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Fingir


— No temáis, si lo vamos a pasar muy bien, ¿verdad? —miró a Jimin y éste no dijo nada, sólo se mantuvo en silencio— Primero me daré una ducha y... tú, vas a ayudarme —dijo señalando y clavando sus ojos en Ten. Se acercó al nombrado y bajó sus pantalones de un tirón, haciendo temblar el escuálido cuerpo de Ten, luego sacó la camiseta raída y rompió la tela por las mangas para sacársela del todo ya que tenía las manos atadas—. Espérame allí —ordenó y Ten, sollozando de nuevo, me miró suplicante, provocando en mi garganta un nudo—. ¡Vamos, no tengo todo el día! —gritó y empujó el cuerpo de mi compañero.

El hombre se acercó ahora a mí, agarrando mi barbilla para que lo mirara. Jimin seguía junto a nosotros, no tan cerca como antes pero seguía ahí plantado pendiente de todo, parecía no más que un espectador, pero su rabia y tensión podía sentirla incluso golpeando mi piel, como si su cuerpo, a dos metros de nosotros, no fuera más que una ilusión óptica, pues lo sentía contra mí en todo momento.

— Contigo quiero tener algo mejor —una sonrisa maliciosa apareció en ese asqueroso rostro suyo—. Vas a darme una buena mamada, ¿verdad que sí?

— ¡No puede! —sin tiempo a reaccionar ante el hombre, tuve que hacerlo con Jimin, de quien no esperé que abriera la boca en presencia del cliente.

— Sí, he pagado por ti, pero a ellos voy a degustarlos. Y será mejor que te sientes y esperes tu turno si no quieres que hable de tu mal comportamiento —Jimin bajó la cabeza y el hombre volvió a mí, acarició con su pulgar mis labios y bajó finalmente su mano haciendo un recorrido por todo mi torso—. Tengo ganas de probar esa húmeda boquita que tienes, pórtate bien y espérame.

Las quejas de Ten, el agua corriendo y la sádica risa del desconocido, terminó por mostrarme la única verdad de la situación. Nadie saldría de esta habitación sin ser dañado, y no precisamente por golpes. Me dejé caer sentado en el filo de la cama y me quedé mirando algún punto fijo en el suelo. Oí el tragar de Jimin y se arrodilló frente a mí, posando una de sus manos en mi pierna y la otra en mi cara para girarla hacia él. No dijo nada, sólo se mantuvo en silencio observando cada detalle de mi rostro, así como yo vi el movimiento de sus ojos hacia abajo cuando una lágrima se deslizó por mi mejilla.

— Lo siento, siento que tengas que pasar por esto.

— ¿Esto es... lo que vives? —pregunté con un nudo en la garganta, nudo que me costaba retener y que mis ojos se convirtieran en dos cataratas reflejando mi dolor interior. Jimin asintió débilmente y me abrazó desde su posición, rodeando mi cintura con sus brazos y su cabeza apoyada en mi pecho.

— Te ves muy mal. Tus ojeras son moradas, tu piel más pálida de lo normal e incluso estás más delgado.

— No... he estado bien.

— JungKook, no puedes abandonarte —levantó su cabeza y me miró desde su posición—. Prométeme que no lo harás, que no harás ninguna tontería —no respondí, pues no podía prometer nada. Hace unas largas horas perdí el conocimiento por haberme mantenido unos días sin comer nada, mi objetivo era claro y, aunque no era la mejor salida, era la única, pues perdí toda esperanza de salir de aquí. Lo que me hacía preguntarme por qué Jimin, después de cinco años, seguía soportando vivir así.

— ¿Por qué lo haces? —pregunté de pronto, sin siquiera mirarle— ¿Por qué sigues viviendo?

No respondió, pero sus manos, aferrándose fuertes contra mí, me dieron una ligera respuesta, y no, no sentí que era por mí, yo no llevaba el mismo tiempo que Jimin encerrado, por lo que la lógica era clara. Su hijo. Estaba seguro que la vida de ese niño mantenía viva la de Jimin, su única esperanza, así sea diminuta, no la perdía por él.

— No quiero hacerlo... —absorbí mi nariz cuando nuevas lágrimas mojaron mis mejillas.

— No lo vas a hacer —dijo con la voz decidida. Parpadeando para apartar las lágrimas que dificultaba mi visión, bajé la mirada y me encontré con la suya; sería e intensa—. Vas a fingir.

— ¿Qué?

— Tu estado es deplorable, sólo hay que mirarte para darse cuenta —dejó de sostener mi cuerpo y una de las manos descansó en mi cuello, acariciándolo, y la otra haciendo el mismo movimiento pero mi cabello—. Vas a fingir un desmayo.

— N-no puedo hacer e-eso.

— Tan sólo cae al suelo y del resto se encargará la situación. Te prometo que funcionará —sonrió por primera vez en el día y se levantó para sentarse junto a mí—. JungKook, por favor..., no me abandones —esa pequeña y corta sonrisa duró menos de lo que deseé, pero sus dulces y delicadas palabras lo valían—. Tú no. Prométeme que no lo volverás a hacer. Que vas a quedarte conmigo, y siento si soy egoísta, pero la sola idea de pensar que no volveré a verte me deja un vacío en el corazón —mis mejillas adquirieron un notable rubor e inconscientemente comencé a analizar esas palabras tan profundas que nadie, ni siquiera mi profesor, llegó a decirme nunca.

— Jimin... —apenas me acerqué unos centímetros a él cuando el agua de la ducha dejó de sonar y ambos giramos nuestras cabezas hasta el baño.

— Ya van a salir —se levantó y me dejó con una extraña y amarga sensación—. Recuerda, tan sólo desplómate en el suelo y luego no te muevas a pesar de lo que haga o intente. ¿De acuerdo? —asentí aún perdido en mi mente y... ¿sentimientos?

— Jimin —volví a llamarlo, esta vez más decidido—. Yo... —hubiese deseado que mis ojos hablarán por mí, pero ni sabía qué decir, cómo hacerlo y mucho menos qué sentir— Ayúdame a que salgamos de aquí —borré todo rastro de lo que realmente quería saber y decidí comenzar por el principio de todo y objetivo principal, salir de aquí—. Ayúdame a intentarlo, por favor.

— Está bien, lo haré. Hablaré con KyungSoo.

— Gracias —la comisura de mis labios se elevaron un poco—. Y perdóname por lo que dije...

— No, JungKook, tenías razón. Si de verdad quiero ver a mi hijo entonces tendré que empezar por hacer algo más que mantenerme vivo —pude ver la decisión reflejada en sus ojos y mi determinación junto a ella. No estaría sólo, pasara lo que pasara, no lo estaría.

La puerta del baño se abrió y salió el hombre con una toalla alrededor de su ancha cadera. Ten lo siguió, mojado por completo y con los bóxer aún puestos. Sentí mi respiración más tranquila al saber que no le hizo nada demasiado indebido, además, por su rostro, el cual seguía empapado, no sólo de agua sino de lágrimas, no había cambiado demasiado.

Oí crujir la espalda del hombre cuando se hubo estirado y clavó sus ojos en mí.

— Tu turno —tragué saliva como si ésta fueran clavos desgarrado mi garganta y miré una última vez a Jimin antes de comenzar a actuar sobre mi desmayo.

Hora de fingir.

— Tu compañero sabe bien como frotar una espalda —decía el hombre mientras secaba su torso y pelo con otra toalla más pequeña—. Veamos cómo se te da a ti chupar —mi cabeza estaba hacia abajo, mi flequillo ocultaban mis ojos y el resto del rostro borrado por las sombras. Vi sus pies acercarse a mí y levantar mi cabeza con un fuerte agarre en mi pelo—. ¿Qué coño te pasa?

— Lleva así bastante tiempo —dijo Jimin en mi ayuda.

— ¡Eh, abre los ojos! —dijo después de abofetear mi mejilla. Dolió e incluso quise quejarme, maldecirlo y por qué no, escupirle en ese asqueroso rostro, pero me mantuve en mi papel— No me jodas.

— ¿Qué... pasar? —oí a Ten desde alguna esquina de la habitación— ¡JungKook! —gritó asustado y me sentí mal por tenerlo a él también engañado, pero luego tendría tiempo para explicarle, aunque quizás no llegue a comprenderme del todo.

— Deja de joderme, niñato —continuó con una de sus manos aún sujeta en mi pelo y con la otra tiró de mi brazo para levantarme de la cama. En ese momento vi mi oportunidad para desplomarme, y así lo hice. La caída dolió, sobretodo cuando me di fuerte en la mandíbula y en una de las rodillas.

— ¡¡JungKook!! —gritó aún más fuerte Ten y desesperó aún más al cliente, que sin verlo, podría imaginarme su rostro no de un color blanco sino uno más azul.

— ¡Dios, llame a alguien! —dijo en esta ocasión Jimin, terminando por desubicar al hombre. Jimin se arrodilló junto a mí y fingió espabilarme— ¡Rápido!

Los gritos del cliente fuera de la habitación provocaron un resonar de pasos hasta nuestra ubicación y en nada de unos pocos segundos, unos largos brazos me levantaron y me sacaron de allí. No tuve que mirar quién me sostenía pues conocía ya el tacto, nada delicado, de Kris.

De nuevo en la habitación del doctor, Kris se quedó alejado de mí y el doctor comenzó a examinarme, lo que no duró ni un minuto en detenerse y suspirar. Sus dedos obligaron a abrir mis ojos y una suave bofetada cubrió toda mi mejilla. Sus arrugados ojos se quedaron mirándome sin ningún tipo de expresión, en cambio, los míos lo miraban con súplica. Sin decir nada en mi dirección, retiró sus guantes de látex y se alejó corriendo un poco una cortina blanca para ocultar la visión de la camilla en la que me encontraba al otro extremo de la sala.

— Aún no se había recuperado y por eso perdió el conocimiento. En unas horas despertará, puedes ir e informar a SiWon de lo que ha ocurrido.

— Bien —sin más se fue y me incorporé en el mismo momento que volvió a correr la cortina pero al lado contrario.

— Gracias.

— Primera y última vez —dijo arrugando su nariz y sonándola sobre un pañuelo de tela que hubo sacado de uno de los bolsillos de su bata blanca.

Me levanté y caminé hasta su mesa, él ya se había sentado y me indicó que hiciera lo mismo en la silla frente a él. Con sus ojos sobre la pantalla del ordenador y en sus papeles, lo observé en silencio hasta que dejó a la vista uno de esos papeles donde aparecía una foto mía en la parte superior izquierda. El doctor notó mi inclinación sobre la mesa y vio lo que estaba intentando mirar, sin decir nada, agarró el papel y lo dejó frente a mí. Con una sola mirada sentí el permiso de poder ver mi propio informe y me quedé leyendo cada palabra y párrafo con un dolor en el estómago. No es que leyera nada nuevo, de hecho, reconocía nada palabra impresa en el papel, lo que me inquietaba es que ellos supieran tanto de mí, tanto que incluso conocían esa vieja cicatriz marcada en mi pecho.

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