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Tal como un chillido, o un estruendo que rompía el silencio sus gemidos seguían acabando con la tranquilidad del lugar.
Encerrada en su cuarto abrazada, en una esquina y sentada en el suelo, con terror, terror al mundo que la rodeaba, terror a aquellas personas... las lágrimas caían como cascadas por sus mejillas coloreadas por los pigmentos rosas que se había puesto.
El rimen le corría siguiendo las lágrimas como si se tratase de la sombra de las perlas saladas que caían desde sus orbes color esperanza.
Oh pequeña princesa no llores más por esos que no te merecen.
La dama seguía gimiendo de tristeza, tal desdicha que tenía la joven que lo único que calmaba su sufrimiento era llenar de lágrimas sus hermosos ojos tales como la hierba recién mojada por el rocío de la mañana.
Su vestido estaba lleno de maquillaje y lagrimas, puesto la tela violeta había sido utilizada para calmar sus penas.
Sus labios rosados manchados de rojo los cuales intentaba limpiar de ese color tan vistoso que poseen las cerezas más maduras del árbol, estaban rotos dejando que el líquido carmín de la vida corrieran por ellos, mordidos y destrozados por intentar aguantar las lágrimas después de sufrir tal humillación.
Incluso su hermano, su mellizo, el que le había prometido estar ahí con ella para lo bueno y lo malo se había reído.
Todo fue una pésima broma, su noche, en la cual brillaría más que la luna, acabo brillando como una estrella durante segundos hasta que se estrelló contra la cruda realidad.
Escucho como esa persona, con la cual compartía su sangre habría la puerta de la casa, haciendo girar la cerradura con ese tintineo tan característico en sus llaves.
Con la rapidez y agilidad de un gato apago la luz de la habitación y se metió en la cama, intentando que no se diera cuenta que estaba despierta, que pensara que dormía.
La joven escucho como alguien intentaba entrar en la habitación y ella con miedo se tapó con las sabanas, sus oscuros cabello le impedía respirar, pero aun así no los apartó, guardando la respiración con el corazón en el puño, aguantándose los deseos de llorar oh incluso hacer algún ruido. Poco después de que dejaran de forcejear la puerta una cansada pero joven voz masculina hablo con tono de arrepentimiento.
-Grechel, soy yo Harrison - dijo la voz pausada - lo siento mucho, pero era solo una broma - al no recibir respuesta decidió no decir mas - hablamos mañana - dijo el chico llendose por el pasillo.
Cuando la joven sintió que todo era seguro comenzó a llorar en silencio quitándose la manta de la cara para poder respirar... y así siguió toda la noche hasta que cayó en los brazos de Morfeo callando su insaciable canto de tristeza.
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