Capítulo 40. Hagamos un trato.
Ronald no dijo nada más del asunto de las protectoras que nos vieron y me llevó al hospital para ver a mi familia. Más tarde tendríamos nuestra cita y él por mientras iría a ver unas cosas con los demás protectores. Al entrar me encontré con Eleonor y Rachel conversando.
Mi hermana me sonrió y se levantó para recibirme con un abrazo.
—Papá está mejorando bastante bien, nos lo acaba de informar el doctor.
Sonreí por la noticia que me inyectó alegría instantánea.
— ¿Adam está con él? —inquirí con la intención que solo Rachel me escuchara.
—Sí —confirmó con una dulce sonrisa—. Yo acabo de salir, Adam quiere quedarse con él toda la noche para que nosotras vayamos a descansar, pero no quisiera dejarlo.
La entendía.
—Ni yo. Aunque... Ronald quiere que salga con él esta noche y...
—Anda, tienes que distraerte —me animó Rachel con rapidez y sin reproches—. Sal con él y diviértete, papá estará bien.
Con los protectores, claro que sí.
—Sí —susurré—. Supongo que está bien.
—Ronald me enterneció, lo vi muy preocupado por lo que sucedió.
Miré a mi hermana con atención.
— ¿Qué?
—Cuando estuviste adentro con papá, él se quedó aquí y no se movió, hablé con él un poco y me dijo que si necesitábamos algo que le avisáramos, que él estaría al pendiente y mi mente solo podía decir ¡Caray! —suspiró impresionada—. Se nota que es un chico muy maduro, tiene el poder de persuadir a la gente.
Por mi mente pasaron muchas ocasiones en las Ronald conseguía lo que quería con su sonrisa y esos seductores ojos. Rachel me descubrió sonrojada y no dudó en burlarse de mí.
—Lo quiero —confesé con la mano en mi corazón.
—Y estoy feliz por ti, Aurora.
Me sonrió con ternura y noté a Eleonor impasible. Sin duda había cambiado demasiado, su aura era distinta, podía percibirlo.
— ¿Desde cuándo está Eleonor aquí?
Mi hermana la observó por un momento.
—Unas dos horas —apuntó.
Asentí con cara de pocos amigos.
— ¿Ustedes están bien?
Rachel frunció las cejas en señal de desconcierto, estaba mal que actuara así, pero me preocupaba lo que pudiera hacerles esta mujer y no podía contenerme cuando se trataba del bienestar de mi familia.
—Aurora estás extraña, claro que estamos bien.
Agaché ligeramente la cabeza por mi inquietante intensidad, pero era mi alerta roja mental. No me fiaba de Eleonor.
—Es que... lo de papá me tiene mal —mentí, era buena excusa para evitar que sospecharan.
Me abrazó en respuesta y yo la recibí gustosa.
—Lo sé, hermana, lo sé. A todos nos tiene mal, pero ya ves —me miró con una radiante sonrisa—. Está recuperándose.
Asentí intentando devolverle la sonrisa.
—Ahora vamos a que te arregles para tu cita con Ronald, tengo las llaves del auto de Adam.
Después de todo, tal vez no era buena idea dejar a mis hermanos.
—Pero papá...
—Si estuviera grave te pediría que te quedaras. Él por el momento está descansado, ya está fuera de peligro y está bien.
Suspiré y sonreí por la compresión de Rachel.
En eso, divisé que Adam venía por el pasillo, se miraba con mejor semblante desde que me había ido. Me abrazó en cuanto llegó.
—Vayan a dormir, yo cuidaré de papá esta noche.
—No quisiera dejarte —dije entre sus brazos.
—Estaré bien —me aseguró muy tranquilo.
De eso estaba segura, pero seguía con esa inquietud de ver a Eleonor. Esa mujer se acercó y abrazó a Rachel, no la soportaba, me alejé de Adam para no tenerla tan cerca y evidentemente se notaba que no quería tenerla junto a mí.
— ¿Aurora? —la voz desconcertada de Adam me alertó, tenía que fingir ignorancia ante esa bestia.
—Estoy bien —contesté para su alivio.
Eleonor me observó ¿Estaría sospechando algo?, era consciente de que podía oler mi sangre, tal vez hasta el miedo o el odio podía percibir de mi parte, pero no me importaba. Ronald era mi protector y cuidaría de mí al igual que de mi familia y eso me daba seguridad.
—Me la llevaré —las manos de mi hermana rodearon mis hombros—. Necesita despejarse del hospital.
Mi hermano me miraba extrañado y al final accedió sin decir más.
—Descansa, Aurora —dijo Adam antes de depositar un beso en mi frente.
—En realidad saldré un rato con Ronald —solté.
Adam enarcó una ceja.
— ¿De nuevo? —inquirió Eleonor mientras se cruzaba de brazos.
—Sí —espeté con una discreta mirada glacial dirigida a ella.
Mi hermano se llevó una mano a la nunca y soltó una pequeña risa amarga.
—Solo no llegues tarde a casa, necesitas descansar —concedió Adam muy sereno.
Eleonor era la que no se miraba convencida sobre mi salida con mi novio, tal vez se sentía intimidada por él y eso me preocupaba mucho, ya que eso significaba que sabía lo que era Ronald.
Salimos del hospital al poco tiempo. Adam estaría solo con papá, custodiados por los protectores, y para mi mala suerte, Eleonor decidió irse con nosotras a casa.
—Chicas estoy pensando en darle una sorpresa a su papá.
Volteé a ver a Eleonor que hablaba con tanta dulzura como de costumbre, vaya que al fin me había dado cuenta de lo bien que fingía su papel con nosotros, que no sentía nada sincero por mi padre y eso me provocaba rabia.
—Será buena idea —opinó Rachel—. Pero ya sabes que a mi papá no le gustan esas cosas.
—Mamá siempre fue única en eso —agregué a la defensiva—. Lo sé por papá.
La mirada de Eleonor fue siniestra, jamás me había visto de esa manera, pero yo no dudé en sostenerle la mirada.
—Aurora ¿Hay algo que quieras decirme? —contraatacó Eleonor fingiendo no sentirse ofendida por mi comparación.
Le dediqué una sonrisa forzada.
—Para nada —contesté.
—Desde hace tiempo que te siento muy extraña.
—Subamos —ordenó Rachel, ausente de nuestra conversación.
Sacudí lentamente mi cabeza al verla frente a frente.
—Por supuesto que no —fui tajante.
—Entonces —se cruzó de brazos—. ¿Por qué tus ataques?
— ¿Por qué los consideras ataques? —repliqué un poco irritada.
—Porque ya no eres esa niña amable y dulce.
—Tal vez no merezcas mi amabilidad —contesté displicente.
— ¡Suban! —exclamó mi hermana por segunda vez.
Eleonor poco a poco fue cambiando su expresión, pasó de uno retador a uno de conmoción, y nos miramos fijamente.
— ¿Es influencia de ese muchacho?
Fruncí las cejas de un movimiento.
—No metas a Ronald en esto.
—Solo quiero saber, cariño ¿Por qué esta actitud tan extraña conmigo?
¿Cariño?, maldita bestia mentirosa. Lo que hice fue subirme al auto, no quería seguir hablando con ella y tomé aire para controlarme. Me crucé de brazos esperando a que Rachel arrancara. Ronald y yo tendríamos nuestra cita mientras que mi hermana se quedaría sola con Eleonor, ¿Qué tal si le hacía algo malo?, tenía miedo, pero Ronald me aseguró que nada pasaría.
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Cuando llegamos Rachel logró estacionarse a la primera y Eleonor se había encargado de hablarle a Adam para avisarle que ya estábamos en casa. Entramos y la bestia terminó su llamada.
— ¿Quieren algo de cenar? —preguntó Eleonor con una actitud más afable—. Podemos preparar algo entre las tres.
Puse los ojos en blanco.
—Mejor encarguen algo —propuse, pero mi tono sonó bastante grosero.
—Aurora Blake —vituperó Rachel.
Tenía que salir de ahí, la hipocresía de esa mujer me asfixiaba y no me hacía pensar con claridad mis palabras.
—Suena bien preparar algo, así nos despejamos un poco —agregó mi hermana mucho más amable que yo.
Sacudí mi cabeza negándome a ayudar.
—Tengo... que arreglarme —me excusé muy rápido.
—Entonces será entre tú y yo, Rachel.
Mi hermana me miraba con aire de confusión, era mi actitud, lo sabía, pero no podía controlarme, me obligaba y era imposible. Eleonor no era buena y si la tenía cerca me hacía sacar lo peor de mí. Por otro lado, intentaría ser como ella, fingir era mi mejor arma contra la bestia.
Solo para poder proteger a mi familia.
Corrí por las escaleras directo a la habitación, no sabía a dónde iría con Ronald, pero él me aseguró una cita. Cuando dejé mis cosas sobre la cama noté que en ella había una pequeña nota doblada por la mitad. La tomé para abrirla:
Sonreí, era lindo que prefiriera dejarme notas escritas en lugar de mandarme un mensaje por el móvil. Me apresuré a vestirme.
Elegí un vestido suelto en color verde olivo con manga estilo globo de tres cuarto, y unas botas de uso rudo en color marrón. Tomé una bolsa que combinara y dejé suelto mi cabello. Al salir de la habitación escuché a Eleonor y a Rachel reírse y todo me pareció una vil mentira por parte de ella. De solo pensar que atacaría en cualquier momento hacía que mi angustia creciera.
¡Cuánta frustración!
Bajé las escaleras, mirándolas desde la cocina. Rachel me percibió porque asomó su cabeza sobre su hombro y giró para verme, hizo bailar sus cejas de arriba abajo de manera pícara.
— ¿Tan rápido? Sí que estás flechada.
Eleonor volteó a verme y sonrió.
—Tan hermosa como siempre, Aurora —expresó la bestia.
Bajé la cabeza con una sonrisa tímida.
—Ya... m-me voy —avisé.
— ¿Tu móvil?
—Aquí lo llevo —le aseguré a mi hermana.
—Diviértete.
Caminé a la puerta principal y salí de la casa. Llegué hasta la esquina donde noté su sombra, era Ronald, seguí avanzando hacia él y pude ver su hermosa y seductora sonrisa cuando me acerqué a abrazarlo.
Su apariencia emanaba peligro y a la vez protección. Esa dualidad lo describía perfecto.
Al verlo tan guapo deseé besarlo, sujeté su rostro entre mis manos, lo atraje a mí y lo besé. Tomé un ritmo apasionado para saborear su fresco aliento a menta y aspiré ese aroma tan masculino que tenía.
Sus labios suaves y hábiles eran adictivos.
—A... —no dejé que hablara y él no opuso resistencia, me sujetó de la cintura y llegó a mi ritmo. Lo seguí besando con la intención de grabar la textura de sus magníficos labios y me detuve lentamente, sin ganas de separarme—. Aurora Blake que tenaz —contestó muy impresionado.
Mis mejillas se incendiaron por la emoción de haberlo besado así pero valió la pena.
Me lamí el labio inferior antes de responder.
—Lo siento.
Arqueó sus pobladas cejas negras sin apartar la vista de mis labios.
—Por mí hazlo cuando quieras —contestó con esa esencia de perversidad en sus palabras.
Sonreí mientras tomaba una de mis manos y la rozó con las comisuras de sus labios, provocándome un choque de circuitos en todo el cuerpo hasta plantar un suave beso en el dorso. Después llevó mi brazo hacia arriba y me hizo girar sobre mi propio eje.
—Estás preciosa, y esta noche eres toda mía, princesa —me susurró con su aterciopelada voz para luego envolverme en sus brazos con fuerza.
Al otro lado de la calle estaba su auto y subimos. Antes de arrancar lo detuve para que me viera.
— ¿A dónde vamos? —pregunté algo ansiosa.
Intentó esconder una sonrisa.
—Sorpresa —cantó la palabra con tan exquisita seducción que me provocó cosquillas en el estómago.
No pude evitar sonreír y quedarme gaznápira.
— ¿Me gustará?
Me miró muy sensual y desafíate.
—Hagamos un trato —respondió coqueto—. Si te gusta quiere decir que gané y tendré derecho a pedirte lo que quiera, y si de milagro ganas, queda en ti hacer lo que quieras.
Me reí.
—Ya lo veremos —lo reté.
Se carcajeó de risa al escucharme y arrancó rápido, en dirección a esa sorpresa.
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