Capítulo ciento setenta y tres
Justicia
—La primera opción— Dije sin siquiera pararme a pensar un segundo. Dejando atónito a esa persona.
— ¿Tanto así la quieres? — Preguntó asombrado. Asentí. —Eres la primera persona de las cientos de miles que he juzgado que está dispuesta a perder tanto por estar con el amor de sus vidas, te sorprendería lo egoístas que son todos cuando los orillas a elegir mis propuestas— Se acercó, puesto que se había ido un poco lejos, queriéndome dejar pensar o algo.
—Te admiro, conozco lo mucho que amas la música y lo tanto que te esforzarte, felicidades— Sonrió casi diabólicamente. —Pasaste mi prueba, eres la primera persona en hacerlo sin salir perjudicada de ninguna manera— Se sentó en la banca dónde anteriormente estuvo Tzuyu, teletransportandose. Señalándome con su mano que me acercase.
—Todos suelen escoger la opción dónde menos perjudicados estarían, en tu caso, escogiste la peor, la gente que realmente piensa sin tener en cuenta el amor, solo escoge lo mejor para si mismos, en tú caso, esa habría sido la quinta, dónde solo por jugar contigo, te habría llevado de vuelta a la noche de fin de año, así podrías haber aprovechado dos veces el sentimiento— Sonrió una vez más, pero de diferente forma.
—Ni quisiera yo, que puedo leer mentes aquí, habría previsto que dijeras una locura de ese calibre, no me dejaste siquiera tiempo a mi— Se levantó de la banca.
—Creo que es hora de llevarte a tu decisión— Repitió el chasquido, desdoblando el espacio tiempo y llevándome a la habitación de Tzuyu.
—Hay algo que tengo que llevarme— Se acercó, ahorcándome de repente con una velocidad sobrehumana.
Me soltó dos segundos después de tenerme en el aire, me tomé del cuello después de eso, cayendo arrodillado.
—Creo que te va a gustar lo que hice— Dió dos pasos hacia atrás.
Se despidió, atravesando la pared como si nada.
Un segundo después, volvió. —Por cierto, no vas a ganar la apuesta con Tzuyu en Tainan, pero cuando limpies tu casa, llévatela, aunque se oponga, me lo vas a agradecer— Volvió a despedirse, yéndose por fin.
Escuché como unas manecillas de reloj se ponían en marcha, intenté averiguar de dónde venían, pero en la habitación no había ningún reloj, y para cuándo me di cuenta, desaparecieron mágicamente.
Intenté cantar ópera, pudiendo hacerlo incluso mejor de cómo antes podía, costandome aún menos.
Me levanté, viendo una vez más mi estómago, comprobando que estaba plano y limpio, ninguna cicatriz.
— ¿Pasó algo? — Preguntó Tzuyu viéndome parado y segundos antes cantando ópera de la nada.
—Nada, nada… solo quería comprobar algo… — Sonreí nerviosamente. Ella empezó a sonreir también.
Pero el tiempo volvió a pararse. —Habia olvidado algo, ya que te perdoné y no te perjudique, quiero que dones la mitad de tu dinero a organizaciones benéficas, mucha gente está muriendo y realmente me entristece, tú no usas ese dinero ni lo vas a usar en lo que te queda de vida, así que dáselo a quienes si lo necesitan— Escuché como la voz del EunWoo versión muerte decía, pero solo era voz, no estaba físicamente.
— ¿Hay algo allí? — Preguntó Tzuyu, sin darme cuenta de cuando el tiempo volvió a la normalidad.
—Pensé escuchar algo… necesito dejar de tomar bebidas energéticas— Sonreí como si nada.
No se quién estaba más fuera de órbita, si ella, o yo, o quizá ambos ya estábamos llegando a Marte juntos.
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