Capítulo 11. Escondidos
La kermes del pueblo estaba en su plena celebración por todo el mes de enero debido al Año Nuevo; jamás había asistido a alguna antes, así que en esto me consideraba inexperto. Aunque en mi vida humana tuve algo de experiencia con ciertas celebraciones que se llevaban a cabo en los días festivos, con eso esperaba que fuera suficiente para pasar la prueba.
Le compré de esos típicos dulces de algodón que tuve que escupir una vez que tocaron mi paladar. Maddy me compartía trozos—terriblemente grandes—y tuve que fingir que lo disfrutaba, eran como ácido muriático en mi lengua.
Su gusto por el dulce era letal para mí. Maddy quería que probara todo lo que ella se comía y me vi obligado a ceder un par de veces; en cuanto se distraía yo me volteaba para escupirlo con todo el odio del mundo.
Necesitaba alimentarme, estar entre tanta gente que exudaba adrenalina me calentaba la garganta por la sed.
Tenía que controlarme.
Subimos a algunas cuentas atracciones—nada divertidas—, de nuevo tuve que fingir emociones humanas. Sin embargo, seguía con la espinita de que mi actuación quedaba mal cuando Maddy me decía que tenía una apariencia robotizada.
Concluí que me faltaba alimento.
—Estoy algo... cansado —justifiqué, esa respuesta valía como una verdad a medias.
—Entonces creo que por hoy es suficiente —llevó unos mechones atrás de su oreja y me sonrió—. Muchas gracias por comprarme todos esos ricos postres, ¿Te gustaron?
Ni volviendo a ser humano.
—Estuvieron... positivamente satisfactorios.
Maddy arqueó una ceja muy divertida por mi elección poco fluido de palabras.
—No engañas a nadie, odias el dulce —soltó la risa. Esa preciosa risa que me cautivó desde el momento en que la escuché.
Sonreí, casi cayendo embelesado frente a mi mujer.
—Me atrapaste.
—Me hubieras dicho desde un principio, te hice comer todo ese azúcar y me siento culpable.
Lo escupí.
—Te veías feliz, así que olvida la absurda culpa.
Me miró con más atención.
—Me sentí feliz, con-contigo.
—Es mi deber...
Parpadeó más de la cuenta y apenas capté la barbaridad que solté.
—¿Tu deber?
Solo quiero a mi esposa de regreso.
—Me pareces una mujer encantadora que merece ser feliz, yo planeo hacerte disfrutar de mi compañía si así me lo permites.
Su amplia sonrisa me pareció de lo más tierna.
—Pareces de otra época.
Lo soy.
—Me educaron a la antigua —señalé.
Ladeó su cabeza sin desaparecer esa hermosa dentadura que dejaba expuesta al estirar sus comisuras hacia arriba.
—Me agrada.
Me acerqué a ella, casi la arrinconaba detrás de un puesto de comida lo suficientemente apartado de todo ojo humano.
La música y las voces del gentío podrían amortiguar cualquier ruido que viniera de nosotros.
—¿Lo suficiente para besarte?
—Me arriesgo a averiguarlo...
Separó ligeramente sus labios. Sus manos pasaron por mi pecho muy lentamente que tuve que concentrarme en no perder la cordura, sujetó mi sudadera y me atrajo a ella para plantarme ese beso que tanto anhelaba.
Dominé la ejecución cuando sus brazos rodearon mi cuello mientras que los míos sujetaban su pequeña cintura para pegarla a mí. No me era suficiente, quería tocarla y estar dentro de ella. Pasaron setenta y tres años para volver a sentir ganas de estar con una mujer de la manera humana y no quería que eso me fuera arrebatado.
Su lengua se reencontró con la mía y escuché un gemido proveniente de ella. Quería escucharla, su voz se volvía muy sensual cuando le daba placer, una melodía perfecta para los momentos de lujuria despiadada como los nuestros.
—Espera...
—Ni si quiera lo pidas —volví a chocar con sus labios, pero esta vez con más intensidad y ganas de acabar con ella.
Empujé su cuerpo hasta atrancarla contra el puesto de madera y así tener acceso sencillo para sujetar sus piernas. Alcancé el inicio de la falda de su vestido para subirlo y tocar su tersa y suave piel. Maddy se estremeció y jadeó sin dejar de besarme.
Joder, no me había percatado de cuánto la extrañaba hasta ahora, ¿Cómo pude vivir sin Maddy todo un mes?
No había gente a la vista, todos estaban ensimismados en sus paseos en familia, amigos o pareja. Estiré la delicada tela que cubría su pelvis y rocé con mi mano ese lugar que solo me pertenecía a mí.
—Gastón... —gimió por debajo—, tu mano.
—Es perfecta para ti.
—Es... es...
—¿Muy fría? ¿Áspera?
Sus labios jalaban aire con rapidez.
—Muy grande.
Sonreí perverso por esa descripción tan acertada. Me incliné para llegar a su oído, su pecho golpeaba el mío mientras la seguía acariciando sin perder el ritmo.
—Todo en mí es muy grande, Maddy —susurré.
Introduje mis dedos en ella para embarrarme de su calidez, de la humedad que le producía cada vez que la tocaba. Entré y salí con un movimiento decente para que ella disfrutara el placer.
—¿Te gusta, Maddy?
Sus ojos apenas me veían y paseé mi lengua por su cuello con ganas de encajar mis colmillos. Luego fui a su mandíbula para darle mordiscos que la hicieron vibrar aún más.
—Esto no es... —apretó sus labios para reprimir un gemido—, correcto.
—Parece no importarte.
—Parece que no.
La besé de nuevo sin dejar de mover mis dedos dentro de ella. Aplasté su cuerpo para adentrarme más y su cuerpo comenzó a sacudirse, sus jadeos se volvieron obscenos que tuve que tapar su boca con mi mano para amortiguar el sonido que se volvió mi favorito desde que vi cómo se dejaba llevar por la lujuria y el deseo que tenía en su interior.
Maddy llevó su cabeza hacia atrás y explotó para disfrutar de su orgasmo. Sus piernas temblaban demasiado que tuve que sujetarla bien para evitar que resbalara. Su respiración errática la fue llevando a su ritmo normal y me miró cuando recuperó el aliento por completo.
Mis dedos salieron llenos de ella. El rubor en su rostro se quedó plasmado cuando vio que los metí a mi boca para saborear la delicia de su interior.
De repente su pecho subía y bajaba rápidamente sin dejar de mirarme. Apoyé ambas manos en la pared de madera, a la altura de su cabeza y le robé otro beso, no pude aflojar la vehemencia con la que deseaba devorarla.
—Eres deliciosa.
Parecía que las palabras se quedaban atascadas en su garganta porque no dejaba de temblarle.
—Eres muy atrevido.
—Y eso que no entré como debe de ser —se me daba bien ser persuasivo—. Dime que lo deseas y así será.
Maddy se acomodaba el cabello para tomarse más tiempo y ocultar lo roja que estaba por mi clara insinuación.
—Caray, Gastón.
Sonreí.
—Solo dime que sí.
La mirada de mi mujer cambió de golpe, algo de repente le afligía.
—Gastón, tienes que saber algo antes.
━━━━━━━◎━━━━━━━
Caminamos a la orilla de un acantilado donde la vista del Bosque de los caídos se asomaba junto con el río cristalino de la desesperación, decidimos sentarnos para apreciar la vista, nuestros pies flotaban a un vacío oscuro que llevaba a una muerte instante para cualquier humano.
—La vida de una Draconia es complicada, y no quiero ser falsa contigo.
Tenía una idea de lo que iba a contarme.
—Puedes decirme lo que sea.
—A pesar de que somos un clan que protege a las personas, también tenemos un lado oscuro que es abominable.
Fruncí el ceño.
—No te voy a juzgar, Maddy —coloqué mi mano sobre la suya—. No voy a huir.
Eso hizo que ella se apachurrara más del agobio.
—Gastón, es que yo tengo...
De pronto un sonido puso alerta a Maddy, era el llamado de las Draconias, lo recordaba perfectamente. Algo andaba mal y todo indicaba a que estaban empezando una cacería.
Maddy se levantó a la velocidad de un rayo y corrió al llamado, frenó de golpe para volver a mí y la sostuve para recibir el beso.
—Nos encontraremos en otra ocasión.
—Maddy...
No tuve tiempo, se fue, la oscuridad se la trago cuando desapareció entre los altos pinos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro