Capítulo 30: Mi túnica tiene detalles de ese color
Los últimos días de vacaciones pasan demasiado rápido. Un poco de entrenamiento de quidditch, acabar los últimos deberes y responder a las cartas de sus amigas fue lo único que hizo. Pudo echar un vistazo a sus libros nuevo, pero no tardó en cerrarlos al ver la palabra TIMO en más de uno de ellos. No, no pensaba saber nada de ellos hasta que no empezaran las clases. Angelina y Alicia ya le habían hablado del estrés que sufrían y, además, las había visto. No iba a estresarse antes de tiempo, no.
Por lo que sí que podía estresarse, por ejemplo, era con ese tema de los vestidos que Ginny, Hermione y ella se estaban probando en la habitación de la pelirroja para que la señora Weasley viera que les estaba completamente perfecto. De hecho, eran tan probable que pasara de ellos hasta mayo que no entendía que hacía Hermione mirando de vez en cuando sus libros.
— ¿Y para qué se supone que es esto? —pregunta de nuevo Atria, mirándose al espejo. La verdad es que la señora Weasley no podía haber elegido mejor el vestido porque el verde botella era sin duda alguna un color que la favorecía de gran manera. Y aunque el vestido le estaba un poco largo y ancho no era nada que no se pudiera arreglar.
— Para algo que va a pasar en el colegio. Ahora ven aquí, ya he terminado con la túnica de Hermione, lo único que necesita es un pequeño arreglo en el bajo, ¿llevarás tacones querida?
— No he encontrado ningunos que me gusten, señora Weasley —dice Hermione, y la señora Weasley asiente, mirándola durante unos segundos y luego cierra un poco los ojos.
— Creo que entonces es mejor que no te coja el bajo, si lo necesitas mándame el vestido a principios de diciembre, ¿vale? —le dice y Hermione asiente—. ¿Puedes decirles a los chicos que pongan la mesa? No creo que tarde mucho en colocar los alfileres para Atria.
— Claro, señora Weasley.
Hermione se quita la túnica rápidamente y vuelve a su ropa normal, dejando la túnica perfectamente doblada sobre su cama. Atria, mientras tanto, estaba subida a un pequeño taburete que habían llevado a la habitación de Ginny para que la señora Weasley pudiera clavar los alfileres tranquilamente.
— ¡Atria, estate quieta! —la regaña la señora Weasley, pero ella no es capaz—. Siéntate en la cama, ahora sigo contigo y, por favor, ¡relájate! Vamos, Ginny.
— Me relajaría si supiera por qué llevo esto puesto y por qué es tan importante. Además, no entiendo por qué un vestido, Hermione y Ginny llevan túnicas.
— Cuando lo vi en la tienda pensé que te sentaría mucho mejor que una túnica —dice la señora Weasley y Ginny asiente, con ganas.
— Ya me gustaría poder llevar ese pedazo vestido, Atria —se queja Ginny, mirando la túnica—. Parece que tengo tres años, ¿no podemos cambiarle el color, mamá?
— ¿Cuál quieres?
— Bueno, Hermione va de azul, así que, descartado, Atria de verde, así que tampoco. Creo que un violeta estaría bastante bien, ¿no te parece, Atria?
— Sí, creo que puede quedarte bien —dice ella, apoyándola y la señora Weasley suspira, pero aun así agita la varita y la túnica de Ginny cambia de color—. ¡Perfecto!
— Pues ya he terminado contigo también, quítate la túnica y déjala sobre mi cama, con cuidado. No te pinches con los alfileres.
Ginny asiente y Atria vuelve a subirse al taburete para que la señora Weasley termine de pinchar los alfileres que necesita. El vestido es largo y vaporoso, además de que por la espalda está completamente abierto. La señora Weasley había chillado cuando había visto el arañazo de la espalda de Atria, pero ella rápidamente dijo que se mismo verano se había subido a un árbol y había sido una rama. La señora Weasley desconfió inmediatamente, pero Atria seguía empeñada en la historia, así que lo dejó pasar, pero la empezó a observar de cerca.
— Vale, creo que ese es el último alfiler, un momento —dice, alejándose un poco para ver cómo le queda a Atria el vestido. Sí, sin duda alguna había hecho una muy buena elección, a pesar de que tenía que ajustárselo un poco le seguía quedando perfecto—. Estás preciosa, Atria.
— Gracias, Molly —dice la chica, notando como sus mejillas empiezan a ponerse completamente rojas.
— Voy a bajar para calentar la cena, deja tú también el vestido sobre mi cama, ¿vale? Y que no lo vea nadie, tienen que ser sorpresa hasta el evento.
Pero están en La Madriguera y Atria no es la persona más cuidadosa de la casa. Primero se queda mirándose en el espejo y pronto sus pensamientos van hacia sus padres. ¿Qué dirían si la vieran con ese vestido? Seguro que su padre diría que le quedaba estupendo porque era como si lo llevase él. Quizá su madre entonces le diría que le ignorase y...
— Mamá sabía que te habrías quedado mirándote en el espejo —dice Bill desde la puerta y Atria se gira para mirarle. Está apoyado en el marco de la puerta, con las manos en los bolsillos y se gira para volver a asomarse a las escaleras—. ¡Charlie, mira!
— ¡Voy!
— Te queda realmente bien —dice Bill y Atria sonríe.
— Lo ha elegido tu madre, creo que sabe incluso mejor que yo qué es lo que me queda mejor —dice justo cuando llega Charlie.
— Guau, Atria, mamá tenía razón, estás espectacular —dice Charlie y entra en la habitación de Ginny para hacerla girar—. Sí, definitivamente me gustaría volver a Hogwarts, me encantaría ver vuestras caras cuando sepáis para qué son las túnicas de gala.
— ¿Qué es lo que va a pasar? Porque dudo mucho que vayamos a tener una boda entre el profesorado a la que estemos invitados —pregunta Atria, pero ninguno de los dos responde, solo sonríen maliciosamente—. ¡No diré nada!
— Sí, claro, si te lo decimos en cinco minutos lo sabrán Fred y George —dice Charlie, cruzándose de brazos—. Y a la hora lo sabrá Ginny.
— Sé guardar secretos, ¿sabéis? —responde ella, cruzándose de brazos y Bill asiente, pero se ríe—. ¡Es verdad, guardé el de Remus durante años!
— Claro, claro —dice el mayor de los Weasley, que sale de nuevo de la habitación riendo—. ¡Venga, que vamos a cenar en nada!
Atria vuelve a girarse para mirarse una última vez en el espejo y hace una pequeña mueca al ver su pelo. En ese pequeño detalle no se había fijado. Quizá la poción alisadora del abuelo le podría funcionar para hacerse un recogido, sí. O al menos podría servir para aplastar el remolino que tenía. Todavía no se había cortado el pelo, así que quizá podía dejárselo algo más largo para así poder hacerse un recogido. Aunque si el misterioso evento era cuando llegasen no le iba a dar mucho tiempo.
— Oye, Charlie, ¿crees que debería dejar que me creciera el pelo? —pregunta, pero Charlie no contesta. Atria se gira en la habitación y ve que la puerta está cerrada, así que supone que se ha tenido que ir en algún momento sin que ella se diera cuenta.
Atria se quita el vestido con mucho cuidado para no pincharse con ninguno de los alfileres o moverlos de sitio. Busca por la habitación una camiseta, intentando ser lo más rápida posible porque la cicatriz del mordisco de Remus se nota bastante todavía porque Atria no deja de arrancarse trozos de costra cada vez que se ducha, en un intento de que desaparezca antes. Había sido una suerte que se hubieran ido a cambiar al baño por la falta de espacio en la habitación. No podía ocultar la de la espalda, pero esa era la de menos. Algún día contaría la verdad, sí, cuando pudiera estar segura de que a la señora Weasley no le iba a dar un infarto al verla.
Tarda mucho menos tiempo en encontrar unos pantalones cortos y sale de la habitación sujetando el vestido lo más lejos de su cuerpo. Tiene que subir hasta el cuarto piso, con todas esas escaleras y un arma potencial que puede sacarle un ojo en cualquier momento.
— ¿Qué se supone que estás haciendo? —Atria se sobresalta cuando oye la voz de Fred justo al lado y, a pesar de que es una tontería, le intenta tapar los ojos con la mano. Aunque no llega, así que decide subir un par de escalones para hacerlo.
— Tú cierra los ojos, se supone que tengo que mantener en secreto como es mi vestido o algo así, sinceramente no lo entiendo —dice Atria y Fred se ríe.
— Es verde botella, ya lo he visto —dice, quitándose las manos de Atria de la cara—. Es curioso porque mi túnica tiene detalles de ese color.
— ¿Para qué necesitaremos eso? Porque por mucho que lo pienso no termino de ver un motivo en Hogwarts por el que fuéramos a necesitar ir de gala.
— Sea lo que sea espero que sea algo divertido —responde Fred y Atria se encoge de hombros—. ¿A dónde se supone que lo llevas?
— A la habitación de tu madre, me lo ha tenido que arreglar un poco porque me estaba largo y ancho —dice, volviendo a subir las escaleras—. Deberíais alimentarme más, así quizá podría crecer otro poco.
— Pues venga, deja el vestido y vamos a cenar.
Meter prisa a Atria en unas escaleras no es buena idea, así que no tarda en tropezarse con sus propios pies y, de alguna manera totalmente extraña, consigue no caerse escaleras abajo.
— ¿Qué ha sido ese ruido? —grita la señora Weasley desde la planta de abajo.
— Ya lo llevo yo, anda, necesitas las dos manos —le dice Fred. Primero le quita el vestido y luego se gira para gritar—. ¡Atria casi se mata por las escaleras! ¡Otra vez!
— ¡Atria no corras!
— ¡Es culpa de Fred!
Se arrepiente en cuanto el vestido está sobre la cama de los señores Weasley y Fred la levanta como si fuera un saco de patatas. Por mucho que grita no sirve de nada y cuando Harry, Hermione y Ron bajan de la habitación del último ni siquiera se molestan en ayudarla, a lo que Atria les llama traidores. Cuando llegan al piso de abajo lo que siguen son cosquillas hasta que Atria acaba teniendo que admitir que Fred es el mejor bromista de toda la casa solo para que la deje volver a respirar. Y, por supuesto, durante la cena eso es uno de los temas de burlas. Aunque queda rápidamente olvidado porque esa noche tienen un invitado especial. El mismísimo Oliver Wood, perfectamente arreglado y con una sonrisa de oreja a oreja.
— Bueno, Percy, ¿por qué no nos explicas que hace Oliver aquí? —dice Fred y rápidamente Percy se pone rojo. Pero aun así se levanta de la mesa.
Comienza un discurso perfectamente preparado en el que habla de los pros y contras que ha visto en su relación, empezando a aburrir a todos en el camino. Luego empieza a hablar de como habían empezado y, finalmente, Oliver se cansa y se levanta de la mesa para darle un beso. Y todos chillan de felicidad.
— Oliver es mi novio —acaba diciendo, completamente rojo. Era algo que todos ya se habían dado cuenta por cómo había sido el discurso, pero aun así fingen que no lo sabían.
Molly no tarda en añadir a Oliver a la familia sin mucho problema y las conversaciones vuelven a fluir como minutos antes, con comentarios ocasionales de Oliver diciendo que podrían tener su propio equipo de Quidditch. Y que, si no con los hijos que tuvieran Charlie, Bill, los gemelos, Atria y Harry podrían montarlo. Oliver se pasó todo el postre hablando de las posibilidades de un equipo de quidditch que tuviera las habilidades de todos ellos e insistía continuamente en que debían tener hijos sí o sí para que las habilidades se pasaran. Percy, en algún momento, dijo algo como "No quiero que nuestros hijos estén continuamente jugando al quidditch" y Atria vio el momento para molestar a Oliver porque se había tirado todo el rato insistiendo en lo bueno que sería que tuviera hijos con Fred. Había estado tentada en lanzar a Oliver la tarta de melaza, pero se continuvo porque estaba demasiado buena como para malgastarla, así que tuvo que aguantar estar completamente roja prácticamente todo el postre.
El último día de las vacaciones de verano lo pasan encerrados dentro de La Madriguera por la gran tormenta veraniega que hay. Atria no puede evitar pensar que es un desastre de cumpleaños ya que no pueden hacer absolutamente nada. Intentan jugar a varios juegos de mesa muggle, pero no tardan en aburrirse y, también, entristecerse un poco porque las vacaciones de verano acaban ya. Normalmente hubieran podido salir al jardín y divertirse fuera, pero la lluvia no ayudaba con el ambiente.
Y al día siguiente fue bastante peor. La lluvia se mantenía y ya era definitivo que se habían acabado las vacaciones de verano. Tras un mensaje urgente del Ministerio durante el desayuno, los chicos Weasley empezaron a hablar de Ojoloco Moody. Atria no le conocía en persona, pero Remus sí y le había contado las historias. Además de que también había oído las historias del señor Weasley, así que solo participó un par de veces en la conversación. Luego ayudó a la señora Weasley a pedir los taxis para ir hacia King's Cross. Los taxistas estaban bastante molestos por tener que transportar también dos lechuzas y un gato, porque encima Crookshanks estaba completamente asustado por unas bengalas que habían caído del baúl de Fred.
Durante todo el camino intentaron sonsacar a Charlie más información sobre el maravilloso evento que iba a ocurrir en Hogwarts durante ese año, pero ni una sola palabra salió de él, por mucho que lo intentaron. Encima debían tener bastante cuidado con lo que decían porque el taxista era un muggle cualquiera y no querían meterse en ningún lío con el estatuto internacional del secreto mágico.
Cuando llegaron a la estación lo primero fue reunir unos cuantos carritos y luego empezaron a atravesar la barrera por grupos. Harry, Ron y Hermione fueron los primeros, seguidos de los gemelos y Atria, luego la señora Weasley con Ginny y por último Bill y Charlie. Con todos los baúles colocados volvieron hacia donde estaban la señora Weasley, Bill y Charlie, que abrazaba a Ginny.
— Quizá nos veamos antes de lo que piensas —dice, sonriendo.
— ¿Por qué? —pregunta Fred.
— ¿Tiene que ver con el misterioso evento? —pregunta Atria y Charlie asiente.
— No digáis que he dicho nada o Percy me matará, que es "información reservada, hasta que el ministro juzgue conveniente levantar el secreto" —dice, imitando el tono que utilizó Percy cuando habló de ello y todos ríen.
— Ya me gustaría volver a Hogwarts —dice Bill, mirando el tren con nostalgia—. Este curso va a ser realmente interesante.
Atria iba a volver a mencionar la ropa de gala que llevaban en los baúles, pero entonces el silbato del tren sonó y la señora Weasley los empujó a todos al interior del tren.
— Muchas gracias por la estancia, señora Weasley —dice Hermione una vez que han cerrado la puerta. Los siete están asomados a la pequeña ventana del tren, intentando hablar con la señora Weasley.
— Sí, muchas gracias, señora Weasley —añade Harry y Atria se ríe.
— El placer es todo mío —dice, y luego sonríe—. Os invitaría a pasar también las navidades, pero creo que vais a preferir quedaos en Hogwarts con todo lo que va a pasar, sí.
— ¿Qué es lo que va a pasar? —pregunta Ron, enfadado—. ¿Qué es lo que sabéis vosotros tres que nosotros no?
— Esta noche os enteraréis —resuelve ella, pero eso no logra calmar las ganas de saber de todos ellos—. Me alegro de que hayan cambiado las normas, la verdad...
— ¿Qué normas? —preguntan a la vez Harry, Ron, Atria, Fred y George.
— Seguro que el profesor Dumbledore os lo explica —dice ella, retrocediendo un paso al oír como el tren volvió a pitar.
— ¡Decidnos que va a pasar! —grita Fred sacando la cabeza por la ventanilla del tren—. ¿Qué normas van a cambiar?
Era obvio que no iban a tener respuesta, pero fue aún peor cuando vieron como la señora Weasley, Bill y Charlie sonreían y les decían adiós con la mano, para luego desaparecerse. Parecía que se estaban riendo de ellos.
Cuando llegaron al compartimento no había ni rastro de Alicia y Lee, probablemente porque estaban en la reunión de prefectos, pero no tenía ningún sentido que Leah no estuviera. Ella no era prefecta, ¿no? Seguramente estaba con sus primas y vendría más tarde, la prefecta tenía que ser Katie entonces, que no aparecía tampoco. Pero cinco minutos más tarde se abre la puerta del compartimento y Katie entra, frunciendo el ceño.
— ¡Os llevo un buen rato buscando! —dice, visiblemente enfadada—. ¡Siempre vamos en los vagones del medio!
— Estaban ocupados cuando hemos llegado —dice George, encogiéndose de hombros—. Creo que Harry, Ron y Hermione han cogido el último vacío.
— Sí, los he visto mientras que os buscaba —Katie se deja caer junto a Angelina, que se ríe al verla tan enfadada—. ¿Y Leah?
— Pues si tú y yo estamos aquí y Alicia y Lee no, al igual que ella creo que te lo puedes imaginar, ¿no? —responde Atria—. No me ha dicho nada la muy capulla.
— A mí tampoco, ¿te lo puedes creer? Ojalá sea McLaggen el otro prefecto.
— Bueno, al menos ella ha recibido alguna noticia, Alicia dice que ella tampoco sabe nada de la capitanía de Gryffindor —dice Angelina, cruzándose de brazos—. ¿Y vosotros?
— Si alguno de los dos fuera capitán del equipo ya lo sabríais —dice Fred, encogiéndose de hombros—. Y lo mismo pasa con Atria.
— A mí no me la dan a dar, pero si alguna vez lo hacen la pienso rechazar, no quiero tanta presión —dice ella—. Es tuya Angie, quizá la profesora McGonagall te quiere dar la insignia en persona
— Sí, quizá es eso —murmura ella, pero a todos les parece realmente extraño.
Cuando aparece la señora del carrito todos aprovechan para comprarse algunos dulces y no tardan en empezar a jugar una partida de snap explosivo. Cuando van por la sexta partida entran al compartimento Alicia, Lee y Leah, que viene mucho más contenta de lo que cualquiera pensaría.
— ¡McLaggen no es prefecto! —dice, sonriendo de oreja a oreja—. Es Seth, no entiendo como puede ser amigo de ese... ese...
— Ha venido al vagón de los prefectos a saber por qué no le han elegido a él —dice Alicia—. Y entonces Beth le ha dicho que es un inútil y le ha cerrado la puerta en la cara.
— Estoy seguro de que le ha partido la nariz, menudo grito que ha dado —dice Lee, riéndose.
— Espera, ¿Beth también es prefecta? —pregunta Atria y Leah asiente.
— Todas lo somos —dice Leah, logrando que todos guarden silencio.
— Es perfecto —susurra Atria y todos pueden ver cómo le brillan los ojos.
— ¿Qué sean prefectas es perfecto? Lo siento, no lo entiendo —dice Alicia—. Es menos tiempo el que vas a pasar con ellas, tienen que hacer las rutas y... Ya lo he pillado, déjalo.
— Oh, no, no te pienso contar las rutas de los prefectos para que puedas campar a tus anchas por el castillo —dice Leah y automáticamente Atria se levanta del suelo, indignada.
— ¡Somos amigas! ¡Mejores amigas!
— ¿Y eso que tiene que ver?
— ¿No se supone que nos lo contamos todo y eso?
Las risas son instantáneas en el compartimento. Pronto la conversación queda en el olvido, siendo sustituida por el momento de echar a los chicos del compartimento para cambiarse a las túnicas. Y como siempre Atria es incapaz de hacerse el nudo de la corbata.
— Anda, trae, Ciara me ha dicho cuál es el truco este verano —dice Leah, poniéndose justo delante de ella y en unos segundos lo hace—. ¿Cuándo planeas aprender?
— ¿Sabiendo que tú también sabes? Nunca.
Lo que Atria no dice es que le ha agradado que le hiciera el nudo. Que se le ha acelerado un poco el corazón cuando Leah estaba tan cerca. Lo cual era completamente estúpido, así que el resto del viaje se dedicó a evitar pensar en ello, distrayéndose con lo primero que podía. Porque eso ya lo había sentido otra vez, una vez en la que Fred le estaba haciendo el nudo de la corbata. Pero ese sentimiento había desaparecido. O, al menos, si seguía, no lo encontraba en esos momentos. ¿Quizá debería ver si volvía con Fred?
Cuando llegaron a Hogsmeade no tardaron en salir corriendo del tren para llegar a los carruajes antes que todos los demás. Estaba lloviendo tanto que era imposible ver nada por el camino y Atria se lamentaba por los pobres niños de primer curso, que tenían que ir en las barcas. Y no mejoró cuando llegaron al castillo porque Peeves estaba lanzando globos llenos de agua realmente sospechosa. Probablemente había llenado los globos con el agua de alguno de los baños.
— A veces no entiendo si nos tiene aprecio o nos odia —le dice Atria a los gemelos, que se encogen de hombros mientras que se sientan a la mesa.
— Creo que ambas, ten en cuenta que le hacemos competencia con las bromas —dice Fred—. Oye, ¿tu hermano está sacando agua de las zapatillas? Creo que eso explica por qué tengo la sensación de estar metiendo los pies dentro del Lago Negro.
Atria mira rápidamente a Harry, viendo cómo se pone una zapatilla y entonces coge la otra para dejar caer un chorro de agua y decide imitarle, mejorando la sensación de sus pies al instante. ¿Cómo podían estar así si había salido corriendo? Aunque, sin duda alguna, lo peor era el frío que tenía porque toda la ropa estaba empapada. Y tenían que aguantar la ceremonia de selección, la cena y el discurso final de Dumbledore antes de poder ir a la sala común a cambiarse.
— Dame calor, porfa, Fred —dice Atria, pegándose al pelirrojo que pone los ojos en blanco, pero acaba pasando un brazo por encima de los hombros de Atria para acercarla—. Mejor, gracias.
— Creo que estás siendo un poco exagerada —le responde él, pero Atria ya no contesta porque ha decidido intentar dormirse hasta el tiempo que queda para que empiece el banquete. Y porque puede que también se le haya acelerado un poco el corazón. Pero será por el frío, está claro.
No escucha la canción del Sombrero Seleccionador, pero tampoco le preocupa porque siempre dice lo mismo. Que si como se creó el colegio y a qué le daban importancia en cada casa. No llega a dormirse, pero está a punto, claro, lo único que le falla es que entonces seleccionan al primer alumno con un "¡Ravenclaw!" y la casa de las águilas aplaude con ganas, sobresaltándola y haciendo que sus amigos se rían.
— Os odio, a todos —gruñe ella, todavía notando como tiene el corazón acelerado, ahora por el susto. Y no ayuda cuando Leah se acerca a ella para darle un abrazo de consolación porque se le acelera aún más. ¿Pero qué demonios le pasa? No estaba así antes del verano, sus latidos estaban normales cuando la abrazaban los demás. Sí, vale, quizá antes del verano sí que se le había acelerado el corazón alguna que otra vez cuando estaba con Leah por los jardines, pero no era nada del otro mundo, ¿no? Vale, sí, había querido verla en los mundiales, pero era su mejor amiga, así que era normal, al igual que había sido normal querer escribirla durante el verano de forma constante.
Cuando la ceremonia de selección termina, comienza el banquete. Fue el banquete más largo y a la vez más corto para Atria. Largo porque seguía congelada, corto porque tenía hambre y todo estaba tan bueno como recordaba. También ayudaba no haber parado de hablar con Leah durante toda la cena, había sido realmente entretenida. De reojo había podido ver como Angelina y Fred también hablaban sin parar y se hizo la nota mental de volver a hacer de celestina. También vio como George intentaba mirar de forma disimulada la mesa de Hufflepuff, pero no parecía funcionar ya que Alicia y Lee se pasaron toda la noche molestándole con ello. Atria no olvidaba el tema de la chica misteriosa de Hufflepuf, pero no se imaginaba quien podía ser. Mara no tenía pinta, era una prefecta y George no estaba a favor de los prefectos, así que solo quedaban cualquiera de las otras tres chicas. Atria las conocía aún más de vista que a Mara, con quien al menos cruzaba algunas palabras de vez en cuando. Sabía que se apellidaban Smith, Campbell y Dunn, pero no sabía a quién correspondía cada nombre. Sabía que una de ellas se llamaba Zoe, otra se llamaba Emily y la última Astrid. Las tres eran bastante amigas y se llevaban bien con Cedric, y a parte de los saludos casuales en la sala común de los tejones no había llegado a hablar con ninguna de ellas.
— Bien, ahora que todos hemos comido, debo rogar vuestra atención tan solo unos minutos para dar unos anuncios —dice el director Dumbledore una vez los platos están vacíos.
Atria no escucha cuando mencionan lo de la lista de objetos prohibidos, lo prohibido que está el Bosque Prohibido y las excursiones a Hogsmeade, pero lo que definitivamente sí que escucha es que este año no hay copa de Quidditch. Nadie consigue decir nada. Atria mira a Angelina, que no puede parecer más decepcionada y luego mira a los gemelos, que no consiguen decir ni una sola palabra.
— Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso —continúa diciendo el director, pero todo el mundo está demasiado afectado todavía por las noticias—. Tengo el placer de anunciar que, este año en Hogwarts, ...
Pero no termina la frase. Al mismo tiempo que se escucha un trueno ensordecedor se abren las puertas del Gran Comedor. Un rayo lo iluminó en esos momentos, logrando que todos los estudiantes pudieran observarle bien. Cojeaba, le faltaban varios trozos de cara y, lo peor sin duda alguna, eran los ojos. Sobre todo, el que giraba en todas direcciones.
— Os presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor Moody —dice el director, aplaudiendo junto con Hagrid al instante, pero nadie le acompaña.
— Así que ese era el nuevo trabajo de Ojoloco —murmura George y luego mira a Atria—. No pareces sorprendida.
— Me lo dijo Sir.. Remus cuando volvimos de la copa de Quidditch —responde ella, encogiéndose de hombros. Bien, no se habían dado cuenta. Y parecía que le había llamado Sir Remus, fingiría que era un nuevo mote—. Pensaba que lo sabíais, Arthur se lleva bien con él, seguro que lo sabe.
— No soporto tanto secretismo —gruñe Fred—. Espero que digan ya qué demonios va a pasar.
— Es como si Dumbledore le hubiera oído, porque tarda tan solo unos segundos en volver a hablar y, por fin, lo anuncia. El Torneo de los Tres Magos se va a celebrar en Hogwarts durante ese año.
— ¡Se está quedando con nosotros! —dicen Fred y Atria a la vez, logrando romper la tensión que se había creado en el Gran Comedor tras la llegada de Moody. Casi todo el mundo ríe, incluido Dumbledore.
— No me estoy quedando con nadie, señor Weasley, señorita Potter —dice Dumbledore, todavía riendo—. Aunque hablando de ello, este verano me han contado un chiste buenísimo sobre un troll, una bruja y un... —en esos momentos la profesora McGonagall se aclara la garganta de forma realmente ruidosa, interrumpiendo al director—. Sí, bueno, quizá no sea el mejor momento para contarlo... Como iba diciendo, el Torneo de los Tres Magos. Algunos sabréis que es, otros no, así que daré una breve explicación.
Atria no había estado tan pendiente de un discurso de Dumbledore en ninguno de los cinco años que llevaba en Hogwarts. El Torneo de los Tres Magos resultaba de lo más atractivo, participar en una competición mágica contra otros dos colegios europeos tenía que ser alucinante, y más si esos eran Beauxbatons y Durmstrang. ¿Qué importaban el número de muertes? Seguro que se habían ocupado bastante de eso, así que sería totalmente seguro participar. Era bastante buena con la magia, así que tenía posibilidades de ganar si el misterioso juez imparcial la elegía. Tenía hasta octubre para conseguir burlar al juez imparcial para que la eligiera a ella.
— Pienso participar —dice Fred y Atria le mira para ver cómo le brillan los ojos. No puede evitar reírse y piensa en lo mucho que le gusta ver como se emociona por las cosas.
— Yo también y ten claro que el juez me elegirá a mi —le dice, sonriendo—. Os regalaré el premio, yo solo quiero la satisfacción de que he aplastado a otros dos campeones totalmente cualificados.
— Creo que te estás pasando de competitiva, Atria —dice Leah, empezándose a reír, pero para de pronto al ver como el director vuelve a hablar.
— Aunque me imagino que todos queréis llevaros la copa los directores de los tres colegios y el Ministerio de Magia nos hemos puesto de acuerdo en una norma —dice Dumbledore y mira directamente hacia los gemelos Weasley y hacia Atria—. Hemos decidido aplicar una restricción de edad, lo cual quiere decir que no se permitirán menores de diecisiete años.
Así que era a eso a lo que se refería la señora Weasley con lo de que estaba contenta con que hubieran cambiado las normas. Claro, no podían participar. Atria no duda en aguantar la mirada del director Dumbledore cuando dice que se encargará personalmente de que ningún menor de edad pueda presentarse y, cuando acaba el discurso, se gira hacia Fred y George.
— Tenemos que presentarnos —dicen los tres a la vez, para luego ponerse de pie en mitad de la marabunta de gente que se apelotona para ir hacia las salas comunes.
— ¡No puede hacer eso! —dice George, mirando directamente al director Dumbledore—. Nosotros cumpliremos los diecisiete en abril, ¿por qué no pueden darnos una oportunidad?
— Y yo no habré cumplido los diecisiete, pero estoy segura de que conozco magia más avanzada que muchos que ya los tienen —dice Atria, cruzándose de brazos. Vale, ella no puede ir por el tema de la edad porque cumplió los quince el día anterior, pero ¡es una animaga! Y Remus la ha enseñado de una forma realmente eficiente. Quizá podría tener problemas en un duelo real, pero siendo sinceros, ¿cuándo iba a necesitar batirse en duelo?
— No van a impedir que entre —dice Fred, demostrando la testarudez propia de un Gryffindor ante lo prohibido—. Los campeones podrán hacer cosas que en condiciones normales nunca se nos permitirían. ¡Y hay mil galeones de premio!
— Sí —dice Ron, y Atria entonces se fija en que ellos también se han quedado en el Gran Comedor—. Mil galeones...
— Vamos —dice Hermione, sacándole de su sueño—, si no nos movemos nos acabaremos quedando solos aquí.
Subieron los seis juntos hasta la sala común, y los gemelos y Atria no paraban de hablar sobre como burlar al juez imparcial.
— ¿Quién es ese juez imparcial? —pregunta Harry y ve como Atria se encoge de hombros.
— ¿Acaso importa? Una vez estemos dentro tendremos que participar —le responde ella.
— Sea quien sea, es a quien tenemos que engañar —dice Fred—. Supongo que un par de gotas de poción envejecedora para George y para mí y más de un par para Atria bastarán.
— Pero Dumbledore sabe que no tenéis la edad —dice Ron.
— Pero no es a él a quien tenemos que engañar —responde Fred astutamente—. Seguramente el juez elegirá a los mejores de cada colegio sin importar la edad, seguramente Dumbledore solo pretende que no nos presentemos.
— ¡Pero ha habido muertos!
— Sí, bueno, ¿y qué, Hermione? —responde Atria, ignorando la voz preocupada de su amiga—. Fue hace mucho tiempo, habrán mejorado las condiciones de seguridad y, bueno, no sé si os habéis dado cuenta, pero el peligro no es algo que nos eche atrás. A ninguno de los tres.
— Eso es, ¿qué es la vida sin un poco de riesgo? —dice Fred, pasando el brazo por encima de los hombros de Atria, que se ríe. Y a la vez Harry frunce el ceño. Otra vez están pegados. ¿Cuándo planea contarle que tienen? Porque no le gusta, definitivamente no le gusta ver como su hermana tiene a alguien—. Eh, Ron, si averiguamos como burlar la seguridad de Dumbledore, ¿te apuntas?
— ¿Qué te parece? —dice Ron, girándose para mirar a Harry—. La verdad es que no estaría mal, ¿no? Aunque seguramente elijan a alguien mayor, no creo que estemos preparados...
— Yo sí que no estoy preparado —dice una voz detrás de los gemelos y Atria, que se giran para ver a Neville, que tiene una expresión realmente triste—. Estoy seguro de que a mi abuela le gustaría que participase, por todo eso del honor de la familia, pero...
No llega a terminar la frase porque, con la mala suerte que tiene siempre Neville, acaba metiendo el pie en el peldaño falso de la escalera y Harry y Ron tienen que sacarle. Incluso Atria conseguía esquivar el falso peldaño, y eso que no solía fijarse por donde iba. Aunque sí que se había fijado en que George había preguntado la contraseña a un prefecto. Quizá ya no les tenía tanta manía, ¿podría ser Mara entonces la misteriosa Hufflepuff? Era tontería preguntarle por el nombre ya que tenía pinta de que seguía sin conocer su nombre.
— Nos vemos mañana, estoy deseando darme una ducha caliente y ponerme el pijama —dice Atria, despidiéndose de todos con esa frase. Sí, una ducha y el pijama suenan realmente bien en esos momentos para quitarse el frío que tenía en el cuerpo.
_______________________________________________________________
Treinta capítulos ya madre mía parece que fue ayer cuando empecé a subir esto y demás oiewnfwkjenfjkwnefw
¡Y hoy es un capítulo corto! Si por corto entendemos esto JAJAJAJAJA Perdón sé que son capítulos larguísimos, pero es que se me va y generalmente no sé ni por donde cortarlos la verdad jfekwefkjwefw
Vale, a ver, el vestido de Atria. Que he perdido la foto del vestido así que pues nada, a ver si consigo encontrarlo y en el capítulo del baile pues la pondré si la encuentro, si no tocará imaginarlo jajajajaja
Que más... Ah, ya me acuerdo, Elia dijo que quería ver cena de Oliver con los Weasley y aquí está, quería hacerla un poco más larga, pero el discurso de Percy era una completa pesadilla así que he hecho chop chop.
Creo que no me dejo nada más, así que hasta el domingo y os quiero mucho, mil gracias por leer ♥♥♥♥♥♥♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro