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Corazón débil, fuerte coraje


Era gracioso pensar que finalmente acabé como uno de esos productos que un día llegué a mencionar, pero más gracioso fue cómo fui comprado incluso siendo caducado, o al menos así lo veía yo. ¿Quién en su sano juicio compra algo defectuoso? Todos los que quisieron comprarme en su momento se echaron atrás al ver mi fecha de caducidad ¿Cómo era posible que existiera uno que no llegara a hacerlo? ¿Qué tenía en la cabeza?

Para mi suerte..., sí, digamos suerte si comparamos con otros, el hombre parecía más estable que ninguno aquí dentro, más incluso que el doctor. El hombre, llamado JiYong, hasta ahora me había tratado con la mayor delicadeza posible, siempre tenía un ojo puesto en mí, y no era por vigilarme, a decir verdad no llegaba a comprender por qué, era muy extraño, sin embargo, me libraba de tener que soportar a uno de esos babosos que sólo veían tu carne y nada más.

O al menos, eso es lo que pude ver en estas horas.

Nos encontrábamos en una habitación a solas, ésta parecía como la que una vez llegué a ver junto a Ten y Jimin, incluso tampoco tenía ventana. Llevábamos horas aquí dentro; comimos, leyó todos mis papeles archivados e incluso me contó algo sobre él, aunque no demasiado.

— No eres muy hablador.

— Si le aburro siempre puede devolverme —lo miré, ya que minutos antes sólo veía un punto fijo en la habitación, la puerta—, ya sabe, antes de la fecha límite de devolución —simplemente suspiró y se acercó más a mí, dejando su cigarro en el cenicero.

— Sé que no es fácil, pero debes saber que es imposible que vuelvas con tu familia.

— No lo entiendo, me ha comprado, se supone que ahora sólo usted manda en mí, ¿qué le impide liberarme? —hice que nuestra cercanía fuera más estrecha.

— Simplemente no quiero hacerlo —bajó sus ojos a mis labios por un momento y los devolvió a mis ojos.

— Entonces no haga como que me entiende —y me aparté, sentándome en el otro extremo de la cama.

— Sólo quiero tu compañía, para eso te he comprado. No lo hice para liberarte.

— Entonces cómprese una prostituta —sin verlo venir, se levantó rápidamente y llegó hasta mí propinándome una bofetada.

— Dejé bien claro que me respetaras —agarró mi mandíbula a tal punto que dolió, más incluso que la bofetada—. Quiero ser bueno contigo, de verdad que lo deseo —chisté evitando verle a los ojos—. No me crees... Incluso quiero dejar que pases una última noche con tus compañeros, ¿acaso cambiaste de opinión? —no respondí y me soltó yéndose hasta la mesa que había y cogiendo de nuevo su cigarro—. Está bien, no habrá última noche —mordí mi labio inferior. ¿De verdad estaba chantajeándome?

— Q-quiero... esa noche —dije sin quitar mi mano de mi mejilla ahora seguramente colorada y, como no, tragándome todo mi orgullo.

— Sólo si te portas bien —lo vi sonreír y volver a sentarse en la cama—, ¿sí? —asentí levemente sin levantar demasiado la cabeza— Eso está mejor, ven —hice cuanto quiso, me senté a su lado, dejé que quitara mi mano de la mejilla, permití que él acariciara la zona enrojecida e incluso que besara mi frente en un ligero movimiento—. Le diré a uno de los guardias que te lleve a la habitación —asentí de nuevo, pero pareció no quedar muy conforme ya que se quedó mirándome seriamente.

— G-gracias —y sonrió por última vez antes de que abriera la puerta y avisara a un guardia.

HeeChul llegó después de un rato, el cual pasé en absoluto silencio en compañía de mi comprador. Como ya era costumbre, HeeChul llegó con esa cara oscura y dejando en el olvido toda sonrisa que tiempo antes no podía borrar, incluso cuando torturaban a alguien. Seguir preguntándome por qué había cambiado de esa forma era un poco inútil y además, poco me importaba, por lo que pasé de aquel tema.

El guardia quedó hablando en privado con JiYong un buen rato, parecía que había algún problema y éste último intentaba solucionarlo, pero no esperé que una mala noticia pudiera darme una buena.

— Lo siento, JungKook, pero la habitación en la que quieres pasar la noche quedará completamente vacía —antes de que estallara en preocupación, JiYong continuó informándome todo lo que HeeChul le había contado—. Llevarán a los chicos arriba.

— ¿Arriba...? ¿Para qué?

— Eh, no te vayas a alterar —esta vez quien habló fue HeeChul, colocando una mano en mi pecho al verme a punto de saltar—. Van a servir en la cocina, esta noche hay una gran reunión y un par de idiotas no van a poder ayudar con la comida —cuando mencionó a ese par de idiotas, no hubo duda de que se estaba refiriendo a ChanYeol y KyungSoo.

¿Qué habrán hecho?

— Te quedarás en la habitación de al lado —mis ojos se abrieron en demasía viendo como JiYong asentía en dirección a HeeChul—. HeeChul me ha contado que el chico que está en la otra habitación parece ser que también es cercano a vosotros —mi boca se abría más y más, parecía que en cualquier momento tocaría el suelo—. Claro que... si no quieres siempre puedes quedarte en la vacía, mañana mismo cambiarán las cosas y no hará falta qu-...

— ¡Sí, quiero! —ambos hombres quedaron viéndome sin ningún tipo de expresión, lo cual agradecí porque no estaba muy creativo para dar excusas— Quiero decir..., sí, estará bien.

— Bueno, puedes llevártelo ya, entonces —dijo JiYong dando suaves golpes en mi cabeza y hablando en dirección a HeeChul.

Como JiYong no venía con nosotros, el protocolo de atar muñecas y ocultar la vista, tuvo que cumplirse.

— Me apiado de ti —dijo de repente HeeChul—. Me importas una mierda; como el resto de los que están aquí, pero ser comprado por ese tipo... —soltó una pequeña risa y me dejó completamente en la duda. Mi cabeza empezó a llenarse de preguntas tipo: ¿por qué había dicho eso? ¿A qué se estaba refiriendo? JiYong era uno más como todos, un sociopata que compraba personas, pero hasta el momento había parecido ser el más cuerdo, o al menos, el menos violento, ya que comparado con otros sus golpes habían sido como caricias fuertes— En fin, pásalo bien mientras puedas.

Y dicho aquello me empujó dentro de la habitación de Jimin después de desatarme. Sin llegar a girar mi cuerpo, sentí una mano aprisionar mi muñeca y girarme con tanta fuerza que hizo perder mi equilibrio. Jimin me abraza con suma intensidad, como si comprobara que fuera real y que mi cuerpo no era más que producto de sus sueños, de esos que se desvanecen como el humo y sin dejar rastro.

— H-hyung...

— JungKook, ¿estás bien? ¿Qué haces aquí? —sostuvo mis manos sin dejar de buscar con la mirada la mía, la cual estaba demasiado perdida intentando asimilar aún las cosas.

— No lo sé —sonrió y volvió a abrazarme, parecía que no nos habíamos visto en meses.

— Sentémonos y me cuentas, ¿sí? —asentí y dejé que me llevara hasta la cama, donde nos sentamos al filo— ¿Cómo es que estás aquí? Me sorprendí demasiado cuando mi puerta se abrió y HeeChul entró contigo.

— Realmente... no llego a comprender del todo el porqué estoy aquí... —y era cierto. Sí, había estado presente en toda la conversación, me habían dado una explicación, pero todo era tan extraño y misterioso que las respuestas, aún teniéndolas, me costaba soltarlas— Jimin hyung —ignorando su pregunta, me centré en lo que era importante. Jimin tenía que saberlo—, hoy... me han comprado.

— ¡¿Qué?! —el rostro de Jimin se arrugó y sujetó uno de mis brazos con fuerza— Explícate mejor, JungKook.

— No hay mucho que explicar. Simplemente hoy llegó un hombre y me... compró —quien diría que un simple verbo tan cotidiana como lo era comprar, llegara a dolerme tanto el pronunciarlo.

— JiYong...

— ¡¿Lo conoces?!

— Conozco a muchos, y también a él —observé en silencio como masajeaba la cuenca de sus ojos—. También vino a mi habitación. Cuando se trata de él no hay preferencias ni prohibiciones.

— Pero tú...

— Por eso mismo lo digo, JungKook. Yo no estoy en la misma situación que vosotros, sin embargo, SiWon no sería capaz de negarle algo a Kwon. Sus familias se deben mucho mutuamente.

— Tengo miedo... —dije al escuchar cómo Jimin había puesto a ese hombre. Parecía ser una persona más como el resto de los que había aquí, ni más ni menos, pero al parecer ese tipo tenía más influencia de la que parecía. Además, las palabras que HeeChul soltó antes de traerme hicieron que me inquietara aún más.

— Lo siento mucho, siento no poder hacer nada —Jimin acarició mis mejillas, se sintió tan diferente del tacto de JiYong que avivó esa calidez apagada dentro de mí, como si él pudiese derretir ese hielo que iba creciendo más y más en mi interior a medida que los días transcurrían en este frío lugar—. ¿Te dejarán pasar la noche conmigo?

— Sí... —lo oí suspirar y aferrarse más aún a mí, parecía no querer soltarme nunca.

Y lo hubiese dejado si de mi dependiera.


[...]

Pasadas algunas horas, Jimin y yo nos encontrábamos tumbados en la cama, uno al lado del otro y mirando fijamente el techo, parecía como si aquel día que pasamos juntos en esta misma habitación no hubiera acabado y nada de lo que ocurrió después hubiera pasado. Como si el tiempo se congelara para todos menos para nosotros.

A veces Jimin buscaba mi mano y jugaba con ella, acariciaba el reverso de mi mano, tiraba de mis dedos, hacía cosquillas en mi palma e incluso entrelazaba nuestros dedos. Me gustaba la sensación que causaba en mí, me tranquilizaba y me obligaba a sonreír aunque fuera a la misma nada. A veces alguno de los dos abría la boca para decir algo y acabábamos nuevamente en silencio. Parecía que ambos queríamos decir demasiadas cosas, pero a la vez nada importante escapaba de nuestros labios, sólo temas triviales y de menor importancia.

— ¿Qué fue lo que dijiste ayer?

— ¿Eh? —Jimin giró su cabeza para mirarme, pero yo no lo hice.

— Antes de que me quedara dormido. Cuando... —mordí en interior de mi mejilla, parecía algo fácil y tonto, pero el describir cómo nos habíamos visto me costaba demasiado— tú y yo estábamos en el agujero y nuestras manos... —me detuve nuevamente, esta vez mirando a Jimin para ver si me ayudaba, pero éste tenía una sonrisa de oreja a oreja y parecía estar disfrutando de mi timidez— Sé que sabes a qué me refiero.

— Sí —rió levemente—, tan sólo hablé para mí mismo.

— En voz alta.

— Sí, pero se supone no debías oír.

— ¿Por qué no?

— Ya lo dije, hablaba para mí mismo.

— Quiero saber qué dijiste.

— ¿Por qué tanto empeño?

— ¿Curiosidad? —lo vi negar pero aún con esa linda sonrisa, la cual me contagió.

— No puedes responder con otra pregunta.

— Entonces... —me giré para quedar de costado y verle mejor— Tengo curiosidad.

— Qué astuto —reí.

Corazón débil, fuerte coraje —se puso también de costado y su sonrisa se hizo más leve, más seria—. Eso dije —mis mejillas obtuvieron un color rojizo demasiado llamativo para lo pálido que estaba, me arrepentí de haber cambiado de posición y que romper la mirada fuera tan difícil—. Ya te lo dije, pensé en voz alta.

— Jimin hyung.

— ¿Sí? —nuestros gestos habían cambiado, Jimin tenía uno tranquilo y parecía perderse entre mis facciones, en cambio, mi rostro se tornó serio e intentaba ocultar la celeridad que mi corazón había obtenido.

— ¿Te volveré a ver?

— No lo sé. Me da miedo pensarlo —su tranquilad cambió a puro temor y pareció necesitar tocarme para corroborar que aún estaba ahí, en la cama y frente a él.

— Quisiera decirte muchas cosas... 

— ¿Cómo cuáles? —preguntó a la vez que hundía sus yemas en mis cabellos.

— Cosas... —me encogí un poco en el sitio— Siento que si no las digo ahora perderé mi oportunidad y no me lo perdonaré.

— Entonces, hazlo —una fuerte pulsación pareció empujar mi cuerpo al suyo, siendo guiado por sus palabras y mis deseos. Una de mis manos quedó soportando un poco el peso de mi cuerpo y con la otra, un poco dudoso de dónde ponerla, quedó sobre su pecho, el cual bajaba y subía con intensidad. Nuestros rostros quedaron muy cerca, tanto que los nervios podían palparse incluso en nuestro aliento.

— ¿Pu-puedo... besarte? —la voz me tembló, quise retroceder, no sólo mi cuerpo sino en el tiempo, pero me obligué a seguir adelante— L-lo siento, dije que quería decir algo... pero... a-h...

— Sólo hazlo, JungKook.

Aquellas palabras fueron la invitación que deseé recibir. Tenía miedo de ser rechazado, de perder nuestro último día juntos con una atmósfera incómoda, sin embargo, mis labios fueron bien recibidos y ahora Jimin los tomaba entre los suyos, tratándolos con delicadeza, con suaves caricias pero a la vez con posesión, como si se tratara de la única y última vez que los probaría y necesitara quedarse impregnado de ellos.

Y quizás... sí que sería nuestra última vez.

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