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"Sere olós oím"


ChanYeol me contó mucho aquella noche sobre el chico mudo, me habló de su pasado, como ambos cruzaron caminos de una forma poco creíble. Me habló de las atrocidades de las que fue participe, los golpes que le había dado incluso con sus propias manos, las miradas de súplica que recibió innumerables veces cuando lo miraba desde una esquina de la habitación y con sus ojos brillosos mostraba un pedazo de su corazón roto. Sus remordimientos comenzaron a crecer y, a la vez, también lo hicieron los problemas, él sólo era un simple guardia con un sueldo mejor que el que tenía antes, pero..., ¿realmente valió la pena convertirse en el monstruo que estaba en proceso de ser? Aquello se lo preguntó cada noche, cada mañana, prácticamente todo el día. Hasta que cambió de bando.

Relató también con el puño en el corazón como muchas noches, mientras él creía que dormía, escuchaba llorar a KyungSoo en la soledad de la noche. Me recalcó cuan fuerte podía llegar a ser, el gran aguante que podía tener frente a las situaciones, pero como todos, tenemos nuestros momentos de debilidad, y él, no era la excepción.

— Te he comprado algo —levanté mi vista de mis cartas y miré directamente a JiYong—, ¿quieres verlo?

— Ya me ha comprado cuatro cosas, cinco con ésta. No quiero regalos —respondí indiferente mientras lanzaba mi carta y su rostro se arrugaba por la amenaza de perder en el juego.

— Esto es diferente —sacó una suya pero la partida no cambió, seguía ganando—. Te gustará.

— Sus regalos siguen ahí sin abrir —señalé a una esquina donde había cuatro cajas cerradas y envueltas con papel de regalo. JiYong bufó tirando todas sus cartas y llamando mi atención cuando se levantó y fue hasta los regalos. Los cogió uno por uno y los tiró a un pequeño cubo de basura que había. Como no todos cabían, dos de ellos cayeron fuera, pero poco importó.

— No dejas de decepcionarme.

— Qué pena... —dije sarcástico tirando también mis cartas.

— Éste no tendrás más remedio que abrirlo —suspiré cansando y dejó una caja rectangular frente a mí—. Ábrela —como respuesta me crucé de brazos y giré mi cabeza a un lado ignorándolo—. Está bien —se sentó en la cama, donde estábamos jugando hace unos minutos a petición, o casi obligación, suya, cogió la caja y retiró el lazo que lo envolvía, arrancó el papel y la destapó. De reojo eché un vistazo y parecía... ¿ropa?—. Te lo pondrás esta noche.

— ¿Qué? —volví a verlo de frente mientras él sacaba lo que era un traje color azul marino, unos pantalones de pinza del mismo tono, una corbata un poco más clara y una camisa blanca.

— Los zapatos ya están encargados así que los traerán en esta tarde.

— ¿Para qué quiero eso?

— Eres mi acompañante en la fiesta de esta noche, ¿qué creías? —sonrió de medio lado— Si pensabas que íbamos a casarnos, lo siento, ya estoy casado —rió y sacudió mi cabeza alborotando mi pelo.

Idiota...

Él dejó la habitación poco después, dejándome allí con ese traje sobre la cama y mis ojos sin apartarse de él, como si aquella prenda fuera mi enemiga y lo que traería con ella sólo serían malos momentos. Estaba seguro que las palabras de JiYong no acabarían bien, que esa fiesta me mostraría más de este aterrador mundo. Y para ser sincero, estaba harto de decepcionarme aún más de las personas.

Me levanté yendo hasta el cubo de basura, allí cogí uno de los regalos regados por el suelo, lo abrí sin miramientos y vi lo que había dentro. Comida, aunque ésta ya estaba prácticamente en mal estado. Lo dejé en el cubo y abrí otra caja, ésta era la misma idea que la anterior, aunque todo era dulce, lo miré por varios segundos, dudando de si darle el mismo destino que la comida, pero al final la guardé con el único sentimiento de compartirlo con los chicos. JiSung estaría muy contento de comer algo dulce.

Abrí otra caja más, era la más pequeña pero parecía de más valor, en su interior había una pulsera con las palabras: "Sere olós oím". ¿Qué significaba eso? Lo miré extrañado intentado comprender en qué idioma era. ¿Quizás latín? Jamás había dado latín por lo que nunca lo sabría, de todas formas lo dejé caer en el cubo y me dispuse a abrir el último, pero éste no tuve tiempo cuando JiYong terminó por entrar con otra dichosa caja entre sus manos.

— Vaya, al final decidiste abrirlos —sonrió a la vez que lo ignoraba y me retiraba de ahí, yendo a sentarme en la cama—. Te faltó uno —agarró el único regalo sin abrir y lo hizo de una, revelando un pañuelo negro de seda, la tela tenía un ligero destello, parecía tan suave y ligera como se veía—. Bonita, ¿verdad?

— ¿Por qué un pañuelo? —sonrió mirando la tela y sin responder lo dejó sobre la mesa, volvió a la basura y tiró todos papeles, pero antes de hacerlo, algo en el interior del cubo llamó su atención, introdujo la mano y sacó aquella pulsera, de nuevo, sin decir nada la guardó en su bolsillo y terminó con la faena.

— Tengo tus zapatos, necesito que te des un baño y te pongas ese traje.

— No voy a ningún lado.

— Oh, claro que irás —agarró mi brazo y me arrastró hasta el baño que tenía la habitación. Allí dentro cerró la puerta tras de sí y agarró la comisura de mi camiseta.

— Eh, eh, eh, ¿qué hace?

— Desnudarte.

— ¡Ni hablar!

— No seas crío, ambos escondemos lo mismo —tiró hacia arriba con dificultad, ya que intentaba impedirle como fuera que retirara mi prenda, pero al final lo consiguió—. ¿Ves?, no pasa nada —acarició mi cabeza y puso sus manos en mi pantalón, a punto de bajarlo.

— ¡Lo haré yo solo! —grité sosteniendo sus manos. JiYong se quedó un buen rato mirándome fijamente, a veces parpadeaba, pero lo hacía tan rápido que parecía que nunca llegaba a cerrar los ojos, por lo que daba algo de miedo.

— Bien, dejaré que lo hagas tú —asentí sin rechistar para que se largara antes, pero mi gesto al parecer le pareció tierno y acabó posando sus labios en mi mejilla—. No tardes.

Acabé por bañarme con el intento de borrar aquel tacto sobre mi mejilla con el agua tibia. A comparación a los baños donde siempre solían bañarnos, aquí podía hacerlo con agua más caliente, lo cual agradecía, pero también me llenaba de remordimientos.

Cuando acabé fui consciente de que ninguna toalla o ropa esperaba por mí. Mis raídas prendas habían desaparecido junto a él y ninguna toalla había quedado en su lugar, por lo que sólo me quedaba una opción. Abrí la puerta lentamente, asomando mi cabeza y viendo a JiYong de espaldas sentado.

— Esto... no tengo con que secarme —musité, pero no reaccionó—. ¡Eh! —alcé la voz.

— ¡¿Eh?! —se giró de repente y me hizo sobresaltar un poco, escondiendo la mitad de mi cabeza— ¿Cómo tienes las pelotas de llamarme así?

— Es que no teng-

— ¡No es excusa, JungKook! Tenme más respeto —se levantó agarrando una toalla del armario y la tiró en mi dirección—. No tendré consideración la próxima vez —dicho aquello volví al interior del baño y me sequé, pero..., seguía sin tener la ropa.

— Esto... —mordí mi labio y él me miró desde su asiento. Tenía el ceño fruncido a la espera de una nueva metedura de pata, pero realmente no estaba para problemas, no si los podía evitar— Señor JiYong, no me ha dado la ropa.

— ¿Señor... JiYong? —pareció algo atónito. Tiró sobre la mesa el móvil, agarró el traje que había comprado para mí y caminó lentamente hasta mi posición. De imprevisto abrió la puerta y agarré con fuerza la toalla atada en mi cintura— ¿Señor JiYong? ¿Es en serio? —me encogí de hombros— Creí que ya había dejado claro cómo debías dirigirte a mí.

— Amo, deme la ropa —dije con un tono grueso y algo molesto. Este tipo, con cada estupidez suya, me sacaba más y más de mis casillas, a veces daba miedo, pero otras veces me hacía verme tan estúpido que me enfurecía. Él abrió sus ojos más de la cuenta, sorprendido por mi duro semblante, pero no protestó por ello, simplemente dejó la ropa en mis manos y fue a sentarse nuevamente.

Después de que él entrara a asearse y ambos acabáramos como si pareciéramos sacados de una fotografía, recogió sus cosas, las guardó en sus bolsillos y abrió la puerta de salida sin siquiera atarme. Me quedé en medio de la habitación sin saber qué hacer, mirando mis mangas con un color tan blanco que jamás creí que volvería a ver en mí, mi cabello estaba limpio y olía bien, el cuello me molestaba un poco pero era más por el agobio de la situación. JiYong se giró hacia mí y alargó su mano en mi dirección, yo acepté titubeante y caminamos fuera de la habitación; no más de unos cinco pasos, allí cerró la puerta y Kris llegó en ese mismo momento. Sus ojos pasearon de JiYong hacia mí, quedando sorprendido y exagerando en su forma de pestañear.

— Está impresionante, ¿verdad?

— Ya lo creo. Hay que admitir que el chico es lindo. Usted, señor Kwon, tiene un buen ojo.

— Gracias —levantó su mentón en señal de orgullo y rodé los ojos ante la imagen tan estúpida que me rodeaba; más que nada por la hipocresía de Kris—. ¿Has traído mi arma? —esa pregunta llamó mi atención y observé con detalle como Kris le pasaba un arma a JiYong y la guardaba en el interior de su ropa.

¿Por qué llevaba un arma a una fiesta?

Tras aquella pregunta que no dejó de rondarme la cabeza, las manos de JiYong rodearon mi cintura y brazo y caminamos hasta llegar a la planta de arriba. Cruzamos la cocina con mi cuerpo más liberado y continué siguiéndolo con Kris detrás mío. Una puerta se abrió y reconocí el salón, pero aquella sala no era el objetivo, unos pasos y otra puerta más me revelaron un nuevo lugar, uno mucho más amplio y alucinante.

Aquello era algo que jamás llegué a esperar que se encontrara tras estas gruesas paredes. Éstas estaban pintadas con unos tonos cálidos, un brillo y unas vetas lo adornaban brindando al lugar una elegancia sin igual. Todo el suelo estaba cubierto con una moqueta de un color más oscuro a las paredes, no parecía haber ni una sola ventana pero los enormes cuadros rellenaban ese vacío, algunos los pude reconocer como obras de grandes pintores, lo que hizo preguntarme si eran falsos o verdaderos. Cuando mis ojos se elevaron a los altos techos, me sentí deslumbrado no sólo por las luces sino por las enormes lámparas de cristal distribuidas por todo el lugar.

— ¿Qué es este sitio? —pregunté ahora viendo todas esas largas mesas que parecían sacadas de un casino, había un enorme bar al fondo con un hombre vestido elegante detrás de la barra, una zona de confort con sofás e incluso un pequeño escenario con instrumentos.

— Aquí solemos reunirnos para discutir, echar un rato agradable o hacer negocios.

— O para montar orgías —comentó Kris riendo y ambos lo miramos, sólo que de diferente forma.

— Ya puedes irte —casi ordenó JiYong y Kris terminó por retirarse—. ¿Quieres beber algo?

— ¿Eh? —señaló el bar— No..., no sé. No, mejor no.

— No seas tímido —sonrió pellizcando mi mejilla y agarrando mi mano hasta llegar a la barra—. Lo de siempre, pero que sean dos —el camarero asintió y fue a preparar lo que quiera que JiYong pidió. Y lo cual ni se me ocurría probar—. ¿Qué se siente salir de ese agujero y verte así de guapo? —apoyó su codo en la barra y quedó frente a mí.

— Lo mismo, sigo estando en un agujero —di un rápido recorrido y acabé mirando fijamente a sus ojos—. Más grande, pero sigue siendo un agujero.

— Estás muy guapo —pareció ignorar mis palabras, pero yo ignoré las suyas girando mi cuerpo y quedando de perfil hacia él—. El azul te sienta bien —él seguía hablando cerca mío, susurrando cosas y comentándole de vez en cuando al camarero lo hermoso que me veía. El chico parecía escucharlo sin más remedio, quizás al igual que yo, pero yo tenía la opción de no mirarlo y no tener que asentir como un imbécil.

— ¡¿Dónde está la fiesta?! ¡Esto está muy muerto! —alguien gritó al fondo, iba vestido con un traje burdeos y un despampanante pañuelo amarillo en el bolsillo. Parecía muy animado, dando palmadas en la espalda de otras personas y conversando ruidosamente con otras. No podía dejar de mirarlo y sentir asco por su forma de ser, incluso algunas personas parecían correr de él.

— Es el señor Shin DongHee, aunque prefiere que le llamen ShinDong. Tiene tantos enemigos como amigos por igual —susurró JiYong en mi oído y escuché atentamente sin apartar mis ojos de aquel hombre—. Es de ese tipo de hombres que quieres tener a tu lado por beneficio, sin embargo, pocas personas lo toleran, por lo que el número de aliados y enemigos es prácticamente el mismo. Un día eres su amigo y al siguiente puedes ser su mayor enemigo —se despegó de mi oreja y bebió un poco de su copa, volviendo a mí pasando un brazo por mis hombros—. Yo definitivamente lo odio —rió y giré mi rostro un momento.

— ¿Por qué me cuenta todo esto?

— Porque eres mi pareja, debo confiar en ti, ¿no? —desvié la mirada sin responder y para cuando quise clavarla nuevamente en ese sujeto, mis ojos captaron algo detrás de él. Ladeé mi cabeza un poco al no tener una visión clara, la incliné un poco más obligando a JiYong a alejarse y entonces lo vi.

— Jimin...

— Oh, vaya, de nuevo viene con ese chico —comentó aferrándose más a mis hombros—. ¡ShinDong! —brinqué en el sitio por la fuerte voz de JiYong cerca de mi oído. El nombrado miró en nuestra dirección y levantó la mano a modo de saludo, le hizo un gesto a Jimin para que lo siguiera y caminaron hasta nosotros— ¡¿Cómo va eso, viejo amigo?! —exageró JiYong teniendo al hombre cada vez más cerca y por ende a Jimin. Éste último, que iba siguiendo al hombre de burdeos desinteresado, levantó la vista y entonces nuestras miradas se cruzaron.

Sus labios pronunciaron mi nombre en un absoluto silencio, mis labios se ensancharon en una sonrisa, pero los suyos seguían hacia abajo, con la preocupación pintada en sus comisuras y sus ojos ya clavados en mi acompañante.




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Shin DongHee - Super Junior

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