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Patriotas y drones

Título: "Patriotas y Drones"

El sol se deslizaba lentamente por el horizonte, bañando la ciudad en un cálido resplandor dorado. Homelander sobrevolaba la metrópolis como un dios entre hombres, admirando su dominio absoluto. Cada tanto, su mirada se detenía en algún punto insignificante, una persona cualquiera en su rutina diaria, que ni siquiera sabía que estaba siendo observada por el hombre más poderoso del mundo. Una sonrisa autocomplaciente se dibujaba en su rostro; el poder le pertenecía, y no había nadie que pudiera desafiárselo.

O al menos, eso pensaba.

En el aire, un zumbido estridente interrumpió sus pensamientos. Al principio lo ignoró, asumiendo que era algún dron de vigilancia o un juguete tecnológico del gobierno, pero el sonido se hizo más intenso y molesto. Frunciendo el ceño, Homelander giró en el aire buscando la fuente del ruido. Para su sorpresa, una pequeña nave negra y aerodinámica descendía rápidamente del cielo, dirigiéndose directamente hacia él.

—¿Qué demonios es eso? —murmuró, sin preocuparse demasiado. Ninguna máquina voladora de ese tamaño representaba una amenaza para él.

La nave se detuvo bruscamente frente a él, flotando en el aire. De su interior, una figura metálica emergió, con una postura ágil y confiada. Su rostro estaba cubierto por una máscara blanca con una sonrisa grabada, sus ojos rojos brillaban con un destello inquietante. Parecía un dron, pero no como los que había visto antes. Había algo perturbador en su presencia, como si su propia existencia fuera un mal chiste que solo ella podía entender.

—¡Ah, hola! —exclamó la figura, flotando despreocupadamente mientras agitaba una mano en dirección a Homelander—. ¿Qué tenemos aquí? ¿Un saco de carne con complejo de dios? ¡Qué cliché!

Homelander se cruzó de brazos, mirándola con desdén.

—¿Y tú quién se supone que eres? —preguntó con su tono habitual de superioridad—. ¿Una nueva arma del gobierno? No deberías estar aquí.

El dron, SD-V, comenzó a reírse, un sonido agudo y casi infantil que hizo que la piel de Homelander se erizara. Su risa no tenía sentido, como si la situación fuera un simple juego para ella.

—¿Arma del gobierno? ¡Ja! Por favor, soy mucho más divertida que eso —dijo SD-V, girando en el aire como si estuviera en medio de una coreografía ridícula—. Pero me encanta que pienses que soy una amenaza. ¡Hace las cosas mucho más emocionantes! ¿Quieres jugar, grandote?

Homelander alzó una ceja, confuso y algo irritado por la actitud despreocupada del dron. Había enfrentado a enemigos antes, pero ninguno había sido tan... molesto.

—Voy a darte una oportunidad para irte antes de que te desarme —dijo con frialdad, encendiendo su visión láser como advertencia.

SD-V no mostró ninguna señal de preocupación. De hecho, su sonrisa se ensanchó.

—¡Oh, me encanta esa mirada seria que tienes! —canturreó—. ¿Vas a fulminarme con tus ojitos rojos? ¡Adelante! ¡Hazlo! Veamos qué pasa.

Homelander decidió complacerla. Con un movimiento rápido, disparó su visión láser directamente hacia el pecho de SD-V, esperando verla derretirse en un instante. Pero lo que ocurrió lo tomó por sorpresa. SD-V activó un escudo energético que absorbió el ataque sin inmutarse, reflejando el rayo como si fuera un juguete inofensivo.

—¡Woohoo! ¡Eso fue increíble! —gritó SD-V, haciendo piruetas en el aire—. ¿Ves? Sabía que sería divertido. Pero... mi turno ahora.

Sin previo aviso, SD-V disparó un rayo de energía desde su brazo derecho, impactando a Homelander en el pecho. El golpe lo sacudió, no por la potencia del ataque, sino por el hecho de que había logrado atravesar su aparentemente invulnerable piel. Homelander se tambaleó hacia atrás, mirando con incredulidad la ligera quemadura en su traje.

—¿Qué...? —comenzó a decir, pero antes de que pudiera reaccionar, SD-V se lanzó hacia él con una velocidad imposible. Golpe tras golpe, la dron lo atacaba con una ferocidad juguetona, como si estuviera disfrutando de un juego mortal.

—¡Vamos, hombrecito! —se burlaba mientras Homelander intentaba golpearla, fallando cada vez—. ¿Eso es todo lo que tienes? Pensé que eras el tipo más fuerte del mundo. ¿O es que solo te ves bien en cámara?

Homelander rugió de furia. Nadie se burlaba de él así. Con un grito de ira, aumentó su velocidad, tratando de atraparla. SD-V se movía como una bailarina esquivando cada uno de sus ataques, riéndose sin control. Cada intento de Homelander por atacarla era contrarrestado por un giro o salto acrobático. Parecía que SD-V no tomaba la pelea en serio en lo más mínimo.

—¡Oh, no puedes atraparme! —canturreaba mientras hacía volteretas en el aire—. ¡Soy demasiado rápida para ti! Esto es como jugar al escondite, pero con más sangre. ¿Te gusta el rojo, verdad?

Homelander se detuvo por un momento, evaluando la situación. No estaba acostumbrado a este tipo de pelea. Siempre había sido él quien tenía el control absoluto, el que dictaba el ritmo de la batalla. Pero este dron, esta cosa maníaca, no seguía ninguna lógica. No mostraba miedo, ni respeto, ni siquiera parecía estar esforzándose.

SD-V, notando su pausa, sonrió aún más, si es que eso era posible.

—¡Oye, chico bonito! —gritó, con un tono burlón—. ¿Te estás cansando? ¡Eso es triste! Pero no te preocupes, puedo acabar esto rápido si quieres. ¡Aunque prefiero hacerlo divertido!

Antes de que Homelander pudiera reaccionar, SD-V desató su ataque final. Sus brazos se transformaron en espadas energéticas, brillando con una luz maligna. Con una risa psicótica, se lanzó hacia él, atravesando su abdomen con una de las espadas. Homelander gritó de dolor, incapaz de creer que algo pudiera atravesar su piel.

—¡Boom! —gritó SD-V, con su rostro peligrosamente cerca del de Homelander—. ¡Mira lo que hice! ¿No es bonito? Me encanta cómo tus tripas se ven con ese toque de metal. ¡Es como arte moderno!

Homelander, debilitado, apenas podía mantenerse en el aire. SD-V lo sostuvo por un momento, observando su rostro de incredulidad.

—Oh, cariño, parece que tu tiempo como "rey" ha terminado —susurró con una voz burlona—. Yo soy el nuevo entretenimiento de esta ciudad. Y créeme, nadie va a extrañarte cuando te vayas.

Con un empujón, SD-V liberó la espada y Homelander comenzó a caer. En sus últimos momentos de consciencia, vio cómo el dron flotaba sobre él, riendo como una niña traviesa que acababa de ganar el mejor premio del parque de diversiones.

—¡Esto fue muy divertido! —gritó SD-V mientras él caía—. Deberíamos hacerlo de nuevo, pero, oh, espera... ¡no puedes! ¡Ja, ja, ja!

Homelander impactó en el suelo con un ruido sordo, y el mundo se oscureció a su alrededor.

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