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Capítulo 8


Beryl se mostraba escéptica. Lo que veía no era algo que antes había hecho en su más de 500 años de vida, sin embargo, estaba ahí. Frente a ella yacía el plan de navegación de un sistema que pocas veces había sido visitado a menos que sea el tan reconocido Lord Ebsarta. Notaba en Ora que aquello tampoco lo esperaba. No tenían idea de cómo una IA había almacenado esa información cuando estuvo enterrado en un planeta olvidado con un hombre al borde de la locura.

Al contrario que aquellas dos, Prato se encontraba extasiado. Había sido llamado al puesto de planificación con extrema urgencia y al notar el holograma extendido frente a ambas mujeres no pudo hacer más que sentir un poco de alegría. El antiguo capitán de Espirale tenía muchos problemas, más de lo que cualquiera en hubiese imaginado, la antigua tripulación de Espirale desistió de seguir uno por uno, hasta que solo quedó él. Y Rowane no dejaría a Mendez.

—¿Qué es esto? —pregunto Yetre.

—La razón de la locura de Mendez. Ese viejo bastardo —murmuró.

—Capitán... —Lo llamó Beryl.

—Beryl, marca el camino a la siguiente ruta. Nos dará una ventaja para llegar a Defaures —lanzó Rowane.

—¿Está seguro? —preguntó Beryl poco convencida.

—Hazlo —zanjó Rowane.

La alienígena no tuvo más que hacer que seguir las ordenes de Rowane, salió del sitio directo a la planta principal.

—Capitán. ¿Esta muy seguro de este plan de vuelo? Hay una superficie de asteroides si la seguimos... —comentó Yetre.

—No, no la hay. Es la ruta que Mendez marcó y es seguro que la siguió —musitó. Rowane sacó la vista del mapa para ver a la mujer poco convencida—. Ora, estaremos bien si seguimos la ruta de Mendez. Sé que no tiene las mejores referencias, pero ese hombre ya estuvo en Defaures y regresó. Espirale puede volver a hacerlo. Necesito que te quedes conmigo —dijo en tono conciliador.

—¿Y qué pasará con el resto de la tripulación? Creí que haríamos una parada en Las Giraldas —comentó.

—No, ya no. Al fin y al cabo, Lion tiene razón. Necesitaré a cada uno de ustedes.

—No se fue —afirmó Yetre para si.

—No, pero esta será la última vez que esté con nosotros —dijo—. ¿Recuerdas lo que te dije cuando llegaste a nosotros?

—Que no me involucrara emocionalmente con nadie y estaría bien.

—Todos estamos de paso sobre esta nave —dijo.

Yetre lo entendía y lo seguía a cabalidad. Buscaba que sus emociones sentimentales no perturbaran su trabajo dentro de la nave y aunque a veces creía haberlo logrado, otras veces se desvanecía. Lion era de la clase de sujetos a los que no podía acceder abiertamente. Había una unión tacita, superficial pero poco más. No podría compararlo con ningún otro tipo de relación que haya tenido en el pasado.

—Entiendo —murmuró.

—Ayuda a Beryl a navegar, iré en un momento —ordenó.

Prato no despegaba la vista del mapa y es que en ese holograma, oculto a la vista de todos, habían mensajes que solo él pudiera interpretar.

—Así que es eso...

Sacó de la visualización los elementos propios del universo dejando visible solo las letras que, en algunas ocasiones, resaltaban con mayúsculas intercaladas y números de forma muy convenientes.

—"En la tierra de Mayihna verás a tu sombra y a tu luz ricos de plata y oro". —leyó—. Y tú fuiste por el oro, no es así Mendez.

En los altoparlantes la voz de Beryl sonaba preocupada pero firme. Harían una maniobra que ameritaba que todo el personal se abrochara a los asientos o que por lo menos se sostuvieran de donde les fuera posible.

Han escuchó las ordenes desde la habitación de máquinas donde un Terrence silbaba alto y claro ante las advertencias dada por la alienigena. El hombre miró a quien estaba a su lado con la cabeza metida entre los motores de un darack. Le dio un codazo para que este reaccionara y aunque Han lo hizo en su rostro se notaba el hastío.

—¡Vamos, hombre! No puedes estar todo el día así —reclamó Terrence.

—Claro que puedo —dijo él.

Volvió la mirada a la máquina.

Terrence bufó. Negó con la cabeza y se cruzó de brazos. Observaba a su compañero cansado de su actitud aunque lo entendía. Mejor que nadie. si para el capitán eras un lastre te mandaba fuera de la nave como si nada. Lo había visto en varias oportunidades, la diferencia radicaba en que Han no era un lastre. Era de los sujetos más altivos que tenía Espirale.

—¿Cuál fue el acuerdo? —preguntó Terrence como un tema casual.

Lion volvió la mirada al hombre quien tenía sus ojos fijos en una pieza de pequeña, pero imprescindible del tablero.

—Un último viaje —musitó.

—Y eso te molesta...

—No. —zanjó Han.

Terrence observó al sujeto solo para lanzar un sonido gutural como una risa socarrona.

—¿Qué? —preguntó Han en tono molesto.

—Sí que te molesta.

En ese punto han no sabía qué era lo que molestaba más. No tenía idea de cómo afrontar la verdad aun cuando la tenía frente a él. Estaba unido al pasado de una forma en que no conciliaba olvidar, o mejor dicho, lo sabía pero quien pudiera darle la paz que necesitaba no lo recordaba. Ahí radicaba su molestia y solo cuando lo entendió suspiró.

—Necesito verla de nuevo —musitó más para sí que para Terrence.

—¿A quién? —preguntó Terrence curioso—. ¡Oh, espera! ¿No te refieres a la chica de Smog o si?

—Es su hija

—Da igual. Es una Mirova. ¿Sabes qué quiere decir eso, no? Bien, tendrás tu historia con ellos, pero dudo que Smog Mirov te deje acercarte de nuevo a ella. —comentó Terrence.

Han lo meditó. Sí, estaba seguro que las palabras de Terrence tenían tanta certeza como él estaba dispuesto a hacerlo. Ante la convicción en la mirada de Joga, Terrence resopló.

—Vaya, hombre. Estas jodido —se mofó.

Le dio un par de plamadas que secundó tras una pregunta que lo dejaría pensativo.

—¿Por lo menos tienes idea de dónde estarán ahora?

Lion observó el motor del darack para luego fijar la mirada en el movimiento tras de ellos. La mayoría había buscado de qué sostenerse. Beryl había dado inicio a la maniobra y ellos dos se habían quedado en sus lugares. Por un lado Lion estaba acostumbrado a los movimientos frenéticos de Beryl cuando se trataba de hacer esa clase de movimientos y por el otro lado Terrence no tenía intenciones de moverse de su puesto sin antes saber qué pensaba él. Si podía ser sincero consigo, él tampoco sabía qué quería así que sin más que decir, Lion solo respondió una palabra.

—Defaures.

...

La cadena de asteroides hacia que el trabajo de Beryl se complicara un poco, sin embargo el daño estaba hecho. Desde el mismo momento en que Prato había decidido que esa sería la ruta no dio su brazo a torcer. Beryl era buena en lo suyo, pero en esa ocasión requería una mano más y para ellos Cavany decidió tomar el mando. Puestos en marcha el último tramo de asteroides era más difícil de sobrevolar. Solo cuando pudieron navegar a través de dos grandes masas es que encontraron la salida. Un agujero en medio del infinito.

—Bien, Beryl, ese es nuestro transporte. —exclamó Emblat.

—¿Está bien si pienso que a nuestro Capi le falta unas cuentas neuronas? —Replicó ella.

Cavany la observó y carcajeó. Asintió con la cabeza, estaba por completo de acuerdo con la expresión de Beryl.

—Y nosotros lo estamos el doble solo por seguir sus ordenes. ¡No lo olvides! —exclamó con tal gusto que hizo que Beryl hiciera una mueca.

La alienigena se dispuso a ver su panorama pues no hacía mucho para entrar en el agujero. No podía escuchar al resto de quienes estaban en la cabina, pero bien sabía que tenían tanto miedo como ella. Después de todo ¿qué lunático se adentra en agujero? Después de tantos años siguen siendo tan inexplorable para los humanos como para ella. Aun así una vez dentro el daño estaba hecho. Ni había vuelta atrás ni Cavany dejaría que ella retrocediera.

Justo en ese instante la IA se activó y los comandos fueron otorgados a ella. Beryl intentó tomar posesión, pero Emblat la detuvo. Con una sonrisa simple y un ligero movimiento de cabeza que decía no, Emblat se movilizó fuera de la cabina. Ahora el trabajo pertenecía a la anitgua IA de Espirale. Beryl se dejó caer. Tenía tanta tensión acumulada que solo al respirar profundo notó cuan angustiada estaba.

Cavany dejó la sala principal solo para recorrer los pasillos hasta la habitación del capitán donde un meditabundo Prato se mantenía inmóvil con los codos sobre sus rodillas, sus dedos entrelazados y su mirada en un horizonte olvidado.

—Ya entramos —comunicó Emblat luego de tocar la puerta dos veces.

Se dejó caer sobre un mueble que emergía de la pared y con una gracia que lo caracteriza, se cruzó de piernas solo para ver al hombre frente a él.

—Pronto acabará —musitó Rowane.

Emblat no pestañeó un segundo.

—Con la IA viajaremos hasta Dtar sin problemas.

—Estás tan seguro de que trazará la via correcta que me preocupa. No conocí a Mendez, pero sin duda no quiero que pase lo mismo —comentó Emblat.

Logró así llamar la atención de su viejo amigo.

No, Rowane no seguiría los pasos de Mendez de ninguna forma. Lo que más anhelaba era tener Anaquil en sus manos... Solo para despedazarla y venderla por partes. Jamás cometería el error de alguien más, por más admirable que haya sido en vida.

—Ahora, aun no tengo la certeza de que esa nave esté en Dtar. Tan solo mira lo que nosotros hemos tenido que hacer para llegar hasta allá ¿Qué nos asegura que ellos sí lo lograron? —preguntó Cavany.

La mera pregunta hizo que Prato se sintiera incómodo.

—Si puedo ser sincero, no lo sé, Cavany. No tengo la menor idea si ellos ya están en Defaures, pero por qué no estarlo —meditó—. Anaquil viajó por el universo hasta llegar más allá de lo pensado. Si lo hizo una vez ¿por qué no volver a hacerlo?

Touché. Es solo que mi buen amigo parece abstraído por un tesoro que quizás no valga la pena. —dijo Cavany con total aseveración que no le importaba si eso ponía los pelos de punta en Prato.

—Todo lo que esté relacionado con Lord Ebsarta vale la pena —zanjó.

—¿Y si no podemos obtener Anaquil? —preguntó en contraparte—. Despues de todo no puedes enviar a media tripulación por algo que no sabemos si saldrá bien ¿Hay un segundo plan?

Prato sonrió complacido.

—Así que era eso. Siempre, escúchame bien, Cavany Emblat, siempre habrá un segundo plan —comentó euforico.

Emblat observaba desde su lugar al hombre que conocía y no al que parecía haberse perdido en las cartas de Mendez; le agradaba. Parecía volver a estar ahí junto a ellos, como debió ser desde el inicio.

...

—¿Esta todo bien? —preguntó Ora.

Notaba la inconformidad en los ojos de la alienígena.

—Eso creo —resopló al final—. ¿Fue tan difícil navegar desde tu posición?

—La IA de Espirale es una bestia —Se mofó—, pero pude controlarla.

Le guiñó el ojo con toda la suficiencia que podía expresar. Ora se dejó caer al lado de la chica tan solo para ver cómo el tiempo parecía desdibujarse en un vacío inmenso. Esa sensación de perderse en el tiempo que ambas notaban solo era mediado por la IA la cual inteligentemente trazaba un canal apropiado para el viaje.

—Defaures... —musitó Beryl.

—Imposible...

Ora no cabía en la sorpresa ¿era aquel el planeta por el que habían hecho de todo? Después de tanto tiempo, se mostraba frente a ellas con tanta simpleza...

—No está solo —comentó Beryl.

Sacaba a Yetre de su ensoñación, quien la observó curiosa de semejante aseveración.

—¿Qué encontraste? —preguntó ella.

—¿Estas viendo eso? Son señales de comunicación que ha interceptado la IA, los ha bloqueado, pero están ahí. ¡Djarna soose! Son demasiado antiguos.

—Comunícate con el capitán. Debe ver esto —musitó.  

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