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2.8

La mañana antes de que los llevasen al andén, Sirius ayudaba a la señora Potter con algo en la cocina cuando Fleamont tocó la puerta de James y se paró bajo el marco. Sostenía un paquete bien envuelto en papel marrón.

—¿Me das un momento? —La voz de Fleamont era muy suave y tenía una sonrisa en el rostro.

James cerró su baúl ya preparado, asintió y se sentó en la tapa de este. Su padre se le acercó, se sentó junto a él, selló bien la cerradura con un toque de la varita y le tendió el paquete.

—Mi padre me dio esto cuando tenía quince años y su padre se lo dio a los diecisiete, pero yo me dije...Fleamont, tú ya estás bastante mayor y no la usas, no hace falta esperar a que James crezca más, ya es un chico bastante maduro, más que tú a esa edad.

James sostuvo el paquete con curiosidad y lo empezó a abrir después del asentimiento de su padre para indicarle que estaba bien hacerlo.

—Ha estado en nuestra familia por muchas generaciones. Se supone que viene de una gran historia de un mago asombroso...pero esa historia la conocía mi padre, yo nunca le presté tanta atención. Peverell, creo que se llamaba...

James extendió la capa para verla bien. Era traslúcida y se notaba que algo vieja. Cuando Fleamont le indicó que se la probara, James la pasó sobre sus hombros sin mucho interés.

Apreciaba los regalos y que le estuviese dando algo de la familia, claro, pero no era como si él fuese el mayor fan de las capas que...

—¿Por qué no miras hacia abajo? —Fleamont sonreía al sugerirlo.

James miró hacia abajo y no encontró su propio cuerpo.

Gritó y se sacudió hasta sacarse la capa, que cayó en medio de ambos al instante. Entonces sí que volvió a verse.

Movió las manos, comprobó que todo estaba en su sitio y se fijó de nuevo en la capa.

—¿Es...?

—Una capa de invisibilidad —Fleamont asintió, divertido por sus reacciones.

—¿De demiguise?

—No, esta es...diferente. Es especial incluso entre las capas de su tipo. Sus poderes no se van ni se hacen más débiles con los años. Siempre te ocultará cuando lo necesites.

James se la colocó por encima de los hombros de nuevo, ya preparado para el momento en que su cuerpo iba a desvanecerse, pero eso no evitó que se sintiese muy sorprendido.

Su padre le puso una mano sobre la cabeza e intentó acomodarle el cabello en vano.

—Úsala sabiamente, James. Sabes que tu madre y yo te tuvimos muy mayores. Te vamos a cuidar y ayudar en todo lo que podamos, pero un mago vive mucho tiempo y quizás...quizás no nos tengas tanto tiempo como crees que nos vas a tener. Quiero quedarme tranquilo sabiendo que eres un chico responsable que no usaría un tesoro de nuestra familia para hacerle daño a alguien, ¿entiendes?

James comenzó a asentir de inmediato.

—No la voy a usar mal, voy a tener cuidado, no te preocupes- de verdad voy a tener cuidado. Gracias por dármela.

Fleamont sonrió y lo atrajo más cerca para darle un abrazo. Nunca había dejado de ser bueno con él, pero eran escasas las veces en que lo abrazaba desde que James empezó a crecer y ese rato hizo que James lo estrechase con fuerza y muy feliz.

—¿Por qué no me invitan si se están abrazando? —protestó Euphemia en cuanto se paró en la puerta—. A mí también me gustan los abrazos.

—Momento padre-hijo —aclaró Fleamont con mucha seriedad.

Esto hizo que unos minutos más tarde, Euphemia estuviese abrazando a James a pesar de que ya debían estar tomando la red flu para dirigirse al andén. Cuando su esposo se lo recordó, ella refunfuñó algo sobre que era su momento madre-hijo y James se echó a reír.

Sirius le dio una palmadita al señor Potter y le dijo que había que dejar que James fuese aplastado por su madre tanto como ella quisiera. Creyó que estaba a salvo hasta que la bruja extendió un brazo, envolvió a Sirius de repente y lo arrastró a su abrazo.

Sirius, a diferencia de James, no estaba para nada acostumbrado a los abrazos de una madre y todavía se tensaba un poco durante los primeros segundos.

Las únicas veces que su madre se acercaba tanto era para decirle lo inútil que le parecía cuando estaban en público y no quería que otras personas la escuchasen y pensaran que ella era capaz de hablar de forma brusca.

Pero Euphemia Potter tenía un abrazo cálido y no lo soltaba cuando notaba que se tensaba ni tampoco lo sostenía tan fuerte como a James para que Sirius pudiese alejarse si quería hacerlo. Sólo que no lo hacía. Poco a poco se relajaba y soltaba una risita mientras la oía hablarle a su esposo de cómo ahora tenían dos hijos y si podrían ponerle a Sirius el apellido de ella para preservarlo.

—Me encantaría tener su apellido —murmuró Sirius.

La bruja le mostró una sonrisa enorme y estampó un beso en su frente, hablándole sobre lo buen niño que era. Luego, para que James no se quejase, también le besó la frente.

Se retrasaron unos minutos pero el tren continuaba en el mismo lugar en que debía estar cuando llegaron con sus carritos al andén. Fleamont agitó la varita para enviar todo el equipaje de ambos al tren y comenzó a darle algunos recordatorios sobre el colegio.

—¡James! ¡Sirius! —Escucharon un grito.

Los dos giraron la cabeza y vieron a una Lily que agitaba los brazos. Como sostenía la muñeca de Severus, parecía que él también los estuviese saludando cuando la realidad es que Severus veía a Lily con cara de "suéltame primero si vas a hacer eso, por favor".

La familia Evans se les acercó. Petunia estaba rezagada, cruzada de brazos y tan enojada como de costumbre cuando veía a gente con magia. Lily la ignoraba y arrastraba a Severus de un lado para el otro.

—¿Ya llegó Remus? ¿Y dónde está tu hermanito, Sirius?

Remus se acercó junto a su padre y también saludó al resto. Comenzaron a mirar en todas direcciones en busca de la madre de Sirius y Regulus.

Lily fue la primera en distinguirla y la señaló para que Sirius se fijase. La bruja parecía estar regañando a un Regulus que permanecía cabizbajo y no decía ni una palabra. De nuevo iba vestido con un pequeño traje formal de chaleco.

Sirius esperó ansioso hasta que la mujer se calló para acercarse. Ella adoptó una expresión irritada de inmediato. Tras un par de minutos, Sirius regresó dándole débiles empujones en la espalda a su hermano para que fuese adelante de él.

—¡Lo tengo, lo tengo! ¡Es nuestro! —Sirius puso las manos en la cabeza de Regulus y empezó a despeinarlo—. Tenemos un año escolar completo para sacarle cualquier cosa rara que mi madre haya intentado meterle en la cabeza.

Regulus se rió y le dijo que no actuase como si su madre fuese a entregarlo a un mago malvado. Sirius resopló y esperó las despedidas.

Después de más abrazos y un par de lágrimas, el grupo ahora de seis caminó por el tren en busca de un compartimiento. Se encontraron con Peter Pettigrew en el camino y Sirius lo invitó con un gesto, por lo que el espacio quizás les quedó un poco pequeño.

Remus, Lily y Severus se sentaron en uno de los lados, James, Sirius y Regulus en el otro. Peter estuvo un rato sentado en medio de ambos asientos, luego se movió al que ocupaban James y Sirius y al cabo de un rato regresó al suelo en medio y se durmió con la cabeza sobre la silla. Remus le puso una manta encima.

Después de que el carrito de golosinas pasó y Sirius surtió a todo el compartimiento con el dinero Black, puso las manos en los hombros de Regulus y comenzó a sacudirlo mientras hablaba:

—¿Ustedes a qué Casa creen que vaya? Yo digo que podría ser de Ravenclaw. Pero deberías venir conmigo a Gryffindor. Estaremos en la misma Sala Común y todo eso...

—Si entrase a Gryffindor, nuestra madre tendría un infarto y nuestro padre nos cerraría las puertas —respondió Regulus en voz baja.

—¿Y cuál es el problema? —Sirius lo miró como si no pudiese entender el punto, lo que hizo que él negase.

—Dicen que la Sala Común de Hufflepuff es bonita y cálida incluso en el invierno —comentó Remus— y suelen ser personas tranquilas. Regulus...no parece alguien que estaría a gusto entre Gryffindors. Recuerda que hacen mucho ruido en la Sala Común, Sirius.

—¡Dicen que Ravenclaw tiene una biblioteca dentro de su Sala Común! Es la biblioteca secreta de Ravenclaw —siguió Lily—. Suena como que hay cosas muy interesantes allí...

—Sólo libros —Sirius arrugó la nariz y le dio una mirada de "¿qué tiene eso de divertido?".

—¿Y qué tal si voy a Slytherin? —preguntó Regulus.

Esto hizo que todas las miradas volviesen a él. Incluso Severus, que estaba metido en un libro de amuletos, conjuros y rituales desde que se sentó, levantó la cabeza.

—Yo estoy en Slytherin —respondió despacio. Ese era un tono de desconfianza que Sirius y Lily reconocían fácilmente.

—¿Y cómo es? —continuó Regulus.

Esto hizo que toda la atención se desviase hacia Severus. Ya que pasaba su tiempo con Gryffindors, a nadie se le había ocurrido preguntar sobre Slytherin.

De hecho, ni siquiera sabían dónde estaba su Sala Común, aunque Severus sí sabía cuál retrato era la entrada a la de Gryffindor y había esperado a Lily varias veces en el tramo de escaleras que le seguía.

—Está lleno de sangrepuras con dinero. Les agradarías.

—¿Parecen buenas personas? —Regulus siguió preguntando.

Severus arrugó el entrecejo.

—Hay bastantes idiotas, pero hay idiotas en todos lados. Se supone que se creen mejores o algo así y me terminan preguntando sobre tareas de encantamientos que deberían conocer mejor que yo porque crecieron en medio de la magia.

—No te llevas muy bien con la gente de Slytherin, ¿verdad? —Remus intentó preguntarlo en tono conciliador.

—Pues no me llevo mal tampoco —Severus se encogió de hombros—. Les importa mucho si les pareces "buen mago" y comenzaron a portarse mejor después de que les clavé las túnicas a las escaleras de la Sala Común con pedazos de pergamino volador-

—¿Cuándo hiciste eso? —Lily sonó horrorizada.

—Las primeras dos semanas del año pasado, creo.

—¿Y no pensabas decirme?

—Fue una tontería. Ellos peleaban con el papel para soltarse y yo me iba a almorzar...

—Nuestra familia siempre ha ido a Slytherin —Regulus pareció pensativo—, nuestra madre me dijo que ni se me ocurriera pensar en otra Casa.

Sirius frunció el ceño.

—No le tienes que hacer caso. Puedes ir a la que quieras. Hasta dicen que le puedes preguntar al Sombrero...

—¿Y si quiero ir a Slytherin? —Regulus vio a su hermano mayor de reojo—. ¿Te vas a molestar conmigo?

Sirius abrió la boca, la cerró y se sintió un poco cohibido porque obviamente estaban esperando su respuesta y Lily casi que le gritaba con la mirada que no se podía enojar con su hermanito por algo así.

—No...no, ¿por qué me molestaría? Se supone que vas a la Casa que sea mejor para ti.

—Bueno —Regulus asintió—, creo que iré a Slytherin.

—Bien —Sirius también asintió.

—Lo bueno de Slytherin es que tienes a Severus allí para molestarlo si necesitas algo —señaló James con una sonrisa.

—No —Severus le dirigió una mirada incrédula—, que no me esté molestando. No soy yo quien le dijo que podía ir a Slytherin.

—Snape, es el hermano menor de Sirius.

—Que no, Potter.

—¡Tiene once!

—¡Y yo tengo doce! Cuídalo tú.

—No seas así con el hermanito de Sirius...

—Es su hermano, no el mío, ¿verdad?

—No le hagas caso —Lily le habló en voz baja a Regulus mientras agitaba su mano para restarle importancia a la absurda discusión de los otros dos—. Sev siempre me decía que no me iba a estar esperando y ayudando si me caía y se regresaba corriendo apenas me pasaba algo-

—¡Lily!

Ella sólo se echó a reír después de haberlo "exhibido".

Continuaron intentando comerse todas las golosinas que Sirius compró y la mayoría era incapaz de comer más en el banquete después de ese atracón.

Dejaron a Regulus con el grupo de primero que subiría a los botes y caminaron detrás de una Prefecta hacia unos carruajes que se movían solos.

—¿Cómo creen que se estén moviendo estos? —Lily se estiró desde el borde del carruaje para intentar ver si las ruedas tenían algún mecanismo como los trenes.

Severus le estaba sosteniendo la túnica para que no se fuese a resbalar del carruaje.

—Con magia —contestó James en tono de obviedad como si fuese todo un conocedor.

—Son thestrals —aclaró Remus—. A veces entran en lo que mi papá estudia y a veces no, depende de la teoría que estén usando.

—¿Así se llaman los caballos esos? —preguntó Severus, levantando la mirada de su libro para ver hacia el frente, donde no había nada para James.

James probó con quitarse los lentes y limpiarlos. Ya le había pasado que era por eso que no veía, pero al colocárselos de nuevo, seguía sin distinguir a unos caballos tirando del carruaje.

—Yo no veo nada —espetó Sirius, confundido.

—No todo el mundo los puede ver —siguió Remus en tono tranquilo.

—¿Cómo se ven, Sev? —Lily se reacomodó en el asiento y se fijó en Severus.

—Parecen...cadáveres de caballos con alas de murciélago.

James arrugó la nariz.

—Creo que prefiero no verlos —decidió.

—Porque te asustaría —se burló Sirius.

—A ti también te asustaría-

—Si Snape está tranquilo, seguro a mí tampoco me darían mie-

—Sirius, baja la cabeza para que ese no te muerda —indicó Severus.

Sirius gritó y se tiró al suelo del carruaje. Como no pasó absolutamente nada, alzó la cabeza sólo para encontrarse con un Severus que se reía en silencio detrás de su libro de rituales.

—¡Eres un...!

Severus se echó hacia un lado para evitar que le cayese encima cuando saltó hacia él y Sirius casi se cae del carruaje. James y Lily se levantaron deprisa para sostenerle la túnica y jalarlo hacia atrás.

—No bromees con cosas que otros no ven —pidió Remus en voz baja—. Ni siquiera se acercaron a Sirius, sólo están caminando hacia el colegio.

Severus miró de reojo a los thestrals.

—¿Los estás viendo?

Remus asintió.

—¿Por qué?

—Porque vi a mi mamá morir en un hospital. Eso hace que puedas verlos.

—Ah —Severus asintió y los observó por unos segundos más. Después regresó a su libro—, es por eso.

—¿Quieres hablar...?

—No. Realmente no.

Remus asintió.

—Está bien.

Severus no pudo volver a esquivar a un Sirius que quería lanzarlo del carruaje por haberlo asustado y estuvieron discutiendo durante el resto del trayecto.

Cuando llegaron al castillo, se separaron para ir hacia sus respectivas mesas. Regulus estaba en la fila de niños que esperaban por la Selección.

Regulus fue enviado a Slytherin. Severus suspiró apenas se le sentó a un lado y notó los gestos de Sirius desde la mesa de Gryffindor diciéndole que viese que nadie lo estuviese molestando.

—Prometo que no estaré fastidiando —juró Regulus en voz baja, pero como era tan parecido a Sirius, Severus no le creyó ni una palabra.

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