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Capitulo: 6

Mi despertar fue caótico.

Ni siquiera había amanecido completamente cuando Alessandro irrumpió en la habitación, desplegando las cortinas y repitiendo mi nombre alrededor de quince veces seguidas. No abrí los ojos; simplemente coloqué una almohada sobre mi cara para cubrirla y me di la vuelta, dándole la espalda. Grité internamente cuando él jaló el edredón y me quitó la almohada, ordenándome que me levantara, ya que serían en pocos minutos las siete de la mañana.

¡Las siete de la mañana!

—Tendrás diez minutos para tomar un baño. Cuando estés listo, bajarás a la cocina para desayunar.

—¿No puedo dormir un poco más? —Pedí, sentándome en la cama y dejando caer mi desgreñado cabello en mis ojos—. La universidad ni siquiera comienza.

—Y tu castigo por intentar escapar está comenzando también. —murmuró mientras se alejaba de la habitación—. Te recomiendo usar pronto el baño; es el único en esta planta y, al igual que tú, los demás chicos también querrán entrar.

—Esto parece una cárcel —bufé mientras él daba un tirón a la puerta.

Tomé la ropa pertinente del clóset y me dirigí al baño. Lo primero que hice fue sentarme en el inodoro. Mientras orinaba, mantenía los ojos cerrados y mi mente centrada en una sola cosa: escapar. Luego me desnudé frente a la ducha; el agua caliente ya empezaba a desprender vapor y no podía evitar tiritar. Cuando me quemó la piel, solté un gemido de placer. Aceleré la marcha cuando alguien empezó a golpear la puerta de manera insistente, con golpes rudos y apresurados.

—Park —gritó alguien desde el otro lado de la puerta.

—¿Qué quieres? —respondí mientras intentaba quitarme la espuma del cuerpo.

—¡ABRE LA PUERTA AHORA MISMO! —continuó gritando, haciendo que el agua cayese sobre mí.

Era Jeon y estaba muy enfadado.

—Me niego a compartir el baño contigo, pervertido —le dije, algo alterado. No esperé que la puerta se abriera de golpe, o más bien, fuera tumbada.

—Dios, necesitaba esto —dijo mientras escuchaba el sonido de un chorro de agua cayendo en el inodoro. Tragué en seco al ver su mano sacudiendo su polla a través de la cortina de la ducha. Oh, Dios mío—. ¿Se te perdió algo aquí afuera? —carraspeé mi garganta y cerré la regadera rápidamente, mi corazón latiendo desbocado.

Tomé una toalla del tubo que colgaba en la pared y la enrollé alrededor de mi cuerpo. Jeon seguía en el baño. Cuando corrí la cortina, su expresión cambió drásticamente. Pensé que quizás me había quedado algo de jabón en la piel, pero no era así. Solo estaba mi cabello mojado chorreando por la toalla ajustada. Era imposible que él reaccionara así.

—Ahora ni siquiera puedo hacer nada en privado porque entras rompiendo la puerta o me despiertan sacándome las sábanas —dije alterado.

Jeon se cruzó de brazos y ladeó la cabeza un poco.

—¿Por qué siempre tienes que actuar a la defensiva?

—No sé —solté sarcástico—, será porque me has arrebatado mi vida y estoy cautivo con unos completos lunáticos y depravados que solo piensan en ir a clubes nocturnos y follar con muj…

No terminé de hablar, ya que mi cara giró por una bofetada que me dio. No fue especialmente dolorosa, solo el contacto de sus dedos y un leve empujón que me hizo girar un poco. Aun así, me tomó por sorpresa y sentí cómo mis ojos se humedecían al instante.

—¿Qué haces, hijo de puta? —le grité, recibiendo otra bofetada que hizo que la toalla se cayera, dejándome desnudo delante de él.

Para mi suerte, él giró su cara en un acto de compasión innecesaria, y yo aproveché para agacharme rápidamente y volver a tomar la toalla para cubrirme.

—Park, estás logrando que pierda los estribos y eso no puede suceder. ¿Me estás entendiendo? —dijo, dándome la espalda. Podía sentir su respiración pesada mientras su pecho subía y bajaba tenso.

—Yo... —intenté decir, pero él me agarró del cuello con violencia y me arrastró hasta pegarme a la pared.

Parecía el diablo en persona cuando su vena en el cuello y parte de la frente comenzó a hincharse. Sus ojos estaban rojos y dilatados. Había tenido razón en mi primera impresión; Jeon Jungkook era un diablo y yo lo había subestimado.

—Regla número uno, no la olvides más —dijo mientras me soltaba, ya que mi cara estaba probablemente bastante colorada por la falta de oxígeno. Al soltarme, caí al suelo—. Tienes diez minutos para estar en la sala de reuniones y no quiero tener que mandarte a buscar —su voz era dura.

—Pero, no he desayunado.

—Ya no lo harás —no escatimó en sus palabras y le dio un tirón a la puerta.

—Idiota —dije en un tono bajo, poniendo la palma de mi mano en la pared mientras derramaba algunas lágrimas.

Con su actitud de bestia no conseguiría intimidarme, solo avivaría más la llama de mi odio hacia él.

▬☻▬

Cuando llegué a la sala de reuniones, me encontré con las caras de los demás chicos. Lucían más extraños de lo normal, con amplias sonrisas que daban a entender que algo grave ocurriría. Algo grave para mí, divertido para ellos. Noté que Jeon no estaba entre nosotros y, mientras Francesco caminaba alrededor de la habitación mirándome de forma coqueta, Andrea cerraba la puerta.

—Veo que la ropa que elegí te queda a la perfección —dijo, con algo peligroso en su voz, tal vez solo estaba exaltado por lo ocurrido con Jeon.

—¿Qué haces con una ropa tan provocativa? —escuché la voz de Jeon, quien seguía enfadado mientras se acercaba—. ¿Te gusta provocar? Creía que no querías ser juzgado —eso último fue una daga directa al pecho.

—Es la ropa que ustedes escogieron para mí —me defendí—. Además, para ustedes soy solo un trozo de carne que pueden mirar, pero nunca tocar —quise dedicarles una sonrisa burlona, pero solo me limité a exhalar con fuerza—. Regla número dos, serpiente.

—Esto terminará mal —comentó Andrea, quien parecía ser el más serio.

—¿Quieres jugar? —dijo Jeon amenazante, claramente captando el significado de mis palabras—. Vamos a jugar entonces —chasqueó los dedos y vi a Andrea agarrar una cuerda que yacía sobre un sofá.

—¿Me vas a golpear con la cuerda también? —pregunté sarcástico, recibiendo una risilla en respuesta que no logré descifrar.

—Esto será un poco grotesco para ti —dijo, haciendo que Francesco y Alessandro sujetaran mis manos mientras demandaban mi atención.

—¿Qué hacen, imbéciles? —protesté mientras intentaba zafarme, pero era imposible. Mi corazón parecía un tambor—. ¡Suéltenme! —les decía, pero ignoraban mis palabras y seguían atando las cuerdas mientras me llevaban hacia una escalera que estaba en la habitación.

Me dejaron frente al barandal y vi cómo Alessandro se reía de mí, mientras Andrea ataba mis muñecas a la escalera. Grité improperios para que me liberaran, pero ellos me ignoraban por completo. De repente, Francesco me dio la vuelta sin soltarme, de tal forma que mi trasero quedó expuesto hacia ellos y mi cara casi estampada en la decoración de la escalera.

—¡Escuece! —dije, moviendo mis dedos para ver si podían liberarme.

—Ahora aprenderás a no desafiarme, Park —dijo Jeon mientras se acercaba y me tomaba del mentón—. ¿Decías que solo somos pervertidos que les gusta follar con mujeres? Ellos te demostrarán por qué debes medir tus palabras; serán tomadas al pie de la letra —concluyó y empujó mi rostro hacia adelante—. Cuando quieran, chicos.

—¿Cuándo quieran qué? —dije, sintiendo una mano en mi trasero.

Zas, paf.

La primera nalgada fue fuerte y dolorosa. Chillé y comencé a suplicar para que me dejaran. La voz de Alessandro fue neutral al decir que mi castigo apenas comenzaba, y al terminar de decir eso bajó un poco mi pantalón y calzón, dejando mis nalgas al descubierto.

—¡Por favor, no! —lloriqueé, pero fue en vano. Recibí otras dos nalgadas que dejaron mi piel ardiente y marcada con las manos de Alessandro.

Y entonces llegó lo peor. Escuché la hebilla de un pantalón desabrochándose. Cuando la hebilla cayó al suelo, la persona se pegó a mí y comenzó a rozar algo duro contra mi trasero. Cerré los ojos, imaginándome lo que estaban a punto de hacer, y recé por un milagro que detuviera lo inevitable. Pero el milagro no apareció.

Grité al sentir cómo introducían su glande caliente en mi orificio, quedándome en silencio mientras me aferraba fuertemente a la escalera. Ellos no decían nada, y eso era lo peor.

—¡Detente! —gritó Jeon—. Les advertí que ninguno podría penetrarlo. No estoy dispuesto a ver esta escena. ¿Entendieron? Park es de mi propiedad y ninguno tiene el derecho de ponerle un solo dedo encima —les gritó mientras me desataba las muñecas. Cuando me giré, vi las caras largas de los demás, claramente decepcionados. Yo no entendía por qué habían reaccionado así y, de seguro, ellos tampoco.

—Sube y vuelve a bañarte —dijo Jeon con total seriedad, dándome un empujón para que saliera lo más rápido posible de allí.

Mientras me dirigía hacia el baño nuevamente, sentí la mirada de los demás chicos sobre mí, cargada de enojo y frustración. Me duché rápidamente, tratando de borrar de mi mente lo que había ocurrido. El agua caliente no podía disipar el sentimiento de humillación y rabia que me embargaba.

Cuando salí del baño, me vestí con la ropa que me había sido impuesta sin ganas y bajé a la sala de reuniones. La tensión en el aire era palpable y la atmósfera estaba cargada de un silencio incómodo.

Jeon estaba sentado en una silla, mirando su reloj. Francesco y Alessandro permanecían en pie cerca de la puerta, con expresiones de desdén. Andrea estaba sentado con una mirada fría, como si estuviera meditando sobre el siguiente paso.

—Siento mucho lo que ha pasado —dijo Jeon con un tono que no era del todo convincente—. Esto es para asegurarse de que entiendas tu lugar aquí. Espero que aprendas la lección.

—¿Y qué pasará ahora? —pregunté, intentando mantener la calma aunque el resentimiento era evidente en mi voz.

—Ahora —dijo Jeon, levantándose—, te quedarás aquí hasta que terminen los asuntos que tenemos pendientes. Después, tendrás una charla con nosotros sobre cómo mejorar tu comportamiento.

Me senté en una esquina de la sala, intentando no mostrar cómo me sentía. Los demás chicos parecían distraídos, y la conversación entre ellos fluía con normalidad, como si lo que acababa de suceder no tuviera importancia.

Sentí el peso de la humillación y el dolor, pero también una chispa de determinación. No iba a permitir que me doblegaran. Encontraría una forma de escapar de este lugar y demostrar que no podían controlarme.

El tiempo pasó lentamente hasta que Jeon me llamó para que me acercara. El peso de su mirada, tan implacable como siempre, hizo que me estremeciera, pero me mantuve firme. La batalla estaba lejos de terminar, y yo estaba decidido a luchar hasta el final.

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