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Existía una leyenda tan antigua como fantástica. Decían que aquella montaña guardaba muchos secretos y decían también que aquel lugar escondía una hermosa criatura. Decía la leyenda que aquel que fuera al monte en el solsticio de primavera cuando los árboles se llenan de color y la nieve desaparece de las montañas, cuando los árboles florecen y la vida renace después del invierno... Si tienes suerte... serás capaz de ver al zorro de los deseos... Una hermosa criatura, un zorro de nueve colas cuyo pelaje rojo es inconfundible con los arbustos verdes y las flores silvestres blancas y amarillas. Aquel que sea capaz de verlo, deberá ser silencioso y astuto, más que el zorro; y si anhelas que el zorro cumpla tu deseo, deberás ser capaz de tocar sus colas, una de ellas basta, y si el zorro no te ha visto, cumplirá tu deseo. Pero, si el zorro descubre tu presencia antes de tocar sus colas, este huirá para no ser visto más en la colina. Hay rumores que muchas personas han hecho avistamientos de aquella hermosa e hipnótica criatura, se inventan canciones, poemas y épocas destinadas a la descripción de la criatura...
La describen y humanizan como una hermosa mujer de cabellos rubios ondulados por media espalda y ojos azules camuflada entre el pelaje de un zorro rojo astuto y sutil. Un cuerpo desnudo prohibido a la vista por tales curvas tan envolventes y aquellos senos apetecibles con solo observarlos teñirse de un ligero rojo por el frío que transmita la desvergonzada brisa nocturna que hace que sus pezones se encuentren a la vista descubiertos de sus finos cabellos dorados. Sus nueve colas cubren su tenue desnudez y el deseo que exhala su mirada no es más que un morboso anhelo del más depravado de los hombres.
Levantó los ojos de la ilustración de aquella magnífica criatura y admiró su reflejo en el agua, ladeando la cabeza hacia un lado con cierta inocencia y extrañeza. Alzó el libro por encima de su cabeza, dejando caer las páginas hasta la de la ilustración y comparó las dos imágenes, su reflejo y la ilustración, la ilustración y su reflejo. No había ningún tipo de relación más allá de los colores descritos en el poemario... y siquiera eran correctos. Sus cabellos no eran rubios, eran del color del oro. Sus ojos no eran azules, tenía los ojos azules moteados con rastros morados, al menos en su forma humana, y los ojos morados cuando se transformaba en zorro. Su pecho no estaba marcado, no tenía senos. Su pecho era plano y esbelto y sus colas retorcidas y sedosas, no había nada que esa ilustración hiciera de forma correcta, porque ni siquiera la largura de su cabello se asemejaba. Tenía el cabello por los omóplatos, no por media espalda... Hizo una mueca de disgusto y dejó caer el libro hacia atrás. Este cayó, rodó y se frenó junto al cuerpo del hombre que había osado tocar lujuriosamente sus colas y lo que no eran sus colas, su cuerpo desnudo. La sangre salpicaba el entorno, la herida había dejado de salpicar sangre hacía unos segundos y aquel libro que había dejado caer y que había causado curiosidad en él se impregnó de aquella sangre. Su cuerpo desnudo se acercó al agua y disfrutó de la calidez del agua tibia contra su cuerpo, limpiando la sangre, suavizando su piel. Su cuerpo mutó y aquella criatura humana parcialmente animal que había accedido al río, salió siendo un bello zorro rojo de nueve colas que sacudió el agua hasta quedar esponjoso como el pelaje de un perro Pomerania. Lamió su pelaje hasta acomodarlo todo en su lugar y después sus pasos caminaron por la orilla del río hasta localizar un puente de piedras salientes en la corriente rápida y embravecida que se veía verdaderamente peligrosa... saltó por ellas con tres saltos simples y sus pasos recorrieron un camino conocido atravesando el bosque.
Una cabaña de madera escondida en una arboleda densa y un tronco grueso de un árbol viejo emergió ante sus pasos cuadrúpedos, una casita de madera, subió las ramas con la agilidad necesaria y accedió a la casita con suma tranquilidad. Con su mandíbula, agarró a un pequeño cuyo que se encontraba plácidamente dormido sobre un lecho de paja y ramas. El animalito chilló con desesperación, pero al notar como lo dejaban de vuelta y un lametazo cubría su cuerpo de baba, sus chillidos se cambiaron por irritantes réplicas.
El zorro movió sus fauces de forma juguetona y sus cabellos rubios emergieron, una forma semihumana, con sus nueves colas y sus orejas juguetonas alzadas y moviéndose con cierto entusiasmo, que tomó entre sus manos con sumo cuidado a la pequeña cobaya de pelaje blanco y amarillento, rubito, acarició su cabeza con uno de sus dedos y el animalito se relajó nuevamente.
Aunque después sacudió la cabeza y mordió su dedo como réplica. El físico del roedor mutó y su cuerpo regordete y peludito, se cambió por el de un valiente, intrépido, alto y esbelto muchacho. Las marcas rubias del pelaje de la cobaya se tatuaban en su rostro y cuerpo en tachones negros y marcas de guerra contra animales salvajes. Su piel repartía pecas por todo su cuerpo, acumuladas en especial sobre sus mejillas y brazos. Su cabello era desaliñado y rubio que asalvajaba su tierna figura y escondía sus frágiles y sensibles orejas de cobaya, igual que también escondía las supuestas orejas humanas que debía tener. Una fina capa de ropa oscura en su zona íntima indicaba que tal vez llevar mucha ropa no era lo suyo.
- ¡No te distraigas con caricias! ¿Cuántas veces voy a tener que decirte que no me agarres con la mandíbula cuando estás en la forma animal?- una sonrisa traviesa lo sacó de sus casillas.
- Tienes marcas de beso en el cuello, no puedo tomarte en serio.- un bufido se escapó de sus labios con frustración ante la indiferencia del zorro.- ¿Algún día me presentarás al humano?
- No.- rugió.
- Ese azabache es un encanto, seguro que le caigo bien...
El rubio estridente no contestó, sus pasos descalzos se dirigieron hacia el porche de la casa de madera. Se subió a la barandilla de madera en una posición arácnida.
- No puedes acercarte al poblado humano y ni siquiera yo lo hago.- movió las orejas hacia atrás, ladeó la cabeza hacia un lado.
- Puedo camuflarme.- se encogió de hombros.- Igual que tú.
- No voy a la aldea humana...- gruñó.- Pero de todas maneras, a diferencia de mí, tú eres demasiado ingenuo.
- Irónicamente...- rodó los ojos moviendo con un tenue estamos las colas de un lado a otro.- Soy un zorro.
- Pero eres estúpido.
El rubio oro se cruzó de brazos. El rubio estridente se enderezó sobre la barandilla, escondiendo las manos en los bolsillos rudimentarios de la tela que cubría su intimidad como si fueran unos shorts. Su vista se encontraba en el horizonte, entre los árboles.
- No soy tan estúpido... Sé que los humanos no deben tocar mis colas y obviamente tampoco descubrir mis orejas...
- Confías muy fácilmente en cualquier cosa.- el zorro rodó los ojos.- Cualquiera se ganaría tu confianza se aprovecharía de ti.
- ¿Y por qué te juntas con ese humano?- acusó apoyando las manos en la barandilla de madera en la que el rubio estridente estaba subido de pie.- ¿A propósito, qué estás mirando?
- Me junto con ese humano por intereses alimenticios... - desvió los ojos.- principalmente; y estoy aquí subido porque una bandada de aves está escapando hacia el este y creo que son los cazadores furtivos otra vez...
El zorro ojeó el cielo y movió sus orejas.
- Disparos.- sus orejas se movían como si fuera una especie de antena captando sonidos.- ¿Vas a ir?
- No soy el bárbaro salvaje del bosque por nada.
- No lo eres.- negó.- Eres una cobaya con mala leche.
Un gruñido se escapó entre sus labios, pintando una sonrisa traviesa en el rostro del zorro.
- Te odio.
- El sentimiento es mutuo, Tweeky.- sonrió cuando lo vio rodar los ojos y saltar con un impulso prácticamente nulo, pero aun así efectivo, hacia las ramas de los árboles colindantes, y desapareció entre la maleza poco después.- Qué poco sentido del humor...- rodó los ojos y su cuerpo mutó.
Su pelaje rojizo adornó cada centímetro de su cuerpo y sus patas recorrieron el camino siguiendo ciegamente el olor que lo conduciría a la matanza que estaba por producirse.
Conoció a Tweek en una tormenta terrible, el río se desbordó y la corriente empujaba escombros más allá del pueblo de las altas montañas, varias casas se derrumbaron aquel día, y en aquella misma tormenta, escuchó chillidos entre los truenos y los relámpagos. Por más que el sentido común le indicará que acercarse al río era peligroso dado a la subida del mismo y los escombros que llevaba consigo, la curiosidad guió sus pasos velozmente entre los arbustos hasta ver el río en su totalidad y una pequeña cesta de madera trenzada, como si fuera una cesta utilizada en antaño para recoger los huevos de las gallinas, se encontraba parcialmente rota y atrapada entre los escombros, empujada al mismo tiempo por la corriente y una presión que ejercía de forma que la cesta no aguantaría mucho más tiempo. Y en el interior de la misma cesta, una pequeña cobaya blanca chillaba por ayuda. No lo pensó dos veces al ver a un tronco caído acercarse entre las rocas y los escombros. En su forma animal, saltó por los escombros con saltos rápidos, haciendo que las plataformas inestables se fueran por la corriente ante sus saltos. Alcanzó a la cobaya entre sus fauces, y sus chillidos aumentaron, los movimientos rápidos y los pequeños arañazos en el hocico hizo que lo soltase. Aun así, no le dio a reaccionar, pues volvió a agarrarlo de la misma manera y correr por los escombros ante la poca inestabilidad y tiempo que les quedaba.
El enorme tronco arrastrado por la corriente se llevó por delante la cesta y las rocas en las cuales estaban encallados, todo tuvo una reacción en cadena que volvió el suelo que pisaba inestable.
El zorro saltó hacia la orilla, pero los escombros que le seguían al enorme tronco, acabaron por golpearlo y tirarlo al agua. La corriente era fuerte. Su cuerpo mutó y se transformó en humano, agarrando al pequeño animal entre sus manos, manteniéndolo todo lo que podía fuera del agua. El cuerpo de la cobaya también mutó y los dos lucharon por salir de la corriente tirando de ellos mutuamente. Uno alcanzó un tronco al cual se agarró con uno de sus brazos como si dependiera su vida, y lo hacía porque la corriente los llevaba directamente contra una presa en la que las heridas que se harían no serían precisamente leves por la presión del agua. Se agarraron de las muñecas con una fuerza descomunal que poco a poco se aflojaba ante la humedad y la presión del agua. El zorro se agarró a su brazo con las dos manos para asegurar el agarre y la cobaya luchó contra la corriente para acercarlo a la rama que había atravesada entre las ramas y las rocas y momentáneamente estaba estable. La tormenta hacía que sus ojos estuvieran borrosos, así como las gotas constantes de agua del río y los fragmentos en sus ojos. Pero logró alcanzar el tronco y ambos consiguieron salir de la corriente, tosiendo y escupiendo raíces, musgo, escombros y poco más, vomitando todo el agua acumulada en sus cuerpos y cayendo rendidos por el agotamiento físico contra el suelo terroso.
A partir de aquella noche los dos se hicieron inseparables. Uno había salvado al otro y el otro había salvado al uno, y además de eso, ambos tenían la habilidad de ser parcialmente humanos y ser una representación física de un deseo caprichoso, figuras místicas, lo cual los hacía de alguna forma más unidos al ser prácticamente lo mismo, pero dos especies diferentes.
Algo que también condicionó que no se separaran fueron las heridas mutuas de las cuales se hicieron cargo ambos al mismo tiempo, uno trataba las del otro y viceversa.
Regresando a la línea de tiempo conocida como presente relativo. El zorro siguió el olor de la cobaya hasta un pequeño claro en el bosque, movió sus orejas para escuchar a los hombres y los disparos que estaba efectuando. Las agachaba cuando disparaban, el sonido era ensordecedor y verdaderamente molesto. Se escondió entre los arbustos y cuando pudo ver al menos a dos de ellos emerger entre los troncos y las ramas bajas de los árboles, también vio al rubio estridente saltarle al cuello desde la espalda, esto provocó que se cayera hacia delante de cara, por el impacto contra el suelo y el peso en su cuello, este se fracturó. Los compañeros cargaron las armas y antes de ser capaces de apuntar al rubio, este ya se había lanzado contra ellos. Golpeó en las bolas con la rodilla a uno de ellos y al otro le dio un gancho lateral con el puño cerrado, después le dio un codazo en el cuello. Los otros tres hombres abrieron los ojos en shock, tiraron las armas y huyeron. El rubio estridente bajó los ojos hacia el humano que se retorcía con las manos en su entrepierna.
- Cállate, nenaza; tampoco te he golpeado tan fuerte.- le dio una patada en el estómago.- Pero así aprenderás la lección.- lo agarró de las solapas del cuello de su ropa y lo obligó a levantarse.- Te vuelvo a ver rondando por aquí, y te juro que la próxima cosa que te rompa será la cabeza en vez de las bolas. ¿Queda claro?
Lo dejó caer al suelo cuando asintió imponente y con los ojos cristalizados. Este mismo tiró de sus dos compañeros malheridos y los tres desaparecieron cargando con las armas y las provisiones que podían.
- Eres muy violento.
- Y tú demasiado blando.- giró los ojos hacia el rubio oro con sarcasmo.
- No entiendo como puedes acostarte con un humano después de darle esa clase de palizas a los cazadores.
- Porque son idiotas y se lo merecen.
- ¿Y ese azabache se merece metértela?
- ¿Quién ha dicho que me la meta?- alzó una ceja mostrándose ofendido.
El rubio oro rodó los ojos y movió las orejas al captar una serie de sonidos: pasos.
- Alguien humano se acerca.
Tweek se puso en tensión y apretó los puños. Lo miró.
- Lárgate, ahora mismo no pareces más que una visión deseable que una leyenda del bosque.
- ¡Estar desnudo es natural!- exclamó ofendido mientras se marchaba hacia los arbustos.- Al contrario que tú no me avergüenzo de mi cuerpo.
- ¡Vete a la mierda, Kenny!- gritó notando el enrojecimiento de sus mejillas.- Maldito zorro...- bufó acercándose a uno de los troncos y trepó por él para observar desde arriba el acercamiento humano, se movió con cuidado entre las ramas y entrecerró los ojos al ver al intruso con una capa cubriendo su rostro.
El movimiento de su cuerpo era lento, cargaba con una bolsa algo pesada a su espalda, rechinaba con un tintineo de lo que parecían ser los objetos moviéndose en el interior de la bolsa en su hombro. Su respiración se acompasaba con sus pasos, era igual de lenta, sus pasos no hacían un mísero sonido al tocar el suelo, no movía las piedras, a pesar de caminar lento, caminaba silencioso y seguro.
Un ladrón...
Se movió entre las ramas para seguir sus pasos hasta el claro en el que tenía libre movimiento, se propulsó en las ramas y le saltó al cuello desde la espalda. Aparentemente el contrincante tenía buen oído, pues soltó la bolsa, dejando caer una enorme cantidad de monedas de oro y empuñó una daga que defendía su cuello con la punta. Tweek tiró al intruso al suelo, esquivando la daga con pocos centímetros de rozar su rostro. Aferró su muñeca contra el suelo y arrancó de la capucha y bufanda oscura de su rostro.
- Menuda forma de saludarme.
- Craig...- una sonrisa se pintó en su rostro.- Hola...- se enderezó y le tendió una mano.- Tú tampoco escatimaste en detalles...- señaló la daga.
- Me atacaste.- guardó la daga.
- Entraste en el bosque sin decir nada.
- ¿Y qué se supone que tenía que decir si me estaban persiguiendo y estaba buscando dónde ocultarme? ¿Pretendías que gritara "Tweek no me saltes a la cara que me están persiguiendo" a pleno pulmón? No me parece muy lógico...- rodó los ojos.
Tweek rodó los ojos y se cruzó de brazos.
- Buena esquivada.- alentó, Tweek sonrió un poco.
- ¿Perdiste a los guardias?
- Seh; están rondando el bosque...
- Le acabo de dar una paliza a unos cuantos... ¿Eran cazadores o eran los que te estaban persiguiendo?
- Seguramente los que me estaban persiguiendo...- se encogió de hombros agachándose para recoger la bolsa de monedas, volvió a echársela al hombro.- Gracias en ese caso.
- Le rompí las pelotas a uno de ellos.
- ...- lo miró fijamente y pintó una sonrisa en sus labios.- Espero que fuera satisfactorio.
- Mucho.
- No esperaba menos del bárbaro del bosque.
Tweek sonrió poniendo los brazos en jarra, relajados en su cintura.
- ¿Te vas a ir sin despedirte después de librarte de tus perseguidores?- el azabache se giró hacia él.
- ¿Sería algo malo si lo hiciera?
- Podría romperte las bolas a ti en vez de a ellos la próxima vez.- se acercó con las manos a su espalda y se inclinó sutilmente sobre el cuerpo del moreno.
Varios centímetros más bajo que él, y mira que llevaba unas botas con ligera plataforma y Tweek estaba descalzo... Ni siquiera en una pendiente a su favor podría alcanzar su estatura.
- Estaría muy bien eso...- ronroneó acercándose un poco provocativo.- Me gusta como lo haces, bárbaro.
Tweek sonrió de lado con satisfacción. El ladrón tomó su mentón con suavidad y besó sus labios con un roce simple y delicado. El azabache sonrió al separarse, rozando su pecho suavemente, deslizando los dedos por una de sus marcas negras en su piel. Levantó los ojos una vez más hacia él.
- Nos vemos el próximo día que escape de los guardias, honey...- Tweek le robó un beso.
- Más te vale que no tenga que defenderte nuevamente...- rodó los ojos.- Suerte en tu travesía, tigre.
- Gracias, bárbaro...- le guiñó un ojo y se alejó perdiéndose entre los matorrales del bosque pocos segundos después.
Tweek permaneció unos segundos en silencio escuchando la dirección por la que el azabache se fue, apretó ligeramente los labios y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Sin notar que el rubio oro volvía a aparecer a su lado con pasos silenciosos, observando el mismo lugar que el rubio estridente, el mismo paraje denso por el que el ladrón se retiró con la bolsa de oro en su hombro después de aquella encantadora y excesivamente tierna escena en la que nunca esperaría ver a Tweek entrometido a decir verdad. Movió las orejas y sonrió de lado.
- Tremendo bombón... ¿Me lo prestas?
- ¡KENNY!- le dio un golpe en un costado y lo miró furioso.
- Relááááájate, honey; tu ladrón nos escuchará...- sonrió malicioso.
- ¡Te juro que te mato, maldito zorro de mierda!- el rubio oro soltó una carcajada y su cuerpo mutó, escapando del rubio estridente con su forma animal, girando la cabeza de vez en cuando para reírse de Tweek, quien no tardó ni dos segundos en empezar a perseguirle.
El carácter de Kenny solía sacar de quicio a Tweek, el problema que tenía Tweek era el temperamento que tenía cuando no estaba con Craig, estar con aquel humano le ayudaba explícitamente a mantenerse tranquilo y no rugir o gritar tan comúnmente. Era cierto que simplemente podía alejarse de Kenny y perderse en el mundo humano con Craig, ambos vivir una vida de mercenarios y por la noche revolcarse entre besos y roces; pero no era lo que Tweek quería; no dejaba a Kenny por el sentimiento de deberle la vida a pesar de que la deuda estaba saldada al salvarle a él la vida cuando fueron arrastrados por la corriente de aquel río embravecido. Aunque Kenny le sacara de sus casillas, prefería seguir viviendo con él en aquella cabaña. Ambos eran especies místicas, ambos tenían un don interno... era mejor permanecer juntos para estar a salvo mutuamente.
Cuando acabó por atraparlo del pescuezo, lo zarandeó un poco reprochándole que no corriera tanto que sería peor, el zorro se removió, dando pataditas al aire y moviendo sus colas, para finalmente adoptar una postura de encoger las patas hacia su cuerpo y encoger sus colas hacia dentro, ocultando sus patas traseras. Tweek bajó los ojos hacia él y rodó los ojos levantándolo un poco para acomodarlo entre sus brazos para caminar hacia la casa de madera, el animal se acurrucó en sus brazos como si abrazara el mismo y observó alrededor, para después levantar sus ojos violetas hacia él. El bárbaro subió al porche de la cabaña y suspiró con pereza, viendo como el sol se ocultaba entre el valle, entre las arboledas y las montañas, sus pasos se dirigieron hacia el interior de la cabaña y se tumbó en la cama de paja, dejando al zorro a su lado, este se hizo bolita y se acurrucó al nivel de su estómago.
No pasaron muchos días para que el ladrón rondara el bosque nuevamente, aquella vez no llevaba un botín, aquella vez estaba herido, aparentemente los disparos que Kenneth había escuchado desde aquella cómoda cama de paja no fueron simplemente cazadores atacando a los animales del bosque, sino que, al acudir siguiendo el olor de Tweek, se encontró al azabache escondido entre los matorrales y a poco estuvo de cruzarlo de frente, y al rubio estridente peleando con ferocidad contra tantos hombres armados con disparadores que simplemente sintió un miedo y una impotencia tremenda. Las balas perdidas rozaban la tela del ladrón, el zorro observó con miedo la escena y se acercó disimulado a la capa del ladrón para agarrarla y tirar de ella. Ante el sentimiento de como le robaban la capa, el ladrón lo persiguió con una cojera tratando de tomar la capa, jugando en un tira y afloja con el animal. Craig abrió los ojos en shock al ver que era un zorro rojo juguetón el que había robado su capa pero al conseguir quitarsela de sus fauces rompiendo parte de la tela al estirar, vio sus nueve colas y sus ojos se abrieron desproporcionadamente. Jadeó sorprendido.
El zorro se puso a la defensiva y se alejó algunos pasos con miedo, las orejas gachas, emitió un par de sonidos y después se alejó corriendo. Cuando Craig trató de seguirlo, la herida en su pierna le produjo un pinchazo y no pudo moverse, volvió la vista hacia atrás, los disparos cesaron; Tweek se acercaba con varios rasguños y una bala en la pierna, una cojera no muy preocupante.
- ¿Por qué te moviste? Estás sangrando mucho...- agarró su tela y el trozo arrancado lo usó para realizar un torniquete en su muslo para evitar el sangrado.
- Un zorro...- Tweek se estremeció.- Un zorro con muchas colas... Me quitó la capa, y yo lo...- balbuceó un poco y apretó los dientes.- Necesito algo más que eso para no morirme desagrado. Llévame al pueblo, por favor... C-Conozco a un alquimista.
Tweek se mordió el labio y siguió apretando el torniquete para detener el sangrado.
- Yo no entro en el pueblo, Craig; no abandono nunca el bosque.
- No puedo llegar a casa del alquimista por mi cuenta en este estado, Honey...
Tweek maldijo en bajo y lo agarró en sus brazos al estilo nupcial, dejando la capa atrás, prometiendo devolvérsela la próxima vez cuando no se estuviera muriendo, y corrió hacia el pueblo esquivando todas las raíces y troncos posibles. Craig estaba asombrado por su habilidad de correr sin tropezar y conocer el bosque con tanta precisión, con aquella orientación e incluso le asombraba que fuera capaz de saltar de forma tan exacta las rocas del río sin tropezar y llevarlos a ambos al agua. Finalmente, vio los edificios antiguos del poblado, guió a Tweek desde las afueras hacia el barrio pobre donde vivía el alquimista y se adentró entre las calles vacías. Dejó a Craig en el suelo cuando llegaron delante de la casa... Tweek se mostró inseguro y asombrado al mismo tiempo, una casa en ruinas en un barrio pobre...
Craig accedió a la casa, suplicándole con la mirada que se quedara con él, Tweek tragó saliva lentamente, parpadeó con asombro al acceder a la casa, el misticismo y las representaciones mitológicas en las paredes y los papiros que adornaban las paredes junto a las telas y todos los artilugios dignos de un brujo o un vidente de oriente, había unas escaleras de maderas con una moqueta que guiaban a la planta de arriba, aparentemente la parte de abajo era la tienda, la parte de arriba era donde habitaba el alquimista.
- ¡Kyle!- gritó el azabache ya en lo alto de las escaleras.
Tweek se apresuró a seguirlo y rodear su hombro con el brazo para ayudarlo a andar y que no dependiera de la barandilla de madera y la cojera para andar, estaba manchando la moqueta de sangre.
- ¡Kyle!- gritó de nuevo.- ¡Kyle, por favor!- un joven pelirrojo rizado atado en una coleta que se dejaba caer por su nuca y una ligera perilla en su barbilla, ojos verdes y una estatura considerable como la del bárbaro, cubierto por finas telas de seda blanca semitransparente en la parte de arriba y un tanto más opaco en la parte inferior, observó con detenimiento al azabache.
Sus ojos se centraron en la herida mal vendada de su pierna y la capa faltante, además de examinar con detenimiento a su acompañante. Parpadeó varias veces antes de acercarse rápidamente con unos zapatitos de bailarina negros para rodear el otro homrbo del azabache. Twerk se fijó en la enorme cicatriz que recorría su garganta de forma horizontal, casi como si en algun punto se hubiera cortado gran parte del cuello o hubiera tenido una herida muy grave en el cuello... Sin decir una sola palabra, lo guió hacia una de las salas donde lo recostó sobre un montón de alfombras extendidas sobre una mesa que no había tenido tiempo de retirar.
- La guardia real me disparó... Tweek también tiene una bala en el muslo...- no hubo respuesta, el pelirrojo había retirado sin pudor la ropa inferior del azabache, sorprendiendo al rubio por el poco pudor que lo había hecho, retiró el torniquete y observó la herida detenidamente.- Por Dios, un poco de r. . .- la mirada fulminante del pelirrojo lo silencio.- Por Moises, un poco de respeto, estás delante de Tweek.- el pelirrojo lo observó de pies a cabeza y volvió a mirar al pelinegro con la misma obviedad en su rostro.- No sabes si me ha visto desnudo o no.- vio al pelirrojo alzar una ceja y palpó su pómulo.- ¡No estoy rojo! ¡No es momento de hablar de eso, me estoy desangrando!- el pelirrojo rodó los ojos y se acercó a una mesa de trabajo en la que parecían guardarse materiales de costura, agarró unas pinzas, aguja e hilo, dejó caer la aguja en un cubo de agua con un olor muy potente que hacía escocer el olfato de Tweek, arrugaba su nariz y cubría su rostro, sus ojos dolían y se aguaban.- Ni se te ocurra usar eso para quitarme la bala.
El pelirrojo siguió sin responder, pero le puso un trapo en la boca al azabache y rápidamente empezó a hurgar en la herida con las pinzas una vez las sacó del agua con olor potente. Los gritos del azabache se silenciaron en el trapo, Tweek se acercó para tomar su mano, el moreno lo miró con ojos calmados, pero llenos de dolor, estos se cristalizaron poco después y calló otro grito. Tweek desvió los ojos hacia el pelirrojo buscando el motivo por el cual el azabache gritaba de dolor. Con aquella afilada aguja estaba cosiendo la piel de Craig... Parpadeó con incredulidad y miró con miedo al azabache. Sus gritos siguieron por varios segundos más. De repente hicieron silencio. Craig suspiró profundamente cuando el pelirrojo le quitó el trapo de la boca. Hizo un par de gestos con las manos.
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Sorpresa, sorpresa... Aqui vengo con una nueva historia, esta vez de 4 capítulos porque me daba pereza repartir la historia en más capítulos, pero al mismo tiempo también era una historia demasiado larga como para escribirla en un one-short entero...
De hecho son 17.000 palabras de historia, lo cual se resume a que si divido en unas 4.000 / 5.000 cada capítulo, tendremos un total de cuatro capítulos.
Preferí hacerlo así por lo que acabo de mencionar, me dio pereza publicar una historia larga... Tengo traumas todavía de "Purple eyes" y no quiero prometer, por decir algo, 15 capítulos y que luego resulten ser 12...
Así que no... Prefiero cortarlo en cuatro capítulos y estar segura de cumplirlo antes que simplemente... pues... Repartir mal los capítulos XDDD
En fin... Aquí está la primera parte... Me gustaría saber vuestras opiniones al respecto uwu
Dejen aquí los comentarios ---------------->
Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en la siguiente parte
Bye~
By Silvia Line / ecchisforlife
[4875 Palabras]
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