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Capítulo 21. Vampiro de la tortura

Todo era oscuro y borroso. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas y sentía un calor abrazador en todo mi cuerpo que no me dejaba tranquila. La oscuridad no me permitía ver dónde había caído Gastón, pero en algunos destellos que saltaban entre esas penumbras, alcanzaba a distinguir los cuerpos de los hermanos Le Revna que se debatían a un duelo de poder.

Joder, me dolía todo el cuerpo, mis pies sobre todo, me costaba respirar con tranquilidad y no dejaba de temblar. Todo esto era una maldita pesadilla de la que rogaba despertar.

Escuchaba rugidos, rugidos de animales bestiales que se estaban matando entre sí y yo no sabía qué hacer. Paralizada del miedo me recargué a una pared para dejarme caer hasta el suelo.

No encontraba cordura, ni si quiera recordaba las últimas semanas con claridad, de repente me veía a mí con un grupo de mujeres armadas que decían ser mis hermanas Draconias—no entendía por qué—, luego un hombre alto y de aspecto encantador y dominante me incitaba a ir más allá de los límites, al punto de devanarme los sesos por sobre pensar en la posibilidad de huir con él.

Gastón... todo era tan confuso.

Parecía que no tenía control de mi propia mente, y luego estaba esa voz que terminé odiando, la voz de un ser maligno que me obligaba a hacer lo que era su voluntad, atrocidades que no quería pero no había forma de impedírselo por más que rogaba a gritos. Y de pronto, como si se tratara de un ángel, Gastón llegó.

Sé que no era un ser de luz, pero al menos no me dejó morir en manos de sus hermanos.

Warren...

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, mi piel se volvió de gallina cuando recordé ese nombre tan siniestro que invadía mi mente para volverme su esclava.

Mis ojos escocían y las lágrimas no tardaron en formar surcos por mis mejillas. Me esforcé por volver, por pelear como esa voz me suplicaba que lo hiciera, y era una voz que no podía olvidar, incluso estando bajo ese efecto de marioneta.

Gastón me hablaba, lo lograba escuchar, por él es que volví, a pesar de que ese lado de Draconia que corría por mis venas me llamaba.

Cerré mis ojos y respiré profundo para controlarme. Los sonidos de bestias en plena pelea se escuchaban a lo lejos, desde el fondo de ese abismo oscuro. Me concentré en mi interior para tomar la fuerza que necesitaba para levantarme sobre mis pies heridos.

Me sujeté de la pared para apoyarme y di los primeros pasos. Ardía, era como si pequeñas y filosas navajas se incrustaran en lo más profundo de mis pies.

Dolía, pero no iba a dejarme vencer después de que mi mente estuvo en el confinamiento por culpa de un vampiro con aires de grandeza y ganas de venganza. Me acerqué a esa profundidad negra para ver si podía ayudarle en algo a Gastón.

¿En qué estaba pensando? Era patética en este momento, lo único que haría era darle un problema más a Gastón, podría desconcentrarlo con sus intenciones de protegerme y eso lo aprovecharían sus hermanos para derrotarlo.

Me convertí en su debilidad y ellos lo sabían.

—Yo no haría nada si fuera tú.

Un sobresalto hizo que brincara hacia atrás cuando descubrí a un tipo de cabello blanco que se acercaba como un astuto depredador. Una de sus uñas muy bien afilada recorría la pared para crear una línea perfecta mientras que caminaba.

El sonido chirriante de su uña con la piedra de la pared provocaba que mis oídos vibraran dolorosamente.

—No te consideraba tan fuerte. Por eso Warren se obsesionó en controlarte —entrecerró sus ojos muy interesado—, vaya fuerza de Draconia.

Su uña dejó la pared.

—¿Tú eres?

Una expresión de sorpresa mezclada con alguna pizca de indignación se reflejó en su rostro.

Parpadeó antes de responder.

—Asumiré que Gastón no te puso al tanto de los hermanos Le Revna. Al menos no del más interesante —se señaló con una mano en el pecho.

Mi mente estaba difusa.

—Eh...

Hizo una reverencia para saludarme, pero sin dejar de verme con esos ojos ambarinos que para mí eran perturbadores. Era como ver un felino enorme a punto de atacar a un pobre e indefenso ciervo malherido.

—Barnaby Le Revna, vampiro de la tortura.

La piel se me erizó, siempre que estos malditos vampiros se presentaban tenían un nombramiento peor que el anterior, aunque el peor de ellos ya no existía, podía darme cuenta de que los peligros no terminaban con la muerte de Warren. Barbany era un recordatorio preciso.

—Todos los demás se presentaron ante mí, excepto tú.

Arqueó una ceja blanca de una manera desdeñosa.

—¿Por qué tendría que ir a presentarme contigo? Es mejor hacerlo en mi territorio, como príncipe, no tengo que ir detrás de una mortal.

Aparte de aterrador, narcisista.

—Y como futuro rey de Valfart, tengo que darme mi lugar —sus colmillos salieron a relucir con esa sonrisa macabra que me mostró.

Intenté controlar el temblor de mis piernas, Barbany era muy atemorizante.

—¿Sabes? Soy el más importante de todos. El fuego es realmente algo sobrevalorado, no sirve de mucho. La guerra solo causa conflictos innecesarios. La muerte, aparte de aburrida —puso los ojos en blanco—, me tiene sin importancia, yo estoy muerto y todo depende de cómo lo quiera ver. Y bueno, la destrucción hace demasiado escándalo y detesto la falta de control.

Admiraba las uñas con mucha atención mientras describía de manera despectiva los dones de sus demás hermanos. Vaya, vampiro excéntrico y ególatra.

—Para mí el más interesante y el mejor es el destructor, aniquila lo que le estorba —repliqué aunque fueran mis últimas palabras.

Barbany se llevó las manos adentro de los bolsillos de su pantalón con una expresión casi decepciónate.

—El amor nos hace mentalmente inútiles ante la cruda realidad ¿No es así, Maddy?

Demasiado teatrero.

—Si no te mata Gastón —saqué debajo de mi vestido la daga que escondía y la coloqué frente a mí, utilizando toda mi fuerza para apoyarme firme sobre mis pies magullados—, lo haré yo.

Barbany parecía que disfrutaba de alguna comedia en vivo porque lanzó una carcajada muy exagerada. Después fingió quitarse las lágrimas—que claramente no tenía—y sus ojos dorados me perforaron hasta el alma.

—Imposible, preciosa. Soy un vampiro con mucha experiencia, un príncipe. Hasta para Gastón será difícil acabar con nosotros aunque esté la alineación de los planetas.

—Yo le ayudaré, por eso no te preocupes.

Sonrió.

—¿Sabes que lo mejor de ser el vampiro de la tortura es que puedes acabar con tus oponentes sin la necesidad de atacarlos directamente? Siempre y cuando toques las fibras más sensibles, y no me refiero al cuerpo.

Mi expresión dura sea aflojó al igual que el agarre del mango de la daga.

—¿Qué tratas de decir?

—Oh, indefensa e inocente Madeleine ¿Crees que quiero acabar contigo de manera directa? Me gusta torturar a mis presas antes de dar la estocada final —dio dos zancadas firmes hacia mí para alejar el arma de un movimiento lento, sin quitarme la mirada de encima—. Sé que tienes a personas muy importantes, tus amigas —levantó ambas cejas—. A tu hermano.

El corazón se me paralizó de golpe que el silencio a nuestro alrededor era siniestro.

Max.

El piso tembló de repente, ese era Gastón provocando las vibraciones. Barbany ni si quiera se miraba sorprendido, su expresión era tan desinteresada y aburrida que esperaba paciente a que el temblor cesara.

Una enorme llamarada se hizo presente, había ascendido desde ese oscuro agujero. Tuve que protegerme del fuego ardiente. Barbany se ocultó en esta ocasión para evitar ser alcanzado por el fuego.

Entre los escombros del suelo divisé algunas armaduras hechas pedazos, pero sus armas seguían intactas. Me apresuré a quitar los pedazos de piedra para sacar una enorme espada con la cual defenderme de ese vampiro de la tortura; no iba a confiarme y estaría lista por si quería atacarme.

No entendía cómo era posible, pero en los bolsillos de mi vestido tenía de reserva una botellita de vidrio que contenía agua bendita—de la más pura—quité el corcho con mis dientes y la esparcí por toda la hoja de mi arma.

La oscuridad me rodeaba, el cielo no permitía el paso de la luz de la luna y los gritos y gruñidos de la pelea venían de todas partes. Mis pies palpitaban de dolor, pero si se trataba de sobrevivir no iba a dudar.

En eso, vi como unas pálidas manos aparecieron en el borde del abismo, su cabello dorado como la miel apareció. El jade en sus ojos era inconfundible cuando brillaban de esa manera antinatural.

—Gastón —susurré.

Avancé para llegar a él, y como un anhelo impaciente por el encuentro esperado, se vio fracturó al tener a Barbany frente a mí. Reaccioné rápido, tal vez no había sido criada desde pequeña como una asesina de vampiros, pero este tiempo con ellas aprendí a desarrollar mis instintos para tenerlos activos al enfocar mi atención en algo específico.

La hoja perforó una de las manos de Barbany y seguí mi ataque con toda la fuerza que mi cuerpo me permitía. Gastón no tardó en hacer acto de presencia para apenas desgarrar el rostro de su hermano. El vampiro de la tortura calló al suelo con la boca abierta por el impacto que le ocasionó el ataque de Gastón.

Quedé petrificada, pese a que esto ya no era nuevo para mí.

Gastón rugió y apoyó un antebrazo en la pared, me sorprendió su acción, lo más seguro era que se había agotado por la dura pelea con sus hermanos, después de todo eran tres contra uno.

—¿Estás bien, Gastón? ¿Te hirieron?

Antes de contestarme me dedicó una mirada que reflejaba todo el cansancio, la ira y la decepción acumulados.

Cayó al suelo como si fuera otra de las pobres ruinas de este castillo. Abrí mis ojos con horror al descubrir que su espalda estaba completamente expuesta y con quemaduras muy graves, apenas se podía mover.

—¡Gastón!

Intenté que se apoyara en mí.

—El cabrón de... Tebras... huyó. Ledger... tiene sus propios... aliados y lo han ayudado.

Mi corazón se aceleró.

—Gastón ¿Qué hago?

—Mis... gárgolas.

Sus dedos lanzaron el chasquido, pero aún me preocupaba que Barbany siguiera moviéndose, continuaba vivo. Gastón había desgarrado su rostro como pudo y no me parecía buena idea dejar que agonizara hasta que se recuperara.

De pronto un motón de alas, garras y colmillos nos rodearon. Eran... por Dios.

¡Las gárgolas! ¡Era reales! Todas ellas estaban aquí. Sus apariencias horrorosas e increíblemente poderosas me dejaron sin aliento. El enorme dragón era el que no podía entrar con facilidad, pero con otro chasquido que dio Gastón las gárgolas fueron envueltas en un remolino fantástico para mostrar unas siluetas humanoides.

—Amo.

Mi mandíbula se abrió de golpe. Eran... eran los ayudantes de Gastón, los de la carrera, de ese día donde mi vida pasó a ser de Warren.

Carajo.

Hombres y mujeres aparecieron para apoyar a Gastón sin dudarlo. Pero mi vista se fue a Barbany, el maldito estaba por levantarse y antes de que lo lograra le clave la espada por detrás. Soltó un gruñido gutural que me rebobinó por completo todo mi ser.

Y antes de que pudiera contratacar, apareció un chico de cabellos naranjosos que sin pensarlo tacleó a Barbany para alejarlo de mí. Otro más de color marrón ayudó a ese chico, tal vez con un poco más de años encima, pero lograron una dupla para lanzar a Barnaby por un hueco de la pared que llevaba al exterior. Su cuerpo cayó directo a ese lago oscuro.

El de cabello naranjoso brincaba del gusto mientras que el otro lo amedrentaba con la mirada para que dejara de mostrar tanto entusiasmo en un momento tan serio como este.

Gastón tenía un mejor aspecto, estaba recuperando su fuerza.

—El amo está demasiado herido.

—Tenemos que sacarlo de aquí, una herida más con agua bendita y será su fin.

—Estos últimos días ha tenido muchas heridas de gravedad.

—Komodo, ayúdame a cargar al amo, tenemos que salir pronto.

Uno de los aliados de Gastón, enorme e intimidante se puso frente a mí e hizo una pequeña reverencia.

—Mi señora, mi nombre es Martillo. La llevaremos también junto con el amo.

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