie, no lo entiendo, no entiendo por qué me gusta, pero no pienso hacer nada y lo siento por haberle besado cuando todavía estáis juntos y no era mi intención y soy una amiga horrible y...

— Para —quizá se habían pasado al no contar que habían roto. Lo ve cuando nota como Atria tiene los ojos llenos de lágrimas y le tiembla el labio inferior, haciendo pequeños pucheros. Atria es una de sus mejores amigas y verla así, por un intento de hacer que se diera cuenta de sus sentimientos, no merece la pena. No cuando Atria empieza a llorar sin control mientras que la abraza y no deja de murmurar sobre lo mala amiga que es—. Atria, no pasa nada de verdad, ya sabía que os habíais besado y no estamos juntos desde hace seis meses.

— Pero fuisteis juntos en la cita de enero —dice, confusa, pero ella niega.

— Como amigos —puntualiza y luego pasa a limpiarla las lágrimas—. Cuando empezamos sabía que romperíamos porque estás tú.

— Yo no estoy en ningún lado —murmura y Angelina vuelve a limpiarla las lágrimas que estaban saliendo de nuevo—. Cuando estuvimos solos por lo de los vociferadores me dijo que sabía qué me pasaba y que era mejor que olvidásemos el beso.

— ¿Seguro que sabe qué te pasa? —pregunta, extrañada. Porque claramente no tiene pinta de ello.

— Eso dijo él, no sé, supongo que se me nota que me gusta, ¿no?

Bueno, no va a ser ella quien la presione para que se de cuenta de que está enamorada de él hasta el fondo porque, al menos, ya admite que le gusta. Así que solo asiente y Atria se tapa la cara con las manos.

— Soy ridícula —murmura, a lo que Angelina se ríe—. Me gusta mi mejor amigo y a él le gustas tú.

— ¿Pero qué estás diciendo?

— Me lo dijo él, que te vio cuando lancé mi poción.

Angelina de verdad que no se puede creer lo tonto que está siendo Fred. Normal que Leah le hubiera empujado aquel día que se besaron y se hubiera enfadado con él durante días. Y ahora la que se iba a enfadar con él era ella, porque estaba siendo idiota. Más incluso de lo normal. Aunque Atria tampoco estaba siendo muy espabilada.

— Pregúntale de nuevo, ¿vale? Y si te vuelve a decir que me vio dile que tú le has visto.

— ¡No pienso decirle que le veo a él, no le gusto y haría el ridículo!

Sí, definitivamente ella también estaba siendo idiota. Angelina pone los ojos en blanco y se levanta de la cama, tirando de Atria para que vaya al baño. La obliga a lavarse la cara para que desaparezcan los rastros de lágrimas y ver si le baja un poco la hinchazón de los ojos y, cuando ve que está lista, bajan a cenar. No tienen mucho tiempo ya que no tardan en anunciar que los campeones debían ir yendo hacia el campo de Quidditch y los demás les seguirían apenas cinco minutos después. Y Atria le gritó suerte a Harry y, cuando Cedric la miró, le levantó los pulgares a lo que el chico sonrió. Ya daba igual que descalificasen a Harry o no porque, total, iba a estar dentro del laberinto así que ya le valía intentar con todas sus fuerzas ganar.

Cinco minutos más tarde, como el director había dicho, les permitieron ir al campo de Quidditch y la vista era mucho peor de lo que se habían imaginado.

— Si Oliver llega a estar aquí le daría algo —comenta Alicia, como si nada y todos asienten, mostrándose de acuerdo. Aunque, por dentro, a todos ellos también les estaba dando algo al ver el campo de Quidditch en aquel estado.

Mientras que los señores Weasley, Bill, Ron y Hermione se habían sentado hacia la mitad de las gradas; Atria, los gemelos y el resto de sus amigos habían optado por subir lo más alto que pudieran en un intento de tener vistas al interior del laberinto. Aunque quedó claro que iba a ser imposible ya que los setos eran demasiado altos. ¿Se suponía que tenían que estar mirando los setos durante todo el tiempo que durase la prueba? Porque menudo aburrimiento, ¿a quién se le había ocurrido bajar las gradas de quidditch a nivel casi del suelo? ¿Qué emoción tenía la prueba si no podían ver qué pasaba?

— ¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la última prueba del Torneo de los Tres Magos! —la voz de Ludo Bagman no tardó en sonar amplificada gracias a la magia por todo el estadio—. Permítame recordarles el orden de salida de los campeones. Como el señor Potter y el señor Digorry están empatados a ochenta y cinco puntos —las gradas aplaudieron y gritaron como nunca— saldrán en primera posición. En segunda saldrá el señor Krum ya que cuenta con ochenta puntos —las gradas volvieron a aplaudir con ganas— Y, por último, pero no menos importante, en tercer lugar, saldrá la señorita Delacour ya que cuenta con un total de sesenta y tres puntos.

Por supuesto Fleur no se queda atrás en aplausos y, cuando paran, Bagman toca el silbato para que entren Harry y Cedric. Atria se deja la voz animando para ambos hasta que el laberinto se los traga y entonces se sienta, por fin.

— Bueno, ¿y ahora qué hacemos? —pregunta a sus amigos, que se encogen de hombros.

— Esto es como la segunda prueba, no entiendo para qué nos hacen venir si no podemos ver nada —se queja Leah—. No sabes la suerte que tuviste siendo arrastrada al fondo.

— Ahora me lo imagino, tuvo que ser un aburrimiento —y todos se muestran de acuerdo.

Al menos cuando Krum y Fleur no habían entrado todavía tenían algo que mirar, pero una vez están dentro solo pueden mirar los setos. Atria se levanta, salta para ver si ve algo e incluso se pone de pie en su asiento, pero nada. Y, al final, todos acaban poniéndose de los nervios.

— ¡Siéntate, por Morgana! —le grita Lee, levantándose también de su sitio, pero Atria no hace caso. Y Angelina ve una oportunidad maravillosa.

— Fred, por favor, coge a Atria de una vez, nos va a dar algo como sigamos viéndola moverse de un lado a otro —y le empuja para que la coja.

Cuando él lo hace tiene las orejas algo rojas y Atria se gira para vocalizar un "traidora" que todos pueden captar a la perfección. Y pensaban hablar de ello, pero de repente vieron las chispas rojas en el cielo y se quedaron completamente en silencio. Fueron unos segundos los que tardaron en sacar a Fleur del laberinto y estaba aturdida. Cuando se recuperó empezó a chillar que ella no había lanzado las chispas rojas y que estaba segura de que la habían atacado. Pero se quedó callada de inmediato cuando las segundas chispas rojas salieron. Krum fue el siguiente en abandonar el laberinto y lo hizo inconsciente. Había murmullos por todas las gradas, los cuales no impidieron oír las palabras de Krum. Creía que la habían lanzado la maldición imperius. Atria empezó a morderse las uñas sin control y Fred acabó sujetándola ambas manos.

— ¿Por qué tardan tanto? Las chispas han salido muy cercanas al centro y si Krum estaba inconsciente o las ha lanzado Harry o las ha lanzado Cedric, ya deberían haber llegado —murmura y la sensación de ansiedad vuelve. Realmente no tenía que haber leído las cartas de Sirius, ahora estaba más preocupada por Harry de lo que lo había estado antes, y eso que estaba en un laberinto del que solo podían salir cuando cogieran la copa. ¿Y si alguna de las cosas que había ahí dentro se lo comía? Porque Atria estaba segura de que Hagrid había metido algunas de las criaturas y, definitivamente, eso no podía ser buena idea.

— Estarán bien, ahora ya sabemos que solo Hogwarts puede ganar, ¿no crees que eso es estupendo? —es un intento de animarla que no parece funcionar ya que la sonrisa de Atria es temblorosa, así que la abraza con fuerza—. No van a tardar nada en salir, ya verás, así que cambia esa cara que pronto tenemos que estar celebrando que Harry ha ganado el torneo.

Atria cierra los ojos ante el abrazo y se deja estar así durante un rato. Es una sensación extraña porque siente que se marea de lo rápido que le late el corazón. Por Morgana, como si nunca hubiera abrazado a Fred. Si cuando habían ido a buscar a Harry en el coche volador habían estado dándose la mano y con abrazos, ¿qué la pasaba ahora? Solo esperaba que Fred no se diera cuenta de los latidos alocados y la respiración desigual. ¿Y si le preguntaba otra vez como había dicho Angelina?

— He probado la poción por accidente —le dice al oído de golpe y pronto se muerde la lengua. ¿Pero qué ha hecho? ¿No podía callarse? ¿Y ahora qué?

— Ah, ¿sí? ¿Y a quién has visto? —Fred no entiende por qué se lo cuenta. Y entiende menos cuando Atria se aleja para mirarle.

Ella primero mira a sus amigos, que parecen completamente distraídos hablando y les han dejado de prestar atención. Y luego mira al campo de quidditch para ver como Fleur está siendo abrazada por su hermana pequeña y Krum está solo. ¿Dónde se había metido su director?

— Oye, ¿y Karkarov? ¿Dónde está? —Harry decía que Sirius le había dicho que era un mortifago. Y le había contado sobre su juicio que había visto en el pensadero de Dumbledore. ¿Dónde se había metido?

— Se ha debido de ir hace nada, estaba ahí hace unos segundos. Quizá ha tenido que ir al baño, ¿no? Total, su colegio ya no puede ganar con Krum desca...

Su frase se queda a la mitad porque, delante del laberinto, aparecen Harry, Cedric y la copa. Todo el mundo empieza a chillar, gritar y festejar y Atria no es menos. Se levanta del regazo de Fred rápidamente y vuelve a subirse a los asientos para empezar a gritar como los demás. Hasta que se da cuenta de que hay algo raro.

Harry está tirado sobre Cedric y no se mueve. Le agarra con fuerza e incluso parece temblar. El director Dumbledore no tardó en agarrarle del jersey y lo puso bocarriba. Harry soltó por fin la copa, pero empezó a agarrar a Cedric aún más fuerte y luego agarró a Dumbledore por la muñeca, acercándole a él.

Atria no sabe quién fue la primera persona que gritó porque solo podía ver a Cedric sobre el suelo, mirando al cielo y con la mirada perdida. Las voces no tardaron en llegar y luego los gritos. Primero Julie, luego Cho y Atria juraría que también había gritado algo.

— ¡Diggory está muerto!

Una y otra vez las palabras se repetían y Atria no podía apartar la mirada de su amigo. Sin vida. Y consiguió moverse cuando notó el apretón en la mano.

— Harry —susurró. Su hermano. Su amigo estaba muerto, su hermano estaba sobre su amigo—. ¡Harry! ¡HARRY! ¡HARRY!

Diría que fue ágil y consiguió bajar de un salto para lanzarse contra toda la gente y llegar hasta su hermano, pero la realidad fue que tropezó y vio el asiento de enfrente acercarse con demasiada rapidez hacia su cara. Así que cerró los ojos y esperó el impacto.

Que no llegó.

— Por Morgana, ten cuidado.

— Tengo que ir con Harry, ahora, no... cuidado no, con Harry —notaba la cabeza embotada. ¿Cómo tenía que estar su hermano? Oh, por Morgana, su hermanito—. Tengo que ir con Harry, Fred, por favor.

— Vamos con mamá y papá, Atria, el profesor Moody acaba de llevarse a Harry, seguro que le llevan a la enfermería porque estaba cojeando y le podemos ver en un momento, ¿vale?

Atria asiente. Y luego niega. Así que Fred la pasa el brazo por los hombros y la lleva hasta los señores Weasley. Ginny ya había llegado con ellos, al igual que George. Todos están pálidos y Molly no deja de hablar en ningún momento y ahora les ordenaba que fueran a la enfermería, mientras que Arthur va junto a Bill, susurrando. Y todos fueron. Al menos hasta que Molly le negó la entrada a Ginny, que parecía estar al borde de un ataque de nervios.

— Tú y yo nos vamos a la torre de Gryffindor —le dice George antes de llegar a la enfermería y la niña asiente. No tiene ganas de discutir, no cuando acaba de ver a uno de sus compañeros de colegio muerto en el suelo del campo de quidditch.

Esperan. Y esperan. Y siguen esperando. Hasta que llega un patronus con forma de lobo. Atria conoce esa forma de comunicarse, Remus le había contado las historias.

— Estoy en camino, intentaré llegar lo antes posible. Orion me ha contado todo. No te separes de los gemelos y vete a dormir, no te quedes con Harry —Atria no caía en quien demonios era Orion en esos momentos.

— ¿Cómo que no me quede con Harry? —susurra y la señora Weasley parece que, de golpe, reacciona.

— Sí, tiene razón, a dormir, te tienes que ir a dormir. Fred, llévatela ahora mismo, tiene que descansar y...

— ¡No! —Atria consigue sobresaltar a todos en la sala, incluso Madame Pomfrey, que entraba en esos momentos.

Ella pasa a estar en segundo plano ya que todos comienzan a preguntar dónde está Harry. Y ella no puede responder porque no lo sabe y da igual las veces que lo diga, siguen preguntándola sin parar.

Atria se sienta en una de las sillas y se tapa la cara con las manos. Si pensaba que el año pasado no podía más, este ya sí que la estaba superando. Solo este momento en el que no sabía dónde estaba Harry estaba siendo mucho peor.

— Dumbledore estará hablando con él, no te preocupes, ¿vale? —Fred consigue quitarla las manos de la cara suavemente y se las acaricia lentamente. Y Atria solo niega.

— ¿Dónde está? ¿Por qué no viene? Estaba herido, tú lo has dicho, le has visto cojear.

El tono de Atria es el de desesperación. Fred la entiende. Cuando Ginny desapareció se sintió así, desesperado. No sabía dónde estaba, si estaba bien si volvería a verla. Así que solo abraza a Atria con fuerza y no la suelta ni siquiera cuando oye como la puerta se abre y la señora Weasley empieza a llamar a Harry. No la suelta porque oye las palabras de Dumbledore sobre dejarle descansar y primero tiene que conseguir que Atria se calme antes de que se lance sobre su hermano.

— Ya estoy tranquila, déjame verle —le suplica, pero Fred niega. Todavía nota como ella tiembla y, total, Harry está en esos momentos poniéndose un pijama.

La suelta cuando Harry termina de ponerse el pijama detrás de los biombos y va con ella por si acaso vuelve a ponerse nerviosa. Y porque hay un perro negro gigante en la enfermería que no deja de mirarle, a él y a Atria. Y no piensa dejarla sola con ese bicho.

— Solo estoy cansado, Atria —le dice Harry cuando ella le abraza con fuerza.

— No vuelvas a darme un susto así, por favor —le suplica y el perro ladra, como si estuviera de acuerdo con sus palabras.

Madame Pomfrey le da a Harry una poción para dormir sin sueños y luego, en otro vaso, prepara otro poco.

— Te llevas ahora a Atria a la torre de Gryffindor, que se tome esto —le ordena y se va de nuevo hacia la puerta, con un montón de vasos en la mano y la botella de poción en la otra.

El perro vuelve a ladrar y Atria le mira. Perro. Orion. Sirius. Sirius había alertado a Remus sobre lo que estaba pasando. Sirius estaba delante de ella.

— Me llevo un momento al perro —murmura, pero la señora Weasley niega.

— ¡Tú te vas a dormir ahora mismo! —coge el vaso y se lo da a Fred, para luego coger a ambos y empujarlos hacia la puerta—. ¡A dormir ahora mismo, me da igual si es en la misma cama, pero os quiero dormidos!

— Tengo que hablar con el perro, Molly —insiste Atria, pero la señora Weasley niega y la vuelve a empujar hacia la puerta.

La abre y, por mucho que Atria protesta, la saca al pasillo junto con Fred, que solo necesita una mirada de su madre para saber que tienen que irse de verdad.

— Mañana a primera hora venimos a verle, ¿vale? Va a estar bien, de verdad, mamá se quedará con él toda la noche y le cuidará.

Tampoco le da opción a mucho. Atria le quita el vaso de poción de golpe y se lo bebe de un trago. Pronto empieza a notar la sensación de fatiga, como le pesan los parpados y agradece esa poción sin sueños porque tiene la cabeza demasiado activa, demasiadas posibilidades de pesadillas.

— Siento que me tengas que llevar en brazos —consigue decir antes de quedarse totalmente dormida de pie. Y es una suerte que Fred tenga suficientes reflejos o hubiera acabado en el suelo con una gran herida en la cabeza.

Cuando entra en la torre de Gryffindor, con Atria en brazos, todos sus amigos están en el sofá, esperando.

— ¿Qué le ha pasado? —pregunta Angelina con miedo y Fred solo niega.

— Está bien, se ha tomado una poción para dormir sin sueños, se la ha dado Madame Pomfrey —responde y todos suspiran aliviados—. ¿Cómo está Julie?

— Leah ha ido con ella, están todas en Ravenclaw porque Cho también está fatal —dice Katie y Alicia la pasa un brazo por los hombros para luego darle un beso en la sien—. Todo ha sido tan... tan...

Sus ojos se llenan de lágrimas y ninguno se atreve a decir nada más. No cuando no entienden que ha pasado, lo único que saben es que Cedric había entrado vivo al laberinto y había vuelto, en los brazos de Harry, muerto. Alicia está a punto de preguntar a Fred por Harry, pero al final decide no hacerlo. Porque él parece que tampoco sabe nada. Solo coge mejor a Atria, la pega contra él y parece realmente preocupado.

— ¿Podemos ir a dormir con vosotros? —susurra Angelina y ambos chicos asienten.

En la habitación ya están George y Ginny, ambos sentados en la cama intentando dormirse, pero se levantan en cuanto oyen la puerta abrirse y entran todos. Fred mete a Atria en la cama, al lado de Ginny y esta empieza a acariciarla la cabeza.

— ¿Cómo está Harry? —pregunta y Fred solo se encoge de hombros.

— Mamá, papá, Bill, Ron y Hermione están con él, Madame Pomfrey también le ha dado una poción para dormir sin sueños. Ha dicho que estará bien —Ginny asiente, pero no parece convencida—. ¿Quieres tú también una? Puedo bajar a que me de un vaso.

— No, estoy bien —su respuesta es demasiado rápida. Es como si supiera algo que ellos no saben y no deja de mirar a los amigos de sus hermanos—. ¿Cómo vamos a dormir?

— Tú, George, Atria y yo en una cama; siguen quedando dos, que se las repartan.

Y quieren dormir como duerme Atria, pero tardan. Tardan quizá demasiado y, al final, van cerrando los ojos en un sueño intranquilo. Ginny lo siente en sus huesos, quizá por haber estado llevando el diario de Voldemort durante un año. Algo le dice que todo está mal, que la muerte de Cedric está relacionada con él. Duerme, duerme con pesadillas de nuevo de que vuelve a llevarla a la Cámara de los Secretos, que la obliga a matar a Harry, que la obliga a matar a sus hermanos, a sus padres, a sus amigas. Y cuando se despierta el sol está entrando por la ventana y siente que la cabeza le va a explotar.

— Buenos días —Fred susurra, y lo hace con mucho cariño. Ginny sabe al instante que no está hablando con ella, porque su tono de cariño con ella es con un toque de humor y este es el toque que le da cuando habla con Atria.

— Hola —susurra ella de vuelta. Se mueve un poco, parpadea varias veces y vuelve a moverse. A Ginny le entra la risa y la pesadilla parece lejana e irreal, todos están bien y tiene la prueba delante, dos de sus hermanos están con ella, Atria también está bien. Solo ha sido un mal sueño, no ha pasado nada más y El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado no está por ningún lado—. ¿Ginny?

— Buenos días —responde la pelirroja y se arrepiente de responder en cuanto oye el golpe. Atria se ha tirado de la cama.

— ¡Harry!

Es demasiado pronto para gritar, pero poco le importa a Atria. Se levanta del suelo y al instante tropieza con una de las zapatillas de Katie, cayendo de boca al suelo. Pero eso no la frena, se levanta de nuevo y va a salir corriendo, pero Fred ya la está sujetando.

— Vamos a verle ahora, ¿vale? Primero desayunamos algo rápido y luego vamos, te lo prometo. Vamos a las cocinas, ¿vale?

— No, tengo que ir a ver a Harry, tengo que hablar con el perro, Remus me dijo que estaba en camino —repite ella, pero Fred niega.

No quiere ir, quiere discutir, pero Fred se cruza de brazos y se pone serio, así que entiende que tiene la batalla perdida y se deja llevar. Se despide de Ginny moviendo la mano y se va a ir, antes de que Fred vuelva a frenarla y le señale sus pies. ¿Qué importa que vaya descalza? Vuelve hacia la cama y coge sus zapatos, poniéndoselos de cualquier manera para luego intentar salir lo más rápido que puede.

Desayunan en las cocinas siendo atendidos por un montón de elfos que deambulan de un lado a otro, empezando a preparar el desayuno y, en cuanto Atria ha comido algo, se vuelven a ir, directos a la enfermería.

Harry sigue dormido, no hay rastro de Bill ni de Sirius y la señora Weasley está sentada en una silla, dormida. No hay rastro del señor Weasley, probablemente porque se haya tenido que ir al Ministerio de urgencia. Atria va directa hacia su hermano y lo primero que hace es ponerle un dedo debajo de la nariz. Nota su respiración tranquila y entonces respira. Está vivo, está bien. Sí, está magullado, pero poco importa eso cuando está vivo.

Coge otra silla y se queda sentada a su lado, sujetándole la mano. De vez en cuando se la aprieta y luego la relaja. La tranquiliza. Harry acaba despertándose unas horas después, cuando la señora Weasley ya se había ido y Fred había cogido la silla para sentarse al lado de Atria. Ron y Hermione también se habían pasado ya por la enfermería antes de ir a desayunar, pero al ver que estaba dormido se habían ido y dijeron que luego volverían.

— Harry —Atria se levanta de la silla tan rápido que la tira al suelo y se pone a abrazar a su hermano fuertemente, que protesta un poco—. No me vuelvas a asustar así.

— Lo siento —susurra y Atria solo le abraza más fuerte en respuesta.

— ¿Dónde está? Tengo que hablar con Sirius —le dice cuando se aleja, pero Harry niega y mira a Fred de reojo. Y Atria se da cuenta—. Harry, ya lo sabe, se lo grité hace tres meses, ¿dónde está Sirius?

— Se fue a avisar a Remus y a otras dos personas más —acaba diciendo y Atria suspira. Remus ya no va a venir—. Voldemort ha vuelto, Atria.

Quiere decir algo, pero Madame Pomfrey decide que es momento de que vuelvan a desayunar y les echa de la enfermería. Y amenaza con prohibirles la entrada a la enfermería si no van al Gran Comedor, así que Atria obedece. La dejará volver una vez haya desayunado.

Julie y Cho no están en el Gran Comedor, pero si Beth, Ciara y Leah, que desayunan en la mesa de Gryffindor. Hacen un hueco en la mesa, apartándose un poco para que Atria se siente entre ellas y luego Leah la abraza.

— ¿Cómo está Cho? —acaba preguntando y sus amigas niegan, así que suspira. Porque la siguiente pregunta es incluso peor—. ¿Y Julie?

— No quiere volver a Hufflepuff —dice Beth y Atria lo entiende. ¿Cómo va a volver si todo le va a recordar a Cedric? —. De momento está en Ravenclaw con Cho, Madame Pomfrey les dio una poción para dormir sin sueños anoche y seguían dormidas cuando hemos bajado a desayunar.

— Las llevaremos algo ahora, tienen que comer —dice Ciara y Atria asiente—. ¿Qué tal está tu hermano?

— No lo sé.

Y es lo único que dice antes de seguir comiendo sin parar hasta que se vuelve a ir del Gran Comedor. Esta vez Fred no la sigue porque Leah le agarra del brazo y le hace sentarse de nuevo en los bancos.

— Déjala —dice Leah, pero Fred intenta soltarse a lo que la chica se asegura de agarrarle aún más fuerte la muñeca—. He dicho que la dejes.

— No, no pienso dejarla sola —y consigue soltarse. No piensa dejarla sola cuando está así, porque si ya hace locuras cuando está bien, ahora que lo único que hace es preocuparse por Harry y todavía no tiene asimilado que Cedric está muerto no sabe qué es capaz de hacer.

La encuentra en la puerta de la enfermería, mirando al interior, pero no se mueve. Así que se acerca con ella y mira qué pasa dentro. Los padres de Cedric están hablando con Harry, Amos Diggory llora sin parar, su madre es incapaz de hacerlo. Y parece que Atria por fin entiende lo que ha pasado en el laberinto, así que Fred se la lleva de allí.

En condiciones normales utilizarían los pasadizos para ir de un lado a otro, hoy decide que se van a quedar en uno de ellos, en uno de los que solo salen en el mapa del merodeador. Y lo repiten lo que queda de curso. Solo buscan un lugar tranquilo y están allí, sin más. Algunos días George también aparece por allí y se queda con ellos. Otros días Harry consigue encontrarles, también queriendo esconderse y acaba sentado al lado de ambos, en silencio. Hay días que Atria se queda dormida, otros días solo pregunta que si ha visto a Harry —a pesar de haberse levantado varias veces durante la noche para comprobar que seguía en su habitación, vivo— y, algunas veces, pregunta por Cho y Julie. La primera si ha empezado a salir de la torre de Ravenclaw para comer, pero la segunda sigue negándose a salir. Y en el último día de curso, durante el desayuno, Atria ve a Cho y reacciona por fin.

— ¿Dónde está Julie? —le susurra, antes de que Cho vuelva a su habitación y ella solo la coge de la mano y se van, juntas.

Cho llora, Julie llora y Atria solo las abraza fuertemente, intentando consolarlas a pesar de saber que no hay forma de hacerlo. Se abrazan, duermen cuando se calman y luego vuelven a llorar. Y cuando bajan a cenar vuelven a llorar porque todo el Gran Comedor no tiene la decoración típica del banquete de fin de curso, había colgaduras de color negro por todo el Gran Comedor. En memoria de Cedric.

Atria va a sentarse a Gryffindor, se sienta al lado de Harry y al otro lado tiene a Fred. Julie no ha sido capaz de volver a Hufflepuff y se sienta con Cho en Ravenclaw, las dos dadas la mano intentando no derrumbarse de nuevo. Dumbledore les pide brindar por Cedric y Cho y Julie empiezan a llorar sin control, apoyadas la una en la otra. Y cuando vuelven a sentarse se abrazan fuertemente.

— Cedric representaba muchas de las cualidades que distinguen a un Hufflepuff —Dumbledore continúa con su discurso—. Era un buen amigo y muy leal, trabajaba como el que más y se comportaba con honradez. Su muerte os ha afectado a todos, independientemente de lo mucho que le conocierais porque para todos era un conocido. Creo que, por eso, tenéis derecho a saber qué fue exactamente lo que ocurrió — Harry se mueve al lado de Atria y ella levanta la cabeza para mirar a su hermano, que no para de mirar a Dumbledore—. Cedric Diggory fue asesinado por lord Voldemort.

Ya lo sabía porque Harry se lo había dicho. No con esas palabras, pero ya le había dicho que Voldemort había vuelto. Y resulta aún más abrumante. El discurso de Dumbledore continua, pero Atria ya no le escucha porque su cabeza va más allá. Sirius se había ido a buscar a Remus y a más gente, Voldemort estaba vivo de nuevo.

Iban a tener que luchar.

Harry ya no iba a estar a salvo nunca más.

Así que se levanta del Gran Comedor en cuanto el discurso de Dumbledore termina y, sin cenar, va directamente hacia la biblioteca. Madame Prince no estaba en el banquete, probablemente estaba allí, ordenando los últimos libros de los más rezagados. Y se la encontró.

— Necesito... —empieza a decir, pero Madame Prince levanta la mano y la calla.

— No sabía cuánto tardarías en venir, tengo preparado el diccionario de latín para que te lo lleves en verano —le dice. Atria sabe que intenta ser alguien neutral y fingir que no le importa, pero solo con ese detalle entiende que sí—. Si no encuentras un profesor de latín durante el verano te enseñaré el curso que viene. Pero estudia.

— Gracias, Madame Prince.

— Vete a dormir, ya podrás empezar a estudiar en otro momento. Espero que me lo devuelvas en perfecto estado. Y que no hagas nada que te ponga en peligro, Poppy estaría muy decepcionada contigo si vuelves a hacerte daño.

— Claro, Madame Prince.

Al volver a la sala común sus amigos ya están allí, esperando y lo primero que hace Leah es quitarle el diccionario de las manos.

— Sin quejas, vete a dormir, tienes tiempo en verano —es raro reírse por eso, pero Atria lo hace. Empieza a reírse hasta que acaba llorando.

— No tenemos tiempo, Cedric está muerto, el siguiente es Harry.

Y vuelve a quitarle el diccionario de las manos. Ni siquiera he hecho el baúl todavía, tenía todo por los suelos. Aunque no había estado mucho tiempo últimamente en su habitación. Hace el baúl con calma, pensando en la cantidad de hechizos que va a necesitar. Tiene que formarse como pueda para aprender todos durante ese verano y crear nuevos que tengan verdadero impacto, que no sean tonterías. Podría incluso utilizar la magia negra para proteger a Harry. No, magia negra no. Magia blanca, su magia, la de los suyos, la que utilizaban sus padres para protegerlos.

En el viaje de vuelta a Londres deja que Harry esté solo un rato con Ron y Hermione. Pensaba dejarle hasta el final, tranquilo sin agobiarle —porque había notado que le agobiaba cuando estaba mucho rato a su lado—, pero cambio de opinión en cuanto vio pasar a Malfoy y sus dos secuaces.

— Me voy con Harry.

— Te acompañamos.

Los gemelos también se ponen de pie a la vez, habiendo visto también a Malfoy pasar y, de lejos, le siguen. Abren la puerta del compartimento y se ponen a hablar, manteniendo una fachada arrogante. Todo parece ir bien, hasta que, el muy idiota, menciona a Cedric y dice que se lo merecía. En esos momentos los tres sacan las varitas y les apuntan, pero no son los únicos. Del compartimento de Harry también salen más hechizos que les dan de lleno.

— Quisimos ver que querían estos tres —dice Fred, entrando al compartimento pisando a Goyle por el camino. Luego se giró para darle la mano a Atria, que estaba lista para pisar a Crabble según avanzaba. Y se aseguró de pisarle bien en la nariz. George, entrando el último, decidió que iba a pisar bien a Malfoy.

— Ha sido un efecto interesante, ¿quién le ha lanzado la maldición furnunculus? —pregunta, viendo que tiene la cara llena de tentáculos de gelatina.

— Yo —dice Harry y Atria le revuelve el pelo de forma cariñosa.

— Bueno, ahora sabemos qué pasa cuando lo mezclas con el embrujo de piernas de gelatina. Deberíamos sacarlos, no pegan con la decoración.

Les sacan a patadas y luego empiezan a jugar al snap explosivo como si nada. En la quinta ronda Harry se atreve a preguntar a quién hacían chantaje y ambos se encogen de hombros.

— Ya no tiene importancia, hemos desistido —dice Fred.

— No me lo habíais contado.

— Tampoco nos ha dado tiempo, lo decidimos apenas hace unos días —dice George.

Harry, Ron y Hermione siguen insistiendo para que les digan a quien extorsionaban y, al final, se lo cuentan. Los tres se quedan sorprendidos al saber que era Ludo Bagman y los gemelos tuvieron que explicarles todo lo que había pasado. Continuaron el juego y, cuando se quisieron dar cuenta, estaban llegando a King Cross.

— Me voy a por el baúl, ahora te veo Harry, para despedirme al menos —dice Atria, y Fred y George van a seguirla, pero no llegan lejos.

— Fred, George, esperad un momento.

Atria decide dejarles ahí, hablando con Harry mientras que ella se adelanta a por su baúl. Cuando los gemelos vuelven lo hacen con una bolsa de dinero en la mano y con los ojos totalmente abiertos.

— ¿Qué os pasa?

— Tu hermano nos ha dado el dinero del torneo —dice Fred.

— Los mil galeones —añade George y Atria sonríe.

— Es el dinero mejor invertido de su vida.

Abraza a sus amigos antes de seguir bajando su baúl y, cuando por fin el suyo está en el suelo, los gemelos cogen los suyos y salen al mundo muggle. La señora Weasley no está sola, Remus está a su lado. Así que Atria se lanza para abrazar a su padrino.

Harry se despide de todos y Atria le abraza con fuerza. Y él, por primera vez desde la tercera prueba, le devuelve el abrazo también con fuerza.

— Pienso ir a buscarte, quiera Dumbledore o no —le susurra y Harry asiente. Le gusta la idea—. Diles a los tíos que pienso llamar y que iré a verte en cuanto Remus se despiste.

Harry no puede evitar reírse entre dientes y asiente, para luego irse con Vernon. Atria suspira cuando ve que ni siquiera le saluda y Harry le sigue con la mirada perdida en el suelo.

— Vamos a casa, Atria, tenemos muchas cosas que hacer —dice Remus, poniendo la mano sobre el hombro de su ahijada y luego mira a Molly—. Estaremos en contacto.

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Fin del cuarto libro. Supongo que ya sabíais que mataría a Cedric, ¿no?

No sé cuando volveré a subir, quizá me tomo una semana, quizá unos días o quizá hasta diciembre, os seguiré leyendo y pronto os contestaré los comentarios del capítulo del miércoles y a los de hoy.

Mil gracias por todo y os quiero mucho♥

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