Capitulo: 17
||Jeon Jungkook.
Una vez que la presencia de Park se ausentó del carro, pude respirar con libertad. Mi mente estaba agotada de tantas preguntas y recuerdos revividos en ese momento. Sus ojos estaban cerrados mientras soltaba uno que otro ronquido. Desde la distancia, visualicé la casa de playa en la que estaríamos por un tiempo, doblando por el sendero que llevaba directamente a la entrada.
Cuando faltaban unos pocos metros para estacionar el auto, la mano de Park tocó mi muslo. Dirigí mi mirada hacia su rostro. Estaba sentado, mirando al frente con seriedad, como si dormir le diera fuerzas adicionales para comenzar a hablar nuevamente.
—¿Podemos seguir con las preguntas? —propuso, y asentí mientras sonreía internamente, pensando en qué otra idiotez podría soltar por sus labios—. Si realmente ninguno de los chicos era quien decía ser, ¿por qué sabían tanto sobre el tema? Además, esas reglas tampoco han de existir. No puedes poner una regla en la que nadie de la casa puede estar con nadie, porque claramente tú estás con Taehyung. Y él va muy seguido a la casa. Aunque, muy en el fondo, no entiendo esa relación.
—Simplemente no existe. No hay mucho que debatir al respecto.
—Lo sé. Pero entonces, las otras. ¿Por qué has ablandado la mano dura de aquel primer día? ¿Por qué me cuentas todo esto? ¿Por qué ahora? Porque estamos en peligro de esa tal Valentino que es muy peligroso, pero entonces, ¿qué pintas tú aquí? ¿Acaso no eres el mayor mafioso de la ciudad? —rió por lo bajo, burlándose mientras seguía cuestionándose e inventando teorías absurdas en su pequeño cerebro.
—Ellos son criminales que recluté de algunos enemigos que abatí. Conocen sobre ciertos temas, pero no son especialistas en ellos.
Park iba a hablar, pero se detuvo, cerrando los labios y mordiendo por dentro mientras desviaba la vista hacia fuera de la ventanilla.
Ya habíamos llegado.
Apagué el motor del auto. Park no tenía intenciones de bajarse, así que fui yo quien inició el cuestionario.
—¿No hay nada más que quieras saber? Estás a tiempo. Una vez que me baje del auto, no contestaré nada más.
—¿Por qué estás con Taehyung?
—No estoy con él. A veces es bueno comer algo más que arroz blanco, víbora.
—¿Entonces te cansaste de comer arroz blanco todos los días y te dieron ganas de comerte un pollo frito cada vez que pudieras? ¿Acaso es porque el pollo te gusta más, o porque simplemente es algo nuevo para ti?
—Realmente me gusta el pollo.
—¿Y qué tiene de especial el pollo?
—Es algo que no se come todos los días.
—Realmente al pollo no le gusta que se lo coman personas como tú.
—¿Estamos hablando de comida o de ti y de mí?
—Eres un idiota, Jeon.
—Si te soy sincero, sí lo soy. Y podría decir que soy el mayor de todos —sonreí mientras mis dientes quedaban al descubierto. Pasé mi lengua por mis labios y los mordí un poco, todo esto era una locura—. Soy un idiota porque, de tanto odiarte todos estos años, terminaste gustándome el triple y... lo odio. ¡LO ODIO, JODER! YO TE ODIO. Te odio porque me engañaste de esa manera, pero... lo que más odio es que estoy enamorado de ti, porque sí, estoy enamorado de ti, Park Jimin. Y odio sentir esto por ti.
||Park Jimin.
Luego de la confesión de Jeon, había muchas cosas que aún no tenían sentido. Pasé por alto sus palabras y, sin delicadeza alguna, intervine con otra pregunta.
—Si ninguna de las reglas era cierta y ellos no eran quienes aseguraste que eran, ¿por qué tuve que ser stripper en tu burdel de mierda? ¿Por qué tienes un burdel en primer lugar?
—Es complicado.
—Creo que puedo soportarlo.
—Mi padre era el verdadero dueño del burdel. Mientras tanto, yo solía ir a algunos clubes para divertirme de vez en cuando. No me gustaba que el señor todo poderoso Jeon estuviera al tanto de lo que hacía. También me pareció una buena idea que te hubieras entretenido siendo stripper; me gustaba ver cómo te ardía la sangre mientras hacías cosas que no te apetecían. Me encantaba ver cómo debía obligarte a hacer todo tipo de cosas porque te rehusabas a hacerlas por ti mismo. Me mantenía muy satisfecho.
—Eres el jefe y no cualquiera puede divertirse contigo, ¿no?
—Veo que prestas atención a lo que digo, pero ya que estamos con las preguntas, tengo una para ti.
Sus palabras me tomaron por sorpresa y, sin opción, asentí mientras esperaba que de sus labios salieran esas preguntas que necesitaba aclarar.
—¿No te gustaba pasar tiempo conmigo?
—No he dicho eso.
—Entonces eso es un sí. ¿Por qué te fuiste entonces? —sus preguntas me ponían nervioso. No quería seguir debatiendo sobre lo que había ocurrido, así que quité el seguro del auto y poco a poco me bajé.
—¿Es aquí? —pregunté.
Jeon siguió mis pasos y se dirigió al maletero para sacar nuestras pertenencias mientras asentía con la cabeza.
—Hemos llegado —aseguró.
—¿Cuál se supone que trae mis pertenencias? —señalé las maletas mientras Jeon reía por lo bajo y bajaba cada una, colocándolas en el suelo antes de cerrar el auto.
—Toma la que quieras, yo llevaré la otra.
Elegí la maleta que me parecía más ligera y caminé hasta la puerta de la pequeña casa que se encontraba frente a mí. Subí con dificultad la maleta por las escaleras hasta detenerme delante de una puerta. Pensé que había cogido la más ligera, pero me equivoqué completamente.
—¿Qué se supone que traen las maletas adentro? Pesan como si llevara un toro allí.
Jeon soltó una carcajada mientras subía la maleta que había entre sus manos por las escaleras hasta llegar a mi lado. Sacó una llave de su bolsillo y la introdujo en la cerradura, abriendo la puerta de madera.
Lo primero que vi fue una sala. La cocina-comedor estaba también a la vista y había una puerta cerrada. Entré con la maleta y dejé descansar mi cuerpo en el sofá.
—Eres un debilucho —dijo Jeon riendo mientras cerraba la puerta principal y se dirigía al refrigerador. Lo abrió y tomó una botella de agua—. ¿Quieres? —brindó y asentí, caminando hasta allí.
Mis pasos se sentían pequeños, y por más rápido que quisiera ir, parecía como si estuviera dando vueltas en círculos en el mismo lugar. Me sentía intimidado por la mirada de Jeon sobre mí. Sus ojos se posaban en cada parte de mi ser hasta que tomé el vaso entre mis dedos y bebí el agua.
—Esa es la habitación —dijo, señalando la puerta cerrada que había visto cuando entré—. Allí dormiremos los dos. —Por inercia, toda el agua que tenía en la boca fue escupida directamente a la cara de Jeon, y el vaso se resbaló de mis manos.
—Lo siento —me disculpé, apenado—. ¿Dónde hay una escoba para barrer todo este desastre?
—Por lo visto, no te agradó la idea de que durmiéramos en la misma habitación —dijo, señalando el final de la cocina, donde se encontraban los utensilios de limpieza.
—No es eso —mentí.
Si era eso. Por supuesto que no quería dormir a su lado. Ya me había confesado que estaba enamorado de mí, ya me había besado días antes, y me había traído hasta este lugar solo con él. ¿Qué más quería hacer de mí? ¿Acaso tendríamos una noche pasional en la que terminaríamos sedientos de placer?
—¡Para nada pasará eso! —grité, haciendo un gesto con las manos mientras barría los vidrios rotos. Jeon me miraba desconcertado.
—¿Qué es lo que no volverá a pasar? —preguntó, haciendo que mis mejillas ardieran de vergüenza.
—¿Dónde queda el baño?
—Te llevaré. —Sonrió ante todas las escenas estúpidas que estaba haciendo, llevándome hacia la habitación, donde vi dos camas y otra puerta entreabierta, que debía ser el cuarto de baño.
Caminé rápidamente en su dirección. Cuando cerré la puerta, abrí la llave del lavamanos y me eché un poco de agua en la cara.
—Estamos aquí porque estás en peligro, idiota. Nadie te violará ni te obligará a hacer algo que no quieras —me miraba en el espejo mientras me señalaba a mí mismo—. Deja de ser imbécil y concédele atención al plan.
Secé mis manos y me senté en una esquina para organizar mis pensamientos. En ese momento, me vino a la mente aquel día en que Jeon impidió que aquellos chicos me abusaran por intentar escapar.
¿Por qué lo había hecho? ¿Desde cuándo sentía que estaba enamorado de mí? ¿Me daba ventaja el saber eso? ¿Podría descubrir realmente ese secreto que necesitaba para mi venganza?
Salí del baño con la cabeza llena de humo. Aún quedaban unas horas para que se pusiera el sol y el día terminara. Hoy debía averiguar todo sobre Valentino, pero cuando salí hacia la cocina, mis ojos no pudieron visualizarlo.
La puerta principal estaba entreabierta. Decidí salir a mirar si Jeon había vuelto a buscar algo en el auto. Tras inspeccionar el vehículo y no encontrar rastro de él ni en sus alrededores, mi vista se dirigió al lado contrario: la playa. Una figura masculina se podía ver a lo lejos, así que caminé en su dirección. Poco a poco me fui acercando hasta que estuve a unos pocos metros de Jeon, quien mantenía sus pies descalzos en la arena mientras el agua del mar bañaba su piel.
—¿De verdad piensas que soy capaz de hacer algo que no quieras? —preguntó, no sabía a qué se refería hasta que recordé la conversación que había tenido minutos antes conmigo mismo frente al espejo.
¡Él me había escuchado! ¿¡Se habría enterado del plan!?
—Te conozco lo suficiente como para decirte que sí, lo has hecho un montón de veces. ¿Por qué algo cambiaría ahora?
—Porque realmente todo ha cambiado, víbora.
—Yo te sigo viendo como un arrogante estúpido que va por la vida destrozando familias y secuestrando personas.
—Ya te expliqué que lo hice para salvarte.
—El problema es que cuesta creerse todo lo que venga de ti.
—Dime qué quieres entonces, y me alejaré.
—¿Cómo que qué quiero?
—Por algo estás aquí, ¿no? Viniste a preguntarme algo más, adelante. Hazlo. Luego que termines tus preguntas, me alejaré de ti todo el tiempo que estemos en este lugar. Prometo no acercarme si no lo quieres, ni siquiera hablarte.
Su vista se dirigía al horizonte. Aunque lo quería negar, sus palabras se sentían demasiado reales y tristes.
—¿Por qué impediste que me violaran aquel día en la casa? —pregunté avergonzado, recordando el sucio recuerdo que había vivido en ese momento.
—No lo sé. Ni siquiera me caías bien en ese entonces. Simplemente lo vi necesario.
—¿Desde cuándo sientes algo por mí?
—No entiendo por qué quieres saber algo al respecto si no estás interesado en sentir lo mismo.
—¿Quizás sí?
—Quizás mientes.
Oh, Jeon, y no sabes lo bien que se me da hacerlo.
—Quizás no miento en absoluto.
—Sé que lo haces.
Caminé un poco hacia él. Mis zapatos se impregnaron de agua salada hasta que me mantuve a su lado. Jeon bajó la mirada y me vio a los ojos.
—No lo hago —dije.
Cerré mis ojos, arrepentido de hacer semejante acción, y acercándome a su rostro, junté nuestros labios en aquel atardecer. Mi mano recorrió su espalda y, sin pensarlo, me estaba gustando demasiado lo que había comenzado como una trampa para desenmascararle. Traté de detenerme cuando me di cuenta de que no debía sentir nada por el enemigo, pero la mano de Jeon se posó detrás de mi nuca, impidiéndome salir de aquel fugaz beso, del cual ni siquiera intenté terminar.
Jeon se apartó lentamente, sus ojos aún fijos en los míos, y la expresión en su rostro era una mezcla de sorpresa y deseo.
—No puedo creer que estemos aquí —dijo, su voz temblando ligeramente—. Esto no estaba en mis planes.
—¿Qué planeas hacer ahora? —pregunté, sintiendo una mezcla de confusión y anticipación.
—No lo sé —admitió—. Solo sé que esto es complicado. Pero ahora que estamos aquí, tenemos que encontrar una solución.
La brisa del mar soplaba suavemente, y el silencio se hizo palpable entre nosotros. El sol estaba a punto de esconderse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados.
—Lo que sé es que necesito saber más sobre Valentino —dije, tratando de concentrarme en el objetivo—. Y necesito que estés conmigo en esto.
Jeon asintió lentamente, su expresión volviéndose más seria.
—Lo haremos juntos —prometió—. Pero primero, debemos arreglar nuestras cosas y aclarar lo que pasó hoy.
Me volví hacia la casa, la puerta aún entreabierta, y me sentí aliviado al saber que, por una vez, había encontrado un terreno común con Jeon. Quizás, solo quizás, podíamos enfrentar este desafío juntos.
Mientras entrábamos a la casa, el sonido de las olas rompiendo en la orilla parecía acompañar nuestros pasos, como un recordatorio de que la noche prometía ser larga y llena de sorpresas.
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