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Capítulo extra.

Ronald West.

Londres, Inglaterra.

Solo escuchaba el eco de mis botas caminando hasta la oficina de Solomon, la compuerta se abrió automáticamente y encontré a mi cuadrado y caprichoso jefe en el escritorio revisando algunos papeles.

Me planté frente a él entre las tenues luces de su lúgubre oficina.

— ¿Y bien? ¿Ahora a dónde me vas a mandar?

Levantó su despreocupada y seria mirada gris para clavarla en mí.

—Corea del Sur está bastante tranquilo gracias a ti y algunos otros protectores, ahora te requiero en un lugar más... inquietante.

Sobre su inmenso escritorio había una carpeta roja con azul y estrellas, maldije por dentro al verla, solo una carpeta tenía esos colores que caracterizaban al país destino.

Mierda, mierda y más mierda.

—De ninguna manera, sabes bien que mi única condición al entrar aquí fue que no me mandaras a Estados Unidos —le recordé con severidad.

Solomon no parecía importarle lo que le dije, nada más se recargó en su silla giratoria y se balanceó un poco, desencadenando mi mal humor por la espera de su respuesta.

—Y lo tengo presente, As, pero, no te mandaría allá si no fuera de suma importancia —dice con ese tono serio que en ocasiones me molestaba—. Hay varios sectores muy peligrosos llenos de bestias y una plaga en cierta zona que es en la que estarás, hay algo raro y tu misión aparte de proteger, será encontrar el problema de raíz.

Sacudí mi cabeza en total negación.

—Búscate a otro, yo no voy.

—No te lo estoy pidiendo, As. Te lo estoy ordenando.

Quería clavarle uno de mis cuchillos en la garganta, tomé la carpeta de mala gana y la abrí para encontrarme con la ubicación exacta, esto claramente era para joderme.

— ¿Es una maldita broma?, ¿Baltimore?, de todos los putos rincones de ese país tenía que ser ahí.

—Increíble, lo sé, pero te necesito en esa zona y no estás en posición de desertar.

—Entonces aún no me conoces —lo reté.

Lo fulminé con la mirada y pasé la hoja para conocer el rostro de mi nuevo dolor de cabeza para cuidar. En cuanto vi la foto quedé estupefacto, como si algo dentro de mí hubiera hecho explosión.

Era hermosa, cabello lacio y rubio, ojos azules en un tono más oscuro que los míos, piel blanca y una mirada llena de inocencia que me provocaba corromper de todas las formas posibles y al mismo tiempo, proteger.

Tenía años de no sentirme atraído por alguien de esta manera, en lo que concierne a mi vida sentimental, era solo sexo ocasional entre chicas que conocía en bares cuando no estaba cuidando a mis protegidos o entre las compañeras del grupo de protectores, era una vida tan estresante y nada mejor que un buen polvo para relajarse.

Pero esta chica llamó tanto mi atención que no estaba conforme con la poca información que tenía en mi poder, futura estudiante de piscología—cerebrito—hermana menor de tres—sobreprotegida—su tipo de sangre, dirección de su casa, proviene de buena familia y entre otras cosas sin tanta importancia. Esta chica emanaba excelente conducta y me encantaba.

Moví mis ojos hacia Solomon.

— ¿Cuándo salgo?

El jefe enarcó las cejas y supuse de inmediato que era por mi cambio de parecer.

—Hoy mismo, ya tienes el boleto de avión, ¿Casa o departamento?

—Casa.

—Tendrás una ubicación discreta y evita ser tan llamativo, ¿Empleo como cajero en Wal-Mart o vendedor en Best Buy?

—Vendedor.

— ¿Auto o moto?

—Moto.

—Bien, todo estará listo para cuando llegues al continente americano, ya sabes que hacer, As, concéntrate en tu trabajo y... buena suerte con la cacería.

Cerré la carpeta y me retiré de la oficina sin agregar nada más.

════════⚔️════════

«Estimados pasajeros, bienvenidos a Baltimore, Maryland. Aterrizaremos en diez minutos, abrochen sus cinturones y gracias por viajar con AirSky Line».

Durante todo mi trayecto no dejaba de ver la foto de Aurora Blake, que preciosa chica, parecía un maldito psicópata por estar tan jodidamente obsesionado por una foto. Pero por primera vez desde que entré al grupo de protectores sentía emoción, deseaba saber más de ella, incluso acercarme más de lo que estaba permitido y portarme a la altura para ella. Esto era una ridiculez, aunque...

Le eché un último vistazo a la foto y sonreí.

—Con que, esta es la cara que te incita a romper las reglas —miré por la ventana que daba el espectáculo de un Baltimore nocturno—. Ya lo veremos.

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