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2.10

Regulus Black era extremadamente atento. No de la manera en que lo era cualquier niño curioso que mirase alrededor en busca de un ruido, sino de la forma en que debía ser atento un niño que necesitaba identificar en el tono de su madre si tenía que retroceder despacio y desaparecer de su vista para no ser lastimado y poder distinguir a unos gemelos sangrepura de Slytherin porque su madre le exigió memorizar cada cara y nombre de estudiantes sangrepura en Hogwarts ese año.

Atento como un Black debía ser.

Era lo bastante atento, por ejemplo, para darse cuenta de que este grupo de "Caballeros de Walpurgis" sólo existía a partir del cuarto o quinto año. Y los únicos susurros al respecto que escuchó provenían de estudiantes que estaban entre los Sagrados Veintiocho, una lista de hace unas décadas de las familias mágicas en Gran Bretaña que se consideraban "realmente sangrepuras", no porque fuesen las únicas familias sangrepura sino porque continuaban viviendo dentro de la "burbuja" sangrepura arcaica que Walburga Black llamaba "buenas costumbres y tradiciones".

Regulus incluso había hecho la prueba preguntándole a su compañero de cuarto cuyo apellido no estaba en esa lista si sabía algo de la organización estudiantil de Slytherin y sólo obtuvo una expresión muy confundida.

No era solamente que no le dijeran, es que parecía que ni siquiera lo mencionaban frente a quienes no estuviesen en la lista hasta que estuviesen en edad para ingresar.

Frente a Regulus al menos había susurros aunque fuese muy joven para eso. Casi como si pensaran que debía saberlo de antes.

Consideró que quizás él no era lo bastante atento y decidió preguntarle a una de las chicas de su edad cuyo apellido tampoco estaba en la lista. Ella le dio la misma mirada confundida.

También era lo bastante atento para darse cuenta de que cada viernes por la noche había un búho imperial que entraba sólo a la Sala Común de Slytherin alrededor de media hora antes de la cena. Llevaba un medallón puesto y dejaba una única carta directamente en la mano de Severus.

El medallón era una señal inconfundible de que la criatura pertenecía a una familia sangrepura ubicada en Gran Bretaña. Si pudiese estar más cerca, reconocería el emblema en un vistazo, pero incluso desde la distancia podía hacerse una idea. La forma de envío de cartas tenía su propio protocolo.

La familia Black, por ejemplo, sólo utilizaba búhos negros traídos de América desde el año 46 cuando su abuelo visitó ese continente, vio la especie y decidió que era perfecta para diferenciar a su familia del resto al enviar cartas.

La madre de Regulus le dijo varias veces que si no podía recordar algo tan simple sería porque era un completo inútil.

El búho imperial pertenecía a tres familias según la lista que Walburga lo hizo memorizar: Malfoy, Zabini y Greengrass. Pero la familia Zabini sólo usaba búhos imperiales hembra, que eran más grandes, y les ponían un medallón dorado. Y la familia Greengrass utilizaba búhos imperiales muy jóvenes, más pequeños, con un medallón que tenía una piedra preciosa verde.

Ese búho imperial con el medallón plateado debía ser de la familia Malfoy.

Regulus se sintió un poco preocupado porque se demoró alrededor de cinco minutos en llegar a esta conclusión y no podía encontrar el vínculo entre la familia Malfoy y la familia de Severus dentro del complejo sistema que memorizó.

Qué bueno que Walburga no estaba ahí para castigarlo por eso.

Algo más que notó sobre este tema es que Severus no leía la carta en la Sala Común, no llevaba el búho a la lechucería para que descansara antes de partir por la mañana y no lo había mencionado frente al resto.

Regulus decidió que él tampoco iba a mencionarlo por educación.

—0—

Entre los otros detalles que Regulus notó estaba que Remus Lupin se había ausentado durante cinco días en el mes de septiembre y de nuevo cinco días en octubre. Ambos sin tener que realizar un procedimiento protocolario de notificar al personal docente, sin haber abandonado el castillo por la puerta principal y sin haber sido recogido por alguna persona adulta durante el día.

Sirius le explicó que Remus estaba enfermo y era normal que se ausentara una o dos veces cada mes. Y obviamente mentía porque Sirius se tocaba la nariz dos veces cuando mentía.

Regulus pensó que también sería maleducado sospechar algo de uno de los amigos de su hermano, pero con Remus era difícil no hacerlo porque miraba demasiado a Sirius.

Remus le daba breves vistazos cuando estaban comiendo, era el que más le prestaba atención a Sirius cuando hablaba, siempre ponía los ojos en él si caminaban por el pasillo y estaba detrás de Sirius.

Un fin de semana, Sirius se ofreció a ayudarle a resolver un cuestionario de Herbología, que era la materia que más le costaba a Regulus, y mientras ambos estaban revisando las preguntas, Remus se encontraba sentado al otro lado de la mesa y levantaba la vista de su libro de vez en cuando para echarle una mirada a Sirius. Era algo muy rápido, muy sutil. Sirius no se daba cuenta.

Pero él sí.

En un momento en que Sirius se levantó para ir por un libro para ayudarlos con el cuestionario, Remus volvió a alzar la cabeza y observó a Sirius durante un poco más de tiempo.

Regulus lo miró a él.

¿Qué quieres con Sirius? ¿Tienes algún problema con él?

¿Sirius te hizo algo?

Seguro no fue intencional.

¿Sirius tiene algo encima?

No, no puede tener algo encima todos los días.

¿Qué cara se supone que es esa?

¿Lo estás juzgando?

¿Por qué estás juzgando a mi hermano?

¿Es que...?

Cuando Sirius regresó con el libro en la mano, Regulus volvió a fijarse en la tarea, pero se dio cuenta de que Remus siguió dándole breves vistazos a Sirius.

Terminó su tarea y Sirius se asomó por la ventana, comentando algo sobre el campo de Quidditch y cómo le dijeron a James que esperase hasta el tercer año para hacer las pruebas.

Regulus apoyó los codos en el borde de la mesa, la barbilla sobre la palma, imitando de forma inconsciente la postura de su madre al juzgarlo, y observó a Remus Lupin hasta que este lo notó y dejó de mirar a Sirius.

La expresión de Remus pasó de la curiosidad a la vacilación y terminó en incomodidad.

—Estás siendo muy obvio —murmuró Regulus.

Esta frase hizo que Remus pusiera los ojos en la mesa entre ambos y todo su rostro se cubriese de un fuerte color rojo.

—Voy a- recordé que tengo que- los veo en la cena-

Remus recogió sus pertenencias y prácticamente huyó de la biblioteca. Sirius regresó junto a su hermano menor con una expresión muy confundida.

—¿Y a ese qué le pasó?

Regulus se encogió de hombros.

—Dijo que algo se le había olvidado...

—Ah, bueno. Ya que terminaste ahí...—Sirius adoptó una gran sonrisa—. Mañana vas a ver tu primer banquete de Halloween en Hogwarts, te va a encantar. Hay muchas tradiciones muggles interesantes, Lily se trajo de su casa un libro de cuentos de terror muggles, algunos son de fantasmas o retratos malditos, entonces no es la gran cosa, pero serán interesantes también. Y por ella y Snape celebramos un poco el Samhain, pero no muriéndonos de aburrimiento, quizás intentaremos hacer algunos amuletos para la suerte...aunque podríamos probar hacer algunos para el frío...

Regulus estuvo asintiendo hasta que Sirius se detuvo y agitó las manos como hacía cuando acababa de recordar algo.

—¡Y tengo algo que mostrarte! Lo verás mañana, es increíble. James me dijo que te lo podíamos mostrar, vas a ver que nuestras reliquias familiares son bastante aburridas a comparación de esto...

Las reliquias Black tenían varios objetos malditos interesantes, armas mágicas e incluso un muerto viviente dormido, pero Regulus decidió no contradecirlo y siguió asintiendo a lo que le decía.

—0—

El día de Halloween o Samhain, Regulus se levantó antes que sus compañeros de cuarto como de costumbre. Tenía una rutina muy clara que consistía en ocupar el baño primero, darse una ducha larga, acomodar bien su uniforme y repasar algunos apuntes para las clases que tenía ese día, todo antes del desayuno.

Se suponía que así se debía estudiar, ¿no?

Sin embargo, hubo un ligero cambio que lo confundió. Cuando Regulus salía de la Sala Común de Slytherin todavía quedaba alrededor de media hora para que abriesen el comedor y pudiese buscar su comida para esperar al resto, por lo que deambulaba un poco por aquí y por allá y conversaba con los retratos del castillo. Sólo había visto a estudiantes de último año a esa hora, normalmente durmiendo sobre una tarea terminada durante la madrugada.

Ese día, Severus era el único en la Sala Común. Además de ese búho imperial, claro.

Regulus se detuvo en la parte de arriba de las escaleras y se mantuvo en silencio.

El búho venía los viernes.

Era lunes.

Después de entregarle una carta, el búho se marchó. Severus ojeó el sobre, sacó el papel que estaba dentro y sólo le dio una rápida leída antes de guardarlo.

Regulus pensó que los amigos de su hermano eran un poco sospechosos.

—Joyeux Samain —Regulus lo dijo un poco más alto para hacerlo consciente de su presencia y no cambió su expresión cuando vio a Severus saltar y mirarlo con un rastro de pánico que luego se convirtió en la cara de alguien que no sabía si acababan de insultarlo o saludarlo—. Es el feliz Samhain Black —explicó.

—Ah.

—Buen día. Joyeux Samain —repitió Regulus educadamente.

—Sí, eso. Igual —Severus seguía bastante ceñudo.

Regulus asintió y bajó las escaleras con cuidado de no desarreglar la túnica del uniforme. Las escaleras eran lo que más las desordenaban, según Walburga Black.

—Sirius prácticamente llega a comer cuando están cerrando el comedor, entonces...

—Lo sé —Regulus respondió con calma.

Severus entonces le dio una muy obvia mirada de "¿qué haces despierto a esta hora?".

—Me gusta caminar solo por el castillo en la mañana —aclaró Regulus—. ¿Qué haces despierto a esta hora?

—Mi papá me escribió.

Como Regulus se limitó a mirarlo fijamente, Severus arqueó las cejas en una pregunta silenciosa de si iba a cuestionar la mentira descarada que acababa de decirle.

—Qué bueno —Fue lo único que respondió Regulus.

Severus asintió y se dirigió a un sillón, probablemente a leer mejor la carta.

Regulus continuó con su rutina. Sólo en el cuarto piso del castillo, se le ocurrió hacer una pausa en su conversación con un retrato de unos cazadores de la nobleza europea a punto de entrar al bosque.

—¿Han visto por aquí a un chico un poco mayor que yo que se porta...raro? Es muy pálido, con una corbata verde como la mía...

Tras una clara descripción, uno de los cazadores se acercó al borde del retrato. Le hizo un par de preguntas para estar seguro de que hablaban de la misma persona y luego se echó a reír.

—Está pasando mucho tiempo en el baño desocupado del segundo piso. Sobre todo cuando está anocheciendo, después de las clases, cuando todo el mundo anda cansado todavía...

Regulus asintió.

—Gracias.

Los amigos de Sirius en serio eran sospechosos.

—0—

No era que Regulus no confiase en que su hermano mayor era capaz de hacer buenos amigos. Lo de James Potter recibiéndolo en su casa debía ser una señal de que sí podía hacerlo.

Sólo estaba un poco preocupado. La relación de la familia Malfoy y la familia Black estuvo tensa cuando su prima anunció que se quería casar con el heredero Malfoy y era una conexión tan extraña que quería estar seguro de que no pasaba algo.

Regulus seguía pensando mientras abandonaba su aula tras la última clase del día. Una parte de él también le reprendía que esto se podía ver como una falta de educación y una invasión a la privacidad.

¿Y si Sirius se enteraba?

Eso también era una posibilidad.

Sirius nunca se había enojado con él como se enojaba su madre, ¿pero eso significaba que tampoco lo haría en el futuro?

Regulus se distrajo diciéndose a sí mismo que Sirius no era así. Sus pies llegaron a las escaleras, esperó el movimiento y continuó por el pasillo.

Antes de que terminara su debate interno, se encontraba frente al baño desocupado del segundo piso.

La puerta sólo tenía una rendija entre ella y el marco como si hubiese sido cerrada con prisa y no hubiesen comprobado que lo estaba.

Regulus escuchó el chillido incluso desde el pasillo.

—¿...puedes callarte de una vez? —replicó la voz irritada de Severus—. Necesito concentrarme.

—¡Yo soy la única fantasma en este baño! —decía una voz muy aguda—. ¡Y quiero que siga siendo de esa manera! ¡¿Por qué tienes que hacer eso en este baño, mi baño?! ¡¿Por qué quieres reemplazarmeeeee...?!

Hubo un sonido de algo que golpeó el suelo.

—¡Claro! ¡Tírale un libro a Myrtle! ¡No siente nada! ¡Está muerta! ¡Eres un grosero! ¡Un feo y grosero muchacho! ¡Y no vas a tener novia nunca! ¡Y además...! ¡Lo vas a hacer! ¡Realmente lo vas a hacer! ¡En mi baño!

—¡Shhh! ¡Que hagas silencio!

Regulus se inclinó más cerca de la puerta. A través de la rendija, sólo vio el suelo de baldosa del baño, a Severus agachado en el piso con unas velas alrededor, pergamino y una pluma y a una fantasma con forma de niña que volaba a su alrededor.

—Se-Severus- Severus, yo no estoy segura- esto...esto ni siquiera yo lo había visto en mis clases...

—Se supone que es fácil y debe contestarme.

—¿Pero cómo sabrás si es ella quien te está contestando?

Una pausa. Severus estaba inclinado escribiendo algo en el pergamino.

—Dijiste que apenas la recordabas, quizás...

—La voy a reconocer —soltó Severus en tono más urgente—. Es mi mamá. ¿Cómo no la voy a reconocer? Va a ser algo tan obvio...

En cuanto todo estuvo listo, Severus retrocedió y apuntó con la varita al círculo de velas.

Titubeó.

—¿Qué es lo peor que puede hacer un fantasma, Myrtle? —le preguntó a la niña.

—Espantarte, creo —murmuró ella, mirando el círculo con indecisión—. Gritarte como te grito yo.

—Entonces no es tan malo...

—Bueno, no debería ser tan malo, sobre todo no para un mago. Peeves puede ser más fastidioso que yo...

—Pues voy a hacerlo.

—No, no, espera- espera- ¡los fantasmas...!

Severus recitó algún tipo de conjuro tan rápido que las palabras chocaron entre sí. Una luz oscura salió disparada de la punta de la varita hacia el pergamino.

Y luego hubo un largo silencio apenas interrumpido por la respiración agitada de Severus.

Las velas se apagaron todas al mismo tiempo y Severus retrocedió un paso con la varita en alto. Myrtle estaba escondiéndose detrás de él y chillando sobre que no quería más fantasmas en su baño.

Regulus se apoyó tanto en la puerta intentando ver que esta se abrió y él cayó hacia adelante. Fantasma y mago giraron las cabezas y los ojos de Severus en ese instante daban más miedo que ver a un boggart, pero no podía dedicarle su atención. Algo se estaba formando en medio del círculo de velas mientras el pergamino comenzaba a flotar.

—¡Está aquííííí...! —Myrtle levitó todavía más lejos del círculo, intentando esconderse detrás de uno de los cubículos, pero todavía asomando la cabeza.

—¿Ma...? —La voz le temblaba a Severus—. ¿Mamá?

Regulus se levantó lentamente y se sacudió el pantalón. No le quitaba los ojos de encima a la figura que tomaba forma en el círculo, pero no estaba seguro de si debía correr, sacar la varita o llamar a un profesor. O las tres cosas.

—¿Qué crees que estás haciendo, Severus? —le preguntó en voz alta.

Severus sólo agitó una mano hacia él.

—¡Silencio! ¡Lo arreglaré contigo después! ¡No interrumpas! ¡No puedo perder la concen...!

En cuanto la figura en el círculo estuvo lista, Regulus reconoció a una mujer de largo cabello negro con facciones idénticas a las de Severus, que bajó la cabeza hacia él.

Y puso una expresión que le recordaba a la de su madre antes de tirarle algo.

—¡No, no, no...! —Myrtle volvió a chillar.

Severus retrocedió otro paso. Parecía aturdido. Había bajado la varita.

La llama en las velas se volvió a encender pero ahora eran flamas negras y mucho más altas, consumiendo las velas rápidamente.

Regulus no pudo contenerse más como se suponía que debía hacerlo.

—¡NO TE QUEDES AHÍ QUIETO, PEDAZO DE IDIOTA! ¡CORRE!

Regulus también era lo bastante atento para notar esto. El leve cambio. Algo sobre lo que dijo la molestó más, la disgustó.

De repente se estaba abalazando sobre Severus gritando "¡criatura asquerosa...!" y esto sí lo hizo reaccionar. Severus pateó una de las velas, que rodó por el suelo y se apagó, pero esto sólo la volvió más traslúcida y él comenzó a correr hacia la salida.

—¡Sal, sal, sal! —Myrtle lloriqueó mientras lo seguía levitando—. ¡Rápido!

Regulus se dio cuenta de que un mago en pánico y dos fantasmas corrían hacia donde estaba él y se dio la vuelta para correr también.

Escuchó un grito fuerte, vio una luz que se expandió en un segundo por el pasillo antes de desaparecer y sintió un golpe en la espalda que lo dejó sin aliento y lo hizo agacharse.

Después la puerta del baño se cerró de golpe. Myrtle le estaba gritando a la otra fantasma, o lo que fuese eso, para echarla de su baño.

Regulus terminó sentado en el suelo, demasiado aturdido para decir algo. Severus estaba cerca de la puerta, todavía jadeando.

Estuvieron así, sin decirse nada, hasta que los gritos de Myrtle se detuvieron.

—¿Qué fue eso...? —balbuceó Regulus.

Esto le recordó a Severus su presencia en el pasillo. No fue una buena idea.

Severus se giró y atravesó el corredor dando zancadas. Levantó un brazo de una manera que era lo bastante familiar para Regulus como para encogerse y cerrar los ojos, sólo que nada pasó.

Cuando parpadeó, vacilante, se dio cuenta de que Severus todavía tenía el brazo en alto, pero también estaba temblando y con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Eres un...! ¡Me desconcentraste! ¡Eres...! ¡Eres...!

Severus se interrumpió con un sonido frustrado muy fuerte y el arrebato liberó un despliegue de magia que tiró varios cuadros y rompió los vidrios de una ventana.

Luego se alejó dando zancadas de nuevo.

Regulus se quedó solo en el pasillo y decidió que esto debía comentarlo con el resto.

Y rápido.

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