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Capítulo ciento veintiuno


Invitado

Abrí lentamente mis ojos, viendo un cielo azul sin nubes. Volteé lentamente mis ojos de izquierda a derecha desconcertado de aquella rara, pero preciosa vista.

Y si mi raciocinio no me fallaba, era imposible que pudiera ver el como la estratosfera se fundía con el espacio exterior tan de cerca y sin caerme.

Me levanté y pude ver a un lado de la cama, blanca por cierto, había un precipicio hacia un mar, y por reacción biológica, di un salto de miedo y me aferré a la cama aún más.

— ¿Ya despertaste? — Escuché una voz en dirección contraria a donde estaba viendo yo. Volteé rápidamente, encontrándome la vista más celestial que alguna vez podría siquiera haber imaginado. — ¿Mamá? — Pregunté sin creerme la situación. —Hola otra vez— Sonrió, causando el efecto contrario en mi, empecé a llorar.

Salí corriendo hacia ella, abrazándola con fuerza. —Tranquilo, tenemos un largo rato para hablar, también te he extrañado— Sentí como sus brazos me rodeaban, dejándonos caer hacia un… ¿Piso?

En el momento que me relajé más y baje la vista, pude ver que estábamos efectivamente encima de una nube. — ¿Qué es esto? ¿Ya estoy muerto? — Pregunté luego de que me secara las lágrimas ella.

—Ni yo lo sé, no se si es un cielo, purgatorio o algo más, de vez en cuando escuche una voz mayor, y esa misma voz me dijo que vendrías hoy— Explicó. —Deberían tener más cuidado con los cuchillos en las cocinas— Agregó.

Inmediatamente alcé mi ropa, la cual había cambiado por completo, pasé de recordar que lo último que tenía era la vaya médica, a tener un conjunto enteramente blanco y muy cómodo.

—No tengo ningún hueco, no entiendo nada— Solté al verme intacto.

—Aquí vienes intacto, de hecho, yo me estoy haciendo más joven— Dijo ella viéndose los brazos. —Tengo mala memoria… quizá todavía no proceso bien todo— Respondí.

—Alguna vez me viste así, aunque eras más pequeño— Sonrió una vez más.

Empecé a tocar mi cuerpo en busca de algún cambio, pero aparentemente no había nada, de hecho, todas mis imperfecciones desaparecieron.

—Ven, vamos a sentarnos, tenemos mucho de que hablar… —Tomó mi mano y me llevó de nuevo a la cama, en donde nos sentamos. —Mira, están por aparecer— Señaló el horizonte, en donde de un momento a otro se empezaron a alzar cientos de torres a la vez que el sol empezaba a salir.

— ¿Por qué está amaneciendo si en mi horario apenas está oscureciendo? — Pregunté al recordar otro detalle de mi anterior estado. —Tu me estás visitando a mi, estás en el horario que yo tenía— Respondió. —Ahora bien… cuéntame cómo es la vida de mi hijo superestrella— Preguntó con alegría.

—Es… asombrosa… nunca imagina que fuera tan buena, no me aburro nunca, puedo vivir de lo que amo… —Empecé a recordar más. —Pero…

— ¿Tzuyu? — Preguntó ella sorprendiendome. — ¿La conoces? — Pregunté atónito. —Te he estado viendo desde aquí todo el tiempo, tus buenas y malas decisiones— Reveló. —Aún no entiendo porqué te dijo todas esas cosas aquél día— Agregó haciéndome creer lo que realmente estaba diciendo. — ¿Cierto? Yo tampoco lo entiendo… — Empezaba a ponerme pensativo. —Se nota que aún te gusta, ¿Por qué no hablan? — Preguntó. —Bueno… puede que aún me guste, pero ella está mejor ahora, no soy quien para volver a molestarla— La miré ya prácticamente triste. —Aunque no puedo ver mucho más allá de ti todo el tiempo, unos ojos ajenos a ti pueden ver cosas que por tus sentimientos no ves, y por lo que pienso… hay algo raro en todo esto— Volteó a ver la vista.

— ¿Por qué el sol ya está casi arriba? — Pregunté al ver dónde antes estaba, pero se me había perdido, hasta que miré hacia arriba. —Aquí el tiempo funciona diferente también— Respondió ignorando las reglas físicas. —Ademas del tiempo por lo que veo también la temperatura, aquí no hay viento ni una temperatura demasiado fría, ni nos cuesta respirar a pesar de la altura— Aclaré.

—Además de una superestrella de la música mi hijo también es científico, ¡Wow! — Exclamó, demasiado feliz, siendo contagiado por sus buenas energías.

—Me gusta leer de vez en cuando… — Dije después, un poco apenado. —No seas muy modesto, perfectamente hablas tres idiomas ya— Me regañó. —De hecho, cuatro, perfectamente puedo hablar lo básico y medio del chino— Ignoré el regaño. — ¿Tanto así te gustaba? — Me recordó. Me apoyé en la cama y me recosté por un momento viendo el bonito horizonte que parecía cambiar cada vez que lo veía.

Suspiré, cerré los ojos luego de terminar de acomodarme en la cama. —Desearía que desde el momento que nos conocimos hasta el momento que terminamos se repitiera infinitamente para seguir con ella— Hundí mi cabeza en el colchón.

Lentamente me di la vuelta hasta quedar con la cabeza mirando hacia arriba. —Supongo que nuestro tiempo se agotó, por desgracia lo que siento no lo va a hacer— Abrí mis ojos denotando rayos de sol y un cielo fundido de colores dorados. —No aún… —

—Me duele verte así, más cuando le gustas a tantas chicas buenas… ¿YuJu se llama? — Preguntó de la nada. —Si, la chica que casi me mata del susto unas cuantas veces y que canta bien— Le confirmé. —A ella le has gustado desde el principio, desde que se conocieron— Reveló.

— ¿Qué? Es imposible, solo somos buenos amigos— Negué instantáneamente. —Cariño, sigo siendo mujer, se cuando una mujer se enamora, además, cuando estabas en el programa ese, vi como le preguntaba a la otra chica, la que besaste— La paré un segundo. —Ella me besó a mi— Aclaré. —Bien, eso, cómo le dijo que te preguntara si eras o no homosexual— Reveló aún más. —Ay dios… — Me levanté y me senté de golpe. —He estado haciendo muy mal las cosas entonces— Dije cayendo en cuenta de todo.

—Eres muy malo para el amor, te apuesto que pensabas que le gustabas a la bailarina y no a ella— Me apuntó con la cabeza. —Y ahora que recuerdo lo de que pensaran que eras homosexual… — Sacó su característico todo de madre regañando, y ahí fué donde recordé el miedo de tener una madre molesta. —Puedo explicarlo… — Intenté defenderme, pero tenía miedo. —Me alegra que te sientas libre, pero actúa un poco más masculino… a menos que si seas… — El tema era mucho para ambos, más en la situación que estábamos. — ¿Podemos hablar de eso aquí sin que nos caigamos? — Pregunté con una buena duda. —No lo sé, pero mejor no vamos a intentarlo hoy— Evitó también el tema.

Cuando volteé a ver el horizonte, me di cuenta de que el sol ya estaba casi desaparecido, lo suficiente para que en una punta fuera de noche y en la el crepúsculo del atardecer.

—Sabes… aquí siempre me confundo… — Miró seguido al horizonte y dijo esas palabras. — ¿Por qué? — Pregunté.

—Algunas veces escucho unas voces muy bonitas… no se son angeles o eres tú desde allá— Señaló un punto hacia abajo, un hueco de repente se abrió de entre las nubes.

Poco a poco se materializó una sala de operaciones, estando yo en el medio.

La miré con pánico. —Espero no verte más hasta que estés viejo— Simplemente dijo, en ese momento sentí como todo mi apoyo se desvaneció y empecé a caer en caída libre.

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