3.22
Regulus tampoco apareció para la cena.
El tren había partido durante la tarde, el colegio se encontraba casi vacío y su grupo se reunió en la mesa de Ravenclaw que consideraban "terreno neutral" ahora que no hacía falta prestarle excesiva atención al tema de las Casas por unos días. Comieron casi en silencio y Sirius veía hacia la puerta del Gran Comedor cada poco tiempo, sin entender por qué su hermano no aparecía para la hora de la comida.
Pateó a Severus por debajo de la mesa y este le frunció el ceño y le regresó la patada.
—Reggie —Sirius pidió información, dándole otra patada.
La de Severus fue más fuerte esa vez y le arrancó un quejido.
—Ya debería haber regresado —Severus sacudió la cabeza.
Sirius le dio una patada más porque esto no se podía quedar así y él tenía que ser el último.
—Oigan, ¿han visto a Reggie o les dijo algo sobre...? ¡Auh!
Y obviamente había recibido otra patada de Severus.
Lily los detuvo cuando estaban por ponerse a pelear por debajo de la mesa.
—¿Estaba haciendo algo hoy? ¿A dónde fue? —le preguntó a Sirius.
Él sólo meneó la cabeza.
—Sabía que íbamos a vernos en la torre de Astronomía. Y la hora de la cena es la misma incluso cuando el resto se va. Debería estar aquí. Reggie no llega tarde a las comidas...
Esto hizo que comenzaran a mirar alrededor. No había estudiantes cerca, los demás grupos eran apenas de dos o tres. En la mesa de profesores se encontraban solamente Dumbledore y Grindelwald, hablando en voz baja mientras comían.
—¿Ustedes no creen...? —James apuntó hacia la mesa de profesores de forma disimulada.
—No —Lily negó de inmediato—. No, ni lo pienses, James, no. Imposible. Regulus es un estudiante de doce años, no es como si se pudiera meter en los planes de un mago oscuro suponiendo que el profesor Grindelwald sea malvado...
—Podemos ir a buscarlo si no llega a cenar en un rato —propuso James, intentando calmar a su mejor amigo—. Seguro se distrajo hablando con algún cuadro o en la biblioteca.
—Bezoar puede buscar a Wezen —agregó Severus, encogiéndose de hombros—. Wezen no lo deja solo mucho tiempo, entonces si encuentras al crup, encuentras a mini Black.
Sirius asintió y terminó de comer deprisa. El resto se apuró un poco porque no creían que fuese a durar mucho tiempo sentado pensando en esto.
James y Remus fueron hacia la biblioteca. Peter fue hacia la zona por la que Regulus pasaba más tiempo hablando con los cuadros. Lily, Sirius y Severus siguieron a Bezoar, que olfateó el suelo y el aire un par de veces antes de empezar a moverse hacia el patio del terreno.
Ya había oscurecido así que tres varitas con lumos encendidos se levantaron por encima de sus cabezas. Bezoar se movía cada vez más rápido, Sirius estaba casi corriendo detrás del crup y Lily agarró el brazo de Severus para intentar que no perdiesen el equilibrio en la larga bajada del terreno a esa velocidad.
Bezoar les llevó hasta el límite del Bosque Prohibido. Se movió con una obvia actitud inquieta, ladró a unos arbustos y se echó sin despegar la mirada del bosque.
Wezen salió corriendo de algún punto en medio de los arbustos.
Iba solo.
—0—
En el Bosque Prohibido, Regulus miró hacia un árbol cuando escuchó un gruñido. Notó unos ojos brillantes en la oscuridad, pero la mano grisácea y medio podrida de la mujer muerta se agitó entre él y lo que sea que le gruñó y el sonido cesó por completo. No parecía que a las criaturas vivas del bosque les gustase estar cerca de ella.
La mujer siguió caminando. Tenía un ritmo lento y algo torpe. Era lógico considerando la putrefacción de su cuerpo.
Regulus agradecía que hubiese brisa y estuviesen al aire libre porque el estómago sólo se le había revuelto un par de veces mientras caminaba detrás de ella.
De pronto, el cadáver andante se detuvo. Se encontraban en una pendiente que limitaba el terreno del castillo. Hogsmeade era visible más abajo y lo demás era un vasto paisaje de un río y montañas en la oscuridad.
—¿Este es tu límite? —le preguntó Regulus. Sonaba muy tranquilo.
—Sí —La voz que le contestaba venía del cadáver, aunque la boca cosida no se movía.
—¿Entonces llegas aquí y das la vuelta completa hasta la entrada del bosque de nuevo?
—Sí.
—¿Y has visto algo raro? ¿Algo de lo que te mandaron a vigilar?
El cadáver sacudió la cabeza de una manera que casi hizo que se le cayese. Regulus se puso tenso, pero no creía que pudiese acomodarla en caso de que se le saliese de su sitio. La idea le provocaba escalofríos.
—Nada raro —El cadáver hizo una pausa—, excepto que me puedas entender. Lo normal sería que no oigas o que oigas pero no entiendas. Pensé que sólo el Creador me entendía.
Regulus soltó un largo "hm" y jugueteó con la varita que tenía entre las manos.
Había estado dejando marcas en las cortezas de los árboles durante todo el trayecto con un hechizo.
Por si acaso.
—¿Me puedes regresar a la entrada del bosque?
El cadáver comenzó a moverse. Fue hacia una dirección diferente a la que tomaron para llegar aquí, Regulus supuso que para terminar el recorrido, así que se aseguró de seguir dejando marcas detrás de él.
—0—
Una vez, cuando Sirius estaba lo bastante joven para apenas ser capaz de cargar a Regulus, hicieron enojar a Walburga más de lo usual. Ella aprovechó que eran muy pequeños para meterlos en un baúl.
Durante un rato, no pasó nada y Sirius le daba palmaditas a Regulus para que la oscuridad no lo asustara.
Luego comenzó a faltar el aire.
Después Regulus empezó a hacer sonidos ahogados.
Cuando Kreacher los encontró, Sirius tenía un fuerte dolor en el pecho porque pensó que si él respiraba menos Regulus tendría un poco más de aire. Regulus ya estaba inconsciente entre sus brazos.
Esa fue la primera vez que sintió verdadero terror frente a las acciones de su madre. Y por alguna razón, también fue la vez en que más miedo tuvo.
Pensó que ya era inmune a asustarse tanto.
Pensó que no era posible que estuviese jadeando por aire frente a la puerta de Hagrid como si estuviese encerrado en ese baúl intentando despertar a Regulus.
No podía explicarle. No le salían las palabras. Sólo sabía que se metió entre unos arbustos, encontró un R. A. B. y una flecha en una corteza, y cuando iba a seguir el rastro, Lily y Severus lo jalaron hacia atrás.
Estaba casi seguro de que el golpe en la cara de Severus fue durante su forcejeo mientras lo intentaban arrastrar hacia la cabaña de Hagrid. James, Remus y Peter no tardaron en llegar porque Wezen y Bezoar fueron por ellos. Lily se lo había explicado a James y ahora James y ella intentaban explicarle a Hagrid.
Severus y Peter mantuvieron a Sirius en su sitio hasta que estaba hiperventilando en lugar de pelearse con ellos y luego adoptaron expresiones igual de aturdidas. Remus intentó que se concentrase en él, agitando las manos frente a su cara y hablándole en voz baja.
—...está bien —le decía suavemente—, está bien. Lento. Lento. Sostén el aire por un momento. Sólo un momento, ¿sí? Está bien. Otra vez. Vas bien. No dejes que eso se apropie de ti. Está bien. ¿Me estás viendo? ¿Sí? ¿Estás aquí? ¿Puedes mover la cabeza para que yo sepa que estás aquí?
Sirius comenzó a asentir con desesperación. Le dolía el pecho. Había movimiento y ruido a su alrededor y era más fácil concentrarse en el gesto de las manos llenas de cicatrices de Remus indicando cuándo inhalar, cuándo contener y cuándo exhalar.
Puede que se hubiese equivocado un poco en el ritmo porque de repente estaba tosiendo en vez de inhalar y exhalar de forma regular, pero hubo palmadas en su espalda y Remus seguía diciendo que lo estaba haciendo bien, así que supuso que no podía ser tan malo.
—Por un momento pensé que teníamos otro licántropo...—Peter estaba pálido.
—Sólo entró en pánico —masculló Severus—, no se iba a morir ni a transformar en nada.
—Hagrid ya entró al bosque —le informó Remus, manteniendo el tono bajo y tranquilo—, James y Lily están corriendo detrás de él. Le mandó una señal al profesor Dumbledore...
—Las marcas-
—Hagrid ya las vio —Severus prácticamente lo obligó a enderezarse—. Si ya pasaste la crisis, puedes entrar con cuidado siguiendo a Bezoar y la luz de Hagrid. O esperamos a que lleguen-
—Voy a entrar —Sirius no dejó que terminase de hablar porque no pensaba quedarse ahí a esperar.
¿Y si Regulus estaba en una situación en que no podía esperar?
Los cuatro entraron al bosque detrás del crup, que estaba muy tenso y miraba alrededor sin cesar. Siguieron dos marcas en el árbol antes de localizar la luz de la linterna que Hagrid llevaba. James y Lily se mantenían a uno o dos metros de él, buscando en la oscuridad.
—¿Y Dumbledore? —Hagrid apuntó la linterna hacia ellos en cuanto los notó acercándose. Tenía a Wezen y al crup mayor a un lado.
Severus meneó la cabeza.
—Todavía no llega, pero hubo una luz que salió de una ventana. Supongo que fue él.
—La señal de respuesta...—Hagrid exhaló y continuó avanzando hacia la siguiente marca—. No se alejen, no deberían haber entrado en primer lugar...¿qué hacía ese niño tan cerca del bosque a esta hora?
Como Hagrid les dio un vistazo en busca de una respuesta, Sirius balbuceó algo sobre la criatura con forma humana que vieron. El semigigante no dejaba de fruncir el ceño, pero estaba ocupado vigilándoles y buscando las marcas como para preocuparse por todo lo que pudiese haber detrás.
—Sea lo que sea, espero que no se haya ido lejos...que no se lo llevaran lejos —se corrigió a sí mismo, mirando el suelo. Suponían que había huellas que alguien que no conociera tanto el bosque no podría identificar tan rápido.
Siguieron las marcas en las cortezas durante un par de minutos antes de escuchar ruido desde atrás. Hagrid hizo que se pusieran detrás de él y levantó la linterna sólo para encontrarse con el profesor Grindelwald manteniendo ambas manos en alto y la varita a la vista para que no lo fuese a confundir con una criatura o un enemigo.
—Albus está probando un hechizo desde la entrada que le muestre todo el bosque, yo le dije que prefería caminar por mi cuenta —aclaró Grindelwald, bajando los brazos al fin.
Hagrid le explicó la situación rápidamente y le mostró las huellas y marcas en la corteza. Grindelwald comenzó a caminar adelante y Hagrid detrás del grupo.
Después de un par de minutos siguiendo el rastro, Grindelwald hizo una pausa y se desvió.
—Profesor Grindelwald...—Hagrid intentó que regresara a la dirección indicada por la corteza.
El mago sólo agitó un brazo en su dirección.
—Creo que ya sé dónde está. Esperen aquí. ¡No se muevan!
Hagrid hizo lo que le ordenó y reunió al grupo alrededor de un árbol de tronco bastante grueso. Los crups más jóvenes seguían inquietos y veían el resto del bosque con atención, el crup mayor montaba guardia unos pasos más allá.
El profesor Grindelwald regresó caminando después de algunos minutos.
Regulus estaba detrás de él.
—0—
Una parte de Sirius le decía que era vergonzoso que todavía tuviese los ojos llorosos. La otra parte todavía necesitaba darle un vistazo a Regulus cada pocos segundos para confirmar que sí estaba bien, ileso y sin un rasguño, como les aseguró el profesor Grindelwald.
Cuando la oficina de Dumbledore se llenó, los elfos acomodaron algunas sillas extras y repartieron tazas de chocolate caliente. Afuera de la ventana estaba mucho más oscuro que cuando salieron, pero según el reloj en una esquina, casi era de día.
El profesor Grindelwald les colocó encima algunas mantas encantadas. Una para Remus, James y Peter, una para Lily y Severus, una para Sirius y Regulus y otra que le tendió a Hagrid.
Sólo entonces Sirius se dio cuenta de que el pecho le dolía por inhalar tanto aire helado en medio de la noche, Lily estaba tiritando y James no paraba de frotarse las manos.
Sus asientos improvisados se encontraban formando una media luna frente al escritorio del director. Hagrid se había apropiado de una esquina.
Grindelwald caminó hacia el escritorio y se recargó en este de frente a sus estudiantes. Parecía cansado.
—Bueno, señor Black...¿por qué no empieza a hablar?
Sirius abrió la boca y la cerró sin saber qué se supone que debía decir.
Regulus, junto a él, exhaló.
—El profesor Grindelwald tiene al cadáver viviente de la profesora Leonelli en el Bosque Prohibido.
Silencio. Todas las cabezas se giraron hacia él con diferentes grados de sorpresa y horror, excepto la de Grindelwald y la de Dumbledore, quien se estaba apretando el puente de la nariz y murmurando algo.
—Por esto tenías que usar el hechizo de ocultamiento, Gellert —La voz de Dumbledore fue muy baja, como si no quisiera que sus estudiantes y Hagrid escuchasen la reprimenda.
Sólo que en la oficina sumergida en el silencio era imposible que no lo oyesen.
—¿Por qué está la profesora Leonelli en el bosque, profesor? —Hagrid le habló con cierta vacilación.
Dumbledore y Grindelwald tuvieron una especie de discusión en un intercambio de miradas antes de que Dumbledore asintiese. El profesor Grindelwald cerró las ventanas con un movimiento de varita y comprobó que los cuadros de directores anteriores estaban durmiendo.
—Esto no es de su incumbencia, pero viendo que uno fue a dar un paseo nocturno con el cadáver, es mejor decirlo para tener las cosas claras —Grindelwald jugueteaba con su varita al hablar—. Hay cierto grupo compuesto por magos y brujas que están haciendo...cosas ilegales. Y la profesora Leonelli fue víctima de este grupo. Ella no estaba descansando en paz y es de las pocas personas que puede reconocer a gente de esa organización, así que...uní el espíritu que no se iba con el cuerpo ya muerto y la dejé en el bosque por petición de Albus.
Por las caras que estaban haciendo sus estudiantes, no parecía que esta explicación fuese tranquilizadora.
Dumbledore suspiró.
—El profesor Grindelwald hizo algo que nadie aquí debería hacer porque es antiético y totalmente ilegal retener espíritus y revivir cuerpos...
—Sí, es malo, muy malo —Grindelwald asintió repetidas veces—. No lo hagan. Además huelen muy mal.
—...ya que llegamos a un acuerdo con el espíritu de la profesora Leonelli —continuó Dumbledore, ignorándolo— y ella se ofreció a cuidar del límite de Hogwarts hasta que estemos seguros de que esta organización no pretende acercarse al castillo, su personal o sus estudiantes.
—O hasta que el espíritu quiera descansar —agregó Grindelwald, rascándose la barba de forma distraída—, pero eso no parece que vaya a ser pronto, tiene un montón de resentimiento acumulado...
—No esperábamos que fuese a causar algún problema en vista de que el Bosque Prohibido está, como dice su nombre, prohibido y las comunidades de criaturas inteligentes en el terreno del colegio, como los centauros y las arañas, estaban informadas de su presencia.
—Realmente no esperábamos que alguien fuese a dar un paseo con ella —concluyó Grindelwald, mirando de reojo al otro profesor—. Esto de estar en un colegio sí que es complicado.
—¿Así que...no hace nada? —James quiso confirmarlo.
—No, señor Potter, ella es completamente segura para cualquier estudiante de Hogwarts —afirmó Dumbledore—, incluso mantiene restos de la personalidad ligada a su espíritu, por lo que ni siquiera tenemos que preocuparnos porque sea violenta.
—Ah.
Hubo varios asentamientos.
—Me hubiese gustado saber que había un cadáver viviente en el bosque —comentó Hagrid—. No es que esté discutiendo algo sobre sus decisiones, profesor Dumbledore, sólo-
—Albus pensó que mientras menos gente supiese, menos gente querría acusarme de andar levantando gente muerta para cumplir objetivos malvados —Grindelwald se encogió de hombros—. No funcionó, por lo visto. El misterio no siempre es la mejor opción. Por supuesto que esperamos que no corran la voz sobre este tema para que no vengan a recoger a la profesora Leonelli y la quemen con el espíritu dentro de ese cuerpo todavía...eso sería como quemarla viva y volverla a matar-
—No creo que necesiten los detalles —señaló Dumbledore con suavidad.
—Pues yo creo que si les doy detalles verán lo grave que sería decirlo —razonó Grindelwald—. Hay un cadáver viviente rondando el bosque, tiene sus asuntos pendientes, se irá cuando ya no los tenga y le haría daño que el Ministerio se la lleve, así que guardaremos silencio, ¿de acuerdo?
Más asentimientos le respondieron.
—Hagrid, ayúdame a llevarles a sus dormitorios —pidió Grindelwald—. Ya es tarde, se asustaron, merecen un descanso. Cualquier asunto que deba ser discutido puede serlo durante el día, ¿no es así, Albus?
Dumbledore asintió despacio.
—Intenten descansar —Fue lo único que les dijo antes de que salieran.
Hagrid guió a quienes eran de Gryffindor de regreso a la Torre, excepto Sirius, que siguió caminando bajo la misma manta que Regulus durante un rato. Grindelwald estaba acompañándolos y no pareció que le importase si tenía que bajar a las mazmorras y luego subir a la torre.
—Le dije a Albus que no les pusiera un castigo, que yo asumiría la responsabilidad por no haber ocultado mejor a la profesora Leonelli y no darle indicaciones más claras sobre el miedo que podía generar en sus estudiantes encontrarla...así —Grindelwald habló con suavidad y su voz fue lo único que llenó el pasillo mientras avanzaban.
Silencio.
—Gracias —murmuró Regulus, ya que alguno debía decirlo y Sirius continuaba demasiado aturdido.
—Pero a pesar de eso —Grindelwald se detuvo justo donde comenzaban las escaleras hacia las mazmorras—, me gustaría recordarles que ni siquiera como mago oscuro recomendaría tener un contacto tan cercano con criaturas muertas que no conocen. Es un tema delicado. Tal vez la profesora Leonelli sea lo menos peligroso en ese bosque por ahora, pero en futuras oportunidades...intente no seguir a criaturas muertas, señor Black. Y mucho menos a las que escucha hablar.
Regulus asintió de mala gana. Lo vieron bajar las escaleras detrás de Severus para ir a su Sala Común.
Grindelwald se dio la vuelta en cuanto desapareció de su campo de visión y comenzó a caminar para llevar a Sirius a la Torre de Gryffindor.
—Señor Black —Grindelwald bajó incluso más la voz—, ¿sabe si su hermano de casualidad...ha tenido algún tipo de encuentro con espíritus que no sean los fantasmas del castillo ni Peeves? ¿Quizás algún espíritu capaz de poseer? ¿O incluso Dementores?
Sirius titubeó. El profesor sacudió una mano.
—Si es algo que amerita un castigo, no me diga. No quiero tener que informarle a Albus —Él suspiró—. Lo importante es que lo que sea que haya sido, lo que lo haya tocado, lo que haya vivido o visto, lo hizo un poco más susceptible de lo normal a ese tipo de criaturas y entidades. En otras palabras, usted no entendería al cadáver de la profesora Leonelli. Y él estaba hablando con ella cuando lo encontré.
—¿Eso es...malo? —Sirius titubeó—. ¿Tiene que ir a la enfermería? ¿Le va a pasar algo?
Grindelwald meneó la cabeza.
—Para nada. Yo tengo esa misma capacidad y ha sido bastante provechosa en mi área de trabajo —Él hizo una pausa—. Sin embargo, sí puede necesitar un poco de ayuda. ¿Usted cree que en circunstancias normales su hermano se habría metido al bosque solo de noche?
Sirius ni siquiera tenía que pensarlo.
—No, claro que no.
—Esta capacidad tiene el "detalle" de que la energía de la muerte se vuelve un poco más...atrayente —Grindelwald gesticuló con las manos—. La primera vez que se me salió de control terminé encerrado en un sepulcro por accidente. Cuando se es joven, puede ser difícil, algo parecido a una compulsión que te jala hacia la energía de la muerte, es normal pensar que haces algo por voluntad propia y que en realidad sea la atracción de la energía llevándote. Y es muy confuso después.
—Así que...
Sirius quería preguntar qué se supone que debía hacer.
Grindelwald se detuvo de nuevo frente al cuadro que daba a la Sala Común de Gryffindor.
—Cuando era joven, recibí ayuda en el momento en que más lo necesitaba. Tal vez su hermano un día también pueda necesitar ese pequeño recordatorio de su parte de que no le haga caso a la criatura muerta que le está hablando.
Sirius asintió lentamente.
—Recordárselo...sí...puedo hacer eso...
—Seguro que sí —respondió Grindelwald—. Mientras esté en el colegio, no creo que sea muy necesario, le prestaré un poco más de atención para evitar desastres. Pero es mejor que lo sepa de antemano.
Él volvió a asentir.
Sirius se acostó esa madrugada con más preguntas que respuestas.
Durante el día se dio cuenta de que no tenía la hoja de mandrágora en la boca.
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