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Capítulo 3

Mientras más lo miraba, más raro era todo.

Él venía del pasado, de setenta y cinco años antes.

Una locura.

Pero ahí estaba Jimin, hipnotizado viendo Bob Esponja, riendo por cada estupidez de la esponja amarilla.

—Esto es buenísimo... —susurra volviendo a comer palomitas.

Por primera vez lo veía tan tranquilo, mientras yo tenía un lío mental.

Miré unos segundos el capítulo.

—¿La mayonesa es un instrumento? —preguntó Patricio a Calamardo.

Jimin explotó de risa.

—¿Piensas quedarte aquí? ¿como si nada? —lo miré seriamente.

—¿No puedo?

Él seguía mirando el televisor.

—¡Claro que no! ¡Es mi casa!

—Pues aparentemente yo no tengo —despega la mirada de la pantalla—. ¿Puedo quedarme?

Me quedé en silencio, reflexionando.

La señora Kim aceptaría encantada, ella siempre quiere ayudar, pero Namjoon y Taehyung son algo paranoicos.

—¿No? —pregunta al ver que no le respondí— Está bien, buscaré dónde quedarme… No importa… Supongo que encontraré un pequeño lugar en algún callejón... Espero no morir por el frío, aunque a nadie le importará, porque no tengo a nadie en esta época... —su voz se fue apagando y quebrando.

¿En verdad me iba a dejar influenciar por unas cuantas palabras victimizándose?

—¡Bien, puedes quedarte!

Jimin parecía satisfecho. Chico listo.

—Solo con la condición de que no te vuelvas loco —añadí—, las cosas son muy distintas en este siglo.

—Entonces ayúdame a lucir como un chico del futuro.

Tomé el control remoto y disminuí el sonido.

—La vestimenta; puedes vestirte como te dé la gana. Te dije que eras anticuado porque tú me fastidiaste primero. Quizá tu ropa pocos adolescentes la usarían, pero si es lo que te gusta, nadie tiene el derecho a juzgarte.

Observé su ropa, su estilo podría ser considerado vintage, pero era algo que no debíamos preocuparnos tanto, era el mínimo problema ahora mismo. 

—Igual necesitaré algo de ropa… —comentó.

¿Cuánto tiempo estaría aquí?

Necesitaba respuestas.

—Puedes usar algo mío —le informé—. Aunque eres algo pequeño.

Hizo un puchero acercándose a la ventana, corriendo las cortinas, dejando ver todo el vecindario.

Me puse a su lado.

—¿Muchos cambios? —pregunté curioso.

—Demasiados.

Escuché un resoplo de su parte.

Por la calle aparecieron dos personas a quienes conocía demasiado: Hyunwoo y Kihyun.

Kihyun iba de la mano con Hyunwoo.

En el rostro de Jimin se formó una mueca, por supuesto, era del siglo ⅩⅩ, donde la homosexualidad era considerada enfermedad.

—Ellos... se ven muy unidos. —dijo relajado, pero se notaba la incomodidad.

—Son pareja.

—¿En verdad? Eso no es normal… —termina hablando bajito— El de la derecha no parece, es muy masculino.

—¡Bienvenido al siglo ⅩⅩⅠ, donde no hay estereotipos y la homosexualidad no es considerada enfermedad!

Su rostro era para morirse.

—Sé que eso no es normal para ti —dije mientras observaba todavía a la pareja—. Mira, yo no puedo insistir en cambiar tu pensamiento, pero las personas aman, quieren y desean, y todos tenemos el derecho de hacerlo.

—¿Entonces ver dos hombres o dos mujeres de la mano es aceptado?

—Así es. Hay personas que aún no lo aceptan, pero es poco comparado con antes.

—Eso sí que no me lo esperaba... —murmuró quitando la desagradable mueca de su rostro— ¿Todo es socialmente aceptado?

—Un pequeño resumen —tomé aire antes de soltar una gran cantidad de palabras—: Tanto mujeres como hombres tienen los mismos derechos. La mayoría de la población no apoya el racismo ni el machismo. El maltrato animal está condenado. No hay demasiado clasismo. No importa en quién creas o no, es mayoritariamente aceptado —exhalé para continuar—. El avance de la medicina es impresionante, al igual que el de la tecnología. Existe algo llamado "calentamiento global", que es un aumento de temperatura en la atmósfera terrestre y de los océanos, básicamente cómo se va destruyendo la tierra.

—Creo que mi cerebro explotó.

—El mío también.

Ahora una chica apareció ahí, trotando con su perro pastor alemán.

Jimin no le quitaba la vista.

—Las mujeres de mi época eran hermosas, pero aquí son aún más hermosas. 

—Es lógico, los rasgos genéticos cambiaron. Distintos rasgos, razas combinadas; todo es un sin fin.

Lo miré, él estaba con una mirada perdida.

Antes que le preguntara algo mi celular sonó, por un segundo; era un mensaje.

—¿Me puedes explicar qué es eso? —dice apenas saco el aparato de mis pantalones.

—Esto... —hice una pausa mientras buscaba las palabras correctas— es un teléfono que puedes llevar a todos lados, pero es llamado celular, puedes hacer llamadas, jugar, mensajes...

En menos de dos segundos lo quitó de mis manos.

—¿Cómo funciona?

Reí sutilmente al ver cómo lo tocaba y examinaba.

—Aprietas aquí —apreté el lateral y la pantalla encendió—; se le llama pantalla de bloqueo, en donde tú debes poner una clave, o en este caso, yo pongo mi rostro.

Levanté solo un poco el móvil y se desbloqueó.

Jimin estaba alucinando.

Luego de casi estar dos horas explicándole para qué servía cada una de las más de treinta aplicaciones que tenía, que yo ni siquiera me acordaba de algunas, él estaba jugando ansioso un juego de curiosos puzzles; lo tenía todo dominado.

Definitivamente chico listo.

—Yo también quiero uno —vuelve a hacer un puchero—. ¿Me lo regalas?

—No, es mío. 

—¡Pero tú eres del futuro, seguramente tienes miles!

—¡No! —lo quito de sus manos— ¡Esto no es precisamente muy barato!

—¡Bien! ¡Lo que sea! ¡Tengo sueño!

Veo cómo levanta las mantas de la cama y se acurruca debajo de ellas.

—¿Piensas dormir ahí?

—Sí. Puedes dormir aquí también pero no te acerques mucho.

—¿Me estás dando permiso para yo poder dormir en mi propia cama? 

—Duerme en el suelo entonces —se acomoda en las almohadas y bosteza—. Esto de viajar en el tiempo cansa mucho.

Antes de contestarle escucho el auto de la señora Kim llegar a casa.

Me alarma porque no tengo dónde esconder a Jimin.

Mi mente se iluminó en una simple idea.

—Duerme aquí, pero no puedes salir, en ningún momento —le indiqué y me acerqué al pequeño tacho de basura que estaba en una esquina y saqué una botella—. Puedes orinar aquí. —se la tiré.

—¡Es muy pequeña! —lo avienta de vuelta— Mi cosa... no cae ahí, se caerá todo.

—Entonces tendrás que esperar hasta mañana.

Coloqué el seguro por dentro, ignorando sus quejas, y salí de la habitación.











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