4.37
James y Sirius tenían problemas.
Los problemas de ambos comenzaron el día en que el tren trajo de regreso al resto de estudiantes y docentes de Hogwarts, sólo que eran completamente opuestos.
James arrastró a sus amigos a la entrada para esperar y empezó a saludar desde lejos nada más divisar un cabello rojo anaranjado familiar.
Saludar quizás con demasiado entusiasmo.
Lily le dijo algo, pero en medio de la multitud, no pudo escucharla, así que bajó por la parte de la hierba para acercarse. Y se tropezó. Hubo una pequeña explosión, James ahogó un grito y hubiese rodado colina abajo si no hubiese sido por el brazo de Severus metiéndose en su camino para enderezarlo.
De todas maneras, el suelo bajo él terminó con dos huellas quemadas mientras Lily lo veía con confusión, Severus se burlaba y James sentía que el rostro comenzaba a arderle.
Quizás era el único día de ese invierno con algo de sol. No se explicaba por qué más le parecía que el cabello de Lily volvía a brillar y a recordarle a las hadas de los cuentos en el mundo mágico. A las buenas, no a las pequeñas y malvadas. Debía ser la luz.
Pero luego ella se inclinó un poco más cerca para preguntarle algo en un susurro, sonriendo, y James no creía que lo que acababa de pasar en su pecho fuese culpa de la luz.
Del lado de Sirius, en cambio, como DeFleur se había despedido de Remus antes del último día, no alcanzó a ver el bastón antes de las vacaciones, así que en cuanto lo divisó en la entrada, corrió hacia ellos y empezó a preguntarle a Remus cómo estaba y si su "enfermedad" había empeorado de alguna manera durante las vacaciones. Con muchas expresiones de preocupación que eran muy molestas porque no dejaba de verse inusualmente perfecto y también con un montón de toques innecesarios a Remus, el hombro, el brazo, el bastón, el dorso de una mano. ¿No sabía que no había que estar toqueteando a alguien que utilizaba un bastón?
Lo que Sirius sentía en el pecho no era nada similar a la luz y los cuentos de hadas. Era más como los gritos de Walburga Black enojada.
A los dos les hubiese gustado que todo se detuviese allí. Les habría facilitado el resto del año escolar que se detuviese.
En la clase de Adivinación, ya que el proyecto de las lecturas de manos estaba terminado, podían compartir mesa con sus parejas anteriores. Pero como James estuvo tanto tiempo inclinado desde su asiento hacia la mesa de Lily hablando con ella durante la primera clase del nuevo ciclo, Remus se rindió y le preguntó a Bastian y Peter si cambiaban de nuevo. Retomaron los lugares anteriores y James no dejaba de sonreír, aunque todo el cuerpo le hormigueaba a la vez. Era una sensación muy rara. Como la que tenía antes de jugar Quidditch.
Movía las piernas por debajo de la mesa porque no se podía quedar quieto y estaba demasiado ensimismado como para notar la mirada de Sirius cuando lo encontraron en la entrada porque su clase había terminado antes y notó que DeFleur estaba sentado con Remus otra vez.
Sirius estaba siendo más violento de lo necesario en Defensa contra las Artes Oscuras, lo que le ganó unos puntos extras porque cuando utilizaron muñecos los destrozó y cuando hicieron duelos de práctica mandó a volar a James hacia la otra punta del salón de una forma que no se sintió muy amistosa. Luego reaccionó, corrió a ayudarlo y disculparse y James decidió que no era culpa de su mejor amigo si su magia estaba un poco descontrolada.
Los primeros meses de 1975 fueron...meses raros.
James era un jugador de Quidditch, tenía buenos reflejos ojos-manos a pesar de los lentes, no era normal para él que los objetos se le cayesen. Y dejaba caer varias cosas cada día porque Lily hablaba de repente o se le acercaba sin que él la hubiese visto llegar. Era absurdo. Tuvo que perfeccionar el hechizo de levitación para dejar de tirar sus bebidas durante la comida.
Un día también se cayó de la escoba en una práctica en la que Remus, Severus y Lily fueron a verlo. Fue muy vergonzoso. James se quedó sentado en el césped, confundido, ruborizado y adolorido, preguntándose por qué un segundo estaba en el aire y al siguiente no si nadie le tiró una bludger. Incluso el capitán del equipo se le acercó para comprobar qué había pasado y frunció el ceño cuando él sólo balbuceó algo sin sentido.
Durante unas semanas pensó que los estallidos de magia no sólo no se estaban calmando, sino que estaban empeorando. Notaba grietas en el suelo de piedra y huellas quemadas por todo el dormitorio. Las luces tampoco duraban demasiado.
Pero tras fijarse un poco mejor, se dio cuenta de que ya no era sólo su culpa. Sirius estaba dejando rastros quemados en las mesas y paredes prácticamente cada vez que escuchaba el nombre de DeFleur o lo veía hablarle a Remus.
Un día la parte inferior de la túnica de Bastian DeFleur se incendió de repente mientras este le sonreía de forma encantadora a Remus. James no estaba seguro de qué tan accidental fue. Cuando miró hacia un lado, Sirius no les quitaba la mirada de encima, pero tampoco tenía una varita en la mano.
Él nunca lo había visto de peor humor. Pasaba mucho tiempo con el ceño fruncido y soltaba sonidos sospechosamente similares a los gruñidos de un perro.
Entre grietas, objetos que se caían, gruñidos y quemaduras accidentales consiguieron llegar al final del invierno. El mes de marzo, con las temperaturas por fin regresando a un rango que no les congelaba el cerebro, James llevó a Sirius al Lago Negro y jugaron un rato a arrojar piedras sobre las partes que tenían hielo en silencio.
El calamar gigante nunca dejaba que todo el lago estuviese congelado, pero aun así no era suficiente contra el invierno y siempre quedaban algunas zonas de hielo. Ellos les decían icebergs. En una de las clases de Sirius les dijeron que romper la capa de hielo ayudaba a que el calamar se diese cuenta de que el invierno había terminado, y por lo tanto, pronto la temperatura del agua podría aumentar al menos un poco.
Esto implicaba que a veces mientras destruían capas de hielo un enorme tentáculo se asomaba, sacudía y les salpicaba, probablemente como un "ya entendí". A James le parecía muy divertido y Sirius solía reírse con él cuando terminaban mojados por su culpa.
Esa vez no se rió.
James se sacó los lentes para limpiarlos y sólo siguió viendo la figura borrosa de Sirius a su lado, arrojando piedras al lago, cada vez más rápido. De nuevo enojado.
—¿Quieres hablar, padfoot?
Unos segundos de silencio.
—¿De qué? —le gruñó Sirius, lanzando otra piedra.
Él se encogió de hombros y se volvió a poner los lentes ahora que parecían limpios. No lo estaban del todo. De nuevo a quitarlos y seguir limpiando. Siempre le pasaba.
—¿Sabes? Me está pasando algo muy raro —James decidió comenzar él si quería que su amigo hablase.
—Sí, que de repente tienes manos de mantequilla —Escuchó algo de diversión colándose en la voz de Sirius.
—Aparte de eso —se quejó James, colocándose los lentes ya de verdad limpios—. O como parte de eso, no sé.
Sirius lo miró de reojo y pasó la piedra que sostenía de una mano a la otra.
—¿Parte de qué?
—Es como que...aquí —James se dio una palmadita en donde ubicaba su corazón—, está bien- y luego ya no está latiendo bien-
—Deberías ir a la enfermería.
—Eso pensé —admitió él, agachándose para escoger otra piedra—, pero estuve prestándole atención y es como...algo que sólo me pasa cuando Lily está cerca...
—¿Te embrujó?
James emitió un sonido indignado.
—Pudo ser un embrujo accidental —justificó Sirius.
—No creo que ella me haya hecho nada —James frunció el ceño—. Es algo mío. Algo me pasa en el pecho.
—Será un aviso de un infarto.
—¿Tú crees?
Sirius asintió, muy serio.
—Sí, claro, a mi padre le pasó algo así. Un medimago le dijo que mi madre le estaba generando tanto estrés que empeoraba cuando la tenía cerca.
James lo consideró durante un momento.
—No creo que sea eso, Sirius.
Sirius dejó de lanzar piedras y se agachó frente a él.
—Pues ve a la enfermería.
James asintió.
—Sí, sí, bueno...
Otro momento en silencio. Sirius jugueteó con una piedra de buen tamaño que encontró en el suelo entre ambos.
—A mí igual me pasa algo, supongo —susurró.
—¿Lo mismo con DeFleur? —preguntó James—. ¿Lo de la rabia Black?
Sirius movió la cabeza en un gesto de más o menos, sin mirarlo.
—¿No ha mejorado? Ya no están pasando tanto tiempo juntos...
—Pero cuando los veo es como que...—Sirius se interrumpió con un sonido frustrado—. DeFleur es tan perfecto que quiero vomitar. Pero moony a veces también es tan perfecto que quiero vomitar. Y cuando están juntos es peor...
—Podrían ser problemas del estómago —razonó James, encogiéndose de hombros.
Sirius bufó.
—Sí, podrían...
Los dos se pasaron un rato allí agachados moviendo las piedras pero sin lanzarlas contra el hielo restante, ocupados en sus propios pensamientos. No llegaron a ninguna conclusión ese día.
—0—
En abril, se darían cuenta de que esa conversación debió haberse alargado.
James tenía una práctica de Quidditch. Sirius estaba regresando de ayudar a Hagrid a mover unos sacos de comida de animales, solo, planeando ir a buscar a Remus y Peter para que los tres fuesen a ver a James en el campo.
No debería haberlos visto. De hecho, no creía que a DeFleur le hubiese agradado que los viera.
Fue apenas unos segundos. Remus se estaba riendo, Bastian le decía algo y una de sus manos parecía sostener parte del rostro de Remus. Y seguramente era sólo porque estaba susurrando en medio de un corredor y no hacía falta que Sirius hiciese explotar todas las antorchas a lo largo del pasillo de golpe.
Remus trastabilló por la sorpresa y DeFleur lo ayudó a mantener el equilibrio. Sirius sólo se dio la vuelta y empezó a alejarse dando zancadas.
Podía sentir la magia escapando de las palmas de sus manos. Creyó haber dejado una marca en alguna pared, no lo sabía. No le importaba.
Lo único en su mente era que iba a agarrar a Bastian DeFleur y...
Sirius tenía tantas ganas de gritar que si se hubiese encontrado con alguien más era muy probable que le hubiese gritado. Pero la persona con la que se topó al doblar en la esquina fue a Regulus, que venía de su paseo platicando con los cuadros del castillo, y fue como si tener ganas de gritar y estar frente a su hermano menor fuesen imposibles de combinar y todo se hubiese apagado de inmediato porque Sirius no iba a gritarle. No como tenía en mente un momento atrás. No a él.
Regulus lo observó con atención.
—¿Estás bien?
Sirius asintió, vacilante.
No quería repasar el tipo de pensamientos que tuvo antes de encontrarse con él.
Invitó a Regulus a ver la práctica de James y los dos caminaron hacia el campo hablando sobre una anécdota que un cuadro le contó a Regulus.
—0—
En la luna llena de abril no tuvo tanta suerte. Era el tercer día de luna llena específicamente, Sirius no había dormido por estar paseando con el resto de Merodeadores por el bosque para acompañar a Remus en su forma licantrópa, regresaron muy tarde y se levantó temprano porque Regulus tenía partido en la mañana.
Cuando Bastian DeFleur se metió en su camino en un pasillo con esa sonrisa tan encantadora, Sirius sólo se preguntó cuántos dientes podía quitarle para que dejase de verse así. Y como era uno de esos pensamientos feos, intentó respirar profundo.
No hizo mucho efecto.
Bastian le estaba hablando sobre Remus. Sobre lo angustiado que estaba por la enfermedad de Remus, sobre si Sirius sabía más del diagnóstico, si sabía si estaba mejorando o recibiendo tratamiento adecuado, sobre que a él le gustaría visitarlo pero sabía que no se quedaba en la enfermería y creía que se quedaba encerrado en el dormitorio de Gryffindor, sobre que su padre y su madre trabajaban en San Mungo y él podía escribirles para pedir un poco de ayuda si hacía falta...
Era impresionante que siguiese hablando frente a la expresión cada vez más seria y desagradable de Sirius.
De pronto, Bastian hizo una pausa.
—A menos que tú no sepas qué tiene Remus...—murmuró, inseguro.
Y Sirius decidió que no podía aguantar un segundo más a esta persona frente a él. Todas esas emociones ardientes, incómodas y horribles convergieron en su pecho en un momento, y en lugar de una explosión, hubo una calma muy fría y su voz fue bastante tranquila.
—¿Dices que quieres visitar a Remus mientras está en su crisis?
Bastian asintió sin dudar.
—¿Se puede? Pensé que no se podía-
—Se puede —aseguró Sirius—, pero tiene que ser de madrugada, muy temprano, porque sólo algunos tenemos permiso...
—¿Es peligroso?
Sirius le sonrió.
—No, para nada, es que Remus está delicado. Pero seguro tú tendrás cuidado acercándote, ¿verdad?
—Sí, claro...
Los dos acordaron la hora y el punto de reunión para esa noche.
De nuevo recorrieron el bosque durante la noche con el licántropo. El perro negro estuvo especialmente pegado a él, soltando ligeros gruñidos e invitándolo a jugar más que de costumbre. Nadie notó nada inusual. Sirius pensó eso al menos.
Como al día siguiente tendrían clases, dejaron a Remus en la Casa de los Gritos para poder volver a sus dormitorios y descansar. Ya que Sirius tenía la forma animaga que más confianza le generaba a Remus, era el encargado de ponerle las últimas cadenas con las que estaría hasta que amaneciera.
Las dejó bastante flojas.
Sirius volvió al dormitorio de Gryffindor y se tiró en su cama envuelto en esa sensación fría y tranquila en que llevaba todo el día. Peter no tardó en dormirse. Más allá, James cerró el dosel y se envolvió en sus mantas.
Sólo cuando le pareció que ya no se despertarían, Sirius abandonó el cuarto para ir a encontrarse con Bastian DeFleur en un pasillo de la planta baja. Esquivó al conserje sin dificultad y tomó atajos que se sabía de memoria para encontrarlo justo a tiempo.
—¿Dejan a Remus en Hogsmeade? —Bastian le estaba hablando en susurros mientras caminaban por el corredor a oscuras.
—Es para que nadie lo moleste —explicó Sirius con calma.
Mostrarle el pasaje del Sauce Boxeador era un sacrificio que no le gustaba, pero resultaba necesario si quería llevarlo sin llamar la atención. Bastian no paraba de murmurar lo impresionado que estaba por el pasadizo y Sirius sólo lo ignoraba a medida que avanzaban.
Antes de llegar, le dijo a Bastian que fuese adelante para que él pudiese cerrar la puerta. DeFleur ni siquiera dudó.
En la Casa de los Gritos en ese momento había un licántropo en un cuarto, un estudiante de cuarto año en la sala y un perro negro que apenas dejaba el pasadizo.
Sirius no recordaba tanto de esa noche. Cuando el licántropo percibió un olor desconocido comenzó a retorcerse. Bastian titubeó y no pudo localizar a Sirius (ni al perro) en la oscuridad.
—Si es una broma, Sirius, quiero que sepas que no es una broma graciosa...
El licántropo se soltó de las cadenas y luego hubo un grito fuerte de Bastian.
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