3.20
A Sirius casi se le cayó el frasco cuando escuchó movimiento entre los arbustos en el límite del Bosque Prohibido.
Remus se dio cuenta, y tras una leve vacilación, se acercó fingiendo que quería recoger el rocío en las plantas cercanas al área que Sirius eligió.
Necesitaban específicamente unas gotas de rocío matutino que no hubiesen tocado la tierra ni a los seres humanos ni la luz del sol. Eso significaba que debían recogerlo de las plantas en esa área pegada al bosque donde no llegaría el sol, y aunque sonaba sencillo, no era tan fácil agacharse para intentar meter una gota de líquido en un frasco, con magia o sin ella.
—Pareces un poco...nervioso, Sirius —mencionó Remus en tono suave.
—Estoy pensando en algo —Fue la respuesta de Sirius, que soltó un quejido cuando la gota que intentaba meter en su frasco se escurrió hacia un lado y le tocó los dedos. Ya no le servía.
—Espera, a ver...déjame hacerlo por ti —Remus se puso a su lado, le quitó el frasco y recogió dos gotas sacudiendo una hoja con cuidado.
Sirius contó las nuevas cicatrices en las manos de Remus mientras lo veía hacerlo. Notó que le temblaron un poco en cierto momento. Pero no deberían. La luna llena fue una semana atrás.
—...y sólo tienes que cuidar que tus dedos no toquen la parte de...—Remus le estaba intentando explicar cómo recoger el rocío sin varita.
En cuanto Sirius recibió el frasco de vuelta, lo puso a un lado y sostuvo las manos de Remus. Las giró, frotó con los dedos la palma, comprobó la temperatura y se lamentó de no haberle prestado atención a Pandora cuando hablaba de ubicar el pulso en la muñeca, pero lo intentó de todos modos y creyó sentir un latido muy acelerado.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó en voz más baja.
Ahora parte de su cabeza pensaba en la figura de la mujer sin ojos en el bosque y la otra mitad en que Remus había temblado y no tendría que temblar en luna menguante.
—Bien —La voz de Remus fue muy aguda—, estoy bien- bien, sí- yo- ¡bien! ¿Por qué?
—¿Seguro?
Remus comenzó a asentir deprisa y varias veces, así que Sirius lo soltó.
—¿Te estás tomando lo que el señor Potter te dio?
El padre de James no sabía como tal de la condición de Remus. Era sólo que cuando visitó la casa cerca de la luna llena, no pudo evitar notar su palidez, los temblores y el cansancio, y como buen pocionista, buscó una mezcla de ingredientes que le ayudase. James le dijo que Remus sólo estaba enfermo frecuentemente porque su cuerpo era débil, y de alguna manera, esto resultó en una caja de pociones de vitaminas que llegaba cada lunes desde comienzos del año con una nota de los padres de ambos, ya que el de Remus encontró el gesto muy amable de parte de Fleamont. A veces también incluía una nota de Euphemia recordándole comer bien o abrigarse.
Remus volvió a asentir.
—Sí, es una dosis cada mañana antes del desayuno...
Sirius recuperó su frasco y exhaló.
—Si te llegas a sentir mal, tienes que decirnos a James o a mí al menos. A Sev y a Lily también le puedes decir. Hasta a Peter. O a Reggie. Sólo...avisa.
—No me siento mal —aseguró Remus, un poco más conmovido por su actitud.
Antes de que Sirius le dijese algo, James se les acercó celebrando que ya tenía su parte del rocío y le pasó un brazo alrededor de los hombros a Sirius.
—¡Mira, mira! —Y agitó el frasco con el rocío necesario frente a él.
—Está presumiendo como si Pandora no le hubiese enseñado a recogerlo y le hubiese recogido la mayor parte —comentó Lily desde su propio pedazo de césped desde el que intentaba conseguir las gotas de rocío junto a Severus.
—La envidia es mala para las brujas —James se puso de pie de un salto y agitó su frasco—, les afecta la magia, ¿no sabías?
—Y no ponerle el tapón a los viales es malo para los magos —mencionó Regulus en tono tranquilo.
En medio de sus gestos teatrales, el líquido en el frasco de James se escapó y le cayó sobre la cabeza.
La expresión de James se quedó en blanco durante un instante.
Luego sólo se escuchaban las carcajadas. James se quejaba con el rostro rojo y Sirius ya estaba incluso rodando por el césped de la risa mientras Severus y Lily intentaban que se detuviese porque si tocaba las gotas iba a arruinar todo y les dejaría sin más opción que esperar otra mañana.
Sorprendentemente consiguieron recoger todo el rocío que necesitaban. Sirius seguía intentando quitarse la grama que se le pegó a la ropa cuando el resto comenzó a caminar de regreso al castillo, excepto por Regulus, que estaba parado a unos pasos del límite del Bosque Prohibido.
Sirius se le acercó y se colocó junto a él. Le dio una palmada en la espalda.
—¿Estás bien, Reggie?
Regulus asintió, aunque parecía tener la vista fija en un punto entre los arbustos. Sirius miró hacia allí buscando la figura que vieron en la noche, pero no encontró nada.
—¿Crees que fuese una criatura del bosque? —murmuró Regulus.
Él titubeó. Quizás estaba demasiado oscuro para decirlo, pero tanto Severus como él estaban seguros de que se veía como la profesora Leonelli. Excepto por la boca cosida y la falta de ojos, claro.
—¿Qué tal si le decimos a Dumbledore? —le propuso, intentando sonar tranquilo—. No es una criatura de la que sepamos y ya estaba en el límite del bosque...si fuese algo peligroso, estaría bien que el director del colegio sepa, ¿no?
Regulus asintió despacio.
—Sí...supongo que sí.
Así que decidieron que primero regresarían al castillo con el resto, y en cierto punto, les dijeron que se verían para la cena. Sirius le pasó un brazo sobre los hombros a Regulus y lo llevó hacia otro corredor.
Cuando alcanzaron la zona donde estaba la oficina de Dumbledore, la estatua ya se encontraba hacia un lado y las escaleras en movimiento. El director estaba a unos escalones de distancia apenas.
—¡Profesor! —Sirius lo llamó de inmediato, soltando a Regulus—. Queremos hablar con usted sobre algo...
Dumbledore asintió y bajó los escalones que le faltaban sin esperar el desplazamiento mágico.
—¿Pasa algo, señor Black y señor Black? —Dumbledore lo dijo con cierta diversión.
—Vimos algo raro en el bosque —explicó Regulus.
Sirius comenzó a agitar las manos porque no quería traerse problemas innecesarios. Apenas llevaba un par de semanas libre de la última detención con James por una broma en clases.
—Veníamos del campo de Quidditch. Queríamos darle una noticia a Hagrid. No era una criatura, era- se veía como-
Sirius se había acercado conforme hablaba y no notó que las escaleras mágicas nunca dejaron de moverse.
El profesor Grindelwald también estaba bajando de la oficina del director. Regulus golpeó la espalda de Sirius para que se callara, él retrocedió sin pensar y ambos Black observaron al otro mago colocarse junto al director.
—Blacks —Grindelwald hizo un movimiento de cabeza—. ¿Dicen que pasa algo con el bosque, Albus?
—El profesor Grindelwald conoce a todas las criaturas que habitan el bosque —indicó Dumbledore—. Pueden describir lo que vieron y él puede ir a revisar en compañía de Hagrid para asegurarse de que no haya nada peligroso cerca.
Sirius titubeó. Regulus decidió agarrarle los hombros y girarlo para que se alejasen.
—No sabemos qué vimos, sólo queríamos avisar que vimos algo raro, profesor, perdone que le quitemos tiempo, estaba oscuro y yo estaba cansado por la prueba. Nos quedaremos tranquilos si revisan, pero no sabemos decir qué era...
Prácticamente huyeron de ahí. Sirius estaba un poco confundido pero hizo caso cuando él lo instó a caminar.
Los dos observaron a los profesores desde una esquina en otro corredor. Grindelwald comenzó a hablarle a Dumbledore enseguida pero se había asegurado de lanzar una barrera de sonido a su alrededor antes, por lo que no tenían forma de captar algo.
Sirius y Regulus se enderezaron e intercambiaron miradas.
—¿Por qué sospechas de él? —preguntaron ambos al mismo tiempo.
Era obvio que por "él" hablaban del profesor Grindelwald.
Regulus lo señaló para indicar que hablase primero.
—Sev y yo creemos...bueno, sólo nos pareció que la mujer esa...era la ex profesora de Adivinación...el puesto que el profesor Grindelwald tomó, ya sabes.
—También es un mago oscuro —recordó Regulus, frunciendo el ceño—, de los que sí han sido buscados, no como nuestro padre.
Decir que Orión Black era un "mago oscuro" ya resultaba demasiado amable y halagador. Sólo estudiaba maldiciones de sangre y magia oscura encerrado en su oficina de la casa Black todo el día. La única muestra de magia que sus hijos lo veían hacer alguna vez era levitar el café por la mañana para llevárselo sin derramar y seguir revisando libros y apuntes ajenos.
—¿Por qué Dumbledore contrataría a un mago oscuro para un puesto de profesor? —Sirius estaba estupefacto.
Regulus se encogió de hombros.
—Le dijo "Albus", ¿tal vez son amigos?
—¿Por qué Dumbledore sería amigo de un mago oscuro?
—Tú sabes que hay magos oscuros y magos oscuros —Regulus se cruzó de brazos y le dio una mirada muy seria.
Sirius se dio cuenta de que quizás se estaba escandalizando un poco más de lo que debería. En Gryffindor no era frecuente hablar de magos oscuros y la diferencia entre los que cometían masacres y los que estudiaban maldiciones con un gato sentado en el regazo.
Él suspiró y sacudió las manos.
—Está bien, está bien. Veamos. No es como si Dumbledore fuese a contratar a un mago oscuro de los terribles que mató a la profesora Leonelli y la puso a vagar por el Bosque Prohibido en ese estado tan aterrador, ¿verdad? —Él se rió de la idea—. Es Dumbledore. No tendría sentido. Estamos exagerando un poco.
No lo tranquilizaba que Regulus se limitase a mirarlo fijamente sin responder con un "claro que es imposible que Dumbledore haga eso".
—0—
Sirius logró colarse en su hora libre a la siguiente clase de Adivinación del grupo de James. Arrastró una silla y se sentó en medio de James y Lily, lo que lo volvió un poco incómodo porque las mesas redondas eran estrechas y las rodillas de Sirius ahora empujaban tanto a James como a Lily.
El profesor lo vio de reojo cuando entró al salón y descubrió que había un estudiante extra, pero sólo sonrió y se dedicó a su clase.
Sirius hacía su mejor esfuerzo por encontrar algo en el comportamiento o la apariencia del profesor Grindelwald que le diese a entender que era un mago oscuro del tipo "mato a alguien por un puesto de trabajo" y no uno del tipo "me interesa la magia relacionada a las sombras".
Era difícil decirlo. El profesor Grindelwald tenía gestos cautivadores al hablar y su voz pasaba por toda una gama de tonos, dos características perfectas para conservar la atención de un grupo de estudiantes de trece años. Conseguía que hicieran silencio sin esfuerzo y estaba acostumbrado a usar magia hasta para los detalles más insignificantes, por lo que no era raro que hubiesen hojas de té o tazas levitando por el salón.
—Se supone que lo ideal sería nacer con el don de la clarividencia, por supuesto —explicaba Grindelwald, recargado en su escritorio, mientras les mostraba lo que quedaba en el fondo de la taza después de tomarse el té—, eso debería decirles para que no se hagan muchas ilusiones sobre lo que pueden ver o no pueden ver. Pero eso es absurdo. Es limitar la magia. La única forma de que no puedas hacer algo con tu magia es que te digas que no puedes. La clarividencia sólo consiste en ver algo diferente. Ves otro momento, ves otro lugar, ves a otras personas. Nada más que eso. Ver. Existen otras maneras de desarrollar la capacidad de ver que no se consideran dentro del rango de la clarividencia porque no naces con eso, pero mientras lo puedas usar, ¿qué importa cómo se clasifica a nivel del Ministerio?
—Pero nunca vas a llegar al nivel de alguien clarividente, ¿verdad? —preguntó Lily con cierta curiosidad.
—"Al nivel..." —El profesor pareció divertido—. La clarividencia no es un arte exacto. Incluso mis visiones cambian. Faltan partes. Suceden de forma diferente. El futuro es sólo una esencia, un tipo de energía, una ruta que puedes tomar. Siempre hay otras rutas que te llevan a ese punto o a otro lado y a veces la clarividencia de nacimiento no las nota perfectamente. Por eso es importante, clarividente de nacimiento o no, trabajar en la libre interpretación y la intuición mágica.
Luego alzó la taza como si brindase con una sonrisa.
—¿Quién quiere hacer la primera interpretación? ¿Qué tal si pasa nuestro invitado? ¿Le parece, señor Black?
James dio un brinco como si fuese una gran sorpresa que el profesor hubiese notado a un estudiante extra en la primera fila de mesas donde eran el único grupo de tres. Lily sólo meneó la cabeza.
Sirius se puso de pie despacio y avanzó moviendo algunas de las telas traslúcidas que caían del techo como parte de la decoración.
El profesor Grindelwald le ofreció la taza.
—¿Qué tengo que hacer? —Sirius titubeó.
—Díganos qué ve —Grindelwald hizo un gesto teatral que abarcaba al salón entero y a sí mismo—. Lo que sea. Sólo qué ve.
Sirius echó un vistazo dentro de la taza. Su primera reacción fue querer decir que veía que se había tomado hasta el último sorbo y que dejó algo amontonado abajo. Y que tomaba un té muy propio de alguien sangrepura. Reconocía ese aroma de la cocina de su casa.
—¿Nada? —El profesor agitó una mano—. Tómese su tiempo. El resto vayan terminando de beberse el té. Recuerden no tragarse el residuo del que sacaremos la predicción...
—Veo- —Sirius hizo una pausa y frunció el ceño.
—¿Sí, señor Black?
—¿Una mujer?—Sirius le intentó mostrar la taza y el profesor lo hizo mantenerla en posición para que el residuo no se moviese con su gesto.
—¿Qué tipo de mujer?
—¿Alta? ¿Como...esquelética?
La sonrisa del profesor Grindelwald al oírlo sí que le recordaba a los magos oscuros del tipo "mataría a alguien por un trabajo".
O quizás sólo era él algo intimidado porque tenía trece años y estaba hablando frente a todo el grupo de Adivinación.
—La mujer...es...—James intentaba buscar la descripción en su libro de Adivinación.
—Secretos. Misterio. Cuidado —Grindelwald le quitó la taza y la examinó por su cuenta—. Hay diferentes formas en que se puede presentar una mujer en las predicciones y su posición siempre cambia el significado. Que se vea esquelética es una advertencia.
—¿Le va a pasar algo? —James tenía los ojos muy abiertos.
—Oh, no, señor Potter. Otra cosa que tienen que entender es que las profecías, las predicciones, no son trágicas. No hay tanto drama, caos, muerte y destrucción como nos gusta decir a quienes nacemos con este don. Es sólo parte del teatro. La mayoría de las visiones son muy...cotidianas. Cuando te están presentando a alguien cuyo rostro ves borroso, la primera vez que sujetas la mano de una pareja que todavía no conoces, un pasillo largo que nunca has recorrido y será el que esté afuera de la oficina de tu nuevo trabajo. Eso es lo fascinante sobre las predicciones. Y también es de lo que les hablo: es sólo ver.
Grindelwald sacudió un poco la taza y dio otra ojeada al contenido.
—En este caso, señor Black, tiene mucha suerte. Esta es una representación de la Muerte advirtiendo que no se meta en temas que no le incumben y no cause problemas innecesarios para evitar futuros desastres. Tiene una fuerte protección —El profesor lo miró de reojo—, no hay que desaprovecharla. Escuche las advertencias. Hay caminos que no son para todo el mundo. Si yo tuviese su edad y pudiese elegir, elegiría uno de los caminos que puede elegir cualquiera y haría que mi tránsito por esta tierra sea más llevadero. ¿Sí entiende lo que estoy queriendo decirle?
Sirius asintió lentamente.
Grindelwald regresó su atención al resto del grupo.
—Las predicciones y mensajes deben aplicarse dentro de cada contexto. Es importante que realicen los ejercicios de intuición mágica que les estoy recomendando para ser capaces de identificar qué interpretación se acerca más al contexto de la persona o situación que intentan predecir...
Cuando Sirius abandonó el salón, James intentó pasarle un brazo por encima de los hombros y descubrió que su mejor amigo tenía el ceño fruncido.
—¿Sirius? ¿Te pasa algo?
—No le gustó que lo regañaran en una predicción de té —bromeó Lily, pero al fijarse en la expresión de Sirius, pareció pensativa.
Remus y Peter, que estuvieron a una mesa de James y Lily, también lo estaban mirando. Sirius le dio una palmada en el hombro a James, se soltó de su agarre y balbuceó algo sobre una tarea de Cuidado de Criaturas Mágicas.
Sólo Remus podía saber que no tenía ninguna tarea porque ni siquiera los llevaron al borde del bosque todavía, pero no evitó que Sirius se alejase con prisa.
Sirius comenzó a correr en cuanto se encontró en otro pasillo.
Localizó a dos estudiantes de segundo año que le dijeron que el grupo de Slytherin de su año también estaban en hora libre por un problema con Slughorn y el laboratorio de pociones. Pero no vio a Regulus por ningún lado, así que se desvió por el camino de piedra que salía del castillo y llevaba a la zona alejada del patio donde se daban las clases de Runas Antiguas. Ese grupo ya estaba terminando.
Sirius se paró a un lado del camino y esperó, balanceándose sobre los pies. Severus abandonó la zona de clase al aire libre evitando cualquier contacto con el resto mientras acomodaba algo dentro de su maletín y le dio una mirada interrogante a Sirius al pasarle por un lado, sin detenerse en ningún momento.
—Creo...—Sirius miró alrededor y comprobó que nadie iba a escuchar— que el profesor Grindelwald acaba de amenazarme sutilmente.
—Si te diste cuenta, no fue muy sutil —masculló Severus sin verlo.
—Entonces sólo me amenazó —concluyó Sirius, seguido de un ligero carraspeo que le costó porque no quería tragarse la hoja de mandrágora que tenía en la boca por error. De nuevo.
—No creo que sea tan idiota como para amenazar a un estudiante si consiguió que el viejo lo contratara...
—¿Sabes dónde está Reggie? —lo interrumpió.
—¿Por qué sabría dónde está mini Black?
Sirius sólo se quedó mirándolo fijamente.
—Seguro sabes incluso dónde están James y Lily justo ahora...
—Bien, sí. Potter debe estar persiguiendo a Pettigrew para convertirle las piernas en gelatina de nuevo y Lil debe estar camino a la biblioteca porque es viernes y hace su tarea los viernes. Se llama conocer la rutina de las personas que te rodean —Severus respondió en tono pensativo y empezó a fruncir el ceño—. Mini Black debería estar vagando por el castillo hablando con los cuadros, pero estoy casi seguro de que mientras estaba en clases vi a alguien con tu cabello pasando cerca de la cabaña de Hagrid. Hasta pensé que eras tú por un momento, pero la forma de caminar era muy diferente...
—¿Qué tiene mi forma de caminar? —se quejó Sirius.
—Caminas como si te pesaran mucho las manos y quisieras abarcar todo el espacio posible en cada paso sólo para dar menos pasos y verte más grande.
—¿Y Reggie?
—Camina como si quisiera mantener cada parte de su cuerpo muy cerca del centro y ocupar el menor espacio posible.
—Realmente no creo que...
Mientras ellos hablaban, Wezen le gruñía a algo en el límite del Bosque Prohibido para que su dueño se alejase.
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