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Protegidos


— ¡JungKook! —alguien me abrazó por detrás y tiró de mí apartándome de la puerta, la cual golpeaba y gritaba contra ella— ¡Detente, JungKook!

— ¡¡No!! ¡¡JiWon, JiSung, no!!

— ¡¡JungKook!! —gritó más fuerte y me giró con la suficiente fuerza como para dejarme frente a él y con la espalda apoyada en la puerta— JungKook, tranquilo —dijo con la voz más suave y acarició mis mejillas con delicadeza, brindándome algo de calma—. Mírame —levanté la mirada con dificultad y lo vi fijamente entre sollozos que aún se me hacían imposibles de controlar—. Está bien, tranquilo.

— Ji-Jimin...

Sin más me abrazó e intentó transmitirme su ritmo cardíaco; pasible, sereno, como una brisa fresca que azotaba la copa de los árboles y los hacía susurrar. Me gustaban los lugares tranquilos, aquellos en los que había poca gente y sólo estabas tú y el murmullo de los árboles. Solía ir a un parque que quedaba cerca de la biblioteca pública y en el cual era poco transitado, allí estudiaba para mis exámenes, iba para leer libros sacados de la biblioteca o simplemente para relajarme después de un mal día.

Por un momento llegué a ver el lugar, el mismo árbol, la misma sombra, la misma sensación.

— Eso es, tranquilo —susurró en mi oído y me aferré aún más.

Sabía lo que pretendía Jimin, sabía que mi estado estaba fuera de sí, que mi pecho dolía con un dolor atravesado y que olvidé por un momento cómo controlar mi pulsación. Mis manos temblaban y un sudor frío me obligó a seguir el temblor de mis manos. Jimin, con cuidado y de forma tranquila, me llevó hasta la cama y me hizo sentarme con él a su lado. Volvió a abrazarme y lloré en su hombro mientras que fuera de esta habitación continuaban los gritos, correteos y golpes.

Aquello, en cuanto JiYong, SiWon y NamJoon desaparecieron, se volvió un auténtico caos. Los dos hombres que sostenían a JiWon les fueron imposible sacarlo cuando todos los demás chicos se les echaron encima, entonces fue el turno de Kris y HeeChul para actuar y aquello provocó menos vigilancia, la cual aprovechó JiSung corriendo hasta la puerta y desapareciendo por el pasillo.

Mi sangre se heló cuando lo vi y no dudé ni un segundo en ir tras él, pero para mi mala suerte HeeChul me atrapó antes, dejando que su compañero Kris fuera por el pequeño. Conmigo fuera de control y teniendo un compañero menos, JiWon, aún cojeando por la herida de bala, fue el segundo en salir de la habitación y eso acabó por desquiciar a HeeChul, que terminó por encerrarme en la habitación de Jimin para, al menos, a mí tenerme fuera de combate.

Pero, ¿qué pasó con el resto?, ambos chicos habían huido y la posibilidad de que Kris disparara de nuevo era alta, aquel hombre no tenía miramientos por nadie ni por nada, si por él fuera todos estaríamos atados del cuello de por vida, pero Kris no tenía el mandato y era un hecho la poca paciencia que poseía.

Pasos volvieron a escucharse en el pasillo, seguido de sollozos. Quise levantarme e ir hasta la puerta, pero los brazos de Jimin seguían alrededor mío y me sujetaba con toda la fuerza que poseía. Continuó susurrándome palabras tranquilizadoras, aún cuando mi cuerpo estaba a un sólo impulso de apartarlo, pero al final no lo hice, aunque pude haberlo hecho, no lo hice, y me quedé junto a él.

— JungKook, ¿estás mejor? —preguntó después de largo rato, ya ni siquiera se escuchaba nada, y eso sólo me daba dos posibles respuestas; una, habían conseguido atraparlos, dos, la situación habría acabado mal..., muy mal.

— No, Jimin, no lo estoy —sequé mis pómulos con la manga de mi camiseta e intenté regular el nudo que no sólo tenía en mi garganta sino en todo el cuerpo.

— JiSung estará bien, si quieres... —dijo girando su cabeza hasta la tabla que cubría el agujero.

Sin una contestación me levanté de la cama y caminé con pasos inseguros hasta mi objetivo, retiré la tabla con miedo y miré al otro lado. A lo lejos, justo en las camas, estaban todos pero no vi a JiSung ni a JiWon, y aunque JiWon lamentablemente tenía mucho sentido, no era lo mismo para JiSung.

— ¿JiSung? —lo llamé, atrayendo la atención de Ten, quien corrió hasta mí.

— ¡JungKook, JungKook!

— Ten, ¿dónde está JiSung?

— J-JiSung... venir, ah..., doctor ir —pronunció con dificultad.

— ¿Vino y luego lo llevaron con el doctor? —asintió— ¿Está... herido?

— Golpe...

— Entiendo —suspiré no demasiado tranquilo, pero sí lo suficiente por saber que no fue lo que tanto temía. Justo en ese momento sentí alguien detrás mío—. Ten, ¿vosotros estáis bien? —pronuncié despacio, lo justo para que pudiera entenderme. Él volvió a asentir— ¿Y JiWon? —Ten bajó su cabeza y tras negar, dejé que se fuera a descansar con el resto.

Jimin acarició mi espalda, me buscaba constantemente e intentaba calmarme aún cuando el posible peligro que corría mi vida cada vez que me alteraba había pasado. No dejaba de mirarme, tocarme, sonreírme cuando pillaba sus ojos puestos en mí, de susurrar cualquier cosa sólo para tranquilizarme. Sus manos siempre estaban en mí, y lo agradecía, Jimin me daba una paz casi irreal, y no porque fuera algo imposible, el único inconveniente era estar aquí, rodeados de penumbras, pero por más oscuro que fuera nuestro entorno, él siempre me mostraba un camino oculto que sólo nosotros lográbamos ver.

— ¿Tienes sed? —preguntó sin darme lugar a responder y me trajo un vaso de plástico con algo de agua. Sin ninguna objeción di un sorbo y lo dejé en el suelo, a mi lado— Lo siento —musitó con la cabeza baja—. Por haber reaccionado de aquella forma, soy un imbécil, no debí haberme ido así... —alzó sus ojos y mientras me mostraba una mirada llena de arrepentimiento, buscó mis manos para sostenerlas entre las suyas— Lo siento mucho.

— Está bien, no importa.

— ¡Claro que importa! Y necesito que me perdones.

— Lo estás, Jimin, no tengo que decírtelo —quizás en otras circunstancias habría contestado con otras palabras, con otro tono de voz o quizás con un poco más de emoción, pero me sentía tan débil emocionalmente que mi cabeza no dejaba de pensar en JiWon y los demás, en lo que podría ocurrir próximamente y en que pronto saldría de aquí para entrar en una nueva cárcel; pero lejos de todos.

— JungKook, sé que es mejor no volver a sacar el tema pero debo decirlo. Si reaccioné así es porque... me enrabia que él... Me duele que... y... —parecía dificultarle acabar una frase, además su rostro no ayudaba, parecía que en cualquier momento se echaría a llorar. Guardó silencio sin apartar sus ojos de mí hasta que levantó su mano hasta mi rostro y se acercó a mis labios.

— Jimin...

Se detuvo cuando escuchó su nombre salir de los labios que ni siquiera llegó a tocar. Cuando se separó y evitó mirarme, soltó un largo suspiro y se levantó para ir hasta la cama, donde se sentó en el filo con la cabeza baja y oculta entre sus manos.

Dolió, realmente dolió verlo de esa forma, parecía como si lo estuviera rechazando, pero no era así, sólo no estaba de ánimos para nada, mi cabeza no quería dejar a los demás detrás. Pero aún cuando creía que mi mente seguía con ellos, me di cuenta de cuanto me estaba engañando. Mi cabeza sólo procesaba sus gestos, miradas, palabras, todo lo que tenía que ver con Jimin, dejé de pensar en lo ocurrido anteriormente cuando en mi cabeza comenzó a hacerle hueco a él, terminando por coger todo el espacio.

Lo había echado tanto de menos que ni yo mismo me entendía cómo podía negarle un simple beso, uno de tantos que deseaba darle, darnos.

Guiado por el arrepentimiento y el deseo, gateé la distancia que había hasta la cama, me colé entre sus piernas y cuando él levantó la cabeza para verme sorprendido, lo besé posando mis manos en sus mejillas.

— Perdóname tú ahora por haber reaccionado así, soy el imbécil número dos —sentí su sonrisa en mis labios.

— Estás perdonado —rodeó con sus brazos mi cintura y me ayudó a levantarme del suelo, quedando sentado a su lado sin romper el beso. Nos besábamos, tocábamos, susurrábamos cosas al oído, todo entre sonrisas y cosquilleos que comenzaban a subir por el estómago. Terminé por subirme a la cama y agarré la comisura de su camiseta—. Quiero que lo hagamos.

Jimin dejó escapar una pequeña risa y tomó mis manos a modo de señal para que continuara. Al sacar su camiseta me acerqué a besar su cuello, recorriendo un camino desde su mandíbula hasta la parte más baja del cuello, continuando por sus clavículas y descendiendo por su pecho. Conectamos miradas cuando alcé los ojos y los suyos me miraban con un brillo único, me gustaban, aunque sus ojos eran pequeños, me gustaban sus pupilas, el brillo de ellas, su color, la fina línea que dejaban sus párpados cuando sonreía y su efecto hipnotizante que tenía sobre mí.

— ¿En qué piensas? —preguntó cuando vio que no continuaba y ni siquiera parpadeaba.

— En ti.

— ¿Tanto como yo lo hago contigo? —dijo de forma divertida.

— Tonto —ambos sonreímos cómplices y sus manos tuvieron el turno para sacar mi camiseta. Volvimos a besarnos con nuestros pechos desnudos y pegados, con nuestros brazos alrededor del otro y sintiendo no querer soltarnos nunca.

Desnudos, continuamos marcando nuestra piel entre dientes, besos, caricias e incluso con saliva. El frío que ambos teníamos en un comienzo por culpa de la humedad del lugar, acabó por asfixiarse por el calor que producían nuestros cuerpos, y no era el único calor que sentía, justo en la zona pélvica comenzaba a avivarse una llama provocada por la fricción de nuestros miembros. Tantos sus gemidos como los míos, se controlaban en medida, lo suficiente para que nadie del exterior oyera, aunque a veces era muy difícil.

Mi cuerpo fue girado y preparado en esa misma posición, todo mientras besaba mi cuello y nuca, recorría mi espalda con sus manos, acariciaba mi pelo o daba un tierno beso en mi mejilla cuando soltaba un quejido más alto que el resto. Se introdujo en mí lentamente, con el mismo cuidado que lo había hecho las dos veces anteriores, aliviaba mi dolor de forma dulce y entonces todo iba más rápido, más placentero, más duro. Mi miembro, al estar contra el colchón y ni tanto él como yo podíamos darle la atención que pedía, ambos giramos un poco, quedando de perfil y teniendo ahora total comodidad para masajearlo mientras él continuaba golpeando dentro.

Entre algunos segundos de diferencia, ambos llegamos al clímax y nos quedamos en la misma posición pero sin hacer nada, sólo intentando cobrar el sentido y una pizca de fuerza.

— Te amo mucho, JungKook. Lo sabes, ¿verdad? —susurró en mi oído.

— Lo sé —retiré su miembro de mi interior y me giré para verlo de frente—. ¿Lo sabes tú?

— Claro que lo sé, sino no lo diría.

— Me refiero a que yo también te amo —jugué con mi índice sobre sus labios.

— No me cabe la menor duda —nos besamos por algunos minutos, lento y algo demasiado suave. Luego llegaron las manos traviesas tocando en puntos débiles y ambos, tanto él como yo, nos retorcíamos en la cama por las cosquillas del otro.

Terminamos por quedar boca arriba recuperando el aliento, ninguno decía nada, pero ambos seguíamos con la sonrisa pintada en el rostro, nuestras manos se buscaron y se entrelazaron y el silencio continuó, quizás demasiado largo, quizás sin darme cuenta que uno de los dos había dejado de sonreír y gruesas lágrimas silenciosas escapaban de los ojos.

— Jimin...

Él no dijo nada, ni siquiera se movió, no hasta que yo mismo tuve que agarrar su cuerpo y atraerlo al mío, dejando que su cabeza reposara en mi pecho y su cuerpo fuera cubierto por mis brazos protectores, lo mismo que él me daba.

Sólo conocíamos un lugar seguro en este sitio y no era bajo la cama, dentro de un armario, bajo las mantas, no, claro que no, sólo nuestros brazos conseguían hacernos sentir así; protegidos.


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