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Sus dedos rápidos, ligeros y precisos acariciaban el lienzo llenos de colores haciendo una estela de color tras ellos.

Como una danza, nacida para inspirar, nacida para crear, sus dedos bailaban sin descanso sobre el lienzo antes blanco.

Llevaba minutos pintando, con gracia, con pasión, con arte. Sonriéndole al mundo sin miedo. La joven artista de apenas 18 años pintaba, alternando sus dedos manchados en pintura con el delicado pincel y los lápices y ceras de colores que estaban esparcidos por el suelo. Se sentía feliz, libre por fin.

Escucho esa estrepitosa voz que rompía su calma... su madrastra.
Se odiaban, ¿El porque?, nadie lo sabía, solo era algo que ocurría sin más.
Volvía a quejarse como siempre al personal, pobre Amelia, pero no era su problema, de un movimiento de cadera cerró la puerta.

Pintando con felicidad ese rostro femenino que todavía le era desconocido, le llevó horas de diversión y con los ojos cerrados y mirando a través del alma dibujaba esa mujer sin darse cuenta de quién era.

Pero todo lo bueno tiene que acabar, miro el lienzo con los ojos llorosos, la garganta seca y ese brillo de melancolía tan habitual cuando veía sus fotos, no entendía el porque había acabado así, se lo había prometido, no volver a pintarla, no volver a recordarla, el pincel rodó de su mano, golpeando el suelo con un golpe seco pintando el suelo de color rojo escarlata.

No pudo más, sintiendo como poco a poco se desmoronaba su mundo, mirando el lienzo con dolor, quería apartar la mirada, pero la belleza y el dolor de su obra le ardía por dentro y la cautivaban. Una adición tóxica dirían...

Calló de rodillas sintiendo como el salado sabor de sus lágrimas llegaba a su boca entre abierta por el asombro y el miedo, sus ojos elevados al cielo, suplicando que ese dolor parase.

Una figura masculina entró en la sala con una sonrisa y un plato de galletas en la mano - Mary te he traído algo para co...mer... - dijo perdiendo su sonrisa de golpe, el hombre analizó durante segundos la situación para tirase a abrazar a su hija dejando caer el plato el cual se fragmentaba a cámara lenta.
Todo pasó tan despacio que podíamos admirar cada uno de los fragmentos del plato desprenderse poco a poco.
El hombre de cabellos oscuros, ya canosos por la edad abrazo a su hija, la cual parecía sin vida, sus ojos azules desprovistos de luz lloraban, el la abrazo acariciando sus claros cabellos color caramelo recogidos por una diadema dejando ver su rostro devastado - Mary, tranquila estoy contigo - dijo el padre intentando hacer volver a la realidad a la joven.

La chica reaccionó apoyándose en su padre para llorar desconsoladamente - la hecho tanto de menos - admitió sin poder dejar de llorar tras ver el nuevo retrato que había hecho de su fallecida madre.

El hombre miro el lienzo, donde había plasmada la belleza de una mujer rubia de ojos azules brillantes, el fondo era una puesta de sol rojo brillante, todavía se acordaba de ese día en la playa en el cual habían cenado en ese restaurante junto al mar, hace 5 años, unos meses antes de la gran tragedia. No era el primer retrato que hacia Mary sobre la mujer, ni sería el último, pero... ¿cuantos años más tenían que pasar para que Mary olvidara?

Intentas hacer un relato feliz, sin darte cuenta asesinas a la madre, lo mío es un don pero también una maldicion.
Me gustaría saber hacer relatos felices.

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