Te amo
Una vez, un buen amigo llamado TaeHyung, llegó a preguntarme qué se sentía dejar volar todos tus sentidos y liberar las emociones más fuertes que una persona puede llegar a retener. No lo comprendí entonces, así como tampoco noté el brillo en sus ojos cuando decía todo aquello, menos aún la pequeña sonrisa que escondía en su rostro avergonzado y a la vez feliz, pero ahora pude llegar a comprender todo. Mi amigo estaba enamorado de alguien y él intentaba decírmelo de alguna forma indirecta. Tristeza sentía por no haber comprendido en su momento y haber podido vivir con él algo tan hermoso como lo eran esos sentimientos suyos. Ahora, yo sintiéndome de la misma forma, me hubiese encantado poder haberle dicho lo mismo, que lo comprendía y que compartía sus pensamientos, me hubiese fascinado contarle lo maravilloso que es Jimin, la sonrisa tan hermosa que tiene y la mirada tan intensa que hace temblar mi cuerpo de emoción. Me hubiera encantado poder decirle que cuando estoy cerca de Jimin, mi corazón se detiene y siento vivir en un mundo paralelo donde sólo nosotros estábamos en él; no hay palpitaciones, no hay dolor, nada de lágrimas, sólo nosotros y el más puro silencio.
Reconocer su tacto en mi piel y calor en mi cuerpo, mi hizo estallar en llanto mientras me aferraba todo lo posible a su cuerpo, gritaba su nombre desesperado por oír por mí mismo y convencerme de que de verdad estaba ahí, vivo y abrazándome. Su voz seguía retumbando sobre mi nuca, proporcionándome ese cosquilleo no sólo en mi piel, sino en mi interior; repetía una y otra vez mi nombre, dándome calma, asegurándome de que él estaba bien y no era un fantasma que mi mente había creado.
Estaba vivo.
— Creí que es-estabas muerto —lo miré desde cerca sin poder controlar mis sollozos, él no dejaba de sonreír y llorar en silencio, aferrando sus manos en mis mejillas.
— Y yo creí que tú... lo estabas —volvió a abrazarme y permanecimos así por mucho tiempo, el suficiente como para recuperar el calor que habíamos perdido todo este tiempo.
Acabamos sobre su cama, uno frente al otro y sin decir nada, sólo mirándonos y volviendo a recalcar en nuestra mente la imagen del otro, a veces Jimin sonreía y descansaba su mano en mi cintura, dando suaves caricias de apoyo. Yo simplemente no podía apartar mis ojos de él mientras muchas preguntas llegaban a mi cabeza, como era de costumbre. Con mis propios ojos había visto como Jimin recibía un disparo o varios y caía al suelo, luego estaba esa sangre en mis manos, tan caliente y espesa que aún podía sentirla ligeramente en mi piel.
— ¿Qué ocurre? —preguntó cuando vio que mis manos se hacían puño, él las cogió entre las suyas y mi fuerza disminuyó por el tacto calmante.
— Jimin, yo vi como te... disparaban —aparté mi mirada y la fijé en nuestras manos—, caíste junto a ShinDong y luego yo..., mis manos estaban... —me soltó las manos y vio como éstas temblaban, por lo que volvió a agarrarlas firmemente.
— Viste bien, JungKook. Me dispararon, caí herido, perdí el conocimiento y no recuerdo casi nada. Sólo sé que cuando desperté estaba en la sala del doctor y no tenía noticias de ti. El doctor dijo que... —me miró un segundo para saber si debía continuar o no y asentí a modo de súplica, debía saber qué ocurrió después de que yo desapareciera de aquí—, que estuve a punto de morir desangrado. Pudieron contener la hemorragia y él mismo sacó la bala que por suerte no había dado en ningún punto vital —suspiré, aunque no podría decir si era alivio ya que escuchar aquello me había dejado un nudo en la garganta.
— Tuve un infarto —dije cuando él hubo acabado y quise que también supiera de mi historia. Su rostro se arrugó por completo y vi como inconscientemente agarró mi brazo, como si necesitara sostenerse a algo a pesar de estar tumbado en una cama—. JiYong me llevó a un hospital, al parecer todo salió bien y bueno, quizás mi recuperación fue tardía por mi propia culpa, no dejaba de alterarme y la probabilidad de que sufriera otro era bastante alta, pero es que no podía convivir con esa realidad. No dejaba de verte en todas partes, de revivir ese mismo instante incontables veces, dolía y me negaba a aceptarlo —Jimin secó una lágrima que había caído y se acercó todo lo que pudo para besar mis labios. Después de tanto, por fin volvía a sentir ese maravilloso tacto.
— JungKook —lo miré fijamente y pareció dudar un poco, dejó otro casto beso en mis labios y al final se dejó caer hacia atrás, mirando ahora hacia el techo.
— Jimin, hay algo más —giró su cabeza y esperó a que continuara, pero realmente no sabía cómo aquella noticia le sentaría—. Puede que ésta sea la última vez que nos veamos —mis propias palabras se sintieron como una cuchilla afilada pasar por mi cuello y pude ver que en Jimin hubo la misma sensación—. No quiero —dije con un pequeño hilo de voz y me abracé a él.
— No quiero que me olvides, JungKook —susurró después de un buen rato de silencio. Levanté mi cabeza sosteniéndome de mis codos clavados en el colchón y lo vi muy cerca—, no quiero olvidarte —vi un par de lágrimas caer por sus sienes y perderse hasta abajo, sus ojos seguían fijos en mí y su dolor era casi palpable—. Te amo.
Dos palabras y sentí ahogarme en el más profundo mar. Mis labios, entreabiertos de la sorpresa, fueron sellados por los suyos y ahogaron lo que quizás serían las mismas palabras pero tal vez no tuvieran la suficiente fuerza para ser escuchadas. Todo mi cuerpo estaba entumecido en el lugar, la fuerza se desvaneció de mi cuerpo y mi vida era arrebatada por las gigantescas olas, y aunque parecía morir, lo cierto es que ese mar no era más que él, se había llevado todo de mí con sólo dos palabras y millones de sentimientos inundar mis pulmones.
Sentía que me ahogaba, que el oxígeno comenzaba a acabarse y pronto mi corazón dejaría de latir, pero lo cierto es que latía con tanta fuerza y rapidez que apenas llegaba a sentirlo. Era algo que jamás había vivido y él me mostró lo maravilloso que podía sentirse.
Nuestro beso sellado tomó forma, nuestros labios se movían abarcándolo todo, los abría, los cerraba y los volvía a abrir para introducir su lengua en mi boca y rozarse con la mía. Tibias y húmedas se mezclaban para sentirse una, tal y como comenzábamos a sentirnos nosotros, o al menos, así parecía ir. Sus manos alzaron mi camiseta y pronto recorrió mi espalda desnuda de arriba abajo con una suavidad extrema. Nuestras bocas, cuando parecían necesitar de aire, se detenían y rápidamente volvían a quedar impactas en la piel, si bien nuestros labios fueron más que desgastados, nuestro cuello parecía recibir el mismo trato, quedando rojo y resaltando marcas que ni en días desaparecerían.
Gemí al sentir su rodilla frotarse contra mi entrepierna, aumenté el movimiento siendo yo quien se frotaba y agravaba el roce, despertando algo allí que esta vez no se dejaría ser interrumpido y menos aún ignorado. Mordí mi labio inferior cuando atrapó mi lóbulo entre sus dientes y tiró levemente para dejarle oír otro de esos gemidos que siempre le hacían sonreír orgulloso. Pasé mi pierna derecha por encima de su cintura y quedé sobre él, apoyé mi cuerpo sobre mis rodillas, llevé mis manos hasta su camiseta y la subí de un tirón. Antes de que éstas hubieran seguido lo que deseaban hacer bajo la tela, me quedé congelado viendo un punto en concreto. Cerca de uno de sus costados, había un enorme apósito que cubría lo que seguramente era la herida de bala. Me sentí inquieto e incómodo, aquello me retenía de alguna forma nerviosa, como si temiera hacerle daño inconscientemente.
— No pasa nada, JungKook —sonrió y dejó sus manos en mi cintura—. La herida está mucho mejor, no tienes de que preocuparte, de verdad.
— Pero..., ¿y si accidentalmente te doy?
— Ni lo sentiré —levanté una ceja—, no voy a sentir más que tus labios, manos y todo tu cuerpo —aquello sonó en lo más profundo de su garganta, mis vellos llegaron a erizarse por el tono de voz y dejé de mirar el apósito cuando sus dedos comenzaron a jugar con mi pantalón. Al ver que sólo miraba pero no hacía nada, apretó mis glúteos y me levanté de un brinco, aprovechó ese momento para bajarlo un poco y luego dejarme a mí el resto.
Cuando bajé de su cuerpo y de la cama para retirar mi pantalón, él comenzó a hacer lo mismo con el suyo, quedando completamente desnudo antes que yo, lo que hizo que me pusiera algo nervioso y tardara el doble. Mis ojos no dejaban de desviarse hasta su anatomía y llegué a perder el equilibrio casi cayendo al suelo. Él se incorporó quedando sentado y arrugando un poco los ojos, enganchó su índice en la tela de mi ropa interior y tiró de mí para quedar más cerca. Me mostró su rostro antes de bajarlo todo y acariciar mis piernas con sus dedos, lo que me obligó a cerrar mis ojos por el placentero tacto que recorrían desde lo exterior hasta lo interior, subiendo con lentitud y deteniéndose en mi miembro ya erecto.
— Ah..., J-Jimin —gemí cuando su mano rodeó mi palpitante miembro, lo acarició con delicadeza, tentándome a pedirle más y que su tacto fuera más intenso. Mis piernas se cerraban por el placer que me producía y me costaba retener los gemidos aún mordiendo mis labios, él con su otra mano se aferró a mi pierna y apretó fuerte antes de depositar un suave beso en mi vientre—. A-ah.
Con mis ojos aún cerrados, estaba presente el hecho de que todo lo que ocurría venía de sorpresa, sin esperarlo y siendo el impacto más grande y gratificante. Por ello, sentí un gran calor rodear mi miembro y luego quedó empapado en saliva, aquello me hizo abrir los ojos y bajar la cabeza avergonzado viendo como Jimin se tragaba por completo mi hombría; la sacaba y la volvía a meter dejando profundos cosquilleos y placeres que dejé de contener en mi boca.
— JungKook —me llamó y salí de mi pequeño trance, sintiendo mis mejillas arder ante la vergüenza, él parecía notarlo y seguía riendo por ello—. Eres tan lindo —elevó su mano buscando mi rostro y me agaché para que pudiéramos besarnos, sus manos volvieron a buscar algo más que agarrar, parecían nerviosas, traviesas y deseosas por tocar siempre algo. En este caso llegaron a agarrar una de mis corvas y obligó a mi rodilla avanzar hasta quedar apoyada en el colchón, el beso parecía ser más cercano ahora, por lo que aproveché de que mis manos sostuvieran con firmeza sus mejillas y el beso siguiera su curso, al menos hasta que Jimin decidiera acabar y abrir de nuevo su boca—. ¿Me dejarás hacerlo? —lo miré algo perdido, no comprendí la pregunta y él no parecía continuar.
— ¿Hacer qué?
— Hacerte el amor —si antes mis mejillas tenían un rubor por el calor y la timidez, ahora estaban tan rojas que parecían arder en llamas invisibles.
— Yo creí que... No tenías que preguntarlo.
— Claro —sonrió y besó mis labios ligeramente—, sólo quería estar seguro y que no hubiese ningún problema con ser yo quien..., ya sabes —negué con la cabeza sin dejar de apartar mis manos de sus mejillas.
— Sólo házmelo, Jimin —sonrió más ampliamente cuando una frase parecida a la suya salió de mis labios, y con aquel pase libre, dejó que mi cuerpo cayera en el colchón boca abajo.
— Confías en mí, ¿no? —asentí sin poder llegar a verlo por completo pero sabía que me había visto. El colchón dejó de hundirse a un lado y se hundió a los costados de mi cuerpo. Sus manos recorrieron mi espalda provocando que ésta se curvara, se detuvo sobre mis glúteos y apretó con fuerza para darle paso a unos bocados que dejó marca en mi blanca piel— Relájate —susurró en mi oreja y besó mi nuca, sus manos dejaron de tocar mi piel y esperé por lo siguiente. Después de unos segundos, sentí mis nalgas ser separadas y quedar entre ellas uno de sus dedos., dibujó círculos sobre el orificio hasta que metió la punta de su índice, haciéndome tensar un poco y recordándome que debía estar relajado.
— Estoy nervioso —musité tragando grueso y sintiendo como su dedo ya entraba y salía sin problemas—, sé que no es mi primera vez pero... quizás tenga un vago recuerdo algo doloroso —la cabeza de Jimin quedó ladeada a un lado para que ambos pudiéramos vernos, alzó una ceja y eso pareció molestarle un poco.
— ¿Te hizo daño?
— ¿No es lo normal? —quedó en silencio y asintió levemente.
— Lo es, quizás un poco, pero no tiene por qué serlo tanto, si se hace bien y lento no hay por qué —quedé en silencio cuando imaginé la gran experiencia que Jimin debía tener en esto. Vale que yo fuera el primer chico que le gustara pero por culpa de esos clientes Jimin se había convertido en todo un experto.
— Confío en ti —dije para apartar de mi cabeza ese doloroso pensamiento y que Jimin dejara de plantearse cómo había sido mi primera vez para que estuviera tan nervioso.
Con una respuesta más que satisfecha, sonrió antes de que se perdiera en mi campo de visión y sentí como dos de sus dedos ahora entraban en mi interior. Arrugué el entrecejo por el escozor y reprimí el jadeo que hubiese soltado cuando ambos dedos se hundían en lo más profundo. No podía mentir y decir que se sentía maravillosamente, porque era algo incómodo y mi interior aún parecía tener que acostumbrarse, pero cuando tres de sus dedos hicieron su trabajo por un largo rato, lo que ahora tenía que contener no eran jadeos de dolor, sino gemidos de placer, lo bueno, es que me negaba a retenerlos y ahora toda la habitación reproducía el eco de mi voz sumergida en el placer.
— Ji-Jimin, ah —lo oí soltar una pequeña risa y luego ser oprimido contra el colchón por tener su pecho pegado a mi espalda.
— ¿Crees que ya es hora? —asentí repetidas veces y dejó un beso sobre mi mejilla antes de levantarse y retirar sus dedos— Date la vuelta.
— ¿Eh?
— No pienso hacerlo así, necesito ver tu rostro —sonreí nervioso y me giré quedando ahora boca arriba, sus labios buscaron los míos desesperadamente y los cuales recibí de la misma forma, sus dientes mordían juguetones mis labios, a veces, incluso mi lengua, lo cual me hacía reír por el tierno gesto—. Podría pasarme toda una vida besándote —susurró sobre mi boca y volvió a atraparla. Mientras, sus manos buscaron mis caderas y las acomodó frente a él, separó mis piernas y tragué grueso cuando masajeó mi miembro en busca de placer y relajación, lo que tanto había insistido que debía ser. Pronto separamos nuestros rostros y vi como se acomodaba bien y agarraba su miembro para masajearlo, al estar viéndolo tan detenidamente algo de envidia llegó a colarse dentro de mí e incorporándome un poco, aparté su mano y ahora mi mano era quien lo rodeaba—. Ni siquiera me has pedido per-permiso —soltó un gemido y dejó de sonreír para concentrarse en mi mano, la cual hacía un trabajo espectacular, según él.
Su falo quedó completamente erecto y tuvo que detenerme al sentir que se vendría ahí mismo por culpa de mi habilidosa mano. Volví a quedar recostado y, con una ligera mirada, metió la punta. Un brinco provocó que mis piernas se cerraran un poco, volviendo a ser abiertas por él, acariciaba mis muslos para entretenerme y seguía introduciéndose, dejando metido todo su glande y el resto que poco a poco seguía entrando. Me hacía sentir delicado y querido, como si temiera romperme y hacerme más daño del debido, el pequeño dolor y la gran estrechez, fue reduciéndose poco a poco, mi interior quedó dilatado y adaptado a su tamaño y Jimin ya pudo moverse como debía; lento pero profundamente, llegando a rozar un lugar en mi interior que me provocaba espasmos en el cuerpo.
Sus caderas obtuvieron fuerza y rapidez, chocaba conmigo produciendo un ruido demasiado erótico, mis gemidos y sus jadeos completaban el musical y parecíamos estar en la misma sincronía.
— Jung-JungKook —soltó en un fuerte gemido y se aferró más a mi cintura, continuando sus profundas estocadas y sin dejar de cruzar miradas conmigo. El sudor caía por nuestros cuerpos producto del esfuerzo, se veía increíblemente sexy con esa capa de sudor y varias gotas caían por su sien e incluso por el pecho, las cuales borraba con mis manos. A veces temía que su herida pudiera abrirse por el acto tan salvaje que estábamos teniendo, pero borraba rápidamente ese pensamiento cuando el placer volvía a golpearme fuerte. Mi miembro fue apresado entre una de sus manos y acortó el camino que llegaba hasta el clímax, tras sonoros gemidos y gruñidos, terminé por venirme en su mano y parte de mi torso, poco después, no demasiado, él lo hizo en mi interior, llenándome por completo y aumentando el calor dentro de mí.
— Te amo —susurré esta vez yo, llamando su atención y provocando una enorme sonrisa en su rostro cansado. Salió de mi interior con cuidado y se recostó a un lado, aferrando mi cuerpo al suyo en un abrazo y sellando nuestros sentimientos en un beso. Allí quedarían guardados los recuerdos de este día, serían la nueva compañía de nuestros ya vividos recuerdos y, a pesar de no saber qué nos depararía en un futuro, dejamos hueco para los próximos recuerdos.
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