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1.2

Remus Lupin era el mejor compañero de cuarto que había existido o existiría en la historia de Hogwarts.

Sólo que cuando se encargaba de despertar a un James que no paraba de retorcerse y esconderse bajo la manta y a un Sirius que lanzaba patadas para no ser sacado de la cama, a ambos se les olvidaba durante un rato. En cuanto los dos niños se encontraban sentados en la orilla de sus camas a medio vestir y Remus era el que avivaba el fuego de la caldera para que los cuatro estuviesen calientitos, lo recordaban de nuevo.

Esto se volvió parte de su rutina durante la primera semana en Hogwarts ya que Lupin era el primero en despertarse y Pettigrew le seguía, pero James y Sirius no llegaban a tiempo al desayuno o aparecían en el salón sin cobarta, con la túnica al revés o una sola media puesta. James incluso olvidó sus lentes esos días y Sirius, en lugar de explicarle que por eso le costaba tanto ver, se echó a reír por los ojos entrecerrados de su amigo.

Remus se dio la tarea de sacudirlos un poco y llamarlos antes de ocupar el baño. Y después sacudirlos otro poco y volverlos a llamar cuando ya estaba vestido. Y en caso extremo, sacudirlos un poco más antes de dejar el cuarto.

Esa mañana, James balbuceó algo al darse cuenta de que se había puesto una media suya y otra de Sirius y tuvo que sacarse los zapatos de nuevo y un tímido Peter le señaló a Sirius que se había colocado la túnica pero sin la camisa debajo, que estaba colgada de un gancho del dosel de la cama.

—Ya decía yo que me faltaba una capa de ropa...

Remus, a diferencia de los otros días que se marchaba en cuanto estaba listo, se detuvo junto a la caldera y carraspeó. Dos niños adormilados y uno curioso lo miraron.

—Hoy no...yo no voy a estar en el cuarto por la noche.

Peter abrió la boca, pero no dijo nada. James se colocó los lentes como si eso lo ayudase a entender lo que escuchó y Sirius pareció despertarse de pronto.

—¿Por qué? ¿A dónde vas? ¿Tienes permiso? Y si no tienes permiso, ¿por qué no nos invitas?

—El profesor Dumbledore me dijo que...eh...—Remus volvió a carraspear—. Es que estoy...tengo una enfermedad. Y a veces, eso, me pongo mal, entonces, hm...el profesor Dumbledore me dijo que me quedase en otro sitio cuando me pusiera mal de nuevo para no...causar problemas.

—Ah —Sirius sonó tan decepcionado que lo hizo reír.

—Mejórate pronto —dijo James, en cambio.

—¿Qué tienes? —soltó Sirius en cuanto reaccionó.

—No se le pregunta a la gente con enfermedades así qué tiene, Sirius —masculló James, ceñudo.

—¿Por qué no?

Por suerte, la discusión que le siguió a eso hizo que Remus pudiese escabullirse sin responder a la pregunta de Sirius.

Pero el tema no quedó ahí, por supuesto. No para Sirius.

—0—

El mes de septiembre se fue rápidamente mientras su grupo de tres Gryffindor y un Slytherin buscaba dónde juntarse para comer para no tener que utilizar las mesas del Gran Comedor, donde parecía que sentarse junto a alguien de otra Casa era similar a una traición, y se acostumbraban a la inmesidad del castillo y a sus clases. Un par de veces Lily lamentó no tener un mapa de Hogwarts cuando llegaban tarde al salón.

Durante el mes de octubre, ya tenían decidido que comerían en una banca del jardín interno hasta la llegada de la nieve, momento en que empezarían un nuevo recorrido en busca del lugar perfecto para que Sirius pudiese gritar sin que les regañasen.

Remus volvió a abandonar su cuarto durante ese mes. Cinco días.

Sirius no alcanzó a preguntarle qué tenía ese mes.

—0—

El profesor Dumbledore tenía la idea de que el mundo mágico se debía acoplar a quienes venían del mundo muggle y no al revés. Esto implicaba que en lugar de la celebración tradicional de magos y brujas, el 31 de octubre se encontraron con algo llamado "Halloween".

Sirius y James no tenían la menor idea de qué era esto, por lo que Lily se los explicó lo mejor que pudo mientras un ceñudo Severus contemplaba los intentos de calabazas talladas que colgaban del techo.

—¿No te gusta el Nawin? —preguntó Sirius con la boca llena.

Ja-lo-win —corrigió Lily.

Nawin —repitió Sirius, asintiendo, convencido de que lo estaba diciendo bien.

—Es que el Halloween es una tradición muggle y está mal vista y pensé...—Severus negó—. No entiendo por qué querrían celebrar algo muggle dejando de lado las celebraciones mágicas. Es el mundo mágico, no el muggle.

—El Samhain no está tan divertido —razonó James—. El 31 en la tarde se hace mucha comida y hay fantasmas por todos lados y se preparan amuletos y conjuros y rituales aprovechando la energía y se cuentan historias y...

—Las familias sangrepuras viejísimas y aburridas se visitan usando máscaras después de hacerle ofrendas a sus antepasados y a veces uno de esos magos amargados o brujas gritonas de la familia vienen de visita y hay una gran hoguera...—siguió Sirius, arrugando la nariz.

Aunque para ellos esto sonaba tedioso, notaron que Severus los veía con la expresión que esperarían de cualquier otro niño de once años ante una historia que lo emocionaba.

—Ah —soltó James—. Tú querías tener un Samhain, ¿eh?

—Creo que Sev y yo no esperábamos que en el mundo mágico estuviesen...intentando usar las tradiciones muggles —aclaró Lily, algo vacilante.

—Bueno...—James lo consideró por un momento—. Creo que el profesor Dumbledore lo hace para que quienes vienen de familias muggles o mestizas se sientan más en casa y pues...¿sepan que no odiamos que estén aquí?

—Hay mucha gente sangrepura vieja y amargada que odia a quienes vienen de familias muggles o simplemente no son sangrepuras —explicó Sirius, ceñudo—, como mi familia. Pero mi madre odia a la mitad de las familias sangrepuras, a mí, a mi hermano, estoy casi seguro de que también a mi padre, así que...

—¿Ustedes dos no son sangrepuras? —preguntó Lily, confundida.

—Sí.

—Lamentablemente.

—Pues no nos odian —Ella sólo se encogió de hombros—, ¿por qué tendría que pensar que me odian sólo por...tener sus tradiciones? Yo soy quien vino a un sitio distinto. ¿No es un poco...feo decirles que no pueden celebrar lo suyo porque yo estoy aquí o porque Sev está aquí?

—Dumbledore no dijo que estuviese prohibido celebrar el Samhain —James titubeó—, aunque en la Sala Común pusieron avisos diciendo que no le dijéramos así y que debíamos participar en las actividades del día y que no se iba a hacer nada del Samhain y que teníamos que tener consideración con personas mestizas o que venían de familias muggles...

—Compañero —Sirius hizo una pausa—, creo que nos prohibieron algo y no nos dimos cuenta.

James adoptó una expresión pensativa.

—Sev, ¿quieres un Samhain? —indagó. Severus asintió—. ¿Y tú, Lily?

—Bueno, no sé cómo es aparte de lo que nos acaban de decir —Ella vaciló—, creo que todavía no me acostumbro a los fantasmas del castillo, pero suena...suena divertido y mágico y muy interesante.

—No podemos hacer lo de traer a fantasmas familiares porque son rituales algo avanzados y ya es tarde para hacer máscaras...—murmuró James.

—Pero queda la comida y el fuego —recordó Sirius.

—¿Y los amuletos? —preguntó Severus, de nuevo con aquella expresión que puso cuando le contaron al respecto.

Los dos sangrepuras presentes intercambiaron miradas.

—¿Ustedes saben tallar calabazas como las del comedor?

Entonces un mestizo y una hija de muggles intercambiaron miradas.

—Sí.

—Lamentablemente.

—0—

Todo el mundo sabía que el sangrepura por excelencia en Hogwarts en el año 1971 estaba en séptimo, pertenecía a Slytherin y se llamaba Lucius Malfoy. Ese muchacho de cabello rubio platinado que fue nombrado Premio Anual al inicio del ciclo escolar, y que si fuese una chica, levantaría serias sospechas sobre ser mitad Veela.

Cuando cuatro estudiantes de primero se pararon frente a un Lucius que salía del Gran Comedor, escoltando a su novia Narcissa Black del brazo, él miró las corbatas rojas y se detuvo en la verde de Severus antes de fijarse en su rostro mientras que el pequeño grupo estaba preguntándose si esa chica tan rubia, tan blanca, tan perfecta y brillante no sería la Veela.

Tal vez eran un par de Veelas.

Narcissa les dedicó un elegante cabeceo a manera de saludo que Sirius respondió con un gesto mucho más brusco.

—¿En qué les puedo ayudar? —La voz de Lucius fue serena y educada, sus ojos fijos en el niño Slytherin.

Otro detalle que todo el mundo sabía era que si querías que Lucius no te mandase a volar en menos de dos segundos, debías hablarle cuando estuviese con su novia. Era posible que su período de atención se alargase a un minuto entero si Narcissa se encontraba con él porque no podía mostrarse maleducado frente a ella. En especial no con un Slytherin de primero.

Severus tragó en seco y sintió un débil empujón que supuso era de apoyo. No estuvo seguro de quién se lo dio.

—La profesora de Encantamientos lo estuvo alabando en una clase esta semana —Severus le mostró un pergamino en blanco y una pluma— y queríamos...quería preguntarle si me dibujaría un amuleto para el Samhein porque yo...no sé hacerlos...

—Eso sería un lindo gesto —opinó Narcissa, hablando en voz baja y con el rostro girado hacia su novio. Le puso una mano en el hombro—. Te dije que le agradabas a McGonagall, Lucius. ¿Recuerdas los amuletos que envió tu padre a mi padre cuando comenzamos a salir? Los hizo por un Samhein y estoy segura de que fue lo que le dio buena suerte a mi padre durante todo ese año...

—Normalmente los amuletos se hacen para familiares o para intercambios importantes —explicó Lucius, pero se soltó del agarre de su novia con sumo cuidado para tomar la pluma—. ¿De qué familia eres?

Era obvio que seguía ignorando al trío de Gryffindor.

—Prince —respondió Severus con un hilo de voz.

Hubo una reacción. Un cambio en el rostro de Lucius y en la postura de Narcissa. Sólo duró un instante y luego Lucius estaba trazando algo en el pergamino.

—No puedes ser de una familia con ese historial y no saber hacer un amuleto de Samhain básico, ¿entendido? Sólo te haré un par por esta vez.

—El domingo después del desayuno estaré con mi grupo de estudio en la Sala Común, tendré un libro sobre amuletos básicos para ti, veré si puedo conseguir otro —le informó Narcissa, su voz había pasado de la tranquilidad a un derroche de amabilidad.

—Tienes que saber hacer tus propios amuletos antes del próximo Samhain —agregó Lucius en cuanto la pluma abandonó el pergamino.

Tras una breve despedida en que Severus les agradeció y Narcissa le recordó "domingo después del desayuno", Lucius volvió a ofrecerle el brazo a su novia, ella lo sujetó y continuaron con su caminata que era más parecida a la marcha de la realeza que a una pareja que apenas rondaba la mayoría de edad.

—¡Te hizo más de uno! —Lily celebró esto en cuanto tomó el pergamino que le mostró Severus, ya que significaba que podían repartirlos.

—Creí que no podría respirar frente a ese par —masculló Sirius, tomando una profunda bocanada de aire—. Bueno, James, ¿ahora...? ¿James? Eh, James Potter. ¡Oye!

Sirius tuvo que chasquear los dedos frente al rostro de James para que este dejase de ver en la dirección en que la pareja se marchó.

—¿Qué? ¿Una bruja con cara de Veela y ya te pones rojo y te nos vas? —se burló Sirius.

—Yo no- no estaba viéndola a ella, no fue-

—¿Es que estabas viendo a Malfoy?

Lily lo dijo en tono de broma. No esperaba que la cara de James se pusiese más roja.

La niña se llevó una mano a la boca como si no estuviese segura de si había dicho algo que no debería. Severus sólo arqueó las cejas y Sirius soltó tal carcajada que sonó casi como un aullido.

—Amigo, amigo...está un poco mayor para ti y no puedo dejar que le quites el futuro marido a mi presumida y perfecta prima, por muy divertida que suene la idea...no debería...aunque eso podría realmente darle un infarto a mi madre y a otro par de sangrepuras...

—¿Narcissa Black es tu prima? —Severus sonó incrédulo al ver a Sirius de pies a cabeza como si se preguntase dónde estaban los genes que debían compartir.

—Mismo apellido y me saludó hace un momento, vamos, es obvio —Sirius frunció el ceño.

—¿Eso fue un saludo a su primo? —indagó Lily—. Fue más como un protocolo frente a alguien que en realidad no quieres ver...ni siquiera yo saludo así a Petunia...

—Y Petunia se merece algo peor —aclaró Severus.

—Bueno, dije que era mi prima, no que nos quisiéramos ver...¡pero ese no es el punto! —Sirius puso un brazo sobre los hombros de James y otro sobre los de Severus—. Quiero que tú me expliques esta reacción frente a Malfoy y su perfecto cabello rubio y quiero que tú me digas sobre ese apellido porque no nos habías dicho que eras un Prince y a mí me suena a que ese apellido estaba en la lista que me intentaron hacer memorizar...¡y no te quedes atrás con esos amuletos, Lily!

Se pasaron del toque de queda esa noche porque estaban en una de las torres llevando a cabo su propia mezcla de Halloween con el Samhain: Severus recortó el pergamino para tener los amuletos hechos por Malfoy por separado y los quemó con un hechizo siguiendo las instrucciones de James y Sirius (sorpresa: ¡no se quemaban! Los trazos se encendían con una luz anaranjada y se activaban sin dañar el papel) mientras que los dos sangrepuras intentaban imitar a Lily y su habilidad en el tallado de calabazas (doble sorpresa: en realidad no era tan fácil).

Cuando regresaron a sus respectivos dormitorios, James y Sirius colocaron las dos mejores calabazas junto a sus camas y las otras dos junto a las camas de Peter y Remus. El primero estaba dormido. El segundo entró un rato más tarde, arrastrando los pies.

Sirius fingió estar dormido en ese momento y lo vio revisar la calabaza, reírse y meterse a su cama a través de una rendija entre el dosel y la pared. 

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