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1.4

Después de un par de días con la familia Potter, parecían haberse olvidado del incómodo rato de espera en el andén. Euphemia apartó a Severus durante unos minutos el primer día en la casa, hablaron y luego dejó que regresara con James y Sirius. Ellos prefirieron no preguntarle sobre qué conversaron.

La celebración de Yule sangrepura tomaba más de una semana, estaba llena de comida, quemaron un gran tronco con magia frente a un Severus que preguntaba para qué se hacía y un Fleamont Potter encantado de responder todas sus dudas, más comida, regalos y un poco más de comida con canciones de fondo.

Cuando la familia Evans fue de visita, Petunia estaba tan irritada que su madre tuvo que sostenerle el brazo para que no hiciese alguna tontería, el padre de Lily se pasó todo el tiempo haciéndole preguntas al de James y hubo otro breve intercambio de regalos. Ellos tenían amuletos hechos bajo la supervisión de Euphemia para Lily y una bola de nieve mágica y ella les llevó a los dos sangrepuras unos discos de vinilo de dos bandas distintas que escogió junto a su padre (The Beatles para Sirius, Queen para James) porque tenían integrantes que eran magos nacidos de muggles.

Mientras los dos la miraban como si no estuviesen seguros de qué hacer con estos enormes discos de color oscuro, Lily les hacía un gesto para que esperaran y una emocionada Euphemia le ayudaba a agrandar el viejo tocadiscos del señor Evans que Lily había encogido con magia (y no sabía regresar a su tamaño original). Por lo visto, lo planearon en conjunto.

En el momento en que la música comenzó a sonar, James y Sirius se convirtieron en los mayores fans de los inventos muggles.

Severus los observó intentar cantar sin saberse la letra porque apenas estaban descubriendo esas canciones e hizo un esfuerzo por no reírse.

—¡Y obviamente no me olvidé de mi mejor amigo! —aclaró de pronto Lily, rebuscando en el bolso que llevaba.

—Yo pensé que sí —soltó Severus con falsa indignación, extendiendo la mano.

Lily le puso sobre la palma un libro de pociones. Severus arqueó una ceja, así que ella lo abrió y pasó varias páginas hasta dar con una descripción de una poción mejorada en un evento escolar.

Había una foto que se movía de un par de chicas jóvenes sonriendo con un texto abajo que contenía los nombres.

La de cabello oscuro era Eileen Prince.

—Parece que era bastante bue-

Lily se calló cuando Severus la abrazó de pronto. Lo estrechó con fuerza y lo soltó antes de que se retorciese por exceso de contacto físico para el estándar Snape-Prince.

—No sabía que las pociones de los libros se podían modificar así...

Sirius les gritó que dejasen ese libro y se pusieran a cantar con ellos dos y Severus se aseguró de guardar el libro en su baúl antes de ser arrastrado por el resto o de que Euphemia Potter decidiera que le hacía falta más comida.

Fueron unas muy, muy buenas vacaciones. Probablemente las mejores que tuvieron Sirius y Severus en toda su vida.

—0—

Cuando regresaron a clases, Sirius no tardó en volver a su modo entrometido.

Remus Lupin se había ausentado a mediados de enero durante cinco días exactos.

—Esto es raro, James —insistía Sirius mientras jugaban a arrojarse una bola de magia desde sus camas a un metro de distancia.

—Así es la gente que está enferma, Sirius. Vienen, se van, desaparecen por un rato, luego regresan, pueden hacer unas cosas y otras no...

—Es raro. Pettigrew, ¿tú qué piensas?

Peter, en su propia cama, dejó caer la pluma al saltar cuando Sirius se dirigió a él.

—Eh...yo...yo...pensé que...quizás...quizás lo que Lupin tiene sea algo que lo...agota...y como se pasa todo el mes actuando "normal" pues luego ya...no aguanta. Y se pone mal.

—Ahí lo tienes —James apuntó a Peter con un gesto—. Seguro es eso. Gracias, Pettigrew. Alguien tiene que ayudar a cierta persona a ser razonable cuando empieza con sus teorías...

—Tal vez...

—Tal vez Lupin es un chico enfermo que necesita que sus compañeros de cuarto no hagan preguntas sobre lo que tiene y qué hace para no sentirse mal, ¿entiendes, Sirius?

A Sirius no lo convencía este razonamiento.

—0—

El fin de semana, Peter dio otro salto y se le cayó un libro cuando Sirius apareció de repente detrás de él y le preguntó si había visto a Lupin leyendo sentado junto a la ventana de la biblioteca.

Peter asintió vacilante mientras presionaba el libro que acababa de recoger contra su pecho. Sirius se asomó desde el borde del estante junto a ellos y Peter, tras un momento de indecisión, lo imitó.

Se encontraban en un pasillo en medio de dos estantes que tenía una vista muy clara de la ventana de la biblioteca y la mesa que era ocupada por un Remus Lupin que pasaba las páginas de su libro lentamente.

—¿Te parece que tiene más cicatrices que cuando entró al colegio, Pettigrew?

Peter balbuceó, se encogió y entrecerró los ojos intentando "analizar" si lo que Sirius decía podía (o no) ser cierto.

—La verdad es que...no estoy seguro...—Casi se disculpó al decirlo.

—Las vendas en las manos no estaban ahí cuando se fue —señaló Sirius.

Peter asintió.

—Recuerdo que no...¿crees que sea algo de la piel? ¿Por eso tantas cicatrices y vendajes?

—Yo no creo que esté enfermo —contestó Sirius en tono distraído.

—¿Y por qué diría que lo está?

—Porque algo lo hace irse durante cinco días cada mes.

Peter lo consideró durante un rato.

—¿Pero no tiene permiso del director para irse esos días?

—Obviamente lo que lo hace irse es algo tan importante que el profesor Dumbledore le da permiso de irse —razonó Sirius, dándole una mirada de "¿por qué no puedes entender algo tan simple?" que probablemente le había copiado a Severus sin darse cuenta.

Hubo un par de minutos de silencio entre ellos en los que evitaron que Remus los notase escondiéndose tras el estante justo a tiempo.

—¿Por qué te importa tanto? —preguntó Peter en voz baja.

Sirius sólo frunció el ceño y masculló lo primero que se le ocurrió.

—Es porque sé que pasa algo raro.

No tenía ninguna razón. No que él entendiese al menos.

Peter lo acompañó durante el resto de su rato de espionaje que no le dio ningún tipo de conclusión, además de que Lupin se podría llevar bien con Severus porque se pasaban tanto tiempo leyendo que a Sirius le entraba sueño al verlos.

—0—

Pero el asunto no se quedó ahí, por supuesto que no.

Sirius se los volvió a comentar durante el mes de febrero en el tercer día de la desaparición mensual de Remus Lupin.

—Sirius está seguro de que Lupin es un espíritu que necesita salir de su cuerpo físico para restaurarlo cada cierto tiempo, una especie de hada que no puede permanecer en forma humana durante todo el mes o no sé qué más...—resumió James, más concentrado en masticar su almuerzo que en los inventos de su amigo.

Durante el período más frío del año escolar, el grupo tomó un salón vacío del segundo piso como su punto de reunión y donde comer. Parecía que ese año la nieve pararía a principios de marzo, pero eso no significaba que quisieran congelarse el trasero en los bancos del jardín y las miradas en el comedor no eran una opción.

Mucho menos si Sirius pretendía hablar en voz alta sobre cómo uno de sus compañeros de cuarto seguramente no era un mago humano. O no del todo.

Después de escuchar los detalles de boca de Sirius, Lily tenía el ceño fruncido.

—Suena a que su enfermedad es algo serio y tú estás intentando molestarlo, Sirius...

—¡Gracias, Merlín! Alguien de mi lado —James le ofreció la mano a Lily para chocar los cincos, pero como la tenía llena de salsa, ella sólo arrugó la nariz y sacudió la cabeza.

Sirius buscó apoyo en el único que le quedaba:

Severus, que tenía la vista puesta en su comida pero había dejado el tenedor a medio camino de su boca.

—¿Cinco días cada mes?

Sirius asintió, eufórico por la posibilidad de tener algo de apoyo en su grupo.

—¿Y qué tienen esos días en común?

Eso hizo que Sirius abriese la boca, la cerrase y se viese tan confundido como el día en que McGonagall pasó de gato a ser humano frente a sus ojos en la primera clase de Transformaciones.

—¿De qué hablas...?

—Qué pasa en esos días —masculló Severus en tono de obviedad—. ¿En qué estabas pensando cuando nos hablaron de cómo investigar algo? ¿Quidditch?

—Eh...

—Qué pasa esos días —siguió Severus—. ¿Siempre se va un lunes o se va cualquier día de la semana? ¿Se va en la mañana, en la tarde o en la noche o es diferente cada mes? ¿Se lleva algo cuando se va? ¿Su parte del cuarto queda vacía o todas sus cosas siguen ahí? ¿Lo has visto irse? ¿Has visto algún permiso por escrito que tenga para irse? ¿Sabes por dónde se va? ¿Sale hacia el pueblo o hacia el lago o hacia donde tomamos el tren o a dónde? ¿En serio estás investigando esto? Porque no creo que lo estés investigando si no puedes responder nada de lo que te estoy preguntando.

Sirius tenía la boca abierta y quería contestarle con algo inteligente porque le daban ganas de gritarle cuando se portaba así, pero no se le ocurría nada en ese momento específico.

Lily resopló.

—¿Sabes, Sev? Podrías ser muy bueno enseñando si no sonases tan molesto cada vez que le explicas algo a otra persona y si no pareciera que le vas a pegar con un periódico hasta que entienda.

—Y yo para qué querría enseñarle a alguien lo que sea —Severus arrugó la nariz de inmediato—. Odiaría enseñar. Me moriría de rabia cada vez que tenga que repetir una explicación y cuando tenga que corregir algo que ya expliqué antes. Obviamente tendría ganas de golpearles con un periódico hasta que entiendan y no me gusta cuando mi papá me hace eso, entonces mejor no le enseño a nadie y ya...

Sirius estuvo absorto en sus pensamientos durante el resto del almuerzo.

—0—

Severus tenía razón. Era irritante y no le gustaba admitirlo, pero tenía razón y además no era tan raro que la tuviese.

Sirius tuvo que esperar hasta el mes de marzo para poder llevar a cabo la investigación real bajo parámetros Snape-Prince: la mañana en que Lupin se preparó para dejar el colegio, él sacó un maletín que tenía debajo de su cama, comprobó que la fecha concordaba con lo que calculó de cuándo se iría y salió del cuarto detrás de él.

Caminó más lento, por supuesto, porque sólo podía excusar seguirlo si no estaba siendo tan obvio.

La Sala Común se encontraba desierta porque el reloj marcaba las siete de la mañana. Siguiendo la lista de preguntas que recordaba de las que le hizo Severus, también sabía que no se iba siempre el mismo día ni a la misma hora porque se había pasado largos ratos recordando sus desapariciones de los meses anteriores.

Sirius llevaba varita, pergamino, pluma, otros artículos que consideró "importantes" y algunas golosinas.

En caso de que Lupin pensara que invadía su privacidad y se enojara como tanto decían Lily y James que haría, le ofrecería una.

Era un plan infalible.

Remus echó un vistazo a la Sala Común al llegar a la puerta. Sirius estaba escondido en el área de las escaleras y consideró que ese gesto lo hacía todo más sospechoso.

Cuando Remus salió de la torre de Gryffindor, Sirius contó hasta sesenta dos veces y también se fue. Lupin ya iba a dos tramos de escaleras de distancia y parecía sumergido en sus propios pensamientos. Ni siquiera cargaba un maletín o algún otro tipo de equipaje.

Sirius avanzó lentamente y tomó algunos tramos que iban en otra dirección para no ser tan obvio, todo sin perderlo de vista. Necesitaba utilizar aquí toda la habilidad para disimular que aprendió intentando escapar de la ira de su madre.

Remus abandonó el castillo y Sirius esperó a tener una idea de su trayectoria antes de ir detrás de él. Tuvo que apretar un poco el paso y esconderse tras unas piedras cuando estuvieron cerca del sauce boxeador.

Era la primera vez que lo veía inmóvil.

Como si alguien lo hubiese hecho detenerse antes de que Remus tuviese que acercarse.

Como si fuese previsto.

Remus no sólo se dirigió hacia el sauce boxeador, sino que se metió por una abertura en la base que Sirius no conocía.

Él estuvo boquiabierto durante unos segundos antes de pensar que esto era más emocionante de lo que se esperaba.

Corrió hacia el árbol y se agachó en el hueco justo cuando el sauce recuperaba el movimiento. Se salvó por muy poco de un golpe que lo habría enviado a la enfermería y puesto fin a su aventura.

El túnel bajo el árbol era estrecho, oscuro y lleno de raíces. No había ni rastro de Remus, pero Sirius esperó un poco más en la entrada porque sólo había una dirección y no se lo quería encontrar de frente.

Cuando la impaciencia lo venció, comenzó a avanzar.

Lo sorprendió el tiempo que le tomó atravesar el túnel. Fueron unos minutos muy largos en los que la emoción fue en aumento en su cuerpo, pero de algún modo, también una sensación de duda.

Sirius salió del túnel en el suelo de una casa que no tenía muebles más que un sillón en una esquina cubierto por una sábana blanca. Había dos voces conversando y él se escondió de inmediato detrás del único mueble en la habitación.

Una voz era la de Lupin.

La otra era...madame Pomfrey, la enfermera de Hogwarts.

Si necesita una enfermera, razonó Sirius, será verdad que es algo que tiene que ver con una enfermedad...

—...puede ser demasiado temprano...—decía ella.

—Todo el cuerpo me duele desde anoche —La voz de Remus era muy suave, siempre amable y tranquila—, prefiero quedarme aquí durante el día y no preocuparme por eso. Me pondré las cadenas temprano.

¿Cadenas? Sirius quería acercarse, pero la falta de muebles también suponía una gran falta de escondites.

Tras un poco más de plática, la enfermera se marchó a través de otra salida y la casa se quedó en silencio.

Sirius buscó en su maletín y sacó un espejo de mano. Este truco se lo había visto a Lily en una clase. Se acercó a la pared que dividía donde él estaba y donde estaba Remus y puso el espejo de manera que él pudiese ver sin ser visto.

Remus estaba sentado en el suelo de madera con un libro.

Había varios conjuntos de cadenas a su alrededor incrustados en el piso y la pared.

Era bastante tenebroso. Sobre todo por lo calmado que estaba.

Sirius siguió observando. Esperando.

Y sí, se pasó todo el día ahí.

Supuso que su desaparición preocuparía más a James que la de Lupin, pero esto era por una buena causa. O eso se decía él.

Remus era tan tranquilo (y tan aburrido para el estándar de un Sirius Black que ya tenía doce años) que para el momento en que algo sucedió, Sirius se encontraba entre el único mueble y la pared, escondido y tomando una siesta.

Lo que lo hizo reaccionar fue un sonido sospechosamente similar a un gruñido.

Sirius se talló los ojos, lo oyó de nuevo y gateó hasta la pared que separaba las dos habitaciones.

Lo que vio a través del espejo fue a un Remus Lupin encadenado a la pared y suelo, retorciéndose, gruñendo. Mientras más veía, más notaba detalles como que los quejdos humanos se convertían en quejidos animales, le crecía cabello en lugares donde no lo tuvo un momento atrás, los huesos le cambiaban de posición o de tamaño...

Remus Lupin miró en su dirección como si lo hubiese notado, pero no con los ojos. Con la nariz. Estaba olfateando el aire.

Igual que lo hacía un animal.

Sirius se dio cuenta demasiado tarde de que estaba en la misma casa que un hombre lobo.

Solos.

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