Capítulo 34. Toca esperar.
El día llegó.
Rachel seguía en su batalla por escoger el maquillaje perfecto para ambas después de haber logrado hacerse un peinado como estilista profesional; una gran virtud de mi hermana era que con solo leer instrucciones, manuales o ver tutoriales era suficiente, al primer intento le salía sin falla.
Por otro lado, había decidido no salir de mi habitación a menos que fuese forzosamente necesario. Al parecer Eleonor tenía como límite entrar a mi habitación, y más si tenía compañía. No se acercaba y no empezaría hacerlo sin motivo que no la delatara de su oscura identidad.
Continuaba leyendo tranquilamente una novela, y al pasar a la siguiente página un grito desgarrador retumbó en la habitación, provocando que Rachel y yo saltáramos del terror. Temblé de solo escucharlo y el maquillaje que llevaba mi hermana en sus manos había salido volando hasta el suelo. Nos miramos al mismo tiempo con esa expresión claramente desconcertante.
— ¿Esa... fue Eleonor? —preguntó Rachel con el ceño fruncido y corriendo hacia la puerta.
Abandoné mi cama de un salto para ir detrás de ella. Bajamos y nos encontramos a una Eleonor devastada y llorando sin parar. Una sensación dolorosa me sacudió e hizo presión en mi pecho, mi corazón estaba perdiendo su pulso. Mi hermano segundos después hizo acto de presencia y nos miró a todas.
— ¿Qué ocurre? —inquirió Adam muy inquieto.
Nos acercamos a ella para ayudarla, bueno, más bien Adam y Rachel lo hicieron, yo guardé mi distancia, recelosa por la actitud de la bestia que no me creía.
—Chicos —nos llamó Eleonor sin parar de sollozar, con una voz estrangulada—. Tenemos que ir rápido al hospital. Su padre... Gregory tuvo un accidente.
La sangre y mi alma abandonaron de inmediato mi cuerpo al haber escuchado las palabras «padre y accidente» en la misma oración.
¡No!, Mi papá ¡Él no!
— ¿Qué? —interrogó Adam aturdido—, pero... ¿Dónde fue el accidente?
—No me dijeron... solo —lloraba desconsolada—, solo que lo llevaron de urgencia.
Sacudí mi cabeza, me encontraba en shock por pensar que mi padre podría... no. No quería ni terminar esa frase mental. Subí las escaleras junto con Rachel hacia la habitación, ella tomó su bolso y yo tomé unas zapatillas deportivas para irnos al hospital.
—Por favor que mi papá esté bien —rogaba Rachel desesperada.
Adam nos esperaba impaciente en la entrada. Corrí, casi volé por desear estar lo más pronto posible con papá. Tenía mucho miedo de perderlo, era algo que no soportaría y no aceptaría con facilidad.
Apenas fui consciente de los surcos que iban formando mis lágrimas por mis mejillas, las quité con el dorso de mi mano y respiré profundo al estar en el interior del auto. Adam tomó el volante mientras Eleonor—que ocupaba el asiento del copiloto—intentaba tranquilizarse.
¿En verdad le había afectado esta noticia? Podía ver sus ojos por el espejo retrovisor del centro, se enjugaba las supuestas lágrimas de preocupación y de un segundo a otro clavó su mirada en mí. Desvíe mi vista al vidrio de mi puerta y me hundí en el asiento trasero junto con Rachel.
Me era imposible creer en el amor que supuestamente le tiene a mi padre.
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— ¿Qué fue con exactitud lo que te dijeron? ¿Cómo llegó? —indagó Rachel por el camino, alterada y nerviosa.
—Solo me dijeron que el auto se volcó y... está en terapia intensiva.
—No puedo creerlo —susurró Adam consternado.
Sabía que a mi hermano le costaba digerir las explicaciones tan vagas de Eleonor.
Me crucé de brazos tratando de calmarme en silencio. Mi familia me necesitaba y sobre todo papá. Pero esta situación me sobrepasaba a niveles catastróficos, no concebía la idea de vivir sin mi papá.
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Llegamos al hospital central de Baltimore. Adam había encontrado estacionamiento a la velocidad del rayo y cerca de la entrada. Estando una vez adentro Rachel corrió con una de las enfermeras que se encontraba detrás de un enorme mostrador gris.
—Señorita, por favor, están atendiendo a mi padre que acaba de tener un accidente, su nombre es Gregory Blake.
—Permítame —respondió la enfermera con amabilidad.
Al cabo de unos segundos la joven mujer de vestimenta blanca e inmaculada levantó la vista.
—Hace quince minutos el señor Blake fue ingresado de emergencia, su estado es crítico y está en terapia intensiva.
— ¿Qué tan grave es? —inquirió Adam, aclarando un poco su voz temblorosa.
Sentí como iba perdiendo la fuerza en mis piernas que Adam tuvo que sujetarme para no caer.
—Llegó inconsciente, con fracturas en el cráneo y golpes en la espalda baja.
Llevé ambas manos a mi boca, anonadada, ocultando mi rostro entre el pecho de Adam. Papá no se merecía nada de esto.
De pronto di un respingo inesperado por la vibración que venía de uno de los bolsillos de mi pijama; saqué el móvil y observé que marcaba un número desconocido. Estuve a punto de no tomar la llamada pero algo me hizo querer hacerlo.
—Hola —logré articular con voz trémula.
—Princesa.
Era Ronald, las lágrimas fluyeron de nuevo de solo escuchar su voz al otro lado de la línea.
— ¿Qué ocurre?
—Mi papá —farfullé, que apenas se distinguía lo que decía.
—Aurora ¿Qué pasó?
Tomé aire para tratar de aclarar mi voz ahogada por el nudo en mi garganta.
—Tuvo un accidente —dejé salir esas palabras sin aún poder creerlo—. Estamos en el hospital, Ronald. Mi papá... —no pude seguir hablando.
—Mierda ¿En qué hospital?
—En el central.
—Voy para allá.
Enseguida colgó sin dejarme agregar algo más.
Guardé mi móvil en su lugar y mi vista fue directo a Eleonor quien parecía embotada; había tomado asiento en la sala de espera como si no pudiera creer lo que pasaba. Algo dentro de mí me gritaba que toda su actuación de esposa afligida era mentira.
Pero este no era el momento adecuado para seguir mis sospechas. Tenía que estar con mis hermanos.
Adam consolaba a una Rachel quebrada, yo quería ser un miembro fuerte por ellos, pero de solo pensar en la gravedad de la situación, me mataba. La cabeza me martillaba fuerte al recordar las lesiones de cráneo y cadera que presentaba papá; y debido a esa razón mi mente no dejaba de jugarme los peores escenarios para él.
—Hay que esperar —dijo Adam, llegando junto a mí—. Lo están atendiendo, papá es muy fuerte y saldrá de esto.
Asentí, enjugando las lágrimas de mis mejillas. Adam me abrazó y luego atrajo a Rachel, sus palabras fueron de consuelo, pero aun así el sentimiento de impotencia seguía presente.
Observé de nuevo a Eleonor que se miraba más seria, sin ninguna lágrima a la vista, era extraño y mi desconfianza hacia ella se acrecentó. Adam nos llevó a sentar, quería que estuviéramos tranquilas pero conmigo era imposible, hasta no saber que mi papá estaba fuera de peligro no estaría en paz.
Inhalé y exhale varias veces, cerré mis ojos para concentrarme en pensar positivo, mi padre estaría bien, saldría bien de todo esto, volveríamos a casa felices junto a él. Una vez más volteé a ver a Eleonor, seguía manteniendo una imagen inescrutable, cruzada de brazos en el asiento y muy distante.
Si tan solo pudiera quitarme la sensación que tenía sobre la culpabilidad de ella por lo que estaba pasando con mi papá, tal vez mis niveles de ansiedad colapsarían en igual de bajar.
Desvié la mirada hacia el otro lado observando que él venía en mi dirección. Era imposible no notar su presencia con el porte que emanaba; llevaba puesta su cazadora, jeans negros, una camisa azul marina de fondo y botas estilo militar que lo hacían lucir muy masculino. Su cabello alborotado como lo era naturalmente combinaba perfecto con su mirada de misterio mezclada con sensualidad que derramaba con su andar, seguro y confiado en cada paso. Hasta percibí como algunas miradas indiscretas de las enfermeras lo devoraban, pero él no les prestó ni la más mínima atención, sus ojos estaban solo en mí.
Tenía esa mirada, la mirada que lograba desarmarme y que me transmitía toda esa confianza que necesitaba. Era alguna especie de conexión que creamos, algo tan nuestro, tan tácito.
Me levanté de la silla y eso fue suficiente para que me recibiera con los brazos abiertos, me sostuvo con fuerza porque creí que en cualquier momento me caería por la falla en mis músculos.
—Aquí estoy —me susurró con ternura, colocando una mano en mi cabello y pasar sus dedos entre el—. Aquí estoy —repitió para transmitirme tranquilidad y lo estaba logrando. Su mano en mi cintura me proporcionaba calor inmediato.
Levanté la vista para encontrarme con la suya, sin darme cuenta de que ya estaba derramando lágrimas.
—Tengo mucho miedo.
Me miró taciturno, no dijo nada y solo besó mi frente para volver a abrazarme.
—Lo sé, pase lo que pase aquí estaré —dijo con tanta calma en su voz aterciopelada que acentuaba su tono inglés—. Toca esperar, y yo esperaré contigo.
Sus palabras eran reconfortantes, lo abracé con más fuerza para esconder mi rostro en su ropa y fui percibiendo su aroma inconfundible a menta y madera, eso fue como la inyección que necesita para entrar en una calma real.
Sin embargo, las dudas seguían invadiendo mi mente, mi papá no era de las personas que chocaban, siempre era precavido y en toda su vida jamás había pasado un accidente, ni si quiera un roce, su historial al volante eran pulcro.
—Gracias... —susurré—, por venir.
Acarició mi rostro con las yemas de sus dedos ásperos.
—Estaré a tu lado siempre —el tono de voz que utilizó me arrullaba, y junto con el brillo de sus ojos me transmitía esa calma que tanto intentaba tener.
Sonreí de verdad.
—Eso es —dijo, estirando un lado de sus labios para una media sonrisa, sin dejar de abrazarme y darme besos en la frente—. La situación no es la mejor, pero, tienes una sonrisa preciosa.
Mis hermanos llegaron junto a nosotros y saludaron a Ronald, él amablemente les correspondió y decidimos esperar juntos a que los doctores salieran para darnos noticias del estado actual de mi padre. Como todos dicen, toca esperar.
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