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3.23

Este recorrido por el subsuelo era especialmente incómodo porque Sirius le prestaba una atención excesiva a Regulus y Remus a Sirius y ninguno de los tres estaba escuchando a James.

James exhaló, colocó el mapa en que se suponía que estaban trabajando sobre una piedra y habló en voz lo bastante alta para que se escuchase por todo el túnel.

—Ya terminamos esta zona, entonces voy a probar la salida que va hacia arriba, y si la manticora sigue por aquí este año, dejaré que me coma vivo.

Sirius asintió y los otros dos no respondieron.

—Dije —James levantó más la voz— que dejaré que me coma vivo.

—Sí, sí...

—Está bien, James...

—Nos avisas qué ves.

James resopló, sacudió la cabeza y decidió dejarlos solos. Ya se darían cuenta.

Se acercó al túnel que encontraron que iba hacia arriba. No se trataba de una de las entradas al subsuelo y su ángulo casi por completo vertical hacía que fuese imposible caminar por ahí. Parecía más bien una estructura como la de las chimeneas.

James sacó el frasco de lo que le quedaba de la poción que le dio su padre, se la bebió y esperó unos segundos a que hiciera efecto. Cuando presionó la mano contra la pared del túnel, sintió que los dedos se le pegaban y necesitaba hacer algo de fuerza para separarlos de la superficie de piedra.

Comenzó a escalar con la ayuda de la poción. Calculó unos dos metros hasta la salida.

Del otro lado, se encontró con una cueva de piedra que todavía estaba debajo del castillo, era redonda y tenía cuatro cofres de pie en diferentes direcciones con personas talladas en la roca de las tapas.

James se acercó a una que creyó reconocer con la imagen de un hombre barbudo. Pasó una mano por encima de la piedra, tosió por el polvo y notó que había un león tallado en la parte inferior de la tapa.

En cuanto lo presionó con los dedos, la tapa de piedra se deslizó hacia un lado y algo cayó sobre él.

Alguien, en realidad.

James gritó tanto y tan fuerte que sus distraídos amigos al fin reaccionaron.

—0—

Lily tenía un brazo enganchado a uno de Severus y no dejaba de moverse por todo el pasillo donde se encontraban los libros recomendados para las clases de Aritmancia. Caminaba hacia un lado, revisaba uno, caminaba hacia el otro, jalando a un Severus que la veía con una expresión aburrida.

—¿...un cadáver? —Ella se aseguró de mantener la voz baja.

Cuando se paró junto al final del estante, echó un vistazo más allá. En una de las mesas junto a las ventanas, James tenía la cabeza presionada contra la madera y no podían verle el rostro. Remus y Peter, sentados junto a él, intentaban consolarlo con palabras.

James había perdido su hoja de mandrágora. Ni siquiera sabía si se la tragó o se le salió de la boca.

—Le cayó encima apenas se abrió la caja —murmuró Sirius, que estaba recargado en el estante opuesto de brazos cruzados.

—Creemos que fue el de Godric Gryffindor —añadió Regulus, que estaba de pie junto a su hermano con las manos unidas tras la espalda.

Lily emitió un sonidito de "hm" mientras avanzaba de nuevo por el corredor de la biblioteca, llevando a Severus. Estaba buscando una referencia para un tema que verían apenas se retomasen las clases.

—No sé si un cuerpo pueda estar tanto tiempo intacto...

—Bueno, intacto no se veía —aclaró Sirius—, pero tenía la ropa con que lo pintaban en muchos retratos...

—Y había símbolos mágicos en el cofre —recordó Regulus—, así que...¿tal vez usaron magia para mantener los huesos y ropa en buen estado?

—¿Y lo pusieron de nuevo en su sitio? —preguntó Severus.

Los dos Black asintieron.

—¿Con los hechizos de preservación? —Severus arqueó una ceja.

Los hermanos se miraron y titubearon.

—Eran muy avanzados —justificó Regulus.

—Oh, por favor...—Lily dejó de caminar y se llevó la mano libre a la frente—. No me digan que sacaron el cadáver de Gryffindor de su cofre y lo volvieron a meter sin rehacer los hechizos que tuviese encima.

—No estamos seguros de que sea el Gryffindor real —señaló Sirius como si eso lo volviese mejor.

Pero la verdad es que no lo hacía.

Lily suspiró.

—Chicos...

—Está bien, está bien —aceptó Sirius, agitando las manos—. Pensaremos en algo. Si es Gryffindor y mantuvieron su cuerpo durante siglos en el mejor estado posible con magia y ahora nosotros lo dejamos en riesgo, me van a echar de Gryffindor. Pensaré en algo.

—Si te echan de Gryffindor puedes venir a Slytherin —susurró Regulus—, los cuartos son cómodos.

Sirius arrugó la nariz con evidente disgusto y le puso las manos en los hombros.

—Lo único bueno que tiene Slytherin eres tú, Reggie, no, gracias. ¿Y tener al profesor Slughorn Nunca Ayudo A Mis Estudiantes de Jefe de Casa? No, no, no.

Lily había cambiado el agarre del brazo de Severus a sus dedos y estaba balanceando su mano de una manera muy similar a cómo hacía cuando era más pequeña, antes de Hogwarts. Parecía estar pensando y Severus sacudió un poco el brazo para recordarle que lo soltara y no lo usara como método para tener ideas.

—Díganle al profesor Grindelwald —sugirió Severus, cruzándose de brazos.

—¿Después de lo de Reggie? —Sirius se horrorizó—. Claro que no. Yo todavía no creo que el profesor Grindelwald sea...de confianza.

—Dumbledore confía en él —Lily se encogió de hombros, pero Sirius sólo arrugó más la nariz al pensar en esto.

—No le vamos a decir a Grindelwald...

—0—

Le dijeron a Grindelwald.

Por supuesto que lo hicieron, ¿quién más iba a mantener una expresión tranquila mientras James y Sirius detallaban los cofres y el cadáver que le cayó encima a James?

Grindelwald incluso se estaba pasando una mano por la barba mientras asentía.

—¿Y los otros cofres tenían los sellos de Slytherin, Ravenclaw y Hufflepuff? —indagó en tono interesado.

Sirius y James intercambiaron miradas.

No tenían ni idea.

Estuvieron un poco ocupados con la parte del cadáver como para prestarle atención a lo que pudiese estar en la tapa de los cofres.

Alrededor de media hora más tarde, Grindelwald se encontraba rehaciendo los hechizos en el cofre del que podría ser Gryffindor con James y Sirius mirándolo fijamente a unos pasos de distancia.

—...y eso debería ser todo —Grindelwald volvió a poner la tapa de piedra en su sitio y comprobó que no se iba a deslizar si nadie activaba el mecanismo. Luego se sacudió las manos y miró de reojo hacia un lado.

Regulus estaba parado frente al cofre con la imagen de otro mago barbudo y una serpiente tallada en la parte inferior.

Grindelwald vio a Sirius y le hizo un gesto con la cabeza. Sirius frunció el ceño. El profesor repitió el gesto antes de que él soltase un "¡ah!" y fuese hacia su hermano.

Nada más acercarse, Sirius le puso las manos en los hombros e hizo que Regulus se diese la vuelta y dejase de ver el cofre. Regulus parpadeó un par de veces, aturdido por ese repentino giro.

—El profesor Grindelwald dijo que va a comprobar con los archivos de Dumbledore si es posible que sean quienes parecen que son —le avisó—, pero es mejor que no vengamos mientras tanto. No vaya a ser que abramos otro cofre y nos caiga otro cadáver...y tengamos que volver a empezar con lo de la mandrágora —Lo último lo dijo en voz muy baja.

Regulus asintió y se dejó llevar más lejos del cofre con el símbolo de Slytherin.

—No escuchas nada raro, ¿verdad? —preguntó Sirius por si acaso. Lo dijo en francés para no preocupar a James, que era el primero en abandonar la sala—. Aquí o de algún cofre...o algo así...

—No —La respuesta de Regulus fue muy tranquila.

—Pero me dirías si lo escucharas, ¿no?

—Claro.

—¿De verdad?

—Que sí...

—Salgan adelante y yo iré de último para sellar la sala—Grindelwald se paró detrás de ellos y les habló en perfecto francés.

Los dos le dieron una mirada de horror mucho peor que la que pusieron frente al cadáver de la profesora Leonelli.

—¿Latín? —propuso Regulus, adelantándose para salir detrás de James.

—Tengo oxidado el latín...—masculló Sirius, lamentando no haberle hecho más caso a su padre cuando intentó enseñarles.

—¿Le consigo un libro, señor Black? —Grindelwald había cambiado al latín ahora.

En cuanto se encontraron de regreso en el subsuelo, Sirius refunfuñó.

—¡Vamos a preguntarle al profesor Dumbledore qué idioma no entiende...!

—0—

A pesar de sus grandes planes para estas vacaciones, después del pequeño incidente con la profesora muerta y el posible allanamiento de una tumba de hace siglos, Dumbledore les pidió que se les unieran en las actividades de Yule que involucraban al resto de personal y estudiantes que se estaban quedando por las fiestas.

Lo dijo en su tono amigable usual, sin perder la calma, pero les sonó a un: quédense dentro del castillo para no causar problemas durante al menos dos semanas porque estoy muy viejo para esto.

El patio del castillo ya se encontraba cubierto de nieve. El único punto cálido fuera de esos muros era la cabaña de Hagrid con humo saliendo de la chimenea durante todo el día y la noche. Incluso en el subsuelo hacían falta amuletos de calor.

Tras una breve reunión en un salón abandonado donde revisaron cómo iba el mapa del castillo y el registro del proceso de la hoja de mandrágora (le avisaron a Pandora y ahora todo el grupo llevaba sólo tres días de nuevo), sometieron a votación si le harían caso a Dumbledore o no.

Sólo James y Sirius votaron por seguir deambulando por el castillo.

—Necesitamos dejar de tener sorpresas al menos hasta que no haya riesgo de que se traguen la hoja de mandrágora o nunca van a terminar —razonó Remus en tono suave—. Son sólo dos semanas de vacaciones. Si las pasamos adentro, cuando comiencen las clases ya tendrán la mitad del proceso. Podrían tener sus frascos con la hoja y lo demás listos para febrero.

James se cruzó de brazos. Sirius asintió varias veces, le dio un golpecito en el hombro y le dijo que escucharan a Remus.

—Pero-

—Podemos quedarnos adentro y divertirnos —Sirius lo interrumpió con un gesto y le mostró una sonrisa traviesa.

Dumbledore probablemente se arrepintió de haberles pedido esto porque no lo volvería a hacer durante los demás años que estarían en el colegio.

Grindelwald estaba terminando de crear adornos con magia para el árbol del Gran Comedor. Se reunía con estudiantes de primer y segundo año que se quedaron en el colegio, recogía sus ideas, les enseñaba a crear el adorno con la varita y les ayudaba. Era una buena actividad didáctica y entretenida para aprender a transformar un objeto en otro y utilizar la nieve que Hagrid traía de afuera.

Sirius y James consiguieron que Hagrid les diese una pila más grande de nieve, y después de varios intentos y de que Remus se les uniese, convirtieron un montón de nieve en otro árbol. Grindelwald vio lo que hacían de reojo, pero regresó la atención al grupo de estudiantes más jóvenes.

Como escucharon las indicaciones que el profesor les daba, tenían una vaga idea de cómo se creaban los adornos, así que se juntaron en torno a su árbol improvisado para formar adornos de la nieve sobrante. Regulus era el que hacía los más sofisticados, piezas que parecían de plata y le ganaron alabanzas de Dumbledore porque no era común una habilidad de transformación así a esa edad. Lily hacía los adornos más coloridos, serpentinas propias de celebraciones muggles y muñecos barbudos que hicieron que un estudiante de primero preguntara si era un Dumbledore vestido de rojo.

Ya que les gustó la idea, en vez de hacer Santa Claus, hicieron Dumbledores. Mismo sombrero, pero túnica larga roja y más alto que gordo. Comenzaron a repartirlos por su árbol, y ya que el otro grupo les veía con atención, también les dieron algunos.

El profesor Grindelwald lo encontró muy gracioso y se guardó uno, diciendo que lo pondría en el árbol de su salón.

Severus, Peter y Remus eran los encargados de las ramas, las hojas y la punta. Tuvieron una larga discusión sobre si pondrían una estrella muggle, una de cinco puntas más hacia el estilo mágico o una luz real.

Sirius y James se dieron a sí mismos la tarea de las luces en el resto del árbol. Esto no fue tan buena idea porque se robaron algunas luces del techo para hacerlas flotar en torno a su árbol, y una vez que desordenaron el techo y alteraron la magia, varias luces se cayeron.

Lo que sucedió fue que las velas encendidas del techo derritieron la nieve que era la composición del árbol y de repente había un árbol medio convertido en nieve, medio sólido, que caía sobre el árbol usado por el profesor Grindelwald y estos dos caían sobre la mesa de profesores y los adornos de ambos a su vez...

Bueno, fue un desastre.

El profesor Grindelwald observó los adornos rodando por el suelo durante unos segundos en silencio.

Regulus les dijo que creía que se estaba replanteando lo de ser profesor porque era la misma cara que hacía Orión Black un segundo antes de preguntar en voz alta "¿para qué tuve hijos?".

—0—

Le quisieron compensar lo del árbol a ese grupo de primer y segundo año, a pesar de que Grindelwald y Dumbledore no tardaron en arreglar ambos árboles y todos sus adornos con magia. Lily les insistió en que no le parecía bien destruir algo en que trabajaban estudiantes menores y no hacer nada como disculpa.

Entonces después de mucho deliberar, le pidieron a Hagrid ayuda para hacer unos trineos improvisados en madera. Sirius, Peter y James se pasaron toda una tarde con él en un pasillo armándolos. Remus, Lily y Severus preparaban los corredores y escaleras con magia y Regulus hablaba con unas niñas de primero para explicarles lo que querían hacer.

Una buena parte de los pasillos del colegio y todas las escaleras móviles se convirtieron en pistas nevadas para los trineos.

Los profesores ya estaban listos para reparar otro desastre. Dumbledore ni siquiera se sorprendió cuando vio que el trineo en que iban James y Sirius perdió el rumbo porque la escalera se movió, se quedaron sin sitio dónde aterrizar y comenzaron a caer realmente.

Por suerte, el trineo golpeó otro tramo de escaleras más abajo y siguieron deslizándose entre gritos y carcajadas hasta un pasillo "seguro". Allí ambos salieron del trineo y agitaron los brazos.

—¡¿Ven?! ¡Es seguro! —juró Sirius como si Dumbledore y Grindelwald no acabasen de desviar la trayectoria de una escalera para que no tuviesen una caída de cuatro metros hasta el suelo de piedra.

Luego había tantos trineos en movimiento que fue más práctico colocar barreras protectoras en las escaleras.

Sirius regresó a las escaleras más altas de las que surgía la bajada más "extrema" y llamó a Remus con un gesto.

—Estamos en luna nueva, te sientes bien, ¿no? ¿Quieres subirte conmigo?

Tiró el trineo junto a sus pies y le ofreció la mano a un Remus que retrocedió, titubeó y observó la distancia de la caída y las escaleras móviles convertidas en pendientes de nieve.

Sirius sujetó su brazo.

—Tú irás atrás, así no saldrás golpeado si James nos choca-

—¡¿Por qué crees que yo los voy a chocar?! —se quejó James, que acababa de acomodarse en otro trineo y tenía a un nervioso Peter detrás, sosteniéndole los hombros.

Lily había aceptado alguna apuesta con él que Sirius desconocía y logró que Severus la acompañase, por lo que ella iba adelante y él en la parte de atrás del trineo, mirando hacia un lado como si se preguntase a quién podía pedirle auxilio.

Los dos trineos se lanzaron hacia adelante al mismo tiempo. Severus soltó una brusca maldición y Peter gritó con mucha fuerza. James y Lily discutían incluso mientras se deslizaban a gran velocidad de un tramo de escaleras al siguiente.

Esto los dejó solos en la parte de arriba de la escalera-pendiente, así que Sirius se acomodó sobre el trineo, pasó a sostener la mano de Remus y lo invitó a sentarse, sonriendo.

—Será divertido, Rem.

Tras unos segundos más de indecisión, Remus avanzó y se sentó detrás de él. Sirius le ordenó sostenerlo y Remus sólo agarró los bordes de su ropa con los dedos, por lo que él protestó e hizo que le pasara los brazos alrededor.

—Intenta no gritarme en el oído y no salir volando como le pasó a Peter hace rato-

—Espera, ¿cómo que...?

El trineo comenzó a descender antes de que Remus pudiese preguntar. Él no gritó, sino que apretó el agarre en torno a Sirius y ocultó el rostro en su hombro. Sentía la sacudida del trineo y de la risa de Sirius.

—¡Rem, tienes que ver o no tiene gracia!

Remus se forzó a levantar un poco el rostro para mirar por encima del hombro de Sirius.

Como las escaleras no dejaban de moverse en ningún momento, a veces parecía que el camino nevado que tenían al frente desaparecía. Llegaban a una orilla y caían hasta el siguiente tramo. O golpeaban la barrera invisible, el trineo daba un giro que casi los tiraba y saltaban hacia otro tramo que estaba en una dirección diferente.

Sirius no calculó tan bien esa caída, el trineo de James y el de Lily todavía estaban moviéndose por esa "ruta" cuando divisaron el último tramo y el suelo. Él intentó moverse lo justo para no chocar, pero no tuvieron tanta suerte.

De repente había un trineo que se seguía deslizando por su cuenta por el suelo, Peter estaba sentado sobre la espalda de James en el piso, Lily chocaba con ellos, el otro trineo tenía solamente a un Severus que se había sujetado a tiempo y estaba incluso más pálido de lo normal. Sirius sostuvo a Remus para que no saliese golpeado y los dos también cayeron encima de James y Peter, mientras que su trineo fuera de control era detenido por un hechizo barrera del profesor Dumbledore, de pie a unos pasos, junto a Grindelwald y Regulus.

—¿Muy seguro? —preguntó Regulus, arqueando las cejas.

Sirius se echó a reír en alguna parte de la pila en que creía que sentía el codo de Lily contra las costillas, la rodilla de James contra la espalda y Remus estaba tendido sobre él de tal forma que casi no respiraba. Pero eso no evitaba que se riese. Y el manotazo que Regulus le dio tampoco.

—Me temo que es mejor dejar que merodeen, Albus —comentó Grindelwald, observando al grupo de jóvenes como si se tratasen de un conjunto de hechizos que escapaban de su comprensión.

Severus ya había salido de su trineo para intentar ayudar a Lily a "escapar" del enredo de extremidades en el suelo. En el proceso también jaló de Remus para levantarlo, pero como ignoró a Sirius, este se le colgó del cuello, lo hizo perder el equilibrio y Severus acabó cayéndose también.

—Supongo que son merodeadores por naturaleza —Dumbledore sonaba resignado.

Regulus suspiró y se acercó para ayudar también. Hubiese servido si Sirius no lo hubiese rodeado con los brazos para jalarlo y tirarlo también.

Sirius no paraba de reírse y James, que era el que estaba por debajo del resto, le gritó que dejase de intentar matarlo por asfixia. Hubo más risas, algunos chillidos, un quejido y los dos profesores hicieron otro par de barreras para que el siguiente trineo que se acercó no les pasase por encima.

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