Capítulo 10
Esa brecha se había reducido en nada. Y tan pronto tuvo comunicación con la tripulación en el cuarto de máquinas supo cómo. Quien iba a decir que Valcarys usaría esa carta que puesta en marcha podría ser catastrófica. Sin embargo, el daño estaba hecho y se encontraba en el sistema Dtar. Tan pronto como se vieron ahí una lluvia de meteoritos les recibió. Creyó ver una luz colindando por el lateral izquierdo, pero pasó tan rápido que se tuvo que decir así misma que era un sueño. Respiró hondo y tronó su cuello. Volvió la mirada al pequeño compartimento en su mano donde se resguardaba el archivo con toda su historia.
Agnes de Ebsarta.
Valcarys estaba tan seguro que ella era la hija de Lord Ebsarta que incluso ella se lo creyó. Aunque ello no le beneficiaba en nada, además, ¿por qué Yuri Gold nunca le dijo? Estaba tan bien oculto el dispositivo que entendía por qué nunca antes lo había podido visualizar. Todo empezó cuando llegó a Anaquil y una parte de ella esperaba que terminara de la misma manera. Claro que Dtar era grande. Aun debían localizar Defaures.
Se encontró así misma en el estudio de valcarys. Necesitaba ubicar el mapa de Defaures. Aun no sabía cómo haría Dophir para pasar al sistema, pero ella estaba tan segura que no dudaba que lo lograría. Revolvió cada papel de aquel pequeño cuarto que empezaba a frustrarse. Sus oídos estaban alertas ante la posibilidad de que fuera encontrada, más no ocurría. Sabía que Granier debía estar tan obsesionado con la idea de verse en Dtar que pasaba por alto su ausencia. Eso es lo que ansiaba creer.
Se dejó caer sobre el asiento una vez constató que no estaba ahí. Quizás Granier era de esos hombres que dormían con sus tesoros bajo la almohada. Se rio solo de pensarlo y se frustró al mismo tiempo en que echaba la cabeza hacia atrás para cerrar los ojos por un instante. Entre sus deseos y los sucesos se sentía encerrada, casi enjaulada como un bicho de observación. Sin embargo, no podía detenerse en ese momento. Volvió a abrir los ojos y procedió a salir del lugar con miras al cuarto de mando.
Era la mano derecha de Valcarys. Eso es lo que se decía y eso es lo que planeaba hacerle creer. Cuando la puerta se abrió encontró al capitán emocionado ante una posibilidad que ella no creyó ver en ese momento. El lugar estaba conmocionado pues en la panorámica podían ver El Marqués. Parecía inerte, como si hubiera sido abandonado y no era para menos.
—¿Ese es...? —preguntó ella sin creerlo aún.
—Así es. —respondió Granier extasiado—. Es probable que esté abandonado. Hemos intentado establecer una conexión sin éxito.
—Decidieron seguir en Anaquil —musitó ella.
—Es lo justo. Defaures está cerca, eso es lo que significa —comentó.
Caminó hacia la mesa en el lateral de la habitación y procedió a mostrar el antiguo mapa de Lord Ebsarta. Valcarys estaba inmerso en su búsqueda. Nunca antes se imaginó tan cerca de ese idílico planeta, mucho menos de lo que aportaría. Sabía de los rumores. Los hombres de Ebsarta empezaron a hablar cuando él mismo los empujó. Recordar aquellos días le hacía mostrar una sonrisa llena de locura que provocó que Yuri se estremeciera.
—¿Cómo estás tan seguro? Es probable que todavía nos falte mucho para continuar —dijo Gold.
En su voz, Granier sentía ese deje de temor. Ahí radicaba la diferencia entre la Gold que él conocía y la chica frente a él.
—No. Está cerca. ¿Quieres saber por qué, Agnes?
—No soy Agnes, soy Yuri...
Valcarys se rio en un tono tan grave que le causó escalofríos a ella.
—Como bien desees, princesa. Lord Ebsarta dejó muchos amigos y también enemigos. A algunos llegué a conocerlos y algunos hablaron de ese viaje que los llevó hasta Defaures. Ellos recitaban con terror la forma en que la tragedia y la locura les absorbió. Por alguna razón no lo hizo en Lord Ebsarta. Él parecía más allá de los embrujos de Defaures y fue esa ciudad la que le dio lo que él pudo conseguir. —dijo absorto.
—Es muy curioso, porque no creía que fuera de los que cree en brujería. Eso es muy de antiguos —Se mofó.
Granier sonrió amplio. Se acercó a la chica y tomó de su mentón. Ella quiso deshacerse del agarre, pero él no lo permitió.
—Voy a hacer que tu creas y con ello me refiero a todo.
Gold tragó hondo. No sabia que había contenido la respiración hasta que él se alejó de ella y redirigió el curso más allá de El Marqués. Valcarys Granier estaba tan cerca de sus objetivos como ella lo estaba tan lejos de escaparse. Notó cómo el curso de la nave se alejaba de El Marqués. Los sibilantes eran muy extraños en su actuar. No le quedaba dudas, pero Granier, él era otra cosa. Aunque tenía una nave de La Avanza consigo y vestía como uno, no le parecía que estuviera lejos de ser un asesino. Suspiró, ¿qué hombre de La Avanza no lo era en tal caso?
Se sentó en un lateral entre que notaba el curso que tomaban. Quizás seria cuestión de días para llegar a Defaures. Es lo que esperaba. Observó el dispositivo oculto en su mano, lo rozaba con sus dedos. ¿Pudiera aquello decirle qué hacer? ¿Qué había en Defaures? Hasta ese instante había visto muy poco, luego de enterarse de él no había hecho nada para volver a activarlo. Sin dudas Granier la obligaría a hacerlo al llegar el momento. Había algo que ese hombre no le contaba y era la razón por la que ella se encontraba ahí.
Lo observó absorto de emoción. Sí, esperaba que pasaran días. Se levantó e intentó salir del lugar no sin antes ser detenida por él.
—¿A dónde vas? No encontraste nada en mi estudio —lanzó.
El corazón le empezó a latir a mil por horas. ¡Cómo no iba a imaginar que Valcarys tenía ojos hasta en el lugar menos pensado!
—iré a mi habitación si no te importa. Creo que te darías cuenta si no digo la verdad —respondió en tono insolente.
Granier bufó. Podía envenenar a la chica tanto como quisiera, pero no podía hacerlo por completo. Le hizo un gesto con la mano para que se retirara. Gold terminó de salir del lugar directo a su cuarto asignado. Un pequeño espacio donde apenas y podría caminar, pero lo suficientemente grande como para revolver su mano si hacía falta. Aunque temía que Granier se diera cuenta de lo que iba a intentar. Necesitaba saber si su espacio no había sido invadido. Caminó hasta el área mecánica donde un gran tablero se mostraba, ahí inicio reconocimiento de las habitaciones que tenía la nave. Se alegró de saber que, aunque había dispositivos de monitoreo en pasillos, seguía conservando algo de privacidad.
Cerró el programa y fue directo a la habitación, una vez dentro se sentó en la colcha que tenía por cama. Frotó la palma de su mano izquierda sobre su pierna mientras que respiraba profundo. Necesitaba calmar sus nervios. Acto seguido inició el dispositivo. Este le mostró varias carpetas. Accedió a una con archivos de videos que no le daban más pistas de lo que en realidad buscaba. Defaures era un cuento de sibilantes para ella, ahora estaba tan cerca de un lugar que nunca antes había visitado. Lo único que sabía de Lord Ebsarta es que había encontrado algo ahí ¿Qué? No lo sabía, estaba segura que ni siquiera Valcarys estaba seguro.
Volvió atrás donde otros archivos se complementaban con el anterior. Ahí encontró uno con el nombre de su madre: Yuri Gold. Tragó. Gold le había mostrado lo mejor y lo peor del mundo. Sin embargo no le había enseñado quién era. ¿caso no sabía? Había sido encontrada en la basura, era probable que no supiera y la juzgara para mal. Negó con la cabeza y entró en el archivo. Otro video y esa vez su respiración se cortó.
Sí lo sabía. Lo supo todo el tiempo y la tenía en frente de ella para contarle una verdad que no se atrevió a decir cuando tuvo la oportunidad.
—Mi pequeña cazarrecompensas... Quien soy en este momento para ti es y será lo más importante para mí aunque luego de esto me odies. Tuve que advertirlo en un principio, pero no puedes negarle a un niño crecer sin miedo a que el mundo te atrapara y temieras de él una vez sepas tu lugar de origen. Mi niña no es ni de lejos una chica cualquiera. Eres la hija de legítima de Lord Ebsarta y Nay Fortre. Una combinación avasallante. Debías crecer bajo el techo de un hombre como pocos que revolvería el mundo porque fueras la princesa del planeta Ebsarta. Claro que, como sabrás, eso no llegó a suceder.
»En estos momentos temo que al verme en esta situación me odies, pero más temo romper la imagen que pudieras tener de mí, sin embargo si has podido encontrar el dispositivo en tu mano es porque estás bajo una situación de riesgo. Sea cual sea, te ayudaré. Encontraras que fuera de este archivo hay otro con un número, por favor ingresa en él. Luego de ello buscarás un archivo con nombre «castillo», ingresa la clave 20F456-c y el usuario es tu nombre: Agnes.
Gold hizo cada paso que Yuri le indicó. A medida que abría cada archivo también notaba la situación en la que se encontraba su madre. Era un video viejo. Uno que hizo antes de morir. Notaba su cabellera blanca, el cansancio en sus ojos, su respiración pausada.
—Ahí encontrarás el camino a la ciudad condenada. El camino que Ebsarta tuvo que recorrer para llegar hasta ese lugar. Nunca lo vi de cerca, ni mucho menos. Solo supe de él a través de las historias que él mismo contaba. Esperaba que, llegado el momento, sus hombres y su pueblo pudieran ser trasladados a ese lugar. Sí, mi pequeña. La ciudad que buscas tiene vida. Al llegar debes presentarte. Baja la cabeza ante quien resté frente a ti y recita la frase: Maev desh Agnes de Ebsarta. Ellos entenderán.
»Confían en ellos y ellos lo harán en ti. Nuestro recorrido como nómadas acabará ahí, donde siempre debió terminar, pero a donde nunca pude llegar. Sé que tu lo harás. Has sido bendecida. Cuida de ti y de quienes estén contigo, Agnes. Yo te vigilaré desde donde sea que estés. Te amo.
El video se cerró en un segundo. El vacío y el silencio imperó en ese intervalo en que Yuri trataba de captar toda la información. En su mano estaba el camino que Valcarys buscaba con ahínco. Ella era el mapa. Se mofó. El peor regalo que pudo haber recibido yacía junto a ella, aunque pudo ver una vez más a la persona que llamó madre durante mucho tiempo. En tal forma, creyó haber olvidado los rasgos de la verdadera Yuri Gold que solo cuando la vio una vez más, encontró que no. Su imagen siempre estaría en su mente.
Respiró hondo. Se frotó la sien y luego su rostro en un acto de nerviosismo que la mantenía estática. Hizo una copia que archivó en un dispositivo portátil. Lo que haría con esa información no lo hubiera imaginado antes, o quizás sí. Después de todo fue así como Zel y ella se involucraron en esa situación.
Zel.
Esperaba que donde sea que estuviera, la pasara mejor que ella. Algo en su fuero interno le decía que volverían a verse. Quizás eran los años de vivir juntos, las aventuras que habían pasado durante tanto tiempo o la forma en cómo se cuidaban entre ellos; lo que fuera, estaba presente en mente.
Salió de la habitación con miras a la sala principal. Si la información en su mano es verdad, si ella es el mapa, entonces iría directo a Defaures. Si su oportunidad de librarse de Granier yacía en un planeta del que no sabía absolutamente nada, usaría esa carta y rogaba a todos los santos porque su actuar no fuese impulsivo.
Granier la miró llegar por el rabillo del ojo y volvió la mirada al frente. No había pasado tanto tiempo y el rumbo se hacía molesto. Desde que habían atravesado el sistema no veía más que vacío. La emoción del inicio se desvanecía con cada parce alcanzado.
—Tengo algo que informar —dijo ella.
Estaba posicionada justo a su lado para que sus palabras solo fueran escuchadas por él. Valcarys enarcó una ceja y rezongó.
—¿Revisaste mi estudio por segunda ocasión? —Se mofó.
—Si estoy aquí es porque represento algo, ¿no? —preguntó ir''onica.
—La llave a Anaquil que nos llevaría a Defaures, pero siendo que aun no encontramos la nave...
—Puedo llevarte a Defaures sin necesidad de Anaquil —comunicó.
Solo ahí Granier sintió interés.
Una forma distinta para llegar a Defaures era ilógico, aun más si la mujer a su lado no tenía idea de quien era antes de todo eso.
—¿Y cómo podrías saberlo? —preguntó.
Se giró hacia ella y cruzó de brazos. Gold tenía todo el interés de Valcarys puesto en ella. Buscó en su bolsillo el dispositivo y lo dejó caer sobre la mesa donde este lo reconoció. Los archivos se iniciaron y un mapa del sistema Dtar se mostraba con tanta maravilla frente a los ojos de Granier. Un mapa hecho por Lord Ebsarta, uno oculto, donde mostraba el camino a recorrer y el tiempo que tardarían. A la velocidad adecuada sería en pocos días. Dos cuando mucho.
—¿Cómo lo obtuviste? —inquirió él, aunque no despegó sus ojos del mapa.
—Yuri Gold —respondió ella simple.
Valcarys sonrió.
—Ella era una verdadera nómada —dijo extasiado—. ¡Rápido, fijen curso!
Volvió su mirada a Gold con una sonrisa sarnosa en su rostro. Gold tragó. Se preguntaba si había hecho bien, si no habría puesto en peligro a quienes estuvieran en el planeta.
—Bien hecho.
Y esa simple frase le hizo ver que, quizás, no.
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