Capítulo ciento sesenta y seis
Interludio
— ¿Realmente no viviste en el campo? — Preguntó el hermano de Tzuyu, por segunda vez el mismo día. —Ey, siempre he vivido en ciudades— Respondí un poco molesto.
—Vamos a salir ya— Indicó su padre, a lo que ambos salimos de la casa.
—Es increíble como la persona más popular del mundo entero se esconde como un campesino asiático— Dijo Tzuyu riendo.
Me le acerqué demasiado. —Algún día vamos a hacer público lo nuestro… — Me acerqué aún más, casi besándola. —Cariño… — Ya que estaba tan cerca, simplemente le di un beso rápido y me separé, montandome en el auto.
Ella quería jugar, bueno, tampoco me iba a quedar detrás.
Llegamos a uno de los tantísimos templos que había en la ciudad.
—Ya entendí el porqué de "El Kyoto de Taiwán" Dije al ver la estructura, puentes sobre el lago y ambiente.
—Es curioso que aún no he visitado Japón que está tan cerca, pero ya vine a ver un Kyoto— Pronuncié, haciendo que algunas personas de más me escucharan.
Lo raro era que lo dijera alguien del campo, no una superestrella.
Ya que estábamos en un templo, ellos se pusieron a orar, mientras yo vi el primer grupo de turistas y metí a escuchar lo que diría la guía.
—Este es uno de los cuatrocientos templos de esta ciudad, aunque es de loa más grandes— Indicó la guía.
Siguió con la charla hasta que vió que los seguí por un rato.
—Señor, disculpe, pero creo que está siendo raro con los turistas— Me dijo, en chino. —No, no, yo estoy de incógnito, soy turista también— Respondí en inglés, a lo que todos quedaron estupefactos.
Sentí como una vez más, me jalaban del brazo. —Quedate con nosotros— Era Tzuyu, una vez más.
De un momento a otro paró. Se colocó un tapabocas y me tomó de la mano fuertemente. —Así no te vas a perder más— Empezó a llevarme con los demás, sin quitar nuestra unión, qué pasó de ser ella apretándome la mano a aflojar y dejar que la mía se entrelazara con la de ella como en los viejos tiempos.
Al llegar con los demás, le quitó la gorra a su hermano, poniéndosela ella.
Recorrimos todo el templo así, haciendo incluso más cosas ahora que incluso estando juntos.
Llegamos justo al mirador del lago, al que conducían dos puentes y estaba justo en el medio.
— ¿No hay nadie? — Preguntó Tzuyu a su hermano, quien miró por los alrededores. —De momento, no— Respondió, a lo que ella se le acercó, dándole su celular.
Me tomó de la mano una vez más, llevándome a la barandilla de madera.
Ella se quitó el tapabocas y la gorra, prosiguió a quitarme mi sombrero de paja y el tapabocas también.
—Me lo debías— Susurró. — ¡Listo! — Le indicó a su hermano, haciendo que volteara mi atención a él, pero Tzuyu con su mano me volteó, haciendo que la besara, y no leve precisamente.
Sentí como un flash nos iluminó, cortando el beso un segundo después, colocándose ella el tapabocas y dándome el mío.
— ¿Tan raro es que ella te bese? — Me preguntó su hermano al verme parado ahí tontamente. —Si— Respondí sin nada más que decir.
Me tomó de ka mano y solo la iba siguiendo.
Proseguimos a ir ahora, a la conexión de ríos, lagos, y mar de la ciudad, montandonos en una lancha y siendo dirigidos una hora de puerto a puerto.
Todos mareandose un poco menos yo. Tenía algo de experiencia en barcos y cosas así.
El día terminó, visitando el mercado de las flores floreciendo, una traducción literal del nombre.
Comprando allí yo cantidad ingente de ropa usada, comida y cosas que probablemente no necesitaba pero que eran bonitas.
Parecía un chico del campo que había ahorrado y se fué a la ciudad a comprar cosas.
Parecía tan normal que era impensable pensar que venía de más o menos, la otra punta del mundo, que era extrapolable rareza a distancia.
Regresamos a su casa después de comer todos en un sitio callejero aledaño.
Pese a todo el acercamiento de ese día, incluso, durmiendo juntos, no pasó nada, ninguno dijo una palabra sobre lo sucedido.
Tal parecía que ella no quería hablarlo, pero tampoco es que yo quisiera.
Llegados a este punto, solo quería disfrutarlo hasta donde pudiese.
Por fin había llegado el día final del año.
Y comenzó igual de aburrido que cualquier otro.
Todos nos quedamos en casa, cocinamos juntos, cosas normales de familias.
Pero en todo ese tiempo, no pude dejar de sonreír.
Estaba tan emocionado por no estar solo un día así, que quería llorar y que no acabase.
Para pasar el tiempo, creamos un karaoke entre todos, aunque siempre me pedían a mi hacer la mayoría, cosa de la que no me quejé.
La noche había caído por fin.
Todos nos arreglamos un poco, tomamos fotos antes de la medianoche, y nada más tocaba esperar, todo estaba hecho ya.
Y ya que todo estaba hecho, me puse a jugar en la consola, rogandome con los dos hijos de la familia, así siendo tres, cada uno jugaba algo morir el otro.
Poniéndonos incluso competitivos, aunque gané yo por muy poco.
Jugamos tanto, que casi se nos pasaba la media noche.
Ya que me habían dicho que habían preparado fuegos artificiales como todos los años, salí al balcón a verlos, pensando que estaría allí yo solo.
—Ya viste los de Seúl, pero estos están al mismo nivel— Pronunció Tzuyu, colocándose a mi lado y apoyándose a la baranda de metal.
Súbitamente empezaron algunos fuegos artificiales a ser lanzados, poco a poco iban tomando más ritmo, hasta que todo el cielo estaba lleno de ellos, de todas las formas y colores.
—Se nota que por estos lados del mundo descubrieron la pólvora— Suspiré, diciendo en español.
— ¿Dijiste algo? — Preguntó ella. —No es nada— Suspiré. Me sentía tan bien y tan mal a la vez.
Tan raro y tan cómodo.
Pasar el último día del año con la persona que más me había hecho daño de quizá toda mi vida, al menos, en un aspecto.
Lentamente sentí como su mano fué acercándose a la mía.
Hasta que ambas estaban entrelazadas ya.
Volteé a mirarla, notando su perfecto perfil siendo iluminado por rayos de luz provenientes de los fuegos artificiales.
Lentamente volteó a verme, sonriendo, de manera honesta, derritiéndome enteramente.
Como por inercia, necesidad imperativa o alguna extraña razón, ambos nos movíamos a la vez, acercándonos más y más.
Hasta terminar de acortar la poca distancia entre nuestros labios.
Una vez más, no quería que pasase el tiempo.
No quería que eso quedase en mis recuerdos, quería que toda mi vida fuera un bucle de ese momento.
Poco a poco ambos fuimos elevando el beso, entrando a la casa, dando una pequeña vuelta hacia la habitación de Tzuyu, cerrandola ella con llave instantáneamente y tirandonos a la cama.
Lo que sea que estábamos haciendo en ese momento, dejó de ser un beso.
Un beso no implica ambos cuerpos ni dos pares de manos moviéndose mucho.
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