2 de septiembre de 2020
1:00 a.m

Colin Bancroft

Al final del día, en ese momento en que empezará otro amanecer se me hace un nudo en el pecho que no me deja respirar, en ese instante en que sus ojos color miel me miran con pena y ambos sabemos que debemos de decir adiós en muy poco tiempo.

—¿Qué harás mañana? — me preguntó mientras ambos seguíamos mirando como las demás personas se marchaban del lugar. Sonreí, era la primera vez que preguntara algo que tuviese que ver conmigo.

—Volveré por ti—. pellizqué uno de sus cachetes—. Sabes que siempre lo hago.

—Me siento extraña, nunca antes me había sentido de ésta manera—. pasó uno de sus cabellos por detrás de su oreja.

Me sentía en una película romántica de las que parecen no tener un final, pero sin embargo ésta era mi propia película.

Me gustaba que Arnie se estuviera abriendo conmigo, que me contrara lo que sentía y me diera las esperanzas que necesitaba.

—Descuida hermosa—. llevé mi mano a su rostro, ella dejó caer su mejilla en mi tacto y luego me miró con dulzura—. Te sentirás mucho mejor una vez estés a mi lado.

Las luces poco a poco se fueron apagando, las chicas se despedían de sus conquistas y estaba feliz de que Arnie no fuera una de ellas.

—Arnie—, dije tratando de llamar su atención—. Tengo una pregunta para ti—. levantó sus ojos para verme y le sonreí—. ¿Qué somos?

—¿Amigos? — frunció su ceño—. ¿O más que eso? — sonreí—. No lo tengo claro—. rascó su cabeza por detrás, tomé su cara y besé su frente.

Tampoco tenía claro que éramos, y era una sensación increíble de como en tan poco tiempo ella llegaba a sentir algo por mi, que, aunque no lo dijera directamente se podía notar, o al menos eso me demostraba.

Actuaba totalmente diferente al día en que nos conocimos.

Caminábamos uno al lado del otro en dirección a la tienda, sostenía mi brazo con un leve agarre y no estaba seguro de lo que le iba a decir pero aún así lo hice.

—Si me pides que me quede, lo haré—. me miró confundida y traté de explicarme—. ¿Me harás cambiar de opinión?

Ella sonrió y tomó mi mano llevándola a su espalda y dando paso a un abrazo por su parte. Miré hacia abajo y se veía tan inocente, tan cómica de esa manera.

Arnie.

—Bueno, me voy—. la separé de mi ql no obtener respuesta y crucé la puerta abriendo la chamarra para tomar un cigarrillo.

Caminé hacia el auto, apoyé mi espalda en él y le encendí. Inhalé el humo mirando la luna por unos segundos para expulsarlo.

Por fin tenía la paz que tanto necesitaba.

—Hola—. dijo una voz detrás de mi sorprendiendome y haciéndome sonreír para que el humo que anteriormente había inhalado saliera por medio de mis dientes.

—¿Qué pasa? — le miré serio pues no pensé que me seguiría.

—No te irás sin mi, ¿Verdad?

Sonreí y me acerqué a ella. Corrí su cabello por detrás de sus hombros y la acerqué a mi mientras daba un paso atrás y me volvía a rescostar al auto para abrazarla.

—Me pediste que te dijera que te quedaras, pero no quiero que lo hagas—. dio un respiro hondo y me miró—. Quiero que nos quedemos juntos un rato más, Colin—. la llevé a mis brazos y la abracé mientras daba la última calada y votaba el cigarro.

—¿Dónde quieres ir?

—A ningún lado—. alcé una de mis cejas. Ya no entendía nada, era la verdad—. Quedémonos acá, hay paz.

—Lo que tu pidas—. Susurré en su oído sin ni siquiera dejar de abrazarla.

3:00 a.m.
Arnie Weeler

Colin seguía con su humor diferente al del resto, solamente él mismo entendía sus chistes de mal gusto, esos que solo le daban gracia a sí mismo. Sten de vez en cuando soltaba uno parecido, pero la diferencia de uno con el otro es que los de Colin los entendía un poco mejor.

Se inclina hacia atrás, puedo denotar sus fosas nasales abrirse mientras suelta una que otra carcajada y eso hace que ría al unísono.

Colin saca su celular, mira la hora y me pide que de un paso hacia atrás. Quizás necesitaba hacer unas gestiones y no podía de verlas, nunca se sabe pues en verdad no sabía prácticamente nada de su vida.

Una luz molesta inundó mis ojos, por lo que los tapé con mi brazo dejando el codo en su dirección y sentí un sonido típico del celular al tirar una foto.

—¿Eso es lo que yo pienso? — me quejé y éste río, haciendo que sus ojos verdes se achinaran un poco, aunque mi enfadado repentino no se esfumó.

—Mira.

Mostró la foto que recién me había tirado. Mi mano tapaba mis ojos, que estoy segura que hubiesen quedado rojos por la falta de claridad, mis pies se encontraban cruzados y una sonrisa molesta entre mis labios mostrando una porción de mis dientes.

—Estás preciosa.

Miró una y otra vez la foto mientras al mismo tiempo me la enseñaba. La amplié, mi cabello estaba alborotado por la humedad de la madrugada.

—¿Por qué mientes de esa manera? — arrebaté el celular y lo puse en su rostro—. ¿Acaso no vez que esta horrible?

Lo tomó con tal facilidad que lo apagó y guardó en su bolsillo, para luego tomarme de las caderas acercándome a él. Respiró entre mi cuello y hombro mientras me abrazaba. Sentí un leve escalofrío recorrer todo mi cuerpo y cerré los ojos.

No se escuchaba un sonido por nuestros alrededores, tan solo uno que otro grillo pero muy lejano.

—¿Quieres bailar? — me propuso y viré mis ojos mientras sonreía. Sus ojos verdes los podía ver a simple vista por el foco del carro.

—Ni siquiera hay música, a menos que pongas la radio—. Soné obvia por lo que días atrás habíamos pasado en la playa y entonces fue él quién soltó una carcajada.

—No, Arnie, esta vez no la necesitamos.

Puso una mano en mi cintura, mientras con la otra juntaba nuestras palmas. Dió un paso hacia delante, colocando mis dedos sobre su hombro y comenzamos a bailar mientras él me guiaba.

Era ridículo pero se sentía bien.