Capítulo 7
Era la segunda dosis del día. La droga empezaba a causar efecto en ella y aunque quisiera que fueran los esperados tras cada sesión, se trataba de los efectos secundarios. Eso no le molestaba a Granier quien sin duda esperaba paciente porque cada uno de ellos desapareciera tras una inyección de solución. La enfermera asintió con la cabeza al mirar al capitán y salió. Dejó atrás una palmadita en el muslo de Gold, tan confidente y lamentable como el mismo estado en el que ella se encontraba en ese instante.
El mareo sobrevino, se dejó caer sobre el sillón donde había estado durante todo ese tiempo y cerró los ojos. Quería dormir, lo necesitaba. De hecho, necesitaba cerrar los ojos y no abrirlos nunca más. Ya no recordaba cuantas veces hacían aquello ni cuando empezaron a incrementar las dosis, le parecía que habían sido años, pero lo dudaba. Solo entre esos momentos en que su mente divagaba extrañaba la compañía de Zel. Entendía si no lo volvía a ver nunca más, si se perdía en el espacio y no regresaba por ella. Había obrado mal. Se había dejado llevar por las palabras de hombre que no tenía palabra.
Estaba tan podrido como la manzana de blanca nieves.
Bufó.
—¿Algún pensamiento gracioso? —preguntó Granier.
Yuri había olvidado que él estaba ahí, sentado frente a ella con algún libro en su mano, esperaría tranquilo a que ella volviera y como si fuera a reiniciar un computador, todo empezaría de nuevo.
—No —respondió Gold.
Sin verlo, no tenía ánimos de perder los recuerdos que volvían a ella cual video en retrospectiva.
—Calculé una nueva dosis para ti. Debería permitirte ser menos... imprudente —dijo Valcarys. Analizó cada palabra que diría y Gold las había entendido todas.
—¿Quién era él? Esperaba una mujer, no un anciano —comunicó Gold con una sonrisa burlona que a Granier no le agradó, más no la reprendió.
—Bemont fue mi maestro cuando apenas iniciaba en el mundo de La Avanza. Me guio, me ayudó a conocer el universo, me enseñó todo lo que debo saber y lo que no sobre todo lo que ocurre dentro y fuera de las paredes de la insigne ¡Avanzada del final les liberalis! —Se rio—. Solo que Bemont era de la antigua usanza. Recto, rígido como una vara; seguidor de la palabra del primero de los Blanchett. Nunca entendería lo que estoy haciendo.
»Tu madre sí lo haría. La Yuri Gold que conocí entendería por qué es importante devolver Defaures a quienes pertenece.
—Está loco —se mofó Gold.
Valcarys alargó la sonrisa en sus labios.
—Sí, es posible.
—Defaures es un castillo de naipes...
—No, es la ciudad que creó tu padre para ti y los ebsartianos. ¿Aun no lo ves? ¿Por qué navegar por el mundo y encontrar uno donde no habita nada más que los tuyos y abandonarlo? Cuando puedes tomarlo, hacerlo tuyo y ser el rey, el juez y el verdugo. No. No creo que Lord Ebsarta haya dejado Defaures así como así. Allí encontró algo que lo hizo libre y yo quiero eso.
—Nadie sabe qué hay allí y nadie sabe cómo llegar. —gruñó Gold.
—Hasta ahora. —lanzó Granier.se levantó de la silla para acercarse a la nómada y encontrarse con el lago en sus ojos—. Toma el tiempo que desees para salir, nos estamos acercando a Anaquil, sería bueno que la vieras por última vez.
—Anaquil estaba a muchos parces. Es imposible, menos en esta chatarra.
Valcarys no respondió. Se limitó a alejarse y dedicarle una mirada soberbia. Si la hija de Lord Ebsarta quería vivir en la ignorancia no la sacaría. En cambio salió de la habitación dejando atrás solo una frase.
—Dos minutos.
Gold aun se sentía mareada, pero encontraba que dentro de aquella conversación Granier había soltado algo importante. Se levantó como pudo del sillón y caminó hacia la computadora en un escritorio. Sacó de su chaleco un dispositivo que incrustó en una ranura triangular ubicada a un lado de la ventana del computador. Inmediatamente dio inicio y la dejó ingresar. Delante de ella Dophir respondía a su llamado.
Dophir tenía un rostro serio en ese instante, tan solo ver a Gold se alertó. Sus ojos marrones chispearon ante el estado deplorable de la nómada.
—Gold...
—Estoy bien. Solo mareada —dijo—. Necesito salir de aquí.
—La distancia que nos divide es amplia, debes aguantar un poco más.
Gold negó con la cabeza varias veces.
—Granier está cerca de Anaquil, me lo ha dicho. No sé cuan cerca, pero lo vi muy seguro.
—Gold, nosotros también lo estamos —dijo con toda la intención de calmarla—. Cuando sea el momento, es necesario que dejes una ventana de comunicación libre para nosotros, pero por el momento aguanta.
Yuri respiró profundo. Asintió simple y se deshizo de la comunicación. Su respiración se cortaba, se dejó caer al suelo con sus ojos dolidos y deseosos de sacar todo el dolor que le provocaba estar ahí.
Aunque no lo permitiría. Tragó en seco. No había lágrimas suficientes. Volvió la mirada hacia atrás. Tomó el dispositivo y lo guardo. Se irguió y empezó a andar. No podía dejar que fuera vista en su estado más débil. Esa imagen solo podía verla Zel a su parecer, y él no estaba ahí para consolarla. Volvió a tragar y sacó a su eterno compañero de su mente, tan solo pensarlo le dolía.
¿Dónde estaría?
Sabía que iría por ella, aunque en más de una ocasión lo dudara. Zel no era de quien dejara a sus amigos atrás y ella no sería la primera, así que debía volver a levantar los muros y mostrarse tan dura como lo había hecho durante todo ese tiempo.
Salió de la habitación con la cabeza dándole vueltas, pero caminaba tan recto como los pies se lo permitían. Con las manos dentro de la casaca le daba vueltas al dispositivo y también evitaba que el resto de la tripulación viera sus manos temblorosas. Se encaminó al puesto de mando donde vería a Granier.
El lugar yacía sumido en la bulla. Por primera vez Valcarys se veía cerca de su objetivo. ¿En qué momento la nave había llegado a ese punto? Era algo que Yuri no sabía. No entendía nada de navíos ni viajes, si Zel estuviera ahí seguramente le haría ver la diferencia y le daría una explicación exhaustiva.
—Ven aquí, Agnes. Mira el fin del sistema —exclamó Granier desde su posición—. Después de hoy no verás nada parecido.
—¿Cómo es posible? —murmuró extasiada.
Valcarys estaba a nada de dar un salto al abismo.
—Tú lo hiciste posible. —dijo y comenzó a caminar hacia ella—. Tu, Agnes, has hecho posible que lleguemos hasta aquí y tú serás quien haga posible que entremos en Defaures. Después de todo, lo más importante yace ahí. —susurró frente a ella—. Ves por qué te dije que estamos cerca de Anaquil. Sé que hace unas horas atrás cruzó la línea, desde este instante, ellos están muy cerca del planeta y nosotros también.
—Seguramente otros igual.
—Sí, es seguro, pero Defaures será nuestro para cuando ellos lleguen. —Se mofó.
Solo una palabra se intensificaba en la cabeza de Gold «aguanta», solo que no sabía cuánto le sería posible.
Nota: Evita el uso de sustancias ilícitas. No son necesarias. Son adictivas y traen problemas más que soluciones. Si tienes problemas acude al psicólogo y/o psiquiatra. Expresa tus sentimientos y verás que todo mejora sin necesidad de usar sustancias que solo pueden dañarte física y emocionalmente.
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