Capítulo 23: El mapa
Atria vuelve a ver a Harry cuando salen del baño de prefectos. Fred la acompaña hasta la puerta de la enfermería, ambos de la mano y en silencio. No necesitan hablar, no ahora mismo. Cuando llegan Fred la levanta un poco del suelo durante el abrazo, lo que hace que ella se ría.
— ¿Te vienes a dormir esta noche? —le susurra y ella asiente, para luego darle un beso en la mejilla cuando la deja en el suelo.
— Nos vemos luego —susurra ella de vuelta. No entiende muy bien por qué no puede dejar de sonreír, pero entra en la enfermería así. Y tanto su hermano, como Ron y Hermione la miran fijamente.
— ¿Y a ti que te pasa? —le pregunta Ron y Atria no dice nada, solo coge una silla y se sienta junto a Harry—. ¿Atria?
— He estado flotando en algodón—le responde, sabiendo que eso le va a desconcertar, al igual que también lo hace con Hermione y con Harry. Atria mira a su hermano, que parece aún más confuso de lo normal y le sonríe después de reírse. Está claro que no van a relacionar el algodón con el jabón del baño de prefectos—. ¿Qué tal te encuentras?
Harry no cuenta la verdad, no del todo. La opinión de Atria es como la de Hermione, ninguna de las dos cree en el grim y Ron se asustaría demasiado si le habla de él. Acaban hablando de la escoba de Harry entre las múltiples visitas que estuvo recibiendo el chico durante toda la tarde, incluida la de una sonrojada Ginny que le entregó una tarjeta de saludo que cantaba cuando la abrías. Cuando llegó la hora de la cena Madame Pomfrey declaró que Harry tenía que descansar y que fueran a verle al día siguiente. Así que los echó sin más de la enfermería.
Esa noche le tocaba a Leah cenar en la mesa de Slytherin y Atria lo vio como el momento ideal para acercarse a la mesa de Slytherin y comprobar que Pucey no recordaba nada. Una cosa era meterse en líos por las bromas, otra porque se habían colado en el baño de prefectos. Y también estaba eso de que le había alterado la memoria, claro. Confiaba en su habilididad, pero siempre podía haber algún fallo.
— ¿Me pasas las acelgas, Pucey? —dice Atria, viendo como tiene el bol a su lado y él asiente y se lo da, con una sonrisa que causa que Beth y Lia empiecen a reírse—. Muchas gracias.
— De nada, preciosa —le responde, guiñándole un ojo, pero Atria le ignora, como siempre hace con él.
— ¡Te dije que le gustas! —susurra Lia, emocionada. Adrian Pucey es, entre todos los puristas, el que mejor le cae a Lia sin duda alguna. En las interminables reuniones de los veranos, Adrian siempre es simpático con ella, aunque a veces mantienen la misma conversación varias veces. Se podría decir que son conocidos amigables, sí.
— Ya, ya lo sé —dice Atria, echándose un poco de acelgas en su plato y tanto Julie como Ciara, que estaban bebiendo agua en esos momentos, casi se ahogan.
— ¿Cómo que lo sabes? La última vez lo negaste —le dice Beth, dándole unas palmadas a Ciara mientras que ella se las da a Julie—. ¿Qué te ha pasado con Pucey?
— Nada, ¿por qué iba a pasarme algo? —dice en cuanto ve que Julie está bien. Si de verdad creen que les va a contar lo que ha pasado en el baño de prefectos en el Gran Comedor lo llevan claro.
— ¿Por qué un mes decías que eso era la mayor tontería que habían dicho estas dos? —responde Ciara, pero Atria ya no responde porque se distrae.
Pucey la está mirando. Y su expresión no le gusta nada. Oh, mierda. ¿Habría hecho algo mal? ¿Y si no lo había borrado del todo? ¿Y si sabía que le había borrado la memoria? O, peor, ¿y si no había borrado la ilusión y seguía recordándolo? Qué vergüenza, por favor.
— ¿Qué te pasa? —le susurra Leah, viendo la expresión de Atria y tiene que mover la mano delante de ella para que reaccione—. ¿Atria?
— Tengo que irme —murmura, levantándose de la mesa. Antes de salir del Gran Comedor coge una naranja y mira a Pucey de reojo. Tiene que conseguir que salga de ahí para borrarle la memoria. Eso o encontrarle a solas en algún sitio. No puede dejar que sepa que conoce un hechizo para crear ilusiones.
No tarda nada en salir del Gran Comedor e ir hacia la enfermería. Necesita la capa y no sabe dónde la guarda Harry. Sí, quizá podría preguntar a Ron, pero siempre hacía demasiadas preguntas y, en esos momentos, preguntas era lo que menos quería Atria. Sobre todo, por parte de Ron, que solo acabaría metiéndola en un lío porque se acabaría enterando Remus.
— Oh, hermanito del alma —empieza a decir Atria cuando entra a la enfermería y Harry se ríe.
— ¿Qué es lo que quieres, Atria?
— ¿No puedo venir a verte? Me ofendes, Harry —le responde, riéndose junto a Harry—. Puede ser que... ¿necesite tu capa? Te prometo que te la devolveré.
— ¿Es para alguna broma? —le pregunta Harry y Atria duda. ¿Qué es mejor, que le diga que sí y mienta o que le diga la verdad y entonces pregunte más?
— Algo así —acaba diciendo— para observar los resultados, más bien.
— Ya —responde Harry, no está muy confiado en dejarle la capa a Atria porque realmente parece que se ha metido en un lío, pero tampoco puede decirle que no—. Está en mi baúl, si no la encuentras Ron puede...
— No, nada de meter a Ron, no, no —Atria le interrumpe y Harry levanta una de sus cejas, mirando a su hermana, que intenta justificarse con un balbuceo ininteligible.
— Vale, nada de Ron —murmura Harry y Atria asiente, sonriendo de nuevo.
— Creo que mejor me voy antes de que Madame Pomfrey vuelva y quiera echarme —le dice, sonriendo y le tiende la naranja—. Para ti, da muchas vitaminas.
— Gracias —dice Harry, sonriendo.
Su hermana le parece curiosa cuando menos. Siempre sonriendo, siempre alegre. Se preocupaba por él cuando era necesario y no estaba encima, atosigándole. Quizá tendrían que hablar un poco más, como los hermanos normales. Pero ninguno de los dos estaba cerca de ser normal, ni siquiera para el estándar de un mago.
Atria sale de la enfermería fingiendo tranquilidad, pero en cuanto está fuera y cierra la puerta sale corriendo hacia la torre de Gryffindor. Tiene que coger la capa antes de que llegue Ron y el mapa antes de que la vean los gemelos. Ya le contará luego el problema a Fred, ahora mismo la prioridad es borrar la memoria de Pucey para evitar posibles chantajes por parte del Slytherin. ¿De verdad tenía que haber ido al baño de prefectos en esos momentos?
— ¿Contraseña? —le pregunta Sir Cardogan cuando llega y Atria se mira el brazo.
— ¿Rompetechos? No la has vuelto a cambiar, ¿verdad? —le dice y cuando el retrato se abre Atria respira, aliviada. Estaba deseando que la señora Gorda volviera para poder tener una única contraseña y no las siete que tenían actualmente.
Ya empieza a haber algunos alumnos en la Sala Común que, o bien no han bajado a cenar, o han terminado pronto, pero ninguno se sorprende cuando ven a Atria subir por las escaleras de chicos. Entra directamente a la habitación de Harry y se pone a rebuscar dentro de su baúl, que sin duda tenía que limpiar un poco porque estaba hecho un desastre, peor que incluso el suyo, que no se caracterizaba por estar muy bien.
Atria saca la capa y, antes de que llegue alguien más, se la pone. Y se emociona porque, bajo esa capa, años atrás, se escondían los merodeadores. ¿Y si se la llevaba luego a Remus para que la viera? Sí, haría eso, le haría una visita asustándole un poco ya que estaba, quizá le venía bien porque la luna llena era en nada.
La siguiente parada de Atria es el baúl de Fred y no tarda en llegar. Para su buena suerte, Lee está en la habitación, pero lavándose los dientes así que no tarda en levantar la tapa del baúl, intentando hacer el menor ruido posible y saca el mapa de la forma más disimulada. En cuanto lo tiene en sus manos cierra el baúl y, cuando se pone de pie, entran Fred y George, hablando de ella, para su sorpresa.
— ¿Qué crees que la pasaba? —pregunta George y Fred se encoge de hombros—. Venga ya, habéis estado juntos toda la tarde.
— No, ella ha ido a visitar a Harry a la enfermería —le responde Fred, que se acerca a su cama y Atria tiene que esquivarle.
— Igualmente, os habéis ido al baño de prefectos, habéis estado juntos mucho rato —insiste George, que persigue a Fred por la habitación hasta que él abre el baúl. Bueno, tampoco es que se lo fuera a ocultar.
— ¿Para eso querías la contraseña? ¿Para ir con Atria al baño de prefectos? —pregunta Lee, sacándose el cepillo de dientes de la boca—. ¿Por qué no me extraña?
— Se ha llevado el mapa —susurra Fred a George y, de golpe, se preocupa. Atria estaba en la mesa de Slytherin, se ha ido antes de tiempo, no está el mapa y ella no está en ninguna parte. Sí, podría estar en su habitación, pero Fred sabe que no es así. Es perfectamente consciente de que algo más ha pasado. Y le molesta, porque si Atria se ha ido así y ha cogido el mapa, es porque algo ha fallado en su hechizo. No quiere que Pucey recuerde la ilusión de Atria.
Atria no escucha la respuesta de George porque sale casi corriendo de la habitación de los chicos. Tiene que encontrar a Pucey antes de que sea demasiado tarde, luego se lo contará, sí, cuando vaya a dormir esa noche. Harry va a estar en la enfermería toda la noche, podría enseñarle la capa a Remus al día siguiente, sí. Todo saldrá bien. Al menos ha aprendido una lección, probar las cosas primero.
Aprovecha que por el hueco del retrato entran algunos de sus compañeros para salir y, en cuanto tiene un pie fuera, abre el mapa. Se queda apartada junto al cuadro, donde sabe que nadie se chcocará con ella y empieza a buscar a Pucey. Primero mira en el Gran Comedor, pero allí no está así que sigue el camino hacia las mazmorras. Y está en la sala común. Atria no pierde el tiempo y se va directa hacia allí. Tiene que utilizar el encantamiento desmemorizador, no puede arriesgarse a usar uno de los suyos. Le hará olvidar lo que ha hecho hoy y ya está, todo estará solucionado y no se meterán en un lío por haberse colado en el baño de prefectos y por haberle intentado borrar la memoria.
Atria se queda parada delante de la puerta de la sala común de Slytherin, pensando. ¿Por qué está haciendo esto exactamente? ¿Por el miedo al castigo o por el miedo a que se den cuenta de lo que de verdad intenta? Porque si Remus se entera de que ha usado uno de sus hechizos sabrá que pretende. Siempre acaba averiguandolo. Tiene claro que, lo único que le molesta de Pucey es que los haya interrumpido cuando estaban a punto de besarse, pero ¿eso justifica que le haya intentado borrar la memoria? Está claro que no, pero sabe que una parte de ella lo ha hecho por pura venganza por interrumpirles.
— Pureza —le dice a la pared, que se abre ante sus ojos y entra, sin más. Ninguno de los Slytherin se molesta en ver quien ha entrado dentro de la sala común, demasiado ocupados en sus asuntos como para algo tan mundano.
Pucey no está en ninguna parte de la sala común, así que Atria vuelve a sacar el mapa y mira su punto. Sabe cuáles son las habitaciones de chicas, así que dirige la mirada automáticamente hacia las de chicos. Pucey está solo en una de ellas, a mitad del pasillo. Atria tiene que esquivar a Malfoy, que va gritando varias tonterías sobre Remus y se planea hechizarle para que cierre la boca, pero si lo hace la descubrirán, así que se muerde la lengua y sigue avanzando. No puede creerse la suerte que tiene cuando ve la puerta abierta y a Pucey sentado tranquilamente sobre su cama, escribiendo en un trozo de pergamino. Atria casi se siente mal por tener que desmemorizarle. Se acerca lentamente hasta él y levanta la varita, pero en ese momento Pucey se mueve para mojar más la pluma y Atria lee lo que pone en el papel. Es una lista que pone "Cosas que he hecho hoy" y al lado tiene puesta la fecha.
1. Desayunar.
2. Ver el partido de Quidditch entre Gryffindor y Hufflepuff.
3. Comer.
4. Hacer las redacciones de pociones y herbología.
5. Ir a darme un baño en el cuarto de baño de los prefectos.
6. La migraña ha tenido que ser horrible porque me he quedado dormido allí.
7. Elogiar a Atria Potter (sin resultados, como siempre).
8. Cenar.
9. Escribir qué he hecho hoy.
Atria tiene que contener un chillido porque su hechizo ha funcionado. Tiene que apartarse rápidamente antes de que Pucey se choque con ella y se dirige hacia el escritorio que tiene en la habitación para guardar el trozo de pergamino y luego sale de la habitación, entrando a lo que Atria supone que es el baño. La curiosidad la puede, así que abre el cajón y busca el primer trozo de pergamino. Tiene fecha de 1990, y, si Atria no recuerda mal, tiene la fecha del primer partido de quidditch de ese año, Gryffindor contra Slytherin. Pucey había jugado y Gryffindor había perdido escandalosamente ya que Wood había quedado inconsciente. También recordaba que Pucey había recibido un golpe bastante fuerte con una bludger lanzada por George, pero se había levantado y había seguido jugando, como si nada. Bueno, quizá un poco más desorientado de lo que estaba antes.
No le da tiempo a cerrar el cajón antes de que Pucey salga del baño. El chico se queda parado en mitad de la habitación, mirando el cajón y suspira.
— Mejorarás. Sí, a lo mejor cuando Snape deje de ser cruel con los Gryffindor de forma gratuita y Dubledore deje de darles puntos por cosas estúpidas como que Potter se suene los mocos—le oye murmurar, acercándose al cajón y cerrándolo de un golpe.
Pucey se sienta en la cama y se lleva las manos a la cara. Y Atria siente pena, porque sabe lo que se siente al no poder ser capaz de recordar nada durante mucho rato. Podría arreglarle. Podría ayudarle. Sería tan fácil ayudarle. Pero no puede hacerlo ahora.
Atria vuelve a su sala común, pensando en cómo ayudar a Pucey sin que él lo sepa. Sabe que es perder sus recuerdos, no se lo desearía a nadie. Andar alrededor de tus amigos sin saber quiénes son, pero sabes que los conoces. Saber únicamente como te llamas y como eres, pero no poder encajarlo en ninguna parte.
Cuando llega al retrato ni siquiera se quita la capa, le dice la contraseña a Sir Cardogan y luego sube directamente a la habitación de Fred, abriendo la puerta con cuidado. Cada uno está en su cama, haciendo cosas distintas. Lee tiene el libro del club de lectura abierto, pero no parece ser que le guste mucho ya que se le cierran los ojos. George garabatea en la sección de pasatiempos de la última revista de Quidditch Al Momento que ha salido. Y Fred finge que duerme.
— ¡Joder! —grita Lee cuando Atria se quita la capa y aparece en mitad de la habitación. Iba a cerrar el libro para irse a dormir y, de repente, ella había salido de la nada. Y va directa hacia Fred, que del susto de Lee se había sentado en la cama y la miraba.
A George se le había caído el bote de tinta en la cama del susto que le había dado Lee, pero en cuanto vio como Atria iba hacia Fred ese dejó de ser su problema.
— ¿Qué ha pasado? —le pregunta, acercándose a la cama de Fred, donde ella ya está escondida en el cuello de su hermano y él la abraza con fuerza.
— ¿Estás bien? —pregunta Lee, acercándose también y se sienta en la cama, justo a la vez que George.
Oyen que Atria murmura, pero no llegan a entender nada de lo que dice, a diferencia de Fred, que entiende todo al estar tan cerca de ella. Y no duda en abrazarla más fuerte.
— Pucey entró al baño de prefectos cuando todavía estábamos en el agua —dice Fred a George y Lee, que asienten— y amenazó con quitarnos puntos. Así que Atria le hizo olvidar que nos había visto allí, pero en la cena ha pensado que no lo había hecho bien y...
— Tiene problemas de memoria y yo le he alterado su memoria, soy horrible —oyen decir a Atria, esta vez más claro.
— No eres horrible, no lo sabías —le dice George y le frota la espalda, intentando calmarla un poco—. No tenía que haberos amenazado con quitaros puntos.
— Solo eran puntos, no tenía que haberle alterado la memoria —dice ella, alejándose un poco de Fred, lo justo para poder girarse y mirar a sus amigos.
— Bueno, nos había amenazado —le recuerda Fred. Entiende porqué Atria se siente mal, pero no lo comparte. Es un Slytherin que estaba abusando de su poder como prefecto. Y les había interrumpido—. Tampoco tienes por qué ayudarle. ¿Acaso ha sido agradable contigo alguna vez?
— Bueno... las chicas dicen que... —murmura y Lee empieza a reírse a carcajadas al ver que empieza a ponerse roja.
— ¿Le gustas? ¡Eres adorable, Atria, mirad como se está poniendo, haces juego con el pelo de los gemelos!
Y entonces Atria se levanta de la cama, coge la capa de Harry y se la vuelve a poner encima, desapareciendo. No se pone roja porque le guste a Pucey, no, se pone roja por la forma en la que ha descubierto que le gusta a Pucey. Definitivamente tenía que tener cuidado con sus hechizos porque luego pasaban cosas así. Y algo en lo que no había pensado seriamente hasta el momento era que Fred también lo había visto. Oh, por Morgana. En el baño no había parecido tan mala idea, había sido tan divertido ver como Pucey era incapaz de hablar. Ahora agradecía estar bajo la capa de invisibilidad.
— ¿Eso es una capa de invisibilidad? —preguntan los gemelos a la vez y Atria se ríe.
— Es de Harry —dice, todavía sin salir de debajo de la capa, por lo que tanto los gemelos como Lee empiezan a intentar encontrarla.
El juego sigue durante un rato, las risas llenan poco a poco la habitación y, al final, Atria acaba siendo pillada por George, que la levanta por los aires en cuanto la coge, haciendo que suelte una gran carcajada.
— ¿Esa era Atria? —Percy aparece en la puerta, segundos después y era como si hubiera corrido para bajar las escaleras—. La he oído, no mintáis.
— ¿Acaso la ves aquí, Percy? —le dice Fred, sonriendo. Es demasiado divertido para ser real.
— ¿Dónde la habéis escondido? —pregunta, mirando a George que niega y luego mira a Lee, que se encoge de hombros.
Percy no tarda en cerrar la puerta y arrastra el baúl de Lee hacia ella, dejándola bloqueada, en un intento de pillar a Atria. Mira debajo de las camas, en el baño, en los armarios y entre las cortinas, pero no encuentra rastro de ella. Mientras tanto, Atria intenta contener la risa, apoyada junto a la puerta.
— Sabéis que no puede estar aquí —repite Percy y luego se acerca a Fred, poniéndose delante de él—. No sé si estáis juntos o qué, pero lo de dormir en la misma habitación se ha acabado.
— Percy, Atria no está aquí, ¿no lo ves? —le repite, pero la sonrisa le delata y Percy lo sabe.
— Pienso escribir a mamá, y le diré que...
— ¿El qué, Percy? ¿Qué duermo con Atria a veces? Como que mamá no lo sabe —Fred le interrumpe, cruzándose de brazos—. ¿No eras tú el que iba con su novia escondiéndose en las clases para unos besitos? Por cierto, tengo cierta... información. Sobre ti y otra persona, su nombre empieza por O.
Es instantáneo. Las palabras que les había contado Ginny en el tren de vuelta a casa el verano anterior junto con la nueva información que tiene Fred tiene efecto y Percy se pone tan rojo como su pelo. Balbucea algunas cosas y, al final, se gira para devolver el baúl de Lee a su sitio y sale de la habitación. Pero vuelve a entrar al segundo.
— Espero que estés siendo responsable con lo que hacéis —dice, antes de cerrar de nuevo la puerta, no habiendo levantado la mirada del suelo en ningún momento.
Todos aguantan la risa hasta que Atria decide que no puede más y consigue, sin empezar a reírse, silenciar la habitación antes de estallar con una carcajada. Y todos acaban uniéndose.
— Si llego a saber antes que eso le iba a callar hubiera estado todo el verano diciéndolo —dice George, limpiándose las lágrimas de la risa. Evita mencionar lo que ha dicho Fred, porque si Percy quiere mantener en secreto que está liado con Oliver ellos no van a ser quienes lo digan en voz alta. Aunque aprovecharán la información, por supuesto—. El prefecto perfecto y Premio Anual escondiéndose en las clases abandonadas por unos besos. Imaginad la cara de mamá al saber que no es tan perfecto.
— ¿De verdad hizo eso el año pasado? —pregunta Lee y los gemelos asienten.
— Nos lo contó Ginny en el tren el año pasado, le pilló ella —dice Fred, que va directo hacia la puerta y la abre, mirando a ambos lados—. Sí que ha salido corriendo, pensaba que iba a quedarse escuchando.
— ¿No has visto lo rojo que estaba? —le pregunta Atria, y luego le señala su pelo—. Esto no es nada en comparación.
— Bueno, dejemos a Percy, vamos a lo interesante, ¿de dónde ha sacado Harry esa capa de invisibilidad? —pregunta George en cuanto Fred cierra la puerta y todos están, de nuevo, en la cama de Fred.
— Era de nuestro padre —dice ella, encogiéndose de hombros—. No sé quién la tenía, pero se la devolvieron en las Navidades de primero.
— ¿Lo sabes desde entonces y no nos has dicho nada? Esto es alta traición, casi igual de mal que lo de la sala común de Slytherin —dice George, cruzándose de brazos y Atria se ríe.
— Es la primera vez que la uso, ya os lo he dicho, es de Harry. No había tenido necesidad de pedírsela hasta ahora —dice, bajando cada vez más la voz.
— ¿Y tú no tienes nada de tus padres? Me parece un poco injusto —dice Lee rápidamente, intentando evitar que Atria vuelva a como estaba antes.
— No, claro que tengo, fotos, los cuadernos de mi madre y las historias de Remus. Tengo mucho más de lo que tiene Harry —dice Atria y, de repente, se de cuenta de lo que ha dicho. Mierda.
— Remus —dice Lee, lentamente.
— Es otro Remus, no el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras —dice ella rápidamente, pero es incluso peor que lo intente solucionar así.
— ¿¡Tu padrino es el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras!? —grita Lee, levantándose de la cama y empezando a dar vueltas por la habitación—. ¡Ahora todo tiene sentido, por eso vino al compartimento! ¿Vosotros lo sabíais?
— Desde los tres años, cuando la conocimos —dice Fred, riéndose y Lee se lleva las manos al pelo, empezando a tirar de él.
— ¡Soy el único que no lo sabía! —chilla y Atria niega.
— De hecho, eres el único que lo sabe, a parte de todos los Weasley, claro —le dice, y luego se pone de pie, a su lado. Atria se pone seria y apoya la mano en el hombro de Lee—. Tienes que guardar el secreto.
— ¿Qué? ¿Por qué? ¡Tendrías un poder increíble en el colegio! —dice Lee y Atria niega—. Venga ya, no me digas que no quieres tener ese poder. ¡Tu padrino es el mejor profesor que hemos tenido hasta la fecha!
— Ya, y no quiero que Harry se sienta de pena porque él vive con los muggles y yo vivo con mi padrino —le responde, cansada de ello. También se lo quiere contar, pero no puede porque Remus es tonto.
— ¿Y Harry no tiene padrino? —pregunta Lee y Atria cierra los ojos. ¿Qué tiene que hacer ahora? ¿Contarle que el padrino de su hermano pequeño es el supuesto asesino Sirius Black? Todos piensan que es un asesino, Lee no va a pensar distinto.
— Sabes que puedes confiar en Lee —le dice Fred y Atria suspira—. Solo escúchala, no grites.
— Sirius Black —murmura Atria.
— El asesino que entró en Halloween —dice Lee y Atria asiente, pero luego niega.
— No es un asesino.
— Mató a once muggles y al mago ese —dice Lee y Atria vuelve a negar.
— Estoy segura de que no lo hizo él, algo más pasó esa noche, Sirius no... —intenta decir Atria, pero Lee la corta, poniéndose serio.
— Mira, sé que eres una bruja extraordinaria, pero no puedes negar lo evidente. Mis padres me lo contaron este verano, encontraron a Black en el lugar de la explosión, riéndose a carcajadas junto al dedo del mago y los cuerpos de los muggles —dice Lee y, ante eso, Atria sabe que no puede defender a Sirius. Así que vuelve hacia la cama, donde está la capa y la coge.
— Hasta mañana —dice, antes de meterse debajo de ella.
Lee ni siquiera dice nada, se va hacia su cama y se tumba en ella, volviendo a coger el libro que estaba leyendo. Los gemelos se miran y ambos suspiran cuando ven como la puerta se abre y luego se vuelve a cerrar, sigilosamente.
— Voy yo —murmura George, saliendo detrás de Atria. La conoce, sabe que no va a subir a la habitación, así que, cuando llega a la sala común, se sienta junto al fuego—. Si quieres esconderte este no es el mejor lugar, Ron y Hermione siguen aquí.
— No me estoy escondiendo —murmura Atria a su izquierda y George pone los ojos en blanco.
— Sabes que te creemos, ¿verdad? —le dice, y, esta vez, de verdad que intenta creer lo que dice Atria. Arthur Weasley siempre había hablado abiertamente de lo que había hecho Sirius Black y, ese verano, lo dejó aún más claro cuando salió en El Profeta que se había escapado de Azkaban.
— Sé que parece una locura, pero de verdad creo que no lo hizo, que hay algo más que no sabemos y... —le contesta Atria, dejándose caer sobre el hombro de George, que se ríe al notar donde está ahora exactamente—. Me gustaría hablar con él.
— Sí, claro, ¿por qué no? Si quieres podemos poner unos cuantos carteles en Hogsmeade la próxima vez —le responde George, siendo completamente sarcástico—. Le podemos invitar a tomar una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas y luego, si quieres, también le llevamos a Zonko.
— Yo no he dicho eso —se defiende Atria, pero George niega.
— No vas a ir a buscarle, se lo contaré si te atreves a hacerlo —la amenaza y Atria, bajo la capa, frunce el ceño.
— No lo harás.
— Claro que iré a contárselo a Remus —le susurra, enfadado—. Sea o no un asesino, está en búsqueda y captura, Atria, si te ven con él dirán que le estás ayudando.
— ¿Y qué si lo hago? —susurra ella, con gran agresividad.
— Oh, sí quieres te cuento donde acabas como le ayudes —le responde, para luego girarse y quitarla la capa de encima—. A los ojos de todo el mundo es un asesino, si le ayudas eres su cómplice. ¿Quieres acabar en Azkaban? Estupendo, estoy seguro de que serás la bruja más joven de la historia en entrar.
— ¿Qué más te da? Si consigo encontrarle iré sola —le suelta y George se ríe.
— ¿De verdad te crees que te vamos a dejar ir sola?
— ¿Esa no es la capa de Harry? —y Ron entra en la conversación, como siempre en el momento más inoportuno—. ¿Y a dónde no la vais a ir dejar sola?
— Cotilla —le suelta Atria y George asiente. Ambos se levantan a la vez del suelo y luego se cruzan de brazos, mirando a Ron con el ceño fruncido.
— Vamos a otro lugar donde podamos hablar sin que se metan en nuestros asuntos —dice George y Atria asiente.
— ¿Podéis dejar de hacer eso? —dice Ron y entonces ambos sonríen.
— ¿El qué, Ronnie? —dice George, moviéndose hacia él, como Atria.
— ¿Movernos a la vez? —dice ella, y ambos vuelven a acercarse más.
— ¡Parad! —dice cuando ambos intentan meterle un dedo mojado en saliva en el oído y Hermione, al fondo, se ríe.
— Parecen mcuhos años de práctica —dice y ambos sonríen.
— Bastantes —dicen a la vez, para luego chocar los cinco. Y vuelven a intentar meterle el dedo mojado a Ron en la oreja, que los empuja y se esconde detrás de Hermione.
— Eres un aburrido, Ron —George intenta aguantar la risa porque, con lo alto que es Ron, verle detrás de Hermione que claramente no le tapa, es demasiado—. ¿Te vienes a dormir, Atria?
— Por supuesto, no pienso intentar nada con Hermione como guardaespaldas del pequeño Ronnie.
Hermione vuelve a reírse cuando ambos se giran a la vez. Coordinarse para molestar a Ron era uno de sus pasatiempos favoritos, así que les resulta realmente fácil. Antes de entrar a la habitación Atria vuelve a ponerse la capa y, cuando ve que Lee ya está dormido, se la quita.
— Anda, si has conseguido traerla de vuelta —dice Fred, y no puede evitar sonreír un poco.
— Sí, pero no va a dormir contigo —le dice, sacándole la lengua y Atria se ríe.
— Es decir, que no vais a dormir —dice y ambos se encogen de hombros. Sí, es lo más probable, lo único que hacen es darse patadas mutuamente y clavarse los codos. Y pelearse por la almohada y las mantas.
Cuando al día siguiente Fred se despierta y ve como están dormidos George y Atria agradece tener el sueño profundo porque era imposible que hubieran estado callados durante toda la noche. El codo de George estaba en las costillas de Atria, mientras que la rodilla de la chica estaba en el estómago del pelirrojo. Las mantas estaban totalmente sacadas de la cama, puestas de cualquier forma sobre ambos y la almohada... la almohada ni siquiera estaba en sus cabezas, había acabado a los pies de ambos. No puede evitar reírse porque sabe que ambos van a tener un dolor de cabeza espantoso por haber dormido juntos. Y ojeras, también tendrán unas preciosas ojeras. Y quizá una pequeña broma como despertador. Casi nunca tiene la oportunidad de gastarle una broma a ambos a la vez, así que este es el momento. Fred no tarda en ir hasta el baúl de George, donde sabe que guarda algunas bombas fétidas y sonríe en cuanto tiene una en la mano. Vuelve hasta su cama para coger la varita y luego vuelve hacia Geoge y Atria, dejando la bomba fétida entre ambos. Repite el mismo hechizo que había creado Atria para que las cosas no se le salieran del caldero cuando explotasen y entonces apunta a la bomba fétida, haciéndola estallar.
Ambos se despiertan con caras de asco y tos mientras que Fred se ríe sin parar. Hasta que ambos se levantan de la cama y salen disparados hacia él para que huela todo el olor de la bomba fétida.
— ¡Te voy a matar! —le grita Atria, que ha conseguido engancharse en una de sus piernas y, gracias a que George está forcejeando con él, puede tirarle al suelo.
— ¡Vamos a estar apestando todo el día! —le grita George y empieza a restregarle el pijama en la cara, causándole unas arcadas bien merecidas—. ¡Dale tu estúpida naranja y deja que se quede con todos los granos!
— ¡Dalo por hecho!
Lee no se sorprende al verlos en el suelo, peleando como si tuvieran cinco años. Pasa a su lado y sale de la habitación para chocarse con las chicas.
— Fred ha tirado una bomba fétida a George y Atria, no os recomiendo entrar ahí —les dice y las cuatro no tardan en darse la vuelta para bajar de nuevo a la sala común y luego irse a desayunar. Sí, no piensan entrar en una habitación con olor a bomba fétida.
Bajan a desayunar tranquilamente y, media hora después, aparecen los gemelos con Atria, y los tres ya han dejado de pelearse por la bomba fétida —porque, si de algo saben es de quitar olores no deseados— y van hablando y riendo. Atria y Lee ni siquiera cruzan ni una sola palabra durante el desayuno, ni durante los siguientes días, claro. Primero fueron a la enfermería a ver a Harry, que seguía bien, aunque cuando vio a Oliver se preocupó un poco. El mayor le aseguró, con una voz de ultratumba que nunca nadie le había oído, que no era culpa suya que hubieran perdido. Al menos los entrenamientos de quidditch se relajaron un poco hasta que Ravenclaw derrotó a Hufflepuff en el partido de antes de las vacaciones y Oliver volvió a recuperar su obsesión por el quidditch y ganar la copa ese año ya que volvían a tener muchas posibilidades. Atria consideraba que era estúpido estar entrenando tanto ya que todos menos Harry y ella se iban a ir de Hogwarts durante las vacaciones de Navidad, pero de poco servía contárselo a Oliver, que insistía en la importancia de que ambos entrenasen mientras que estuvieran en el colegio. Atria se negaba a pasarse las Navidades entrenando porque tenía planeado ir a ver a Remus todos los días ya que, de Gryffindor, solo se quedaban su hermano y sus amigos, que parecían estar calmados este año y no era necesario cuidar de ellos.
— Es el día —le susurra Fred a Atria durante el desayuno y ella suspira. Sí, sabe que le van a dar el mapa a Harry, pero no puede evitar sentirse mal. No se lo había contado a Remus porque no tenía muy claro qué pensaría de la idea, pero al menos sí que le había enseñado la capa y, aunque no lo hubiera dicho, había disfrutado escondiéndose bajo ella y bajando a las cocinas, como hacía con James, Sirius y Peter tantos años atrás. La única diferencia es que ahora, lo había hecho con Atria porque dos de sus amigos estaban muertos y uno fugado de Azkaban.
— ¿Dónde se lo damos? —susurra George y Atria se encoge de hombros.
— Si queremos que vaya lo mejor es el tercer piso, al lado del pasadizo —les dice y ambos asienten.
En cuanto se aseguran de que Harry se va con Ron y Hermione para despedirse de ellos, los tres ponen rumbo hacia el tercer piso, escondiéndose detrás de la estatua de la bruja tuerta. No tardan en verle pasar, con la revista de El mundo de la escoba en la mano y una cara realmente triste.
— ¡Pss, Harry! —le llaman los gemelos y él se gira, mirando a los tres.
— ¿Qué hacéis? ¿No deberíais estar yendo hacia Hogsmeade? —les pregunta con curiosidad mientras que se acerca a ellos—. ¿Estáis planeando algo?
— De momento no —dice Atria, riéndose.
— Entra aquí, hemos venido a darte un poco de alegría antes de irnos —le dice Fred, guiñándole un ojo y señala el aula que tiene detrás.
Los tres lideran la marcha y Harry vuelve a ver como Atria y Fred van juntos, tan juntos que parece que están pegados. ¿La alegría sería que le iban a decir que estaban saliendo? ¿Qué pintaba George en todo eso entonces? ¿Y por qué Fred estaba sacando de debajo de su capa un trozo de pergamino con un gesto demasiado exagerado?
— Considéralo un regalo de Navidad por adelantado —dice George, sonriendo ampliamente.
— ¿El qué? ¿El trozo viejo de pergamino? —pregunta Harry, temiendo ser víctima de una broma de los tres.
— ¡Un pergamino viejo, os dije que era una tontería dárselo! —dice Atria, cruzándose de brazos y los gemelos ponen unas expresiones de dolor, como si les hubiera ofendido.
— Esto es el secreto de nuestro éxito —le dice George.
— Nos cuesta desprendernos de él, a algunos más que a otros —dice Fred, mirando a Atria y ella pone los ojos en blanco. Si supiera porqué le cuesta tanto no sería tan pesado—. Pero hemos llegado a la conclusión de que tú lo necesitas más que nosotros.
— Sigue siendo un trozo de pergamino viejo —repite Harry y los tres niegan.
— George, por favor, explícaselo.
— Verás, Harry, cuando estábamos en primero y éramos jóvenes e inocentes... —Atria suelta una carcajada ante las palabras de George, mientras que Harry se ríe de forma más disimulada—. Bueno, más inocentes de lo que somos ahora, tuvimos un pequeño problema con Filch.
— Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.
— Así que comenzó con el habitual...
— ... castigo...
— ... de descuartizamiento...
— ... y fue inevitable que viéramos en uno de sus cajones un cartel que ponía "Confiscado y altamente peligroso" —dice Fred y Atria se ríe. Ha visto ese cajón y, meter ahí el mapa junto a la gran cantidad de basura que guarda Filch es una gran ofensa para los merodeadores.
— No me digáis —dice Harry, sabiendo lo que hicieron.
— Bueno, ¿qué hubieras hecho tú? —dice Fred—. George se encargó de distraerle con otra bomba fétida y yo fui a toda prisa a cogerlo.
— Creemos que Filch no sabía utilizarlo, pero tenía una ligera idea de lo que era —dice George y Atria no puede evitar reírse. Es obvio que conocía el mapa, dudaba mucho que su padre o Sirius hubieran sido discretos alguna vez con él—. Si no, no lo hubiera confiscado.
— ¿Y sabéis utilizarlo?
— ¿Pero qué te crees? ¡Claro que sabemos! —le dice Atria y vuelve a mirar a los gemelos—. ¿De verdad tenemos que dárselo? ¡Es un desperdicio, ni siquiera está emocionado!
— Bueno, si me dijerais de una vez qué es... —dice Harry, mirando a su hermana y ella pone los ojos en blanco.
— Esta maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio —dice Fred y Atria tose—, menos quizá uno.
— Eso está mejor —le susurra al oído y Fred se ríe. Y Harry se molesta.
— ¿Me estáis tomando el pelo? —dice, un poco molesto por todo el espectáculo que están montando y, también, por Atria y Fred. No le gusta que su hermana sea tan cercana a alguien.
— Ah, ¿sí? ¿Te estamos tomando el pelo? —dice George y saca su varita para apuntar al mapa—. Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
Atria suspira cuando ve aparecer las palabras. Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta proveedores de artículos para magos traviesos están orgullosos de presentar EL MAPA DEL MERODEADOR. Va a ser las última vez que las vea en un largo tiempo y tiene que esforzarse por fingir que todo está bien, que solo es un mapa y que no tiene nada que ver con ella. Solo espera que, cuando Harry descubra quien lo hizo, no se enfade con ella.
— Exactamente hay siete pasadizos que llevan a Hogsmeade, pero Filch conoce estos cuatro —dice Fred, señalándolos en el mapa—. De estos tres estamos seguros de que no conoce su existencia.
— Pero hay unos cuantos problemas con algunos de ellos —añade Atria y Fred asiente para empezar a explicar los problemas que hay y cual es el correcto—. Este te lleva directamente hasta el sótano de Honeydukes, lo hemos atravesado multitud de veces. La entrada está, como bien has debido de notar ya, junto a la entrada de esta aula, en la joroba de la bruja tuerta.
— Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta, les debemos tanto... —dice George, con un suspiro y Atria se ríe. Literalmente ella le debe la vida a Cornamenta y a Lunático.
— Hombres nobles que trabajaron sin descanso para ayudar a una nueva generación de bromistas —dice Fred, solemnemente.
— Bien —dice añade George—, no te olvides de borrarlo después de haberlo utilizado.
— Si no cualquiera podría leerlo —dice Fred en tono de advertencia.
— No tienes más que tocarlo con la varita y decir "Travesura realizada" —añade Atria, sonriendo a pesar de todo. Se lo tendrá que pedir alguna vez solo para poder volver a decir las palabras una última vez.
— Así que, joven Harry —dice Fred, en una muy buena imitación de Percy—, pórtate bien.
— Nos veremos en Honeydukes —añade George, guiñándole un ojo.
— Hasta luego, hermanito —dice Atria, sonriendo.
Los tres salen del aula, sonriendo con satisfacción. Ni siquiera se quedan a mirar, saben que Harry irá a Hogsmeade, así que ellos también van. Sonriendo de oreja a oreja.
— Hemos hecho lo correcto —le dice Fred a Atria, para luego darla un beso en la cabeza cuando ella suspira.
Ambos pasaban mucho más tiempo físicamente juntos ahora. Desde que fueron al baño de prefectos rara era la vez que, cuando estaban juntos, no buscaban rápidamente estar en contacto. A veces era tener las rodillas pegadas, otras veces se daban la mano o bien se apoyaban en el hombro del otro. Nadie veía raro el cambio entre ellos excepto George, que tenía claro que algo había pasado, pero ninguno de los dos decía absolutamente nada, por mucho que preguntase. Aunque, al menos, Fred ya no repetía lo mismo de siempre, que solo eran amigos. Quizá tendría que ver como reaccionaba Atria para ver que había entre ambos. Sí, después de que vinieran de vacaciones podría hacerlo. Aprovecharía las Navidades para interrogar a Fred y, a la vuelta, interrogaría a Atria.
No encontraron a Harry en Hogsmeade, pero si encontraron un montón de bombas fétidas que utilizaron más tarde, en la sala común, para festejar el inicio de las vacaciones escolares. El aire no era respirable en la sala, pero tampoco les importaba porque ninguno de ellos iba a estar allí, tenían ideas mucho mejores. Como todos se iban por Navidad a sus casas, habían preparado una pequeña fiesta navideña. No faltaban las cervezas de mantequilla, el zumo de calabaza y distintos tentempiés para todos ellos, que reían y hablaban sin parar en la habitación de los gemelos y Lee. Atria y él volvían a hablarse, no como antes todavía, claro, pero quizá después de las vacaciones volverían. Lee seguía pensando en que Sirius Black era un asesino en potencia y Atria que no, así que, mientras que evitaran el tema, todo estaba bien entre ellos.
— ¿Por qué no te vienes conmigo y con mis primas? Tenemos hueco en casa y mis abuelos dicen que eres un encanto —le dice Leah a Atria después de darle un sorbo a su cerveza de mantequilla y ella niega.
— Me quedo con Harry —repite, como lleva haciendo desde que se apuntó a la lista—, creo que, por fin, estamos encajando como hermanos.
— Sí, se nota en todo lo que habláis —dice Alicia y Atria se encoge de hombros. Es parte culpa suya que no hablen más.
Cuando se van a dormir ni siquiera se molestan en juntar las camas, como solían hacer antes. George cede su cama a Angelina, Alicia y Leah mientras que Katie duerme con Lee. Y él va con Fred y Atria, que si duermen juntos es como dormir con una persona que no da patadas, no clava codos y no roba la almohada ni las mantas de la cama.
— No me despertéis cuando os vayáis —murmura Atria contra el cuello de Fred y él asiente, acercándola más a él.
— Claro —le susurra, a pesar de saber que va a ser imposible. Duermen tan pegados que, cuando uno de los dos se mueve, el otro también lo nota.
— Descansa, Fred —susurra Atria para después darle un beso en el cuello que le provoca un escalofrío.
— Tú también, Atria —susurra después de unos segundos. Va a echar de menos eso durante las vacaciones. Va a echarla muchísimo de menos durante esas dos semanas.
Cuando el despertador suena a la mañana siguiente Atria gruñe y, en cuanto lo apagan, vuelve a pegarse a Fred, intentando volver a dormirse, a pesar de las risas de sus amigas.
— Pesadas, no vais a tener regalos, dejadme dormir —dice ella y, lo único que provoca, son más risas en sus amigas.
— Pasa buenas vacaciones, Atria —la dicen antes de salir de la habitación todavía riendo.
Los siguientes en irse son George y Lee, que bajan a desayunar y le recuerdan a Fred que el tren sale a las once y que debería bajar a comer algo si no quiere morir de hambre en el tren. Y él solo asiente, pero no se mueve de la cama. No piensa hacerlo hasta que no le quede más remedio que bajar a por algo de comer y luego irse.
— Deberías ir a desayunar —le dice Atria, todavía con los ojos cerrados y abrazada a él.
— Podría, pero estoy atrapado —bromea y Atria va a alejarse, pero él no la deja—. Quiero seguir atrapado.
Atria se ríe, volviéndose a pegar a él y luego cierra los ojos, quedándose de nuevo dormida porque Fred vuelve a acariciarla la espalda.Atria nota el frío, media hora más tarde, cuando Fred se levanta de la cama y la da un beso en la frente antes de levantarse de la cama y empezar a prepararse para bajar a desayunar.
— Yo también voy, espera —murmura Atria desde la cama cuando Fred está a punto de salir. Ha intentado no hacer ruido, pero había sido imposible—. Solo tengo que vestirme.
— ¿Te dejo un jersey? —le pregunta Fred sonriendo. Vuelve a entrar en la habitación cuando ve que ella asiente y va hacia su armario, cogiendo uno de los jerseys del colegio—. Tengo también una falda tuya aquí, ¿la quieres?
— Sí, me llevé los pantalones cuando fuimos a Hogsmeade —dice Atria y luego bosteza para levantarse, por fin, de la cama—. ¿Tengo algunos leotardos por ahí? Hoy tiene pinta de que va a hacer frío.
Fred le tiende el par que están junto a la falda de Atria y ella no tarda en vestirse, para luego ir hacia Fred y abrazarle por la cintura.
— Te voy a echar de menos —murmura ella, cerrando los ojos mientras lo dice.
— Y yo a ti —le susurra él de vuelta, abrazándola fuertemente.
Atria se pone de puntillas cuando se alejan, dándole un beso en la comisura de la boca mientras que el la sujeta por la cintura. A ambos les gusta esto, la nueva confianza que tienen, el cómo encajan en los brazos del otro sin más, como si todo estuviera escrito. Y ambos disfrutan, sin saber que pronto perderán todo lo que han avanzado desde el partido de quidditch. Que perderán los abrazos, las caricias, los te he echado de menos, los te voy a echar de menos, los besos en las comisuras de los labios. Ambos disfrutan sin saber que ese será el último abrazo de ese tipo hasta dentro de bastante tiempo.
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No me matéis por favor.
Aunque estáis en vuestro derecho de hacerlo, yo solo os digo que os aprecio mucho y que mil gracias por leer ♥
Ah, y por fin he subido las canciones para el reto de 20 songs, 20 shots, por si queréis echarles un vistazo... quizá Atria hace una visita por allí jejejeje
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