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Capítulo 11: (No) Llamar a la puerta

Atria esperaba que la lluvia relajase un poco a Oliver con los entrenamientos, pero sabía que era una estupidez porque ni siquiera la nieve le había relajado. Así se encontraban practicando bajo un día húmedo y con barro en los lugares más inesperados. Ducharse en los vestuarios cuando acabase el entrenamiento era una locura por el frío que hacía, así que tendrían que volver al castillo llenos de barro. Atria creía que tenía barro hasta en las cejas y, probablemente, dentro de los oídos porque no podía haber oído bien lo que había dicho Oliver.

— ¿Snape va a ser el árbitro? —dice George, tras casi caerse de su escoba de verdad.

— Tengo barro en los oídos, ¿verdad? Por eso oigo Snape y árbitro del próximo partido en la misma frase, ¿no? —dice Atria, pero cuando ve la mirada de Oliver, furiosa, entiende que no.

— No va a ser imparcial si podemos sobrepasar a Slytherin —se queja George y en ese momento todos vuelan junto a él, para apoyarle.

— Ya lo sé, no es mi culpa —dice Oliver, y parece realmente frustrado con la situación—. Lo que tenemos que hacer es asegurarnos de jugar limpio en el próximo partido, no podemos darle lo más mínimo a Snape porque nos marcará faltas al menor motivo.

El entrenamiento no dura mucho más y, como siempre, se quedan hablando un rato en el campo de quidditch. Todos excepto Harry, que le falta tiempo para volver al castillo. Atria suspira porque si en Navidades parecía que todo iba a ir bien desde que Harry los llevó hasta el espejo cambio totalmente. Si antes hablaban poco ahora no hablaban. Otra vez. Atria decidió centrarse en la conversación de sus amigos un poco más y acabó descubriendo sus planes. Querían hacer una pequeña fiesta. Harry y ella eran los más pequeños del equipo, los únicos que no podían ir a Hogsmeade —aunque en realidad Atria no tenía ningún problema para ir y podría llevar a Harry con ella si quisiera— a comprar algunas provisiones aprovechando la excursión que habría el próximo sábado. Y luego irían a la habitación de los gemelos y Lee, como siempre, a divertirse un poco. Oliver dijo que el sábado lo dedicaría a entrenar y que, si alguien quería unirse estaba más que invitado, pero todos le ignoraron totalmente y, por fin, volvieron al castillo. Leah hizo una mueca cuando la vio llegar llena de barro a la habitación y la mando directa a la ducha. Katie se encontraba en la cama, con gripe y por eso no había podido ir a entrenar. No podía evitar agradecer que hubieran cogido a Atria cuando la vio así porque no hubiera podido aguantar a Oliver Wood si se hubiera perdido el entrenamiento. A ese chico no parecía importarle nada que no fuera el quidditch.

— Quieren hacer una fiesta el próximo sábado —les contó Atria a sus amigas cuando salió de la ducha, totalmente limpia—. Os apuntáis, ¿no?

— Por supuesto, ¿por quién nos tomas? —le dice Leah y Atria se ríe—. ¿Están invitadas mis primas?

— ¿Por qué no podrían? Las ponemos las túnicas de Gryffindor y aquí no ha pasado nada —le dice Atria, sonriendo de oreja a oreja—. Voy a avisar a los gemelos, creo que ellos son quienes se van a encargar de conseguir todo.

Atria sale tranquilamente de la habitación y baja a la sala común para cambiar de escaleras e ir a las habitaciones de chicos, pero su hermano, lleno de barro, llama su atención. ¿No sabe qué se va a poner malo si sigue así? Vale que podría sustituirlo y Katie sustituirla a ella, pero... no, tiene que jugar él.

— El perro debe de estar custodiando la piedra filosofal de Flamel. Seguro que le pidió a Dumbledore que se la guardase porque son amigos y porque debe saber que alguien la busca. ¡Por eso quiso que sacaran la piedra de Gringotts! —oye decir a Hermione y se acerca rápidamente a ellos, frunciendo el ceño. Da un golpe en la mesa que los sobresalta a los tres y la miran con terror. ¿En qué están metidos?

— ¿Por qué estáis hablando de Fluffy? —les pregunta y los tres ahogan un grito.

— ¿Conoces a Fluffy? —le pregunta Harry y ella asiente.

— Desde que era un cachorro, creo que la vez que nos lo encontramos solo quería chuparme. Ayude a Hagrid con él al principio, cuando era de mi tamaño, ya sabéis, un cachorrito —les dice y no se le puede evitar escapar una sonrisa. Le había gustado cuidar de Fluffy, ¿por qué no podían confiar en ella con una mascota? Había demostrado que, más o menos, podía cuidar de un perro de tres cabezas. Si quitaba algunos incidentes como que había intentado comerse la cama de Hagrid, a Fang y a ella misma. Todo a la vez—. Bueno, es irrelevante, ¿en qué andáis metidos?

— En nada —dice Ron, con una voz tan aguda que Atria levanta una ceja.

— He oído las palabras ese perro, piedra filosofal, Dumbledore, Flamel y robo en Gringotts, creo que nada no es la respuesta que busco, Ron —le dice, para luego ponerse a pensar. ¿Qué más da lo que hagan si puede vigilarlos con el mapa para que no se metan en líos? —. Bueno, ¿sabéis qué? Me da igual. No quiero saberlo, solo, Harry, por favor, vete a duchar, te vas a poner malo y no quiero tener que reemplazarte porque hemos perdido a nuestro buscador.

— ¿También eres buscadora? —le pregunta Harry, abriendo mucho los ojos y ella asiente.

— Los gemelos también me han enseñado a ser golpeadora, no se me da tan bien como a ellos, pero podría hacerlo en caso de que fuera estrictamente necesario —le dice, sonriendo y luego mira el libro que están leyendo—. Lo que dice ese libro sobre Flamel es muy poco, ¿habéis mirado en la sección de Alquimia? Es donde más cosas hay sobre él, me parece alguien fascinante, ¿sabéis la Alquimia es una materia opcional a partir de sexto curso? Quizá la cojo, sí.

— ¿No tienes nada que hacer, Atria? —le dice Ron, viendo como empieza a dispersarse y ella asiente.

— Iba a hablar con tus hermanos, sí, voy a ello. ¡Hasta luego!

Y con las mismas que había llegado se fue tranquilamente, siendo observada por el trío de oro mientras que subía las escaleras. Llegó al tercer piso y entró, como siempre, sin llamar. Y Lee chilló porque se estaba vistiendo, pero ella le ignoró totalmente a pesar de que la gritaba que se fuera y le lanzaba todo lo que tenía a mano.

— ¿Dónde están Fred y George? —le pregunta y con facilidad esquiva el cojín que le lanza—. ¡Para ya!

— ¡Lárgate, me estoy vistiendo!

— ¡Ni que tuviera interés en verte!

— ¡Pues lárgate!

— ¡Dime dónde están y me voy!

— ¡En el baño!

— ¡Gracias!

— ¿Pero qué os pasa? —y la cabeza de George sale del baño, así que Atria va directamente hacia allí. Ya no tiene barro, así que deduce que ya se ha duchado. A diferencia de Lee ya se ha vestido, así que no la grita cuando entra.

— Piensa que sé llamar a las puertas, todavía no ha aprendido—le responde Atria, sonriendo y se sienta tranquilamente en el suelo del baño—. ¿Pueden venir el sábado Julie, Ciara y Beth?

— Claro —la responden los dos a la vez.

— Se está duchando —le dice George, entendiendo que busca donde está Fred y le señala al fondo del baño, a las duchas. Atria entonces ve el jersey de Fred en el suelo y decide ponérselo por encima de la camisa—. ¿Cómo piensas meterlas en la sala común?

— Las vestiré de Gryffindor y si la señora gorda me dice que no le soltaré un discurso super aburrido sobre la importancia de que las casas estemos unidas —le dice, sonriendo de oreja a oreja y George se ríe—. Además, no hay ninguna regla que no lo permita que yo sepa, lo único que no pueden saber es la contraseña, así que solo tengo que susurrarla.

— No puedo creerme que te hayas leído las reglas —grita Fred desde la ducha, y luego saca la cabeza, llena de jabón y con algo de barro todavía—, nosotros las rompemos, no las leemos.

— ¿Y cómo vamos a romperlas si no sabemos cuáles son? —le dice Atria y él asiente—. Tienes barro en las orejas.

— ¡No sale, me duelen ya las manos! —protesta y vuelve a meterse dentro de la ducha—. Wood está loco.

— Sí, se está obsesionando demasiado —dice George, sentándose en el suelo al lado de Atria.

Los tres empiezan a hablar del entrenamiento y de la obsesión de Oliver Wood. Al rato Lee se une, mucho más tranquilo que antes y vuelve a insistirle a Atria sobre la importancia de llamar a las puertas.

— No puedes entrar en nuestra habitación cuando quieras, tenemos derecho a intimidad —le dice Lee y ella se ríe—. ¡No te rías!

— Pero es que es ridículo, yo no llamo a su habitación y ellos no llaman a la mía, siempre ha sido así —le dice Atria y Lee niega.

— ¡No es solo su habitación!

— ¡Pero tú también eres mi amigo!

— No te lo tomes a mal, Lee, Atria no llama a la puerta. Nunca —le dice Fred, saliendo de la ducha envuelto en una toalla—. Ella es así, tiene el récord actual de gritos de Percy por no llamar.

— Y ni siquiera está siempre en casa, así que te puedes hacer una idea de cuantas veces lo hace —añade George y Atria se vuelve a reír.

— Todavía recuerdo cuando le nombraron prefecto, fue un día con muchos gritos —dice, sonriendo y luego mira a los gemelos—. Os vino muy bien para poder quitarle su preciada insignia, ¿verdad?

— Por supuesto —dicen ambos a la vez y Lee se ríe.

— Sois incorregibles. Los tres —dice y luego vuelve a mirar a Atria—. Pero llama a la puerta mientras que estés en Hogwarts.

— Puedo intentarlo —le propone ella y Lee se cruza de brazos—. ¡Te estoy ofreciendo intentarlo, es la mejor oferta que vas a ver en tu vida!

— Acéptala, Lee —le dice Fred, que sale hacia la habitación para coger otro jersey—. Es como pedirle a Atria que te devuelva un jersey, misión imposible.

— ¡No es verdad!

— ¿Me devuelves mi jersey? —le pregunta, volviéndose a asomar al baño.

— Cuando me lo quite —le responde ella, dejando que las mangas resbalen por sus manos y se note aún más que no es suyo.

— ¿Ves? —le dice a Lee y vuelve hasta su armario para sacar otro jersey. Ha intentado no pensar mucho en la imagen del espejo, pero ver a Atria con su jersey le hace volver a pensar en ello.

Los tres salen del baño, hablando entre sí mientras que Fred finge que sigue buscando un jersey en el armario. Ahora mismo no puede sacar la cabeza de allí porque verán que está rojo, lo nota en sus orejas. ¿Por qué ha tenido que volver a recordarlo?

— Pero Atria, ¿y si un día llamas y ves algo que no quieres ver? —insiste Lee.

— ¿Cómo qué? ¿Vuestra ropa sucia por el suelo? —le responde Atria y Lee se ríe.

— ¡Es tan inocente que no me lo creo!

— ¡Suelta mis mejillas, Jordan! —chilla Atria. Fred oye un forcejeo y lo siguiente es que Atria se ha escondido dentro de su armario—. Hola.

— Hola —le responde, sonriendo.

— Creo que va a ser mejor que te devuelva tu jersey, no parece que tengas ninguno limpio por el tiempo que llevas buscando aquí dentro —le dice, sonriendo y Fred nota como su corazón se acelera ante su sonrisa. ¿Qué le pasa con ella? Le devuelve el jersey y Fred lo coge para ponérselo rápidamente. Huele un poco a ella—. ¿Tienes otra cosa que te pueda robar? Se me ha olvidado mi jersey.

— Claro —le dice, buscando su jersey Weasley y se lo da. Atria vuelve a sonreír, sale del armario y se va a tumbar en su cama. Y Fred la sigue, tumbándose a su lado.

— Ahora pareces incluso más inocente llevando el jersey de Fred —le dice Lee y se ríe al ver que Atria sigue sin entender nada—. ¿De verdad que no te haces una idea?

— Bueno, discúlpame por no pensar como tú, tengo otras cosas en la cabeza —le dice y aprovecha que Fred se ha tumbado con ella para abrazarle. Realmente le ha entrado frío. Como se ponga mala por culpa de Oliver la va a oír.

— ¿Y si entras un día en la habitación y no estamos solos? —le dice y cuando ve que la expresión de Atria no cambia mira a los gemelos—. ¿Pero qué le habéis enseñado? ¿Solo bromas?

— Básicamente —le responde Fred y Atria levanta la cabeza para mirarle, levantando una ceja—. Vale, ella también nos ha enseñado algunas bromas.

— Eso está mejor —dice Atria, volviendo a dejar la cabeza sobre el hombro de Fred y cierra los ojos—. Tengo sueño.

— Pues no te duermas, tengo muchas cosas que explicarte todavía —dice Lee, acercándose a la cama para intentar sacarla de allí, pero ella empieza a chillar y se agarra a Fred, por lo cual Lee decide abandonar—. Vale, como tú quieras, quédate ahí, pero no te duermas. Imagina que un día vienes a la habitación, sin llamar y, tal y como estás tú ahora con Fred, hay otra persona.

— ¿Qué? —le dice Atria, abriendo los ojos y se gira para mirarle y él asiente, impaciente.

— Sí, ya sabes, besándose u otras cosas más allá —le dice y luego empieza a reírse a carcajadas—. ¡No te había visto más roja en la vida, Atria, le estás haciendo competición a los colores de Gryffindor!

— Cállate, Lee —murmura ella, levantando la almohada y escondiéndose debajo de ella, lo que causa que todos en la habitación se rían aún más.

— Parece que hemos encontrado lo único que le puede dar vergüenza a Atria —oye decir a George y muchas más risas.

— Seguro que sale corriendo si ve algo así —dice Fred y, como está a su lado, no puede evitar darle un golpe en el brazo.

— Sois asquerosos —acaba gritando bajo la almohada y todos se ríen.

— Sí, sí, lo que tú digas, pero ¿qué pasaría? —le repite Lee y Atria se queda callada, pensando. ¿Y si entrase un día en la habitación y su hueco lo estuviera ocupando otra persona?

— ¿Por qué pasaría algo? —les dice, aunque sabe que está mintiendo. Se sentiría un poco mal, al principio, claro. Es su hueco, no le gustaría que se lo quitasen porque ella ha estado todos esos años—. Puede hacer lo que quiera.

— Sí, sí, claro que puede hacer lo que quiera, pero te ahorrarías la vergüenza si solo llamaras a la puerta —le repite Lee y Atria grita, frustrada—. ¡Solo quiero que no me arruines mis oportunidades o las suyas!

— ¿Queréis que llame a la puerta? —les pregunta Atria, mirando a ambos gemelos y ellos se encogen de hombros.

— Nos da igual —dicen a la vez y Atria se gira para mirar a Lee con una sonrisa llena de satisfacción.

— ¿Ves? Solo te importa a ti. Además, tienes trece años, ¿qué oportunidades vas a tener?

— Tengo catorce, que lo sepas y tal vez no tenga tantas como Fred, pero al menos tengo más que George —dice, y mezcla adrede los dos nombres para ver la reacción de Atria. Pero se decepciona al ver que ella ni se inmuta. O si lo hace no lo demuestra. Lee hubiera jurado que a Atria le gustaba Fred, hubiera puesto la mano en el fuego por ello, pero parecía que se había equivocado.

— Quien liga es George, no yo —dice Fred, incorporándose en la cama y frunciendo el ceño. Atria protesta porque se ha ido y vuelve a tener frío, así que Fred acaba apoyándose en el cabecero de la cama y Atria vuelve entre sus brazos, sonriendo. Es una acción inconsciente, pero empieza a acariciarla la espalda y Atria, que ya tenía sueño de antes, empieza a adormilarse.

— No te deberíamos llamar amigo si no puedes distinguirnos —dice George y Lee niega y señala a Atria, y luego hace un gesto de que todo se lo explicará luego, pero eso no calma a los gemelos—. No, dilo ahora.

— Luego —insiste Lee.

— ¿Por qué no quieres que se entere? —dice Fred, que mira a Atria y la observa—. Ya se ha dormido, de todos modos.

— No deberías haberla acariciado la espalda, sabes que se iba a dormir —le dice George, sentándose en los pies de la cama—. La despiertas tú, no pienso arriesgarme.

— Tú nunca te arriesgas —le responde Fred y luego mira a Lee—. Venga, explícate.

— Sí os distingo, solo quería ver que hacía Atria —dice, mirando a la chica y luego a Fred—. Eso no es normal.

— También lo hace con George —dice Fred, encogiéndose de hombros y Atria se mueve un poco, acomodándose—. No sé qué no ves normal.

— ¿Qué duerme contigo desde las Navidades? —le dice Lee, señalándolos—. Lleva tu jersey, estaba en el baño mientras te estabas duchando y, prácticamente, vive aquí.

— Es lo que siempre hacen en casa, no sé qué le ves raro —le responde George y Lee les vuelve a señalar—. No te seguimos.

— ¡Tiene que gustarle Fred! —dice, tan alto que Atria vuelve a moverse. Y los gemelos se empiezan a reír.

— No hay quien duerma con vosotros —murmura Atria, empezando a frotarse los ojos y acaba sentándose en la cama—. ¿De qué hablabais?

— ¿Te gusta Fred? —le pregunta Lee, sin rodeos y George suelta una carcajada.

— Claro, es mi mejor amigo, ¿por qué no me va a gustar? —le dice, después de bostezar—. Me voy a ir a dormir, ¿me traéis algo para cenar?

— Pero si no pueden subírtelo —dice Lee y ella se ríe.

— Saben subir a las habitaciones de chicas, no te preocupes —le dice a Lee, volviendo a bostezar—. ¿Me traeréis algo o mejor se lo pido a Leah o Katie?

— No, te lo traeremos —le dice George.

Atria asiente y abraza a Fred para despedirse, luego a George y le saca la lengua a Lee. No puede dejar de bostezar, ¿por qué tenía que haber fingido que estaba dormida? Intentando que no se den cuenta de que estaba despierta todo el rato, Atria vuelve a su habitación mientras que Lee vuelve a señar a la puerta.

— ¿Sabéis entrar en las habitaciones de chicas y no me lo habéis contado? —le dices Lee, fingiendo estar realmente dolido y ambos gemelos asienten.

— ¿Dónde te crees que se mete Fred cuando no está aquí? —le dice George y Lee mira a Fred, que se ha levantado de la cama y vuelve a estar casi dentro del armario, fingiendo que lo ordena.

— Te gusta Atria.

— No —le responde, moviendo de lado las camisas.

— No era una pregunta, era una afirmación —le dice y mira a George, que se encoge de hombros. Así que va hasta Fred y le cierra el armario, a pesar de las protestas del pelirrojo—. Te gusta, lo sabes, no lo niegues.

— No me gusta, es mi mejor amiga y de la infancia —le dice Fred, evitando mirarle—. ¿Nos vamos a cenar? Me está entrando hambre.

Durante toda la cena finge que no escucha a Lee, que no deja de preguntarle si le gusta Atria y se dedica a hablar con Angelina, Alicia y Katie. Leah ha vuelto a ir a cenar con sus primas, tocándoles ese día la mesa de Slytherin y no puede evitar pensar en Atria de nuevo. Maldito Lee. No le gustaba, solo era su mejor amiga, nada más.

Cuando vuelven de la cena lleva en un plato comida para Atria y, llama a Angelina para que se quede esperando con él hasta que se hayan ido los prefectos. O al menos hasta que haya menos gente en la sala común. Sabe lo que tiene que hacer para poder subir, coordinarse muy bien con cualquiera de las chicas hasta que llegue a la habitación de Atria.

— Que duermas bien —le dice Angelina, riéndose cuando Fred abre la puerta de la habitación de Atria. Leah había avisado a Katie que hoy dormía con Julie y Katie estaba con Alicia en su habitación. En general ninguna de las tres dormía mucho en su habitación—. Avisaré a Katie para que, si decide volver a dormir aquí, no le dé algo cuando te vea.

— Gracias, Angie —le dice Fred y ella asiente, volviendo a las escaleras para seguir subiendo hasta su habitación.

Fred entra tranquilamente y cierra la puerta para luego acercarse a la cama de Atria. Ella se ha quedado dormida con el uniforme puesto y su jersey encima, a lo que no puede evitar sonreír al mirarla.

— ¿No quieres cenar? —le susurra al oído tumbándose en la cama, pero Atria no se mueve—. Me comeré tu postre.

— Eso es mío —acaba diciendo, abriendo los ojos lentamente y luego se estira.

— Sabía que estabas despierta.

— Bueno, si Angie y tú os ponéis a hablar en la puerta de la habitación... —dice y se levanta para cenar—. ¿Te vas a quedar a dormir conmigo?

— Si quieres claro —le responde y ella asiente.

Nunca hay silencios incómodos entre ellos, por eso se quedan tranquilamente los dos sobre la cama de Atria mientras que ella cena. Cuando termina va hasta su armario para buscar uno de los pijamas de Fred —que en realidad ella utiliza para dormir cuando no duerme con él— y luego saca el suyo para cambiarse.

— Así que... George es el que más liga de la habitación, ¿eh? —le dice cuando se tumban en la cama y Fred se ríe.

— Está todo hecho un rompecorazones —dice de broma y Atria se ríe.

— ¿Y tú no ligas? —le pregunta y espera que diga que no. Solo son amigos, pero lo ha visto en las películas muggles, cuando empieza el amor a los amigos se les deja de lado. Y Atria no quiere que la deje de lado.

— Claro —miente y no tiene muy claro por qué lo ha hecho—. ¿Por qué lo preguntas?

— Bueno, a lo mejor Lee tiene razón y debería llamar a la habitación antes de entrar —le dice, y luego se ríe. Van a sustituirla. Los dos—. Angie, ¿verdad?

— ¿Qué? —le pregunta, sin entenderla.

— Sí, que es Angie con la que estás ligando, ¿no? —le vuelve a preguntar y luego se ríe mientras que Fred intenta procesar lo que Atria está diciendo. ¿Angelina y él? ¿De dónde había sacado esa idea? —. Perdón, entiendo que no quieras contármelo, ¿nos vamos a dormir ya?

— No tienes que llamar cuando entres, Atria —le dice, pero ella finge que no lo ha oído. Al menos es Angie la que va a ocupar su lugar, no puede evitar agradecer que sea su amiga porque sabe cómo son y que no le importará si le abraza cuando estén saliendo. No es tonta, sabe que a Angie le gusta Fred, ¿a quién no le gustaría Fred? —. ¿Estás bien?

— No me vas a sustituir, ¿verdad? —le pregunta, sin atreverse a levantar la cabeza de la almohada. Si le mira quizá se echa a llorar y no quiere hacerlo por algo tan estúpido—. Ni tu ni George, ¿verdad?

— ¿Qué? —consigue decir y la ve asentir—. No podríamos sustituirte por nada del mundo, Atria.

— Pero... acabaréis saliendo con alguien y... en la tele sale mucho —murmura—. Los amigos se dejan de lado y...

— Nosotros no —dice, seguro. Consigue convencer a Atria de que se gire y, entonces, la abraza—. No te vamos a dejar. Además, ¿qué estás viendo en la tele? Pensaba que solo veías cosas de naves especiales y viajes en el tiempo.

Atria no puede evitar reírse al ver como ha llamado a las naves espaciales. Y luego lo otro. Si lo está diciendo es que es verdad. Fred no la mentiría. Así que puede estar tranquila.

— ¿Entonces con Angie? —le pregunta, sonriendo de nuevo.

— Yo no...

— ¿No es Angie? —le pregunta, viendo su expresión y empieza a pensar, pero nadie viene a su mente que no sean todas sus amigas, pero con ellas no parece que haga nada diferente—. ¿Es alguien de Hufflepuff? ¿O es de Ravenclaw?

— Atria no... —no sabe cómo decírselo. Que solo quería ver qué cara ponía.

— ¿¡Es de Slytherin!? —le pregunta, dando un salto en la cama y abriendo mucho los ojos—. No me lo puedo creer, ¡siempre reniegas de los Slytherins! ¡Abucheaste a los que entraron en primero este año!

— ¡No es nadie! —le acaba diciendo, pero aun así se siente como si fuera una mentira, así que sigue hablando—. Solo quería ver que decías.

— Oh —se le escapa a ella y no sabe que pensar. ¿Y si lo que le había preguntado Lee tenía algo que ver? —. ¿Por qué?

— Eres mi mejor amiga, tenía que preguntarte primero —le dice y Atria vuelve a su lado. Se sienta en la cama, ya abierta de antes y con la colcha sobre sus hombros—. ¿Qué te parecería?

— ¿Me estás preguntando que qué me parecería que empezases a ligar? —le dice lentamente y Fred asiente—. No lo entiendo, Fred.

— No quiero que te sientas desplazada —le dice, pero su línea de pensamiento va por otro lado. Por uno que no tendría que ir de acuerdo con su juicio.

— Oh.

Esta vez el silencio no es cómodo. No como siempre. Es pesado. Atria siente que se ahoga y acaba levantándose de su cama para sacar el peluche de lobo de su baúl.

— Lo he hecho raro, ¿verdad? —le dice y ella asiente—. Lo siento, ¿prefieres dormir sola hoy? O que te deje tranquila, no me importa puedo volver y...

— No —le dice, agarrándole la mano, viendo como estaba a punto de irse.

Fred vuelve a la cama y, cuando está dentro Atria tira de la colcha para taparlos a ambos. No suelta a su peluche, así que Fred no se atreve a abrazarla. Al final Atria acaba cogiendo la varita de su mesilla y la agita para cerrar las cortinas de la cama, quedando a oscuras.

— Quizá Lee tiene razón. Con todo —dice Atria lentamente y, entre las sombras, ve como Fred se levanta.

— No, no la tiene —le dice, pero la ve asentir—. ¿Por qué crees eso?

— Quizá... no estaba dormida —murmura, tan bajo que Fred cree que se lo ha imaginado—. Tiene razón, no es normal que prácticamente viva en vuestra habitación. O en cualquiera que no sea la mía, no sé ni para que tengo habitación porque no la uso.

— ¿No quieres seguir durmiendo conmigo? —susurra y, cuando Atria no contesta, Fred nota un pequeño pinchazo en el pecho—. Es mejor que me vaya.

Esta vez Atria no le coge de la mano para que no se vaya. Se queda quieta en la cama, unos segundos, los justos para que Fred llegue a la puerta y coja el pomo. Cuando lo gira Atria reacciona y coge su varita.

— Fermaportus —dice, apuntando a la puerta, que se cierra de inmediato.

— ¿Cómo conoces ese hechizo? —le pregunta, girándose para verla sobre su cama, abrazando a su lobo y mirándole. Parece que está a punto de llorar.

— Sé hacer muchas cosas —dice ella, intentando sonreír, pero no parece que funcione muy bien. Fred vuelve hasta ella y entonces es cuando desbloquea la puerta de nuevo.

— Sí, ya he visto que sabes hacer también algo de magia no verbal —le dice, sonriendo y ella asiente.

— Solo hechizos sencillos. Y los míos, por lo visto me resultan muy sencillos —le responde cuando Fred se sienta de nuevo en la cama.

— Lo siento —ambos hablan a la vez y luego se ríen, esta vez de verdad.

Atria no puede evitar empujarle contra la cama y luego abrazarle tumbándose encima de él. Está muy bien tumbada sobre Fred, se puede esconder en su cuello si lo necesita o abrazarle más fuerte. Además, si baja la cabeza puede escuchar el latido de su corazón, lo cual la relaja.

— Es por el espejo estúpido —le acaba diciendo después de un rato y nota como Fred se tensa—. Cada vez que cierro los ojos veo a mis padres de nuevo, solo quiero volver allí para verlos. Para ver que todo está bien, que tengo a toda mi familia y... y...

— ¿Quieres que vayamos a buscarlo? —le pregunta y ella niega.

— Ese espejo puede volverte loco —le dice, pensando en la conversación con el profesor Dumbledore. Se notaba que él también quería mirar, como ella, pero se mantenía alejado, lo bastante para no poder ver nada. Debía tener un motivo para no hacerlo, y más cuando ella misma había visto la pelea entre Harry y Ron por mirar el espejo y como Fred no había podido apartar la mirada—. Te muestra lo que más deseas, así que te atrapa. Espero que Harry no volviera a verlo.

— ¿Lo que más deseas? —pregunta Fred y ella asiente.

— Por eso veías la tienda de bromas. No te he vuelto a preguntar porque he intentado no pensar mucho en el espejo, pero ¿la has dibujado?

— No —dice Fred y luego se apresura para seguir hablando—. Es que no me queda como quiero.

— Sí, suele pasar. Tienes una imagen en la cabeza, la escena perfecta y, cuando la quieres plasmar, ya sea con un dibujo o en palabras, sencillamente desaparece. Me pregunto si habrá alguna palabra para referirse a eso.

— No sé si la habrá, pero lo has descrito muy bien —le dice y luego respira hondo. Quizá debería contarla que había visto. Quizá se sentiría mejor. Quizá entendería que siente si lo dice en voz alta—. La tienda no era lo único que veía en el espejo.

— ¿No? ¿Qué más veías? —le pregunta mientras mueve la mano en su mejilla, haciendo círculos y Fred cierra los ojos. No puede contarle que veía que la besaba, se alejará, se asustará—. ¿Fred?

— A George, a ti y a mí —dice rápidamente. No va a decirlo, pero sí que puede decirle que la había visto—. Éramos más mayores, cinco o seis años más como mucho.

— Sí, yo también os veía en el espejo —dice ella, y luego se le escapa un bostezo—. También parecíais más mayores.

— ¿Por qué no te duermes? Es tarde y mañana tenemos clase.

— ¿Desde cuándo a Fred Weasley le preocupan las clases?

— No me preocupan las clases, me preocupa que no duermas bien, venga —le dice y la deja en la cama a su lado, pensando que quizá prefiera dormir un poco alejada de él. Pero en lugar de alejarse Atria vuelve a pegarse y Fred nota como sus mejillas se llenan de sangre. ¿Por qué se está poniendo rojo si solo es Atria?

— Sí que quiero seguir durmiendo contigo —le dice, acurrucándose a su lado.

— No hagas caso a lo que diga Lee, ¿vale?

Atria cierra los ojos y se relaja. Fred empieza a acariciarla la espalda, hasta que nota como ella se queda profundamente dormida mientras que le abraza a él y a su peluche. Y él piensa. En el espejo, en la cercanía de Atria, en la afirmación de Lee. ¿Le gusta Atria? No puede gustarle, ese espejo tenía que estar roto, no podría estar mostrando los deseos de su corazón. O al menos no podía estar mostrando que el deseo de su corazón era besar a Atria. Tenía que estar estropeado y por eso le había mostrado eso. Pero entonces ¿por qué no hacía como George y Lee? Ambos coqueteaban con mucha gente y parecía que les funcionaba. Sí, haría eso para demostrar que Atria no le gustaba. Porque no le gustaba.

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Sinceramente no sé qué comentar del capítulo dfjnsadfna voy a colapsar creo no sé

Me vuelvo a ver Wizards byeeeeeee (No, en serio, mis amigos ya no me hacen caso, ved Trollhunters de Guillermo del Toro, luego 3 Below y finalmente Wizards que ha salido hoy)

Y mil gracias por leer, votar y comentar, os quiero mil ♥♥♥♥♥♥

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