Capítulo 1
El día era deprimente y lúgubre, odiaba estos días, me hacía sentir vacío y frío; siempre ocurría algo malo.
Me habían reprobado en artes porque supuestamente lo que yo dibujaba no lo era. No valía la pena pelear contra la maestra Choi Haeyeon, ella se creía la gran cosa solo por ser la esposa del director.
Era horrible, había gastado todo mi tiempo y también dinero en comprar los materiales.
Solo faltaba que lloviera y todo se iba al demonio.
Pasaba por el pequeño parque donde había niños, estaban felizmente jugando y ensuciándose en la tierra, solté una mueca de disgusto mezclada con gracia y seguí mi camino a casa.
—¡Hola! Me preguntaba si... —escucho una voz particular detrás mío— ¿Qué llevas puesto? Es horrible.
Lo que faltaba, un comentario de un idiota.
—¡Oye! ¡Yo me visto como quiera!
Di la vuelta y vi a un bonito chico ladeando la cabeza, lo miré de pies a cabeza, llevaba una camisa blanca junto a un pantalón color marrón que hacía juego con su corbata e iba peinado perfectamente hacia atrás. No me gustaba hablar mucho sobre cómo quería vestirse la gente y eso, pero él no lucía como se viste una persona joven.
Él alzó las cejas.
—Tu ropa es rara, así no se visten las personas. —dijo acercándose.
Fruncí el ceño.
No quería discutir, ni tampoco ofenderlo, pero definitivamente no estaba de humor.
—¿Qué te ocurre? Yo debería decir eso. Luces anticuado y tu ropa es triste, ¿quién viste así en este siglo?
Abrió la boca, parecía ofendido.
—¿Triste? —se acercó aún más y agarró mi camiseta—. Tú y tus ropitas de colores, pareces de un circo.
Su tono era extraño, sus palabras eran extrañas, su ropa, su rostro, todo en él.
Sacudí la cabeza, le di una última mirada antes de seguir mi camino y que se acabara mi paciencia.
Qué chico tan raro.
Había caminado dos cuadras y otra vez escuché su voz.
—Perdón... —giré con disgusto hacia él. Abrió y cerró la boca varias veces hasta que habló otra vez— Estoy perdido, ¿puedes ayudarme?
Bien, Yoongi, recuerda las palabras de la señora Kim: siempre ayuda a los demás, siempre.
Rodé los ojos y saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón.
—¡¿Qué es eso?! ¡¿Es un arma?! ¡¿Eres un soldado?! —se arrodilló y puso los manos en su cabeza— ¡No me hagas daño por favor!
—¿De qué hablas? —lo agarré de los brazos y lo levanté, pero no me miraba— No te haré daño, abre los ojos.
Él hace caso y me mira directamente, pero su mirada se desvía rápidamente a un auto que andaba por ahí.
—¿Qué? ¿Eso es un automóvil?
—¿Sí? —respondí confuso observando cómo estaba petrificado mirando— No quiero ofenderte, pero eres muy extraño...
Otra vez me mira y puedo ver un poco de brillo en sus ojos.
—¿Dónde estoy? Porque en este lugar las cosas son muy extrañas, las personas lo son.
—¿Estás drogado? —me alejo un poco de él.
—¡No! —escucho cómo su respiración se vuelve fuerte y densa— Esto es un mal sueño, una pesadilla… Todo está bien, solo debo esperar a despertar. —levantó su mano y empezó a golpear su cara.
Había tres opciones: una malísima broma, que él tipo viniera de un pueblo poco moderno, o que en verdad estuviese drogado.
La última opción sonaba más acertada.
Él seguía golpeándose.
—Mira —agarré su mano para que no se siguiera golpeando—, no sé qué ocurre contigo, pero te puedo asegurar que esto no es un sueño.
—¿Entonces? ¿Por qué todo luce tan raro y colorido? —apuntó a todo el alrededor— Hace unos minutos no era de esa manera, había hombres con arm...
Se quedó callado al instante que se dio cuenta que lo miraba extraño.
—¿Me puedes ayudar? Quiero volver a mi hogar. —y el brillo de sus ojos se intensificó, parecía al borde de llorar.
No pude resistir a esos ojos.
Llevarlo a la comisaría se supone que sería la mejor opción, pero probablemente piensen que esté loco.
Bien, parece loco, pero estoy seguro que no lo está, o eso creo.
Preguntarle su dirección y buscarla en internet también parecía correcta, pero casi enloquece cuando vio un celular.
—Te llevaré a mi casa y te ayudaré, pero por favor, no actúes como un maníaco —él asintió rápidamente—. Camina junto a mí, no te quiero perder de vista.
Empezamos a caminar y podía ver cómo observaba todo con la boca abierta, era extraño.
¿De dónde había salido?
Su voz interrumpió mis pensamientos.
—¿Por qué la gente actúa como si nada estuviese ocurriendo?
—¿Qué está ocurriendo?
—¿Cómo no sabes…
Una curiosa voz nos interrumpió.
Sabía perfectamente quién era.
Eunwoo, el hermoso castaño que iba un año antes que yo. No éramos muy amigos, pero hace unas noches habíamos tenido un encuentro muy caliente en una de las fiestas de Jeon Jungkook.
—¡Yoongi! —saltó a mi cuerpo a abrazarme.
Él se separó y miró al chico de mi lado de pies a cabeza.
—¿Quién es él? —no ocultó su desprecio y celos, él era así.
Sus celos eran la principal razón por la que nos habíamos ido a la cama.
—Es uno de los amigos de Namjoon. —inventé rápidamente una mentira.
—Oh, un gusto —se giró un poco dándole la espalda—. Escuché que la maestra Choi te reprobó, ella se lo pierde, tú eres bueno haciendo de todo...
Reí ante su coqueteo.
Sentí un golpe en mi mano.
—Eunwoo, tengo que dejar a este en casa —me despedí acariciando su mejilla—. Nos vemos mañana, ¿sí?
Y con una sonrisa en su rostro él volvió a caminar.
Seguimos caminando, y ya me estaba sorprendiendo de el que estaba a mi lado no abriera la boca.
—Él también es raro como tú, ambos visten extraño. —soltó.
—No quiero tus comentarios, como sea que te llames. —hablé mientras abría la puerta principal.
Entré, pero él no.
Antes que pudiera quejarme, él abrió la boca.
—Me llamo Jimin, ¿y tú? —me dio una sonrisa.
—Min Yoongi. —contesté tratando de sonar simpático, porque mi paciencia no daba más.
Le hice una seña para que entrara.
—Qué lindo hogar, Yoongi. —miró alrededor, no parecía convencido.
Reí negando con la cabeza, caminé y cerré la puerta.
Ahora tenía un problema que resolver.
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