4.38
Sirius se encontraba encogido en una esquina en la forma animaga cuando el licántropo se liberó. Hubo un tintineo de metal, cadenas que cayeron al suelo seguramente inutilizadas como muchas antes de ellas, una figura alargada que avanzó a cuatro patas, sonidos animales.
Bastian DeFleur corrió alrededor de la habitación intentando en vano evadir al licántropo, su espalda golpeó una de las paredes y se deslizó hacia abajo, el cuerpo le temblaba como si quisiera fusionarse con la pared y desaparecer. Gritó llamando a Sirius mientras lloraba y sólo cerró los ojos cuando el licántropo saltó hacia él.
Antes de que pudiese desgarrarlo, otra figura a cuatro patas se estampó contra el licántropo para desviarlo y evitar que tocase al muchacho. Un ciervo con las astas a medio crecer hacía lo que podía para presionar esas astas contra el costado del licántropo y retenerlo en una de las esquinas del cuarto, algo que sólo lo hacía enojar más y causó aullidos y gruñidos.
El perro negro corrió hacia ellos, se metió en medio cuando vio que el licántropo intentaba rasgar la piel del ciervo y cerró los dientes en torno a su cuello. No bastaba para hacerle daño, pero era uno de esos gestos caninos que hacía que el licántropo le prestase atención y se entretuviese con él.
Tuvo que forcejear bastante después de que el ciervo se apartó para mantener al licántropo en una de las esquinas del cuarto. Le pareció oír unas voces, pero toda su atención estaba en no salir despedido hacia un lado por las sacudidas de Remus.
De repente fue lanzado y sintió dolor por unas astas que se le clavaron en el costado por un momento. Intentó incorporarse, el mundo le dio vueltas y se encontró mirando al ciervo desde abajo. El perro gruñó.
Al ver que atacaba al perro, el licántropo volvió a lanzarse sobre el ciervo. Sólo intentar arrinconar al licántropo para usar las cadenas restantes y algún hechizo requirió de mucho tiempo y energía, el olor desconocido lo había alterado más que de costumbre y las tres bestias no paraban de lanzarse de un extremo del cuarto al otro, empujarse y amenazarse. Tablas del suelo y paredes terminaron dañadas, objetos que tenían allí para la comodidad de Remus cuando reaccionara quedaron arruinados, una parte del techo se derrumbó y ni siquiera estaban seguros de cómo ocurrió.
En cuanto consiguieron que el licántropo volviese a estar amarrado y fuese sólo una figura oscura y peluda gruñendo en un rincón, James regresó a la forma humana. Estaba jadeando y cubierto de sudor.
Sirius también volvió a la forma humana. Se sentía tan cansado que podría dormir ahí mismo si no fuese peligroso por las cadenas medio destruidas.
Vio que James se daba la vuelta lentamente y caminaba hacia él. No le dio tiempo de pensar en lo que iba a decirle. Lo único que supo fue que de pronto estaba trastabillando para mantener el equilibrio y le dolía el rostro en la sección donde fue a parar el puñetazo de James.
Se tocó la cara con incredulidad, y por un segundo, mientras James hablaba en tono fuerte, se sintió como se sentía frente a su madre cuando era más pequeño.
Pero luego se dio cuenta de que sólo era James y la rabia se le desbordó al punto de abalanzarse sobre él. Los lentes de James cayeron al piso por el golpe que le dio. Quizás alguno los aplastó cuando empezaron a rodar por el suelo dándose golpes y forcejeando, James gritaba algo, Sirius estaba seguro de que él también estaba gritando algo, el licántropo se alteraba cada vez más sintiendo el caos en la casa y sus aullidos y gruñidos silenciaban a los dos chicos.
James de alguna manera consiguió inmovilizarlo y subirse sobre él. Sirius se retorcía de forma casi tan frenética como el licántropo. Oía mucho ruido sin captar nada hasta que comenzó a quedarse quieto. Primero fue el sonido de su respiración agitada, luego la de James, después estuvo su voz, el ruido se convirtió en sílabas y James le estaba hablando.
Más importante: James estaba sangrando.
La sangre de la zona de su boca, frente y mejilla goteó sobre el rostro de Sirius y este dejó de moverse y se quedó en blanco, escuchando.
—¿...en qué estabas pensando? ¿Qué querías hacer? ¿Qué se supone que querías hacer trayéndolo cuando Remus está así? ¿Querías que lo matara? ¿Sabes cómo se iba a sentir Remus si despertaba y había un cuerpo tirado frente a él?
Sirius no le respondió. No había nada que pudiese responder a eso.
—¿Por qué no pensaste en eso, Sirius? —La voz de James temblaba.
¿Por qué no pensaste en eso, Sirius? La pregunta se repitió en su cabeza tantas veces que ya no era sólo James quien la decía. Sirius se lo preguntaba a sí mismo. No había respuesta, aunque a la vez sí, y quizás esa respuesta que tenía era muy horrible o quizás ya no soportaba ver a James sangrar y estar desorientado sin los lentes sobre él, porque los ojos se le llenaron de lágrimas y lo único que salió de la boca de Sirius fueron soniditos lastimeros.
¿Por qué no pensaste en eso, Sirius?
Sirius comenzó a llorar de forma ruidosa. James lo soltó y retrocedió para sentarse en el suelo.
—Tú sabes que Remus jamás se perdonaría hacerle daño a alguien —El tono de James era muy bajo como si estuviese demasiado cansado para seguir reprendiéndolo.
James se levantó y Sirius sintió tanto pánico que se movió lo más rápido que pudo y agarró uno de los brazos del otro para que no se fuese.
En medio de los sollozos sólo pudo sacar una disculpa balbuceante. James intentó apartarse y él pasó de sostenerle el brazo a envolverle las dos piernas con los brazos para que no se alejase. Lo escuchó decirle algo pero no le prestó atención. Sirius siguió hablando entre balbuceos y sollozos desde el suelo, aferrándose a James, dijo que lo sentía, admitió que era idiota, prometió no hacer nunca más algo como eso, utilizó palabras para describirse a sí mismo que solamente su madre usaba para él, le pidió que no le dijera al resto, que no le dijera a Remus cuando volviese en sí, volvió a insultarse...
Sirius le suplicó y le juró todo lo que le podía suplicar y jurar en ese momento hasta que parecía que ya no tenía lágrimas que pudiesen salir, e incluso después de eso, como levantó la cabeza y notó que James sólo lo observaba con una expresión muy rara, siguió rogando y haciendo promesas sobre todo cuanto pasaba por su cabeza, cualquier cosa excepto soltarlo porque soltarlo no era una opción.
Todo se detuvo cuando James le puso una mano en la cabeza. Sirius se calló y volvió a levantar la mirada.
—Eres un idiota.
James le agarró los brazos para que lo soltara al fin y Sirius nunca se había sentido tan desorientado como en esos segundos que tardó en liberarse, agacharse y rodearlo. De repente era él quien estaba en los brazos de James y resultó que todavía tenía lágrimas.
—Eres mi mejor amigo —James sonaba todavía más agotado ahora— y no puedes volver a hacer algo como esto. No puedes. Nunca. Jamás. Por nada del mundo, Sirius.
Sirius asintió sin parar mientras sollozaba.
Una parte de él no entendía cómo y por qué James no se iba.
La otra parte estaba tan aliviada porque no lo había dejado.
Cuando pensaba en esa noche años más tarde, lo que más recordaba era al par de mocosos que se pusieron a llorar abrazados, adoloridos y cubiertos de sangre y moretones formándose.
No durmieron esa noche. No podían. No sabían lo que DeFleur haría después de lo que había visto, no sabían a quién le diría si lo hacía o qué diría y causar más problemas tampoco era una opción.
El mapa del Merodeador les mostró que Bastian daba vueltas por la Sala Común de Ravenclaw. Los dos intercambiaron miradas y decidieron regresar al castillo antes de que quisiera contarle a alguien.
Mientras avanzaban por los pasillos del castillo, el mapa tenía a un Bastian que iba hacia la oficina de Dumbledore. Probablemente tenía intenciones de esperar hasta que el director entrase porque pocas personas en el colegio sabían de la costumbre de Dumbledore de caminar por su oficina durante la madrugada.
Estaban tan concentrados en llegar con Bastian que no se fijaron en la zona del mapa por la que andaban y no vieron los nombres a tiempo.
El profesor Grindelwald apareció al doblar en una esquina y los dos casi chocan con él. La capa de invisibilidad que James tenía sobre ambos se deslizó hacia un lado, dejando parte del cuerpo de Sirius visible. La mano del profesor tanteó el aire y la reacomodó justo cuando la luz de la lámpara del conserje lo alumbraba, atravesando la capa.
—Profesor —saludó el conserje de mala gana—, he escuchado pasos.
—Serán los míos —justificó Grindelwald—. Los paseos nocturnos son una mala costumbre desde Durmstrang.
—Más de dos pies. Muy rápidos. Y torpes. Muy torpes...
—¿Algún animal?
—Muy pesados para un animal.
—Un animal grande seguramente. No es raro en un colegio que tiene un bosque con criaturas mágicas. Regrese a la cama, no hace falta hacer una ronda esta noche. Mi paseo no terminará pronto...
De alguna manera convenció al conserje de marcharse. Sirius y James quisieron avanzar nada más verlo alejarse para evitar problemas y no contaron con que el profesor extendería una mano, tantearía el aire cerca de donde desapareció el cuerpo de Sirius y les arrancaría la capa de un tirón.
Los dos se encogieron, varitas en mano y sosteniendo al otro, sin saber si era momento de correr o de resignarse al castigo.
Grindelwald los observó de pies a cabeza y se detuvo más tiempo en los rostros magullados.
Cuando sacó la varita, los dos cerraron los ojos y se juntaron más. Pero sólo sintieron el alivio en las zonas golpeadas y la ola cosquilleante de la magia haciendo efecto.
—No cuenten con que haré esto cada vez que los encuentre así —advirtió él, arrojándoles encima la capa.
—Profesor-
Grindelwald agitó una mano y comenzó a alejarse.
—Estoy ocupado viendo que no haya estudiantes fuera de la cama...
James y Sirius lo vieron desaparecer detrás de otra esquina, intercambiaron miradas confundidas y recordaron comprobar la ubicación de Bastian en el mapa.
DeFleur estaba dejando la oficina de Dumbledore en ese momento.
Reacomodaron la capa para cubrirse y corrieron hacia el pasillo de la oficina antes de que fuese tarde.
Encontraron a Bastian justo al final de las escaleras, la estatua de la entrada acababa de regresar a su puesto. El Ravenclaw temblaba, envolviéndose con sus propios brazos. Su expresión aterrorizada no hizo más que empeorar cuando Sirius y James aparecieron de la nada frente a él.
Bastian retrocedió.
—Aléjense de mí- —La voz le temblaba—. Dumbledore ya me dijo todo.
—¿Te dijo...?
—Son unos consentidos —Bastian interrumpió a James, algo de rabia mezclándose con el balbuceo asustado—, hay un licántropo en el colegio y puede matar a alguien y a Dumbledore le da igual-
—No empieces a hablar mal de-
—¡A ese viejo le importan más sus estúpidos Gryffindors que las vidas del resto! —le gritó Bastian a Sirius.
James apretó el brazo de Sirius cuando notó que quería abalanzarse sobre él por hablar mal de Dumbledore.
—Bastian-
—No se me vuelvan a acercar —Bastian empezó a alejarse sin darles la espalda ni quitarles la mirada de encima como si no estuviese seguro de si se transformarían en hombres lobos también de repente—, ni ustedes ni el monstruo que tienen de amigo. Si se me acercan voy a traer al Ministerio para que lo cacen...
Sirius se movió hacia adelante y esto hizo que Bastian saliese corriendo espantado. James alcanzó a sostener a Sirius y retenerlo allí para que no lo golpease por llamar monstruo a Remus.
—Sólo un puñetazo —le prometió, forcejeando para que lo soltase— y después otro y después-
Dejaron de forcejear cuando notaron que la estatua de la entrada de la oficina de Dumbledore se movía para darle paso a las escaleras y a un viejo mago con una larga túnica y aspecto cansado. James soltó a Sirius de inmediato para que no creyese que se estaban peleando y los dos se encogieron a la espera del regaño.
Dumbledore utilizó un artefacto que no conocían para encender las luces del pasillo con un clic y los examinó de pies a cabeza de una manera muy similar a cómo lo hizo el profesor Grindelwald antes.
—Regresen a la cama —Fue lo único que dijo en el mismo tono suave de siempre—. Es mejor si están en su dormitorio cuando amanezca.
James y Sirius prácticamente huyeron de ese pasillo, temiendo que si dudaban el director cambiaría de opinión y podían recibir algo mucho peor que un simple castigo: podían causarle todavía más problemas a Remus.
Regresaron al dormitorio casi a la hora del amanecer y los dos se tiraron en la cama de James, sólo cerrando el dosel a medias para que Peter no los viese si se despertaba de repente.
—Dumbledore es demasiado bueno...—susurró James con los ojos puestos en el techo del dosel pero sin identificar nada por la falta de lentes.
Sirius asintió y estuvieron en silencio hasta que James escuchó soniditos de llanto que intentaba mantenerse callado.
James le pasó un brazo alrededor y le dio una palmadita en la cabeza ya que el cabello era lo más fácil de identificar mientras no pudiese ver bien.
Cuando Peter se levantó para alistarse para la primera clase, ellos seguían así.
Un detrás de escenas para calmarse:
Estudiante: Y SUS GRYFFINDOR HICIERON-
Dumbledore por dentro: la verdad me vale verga.
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