Capitulo: 11
||Park Jimin
Estaba en un camerino escuchando a Taehyung, un chico atractivo con un acento tan marcado que lo hacía aún más sexy. Parecía ser de confianza para Jeon; todo el tiempo que llevaba maquillándome, Taehyung habló de él. Además, era el mismo chico que había visto salir de su casa días atrás, llorando y empapado, con su actitud despreciable.
No podía dejar de odiarlo por lo que me había hecho, pero debía mantener la calma y actuar según sus deseos para mantener un perfil bajo. Sin embargo, en el fondo deseaba verlo caer de rodillas suplicando por su vida. Él y sus amigos se lo merecían por secuestrarme y mantenerme oculto con la excusa de pertenecer a una absurda banda de mafiosos.
También estaba el asunto del mensaje encriptado en su laptop, que había cambiado de lugar. Tenía un plan: encontraría su computadora, me enviaría el enlace a mi teléfono y sacaría los dígitos de alguna forma, aunque tuviera que fingir cercanía con él.
—Necesitarás esto para el show de hoy —dijo Taehyung sacándome de mis pensamientos—. Espero que te vaya bien, por tu bien.
—¿Por mi bien? —inquirí, dudando.
—Sí, por tu bien —respondió con un tono desinteresado, fingiendo preocupación—. Fueron las palabras de Jeon.
—¿No tienes que actuar?
—Por supuesto, pero hoy no —sonrió, alisando mi cabello—. Hoy es tu día, lúcete.
—Gracias, supongo —dije de mala gana. No tenía ganas de bailar frente a tantos hombres, exhibiendo mi cuerpo.
La sensación de manos tocando mi cuerpo y las voces de hombres diciéndome indecencias se afincaron en mi mente, haciéndome temblar. No quería que lo que me hicieron sentir aquel día se repitiera. No quería que otro hombre tocara mi cuerpo una vez más sin mi consentimiento.
—Antes de que se me olvide —dijo Taehyung extendiéndome una pastilla azul—, es para los nervios. Normalmente siempre la tomo antes de cada show.
—¿No tienes mejor un cigarro? —pregunté, apartando la pastilla. No me daba buena espina.
—¿Fumas?
—No, pero eso es más relajante que una pastilla.
—No sabes lo que dices —murmuró—. Pero si consigo algo, te lo traigo.
Cerré la puerta cuando le vi salir moviendo sus caderas y entró nuevamente poco después, dándome tiempo para exhalar todo el aire que había guardado en mis pulmones.
—Ya tengo lo tuyo —dijo infiltrándose en el camerino.
—¿El cigarro? —pregunté incrédulo y él asintió.
—No fue difícil conseguirlo; tengo buenos amigos aquí. —Abrí mi mano y él colocó un porro bien hecho—. Con este cristal podrás inhalar el humo a una velocidad impresionante. Ahora sí, buena suerte.
Cuando se marchó, me senté en una silla giratoria y miré el porro con desconfianza. Era un cigarro extraño. Aunque no acostumbraba a fumar, sabía que existían muchos tipos de cigarrillos. Este era fino, con una hoja blanca y un polvo blanquecino en el centro, junto a un poco de hierba.
Cerré la ventana, dejándome envolver por el vapor del cigarro. Una vez estuvo caliente y con mucho humo, comencé a inhalarlo. Sentía que mi sangre se impregnaba con la nube blanquecina, mareándome y llevando mi mente a límites desconocidos. Tosí la segunda vez, había inhalado demasiado. Continué hasta que se terminó, y una risa incontrolable me invadió. Al mirarme en el espejo, noté mis pupilas dilatadas.
—Park, ya casi empieza el espectáculo —escuché decir a un hombre desconocido mientras daba dos fuertes golpes en la puerta y se marchaba.
Tomé lo que pude de la mesa, me dirigí al baño y me cambié al conjunto que había seleccionado con Andrea en la tarde. Era perfecto para cubrir los cables que Taehyung había pegado a mi piel y tan ajustado que sabía que provocaría erecciones entre los hombres. Mi cabeza daba vueltas y mi mente parecía flotar en una nube. Me sentía ligero y con deseos de que Jeon pagara por su desfachatez.
—¿Irás así? —fue lo último que oí mientras sonreía y me dirigía al escenario.
Mis pies se movían al ritmo de la música. Me acerqué al tubo metálico más cercano y lo tomé sensualmente. Comencé a dar volteretas mientras el calor me envolvía y dejaba libre mi cuerpo, tocándome de manera lujuriosa. De repente, sentí un calor intenso al ver a Jeon mirándome con esos ojos de serpiente. Quería despojarme de toda la ropa.
Uno de los hombres que no dejaban de mirarme empezó a recorrer mi cuerpo con sus manos. En lugar de disgustarme, me complacía ver la expresión de enojo en Jeon. Se acercó, su rostro serio que daría miedo en otras circunstancias, pero en esos momentos, me divertía provocándolo.
—¿Qué carajos estás haciendo?
—El gran show que prometiste a tus clientes.
—No me refería a esto. ¡Deja de hacerlo ya! —ordenó, tomando su mano y colocándola en mi cintura, deslizándola deliberadamente por mi cuerpo hasta que la dejó en mi cuello.
Se negaba a disfrutar de lo que los demás estaban ansiosos por ver, y eso me enfurecía.
—¡Detén esto ya! ¡Estás fuera de control!
—Veo que tus clientes están muy satisfechos y entusiasmados.
Sostuve la mirada hacia el público y comenzaron a gritar pidiendo que nos besáramos. En otras circunstancias no lo habría hecho, pero no dejaba de pensar que yo también deseaba besarle, que quería experimentar el sabor de sus labios. Sí, estaba completamente loco.
Y entonces lo hice. Metí mi lengua en su boca, saboreando su saliva, tocando cada uno de sus dientes y sintiendo un escalofrío cuando nuestros incisivos se encontraron. No era el beso que había imaginado para mi primera vez, pero lo estaba disfrutando. Las cosquillas en mi pelvis empezaron a aparecer y quise seguir tocándolo, pero me detuve cuando una voz en mi cabeza me gritó que no le estaba gustando.
—¿Estás drogado? —su voz resonó tan alta que una carcajada me hizo explotar frente a los clientes.
—No sabía que te afectara tanto lo que me pasara.
—Y no lo hace, pero estás ensuciando la reputación de mi local.
Me agarró de la mano con fuerza y me sacó del escenario por la parte de atrás. La música subió al máximo mientras los clientes intentaban tomar con calma nuestra huida. Mi cuerpo seguía en un vaivén y Jeon me guiaba por un oscuro pasillo. No tenía miedo, solo quería golpearlo, después besarlo y terminar encima de él.
—¿Quién carajos te dio la droga? —gritó, enfadado. Las venas de su frente sobresalían y no dejaba de exhalar con fuerza—. Responde, mierda.
—Una mariposa la dejó sobre mi mano, duh —dije cantando, lo que solo lo enfureció más. Me agarró de la muñeca y me lanzó contra la pared para mirarme a los ojos.
—Esto es cocaína y si es la primera vez que la ingieres, quedarás completamente fuera de control. —Dio un golpe en la pared que me hizo dar un salto—. Maldita sea.
Peinó un poco su cabello, tomó la liga de su muñeca con los dientes y la enredó en su cabello.
—Escúchame atentamente, quédate aquí mientras busco algo para calmarte.
—Como órdenes —levanté mi mano en un gesto militar y le saqué la lengua.
—No te muevas, Park —advirtió.
—No lo haré —dije entrecortado, tirándome al suelo y apoyando mi espalda contra la pared.
Cerré los ojos por un momento, pero los abrí cuando una inmensa necesidad de vomitar se apoderó de mí. Vi a Jeon alejarse por el pasillo y luego regresar. Se agachó, quedando de cuclillas, tomó mi mentón y sonrió descaradamente. Yo también sonreí. Aunque se veía algo borroso, sabía quién era.
—Park Jimin, volvemos a vernos —musitó, apretando su agarre—. No pensé que fueras tan valioso para la serpiente.
—¿Qué haces aquí? —pregunté confundido, sin entender del todo la situación.
—He venido a salvarte. Nos ayudaremos mutuamente para ver cómo Jeon cae, lentamente.
Sonrió, ofreciéndome su mano. Al principio pensé que era para ayudarme a levantarme, pero me di cuenta de que me proponía un trato que no podía desperdiciar. Ver a Jeon Jungkook de rodillas y pagando por su crimen sería mi venganza.
—Acepto —dije. Él sacó una daga de su zapato, la siguió con su mano y luego hizo lo mismo en la palma de la mía. El ardor inicial se hizo más ligero cuando nuestras palmas se unieron.
—Ahora tenemos una unión de sangre —dijo—, y si alguno de nosotros la rompe, debe morir.
Me miró fijamente con una intensidad que me hizo sentir tanto inquietud como una extraña camaradería. Acepté el trato sin dudarlo, impulsado por la promesa de venganza contra Jeon.
Jeon volvió al pasillo con una expresión de frustración. Al parecer, no había encontrado lo que buscaba. Me lanzó una mirada feroz antes de regresar al escenario. El dolor en mis músculos y el mareo persistente eran una constante, pero la promesa de venganza mantenía mi mente enfocada.
—No te muevas —advirtió el hombre de la daga, antes de desaparecer en el pasillo.
Me quedé allí, recostado contra la pared, mientras la sensación de la cocaína comenzaba a desvanecerse lentamente. Miré a mi alrededor, intentando adaptarme a la oscuridad del pasillo y a la confusión en mi mente. El ambiente estaba cargado de tensión y la adrenalina seguía corriendo por mis venas.
La puerta del camerino se abrió lentamente, y Taehyung asomó la cabeza con una expresión de preocupación genuina. Su mirada se posó en mi estado desaliñado y el cigarro sin terminar en el suelo.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con voz temblorosa.
No pude responder de inmediato. La combinación de emociones y el efecto de la droga me impedían pensar con claridad. Finalmente, me esforcé por hablar, intentando mantener la calma.
—Solo... necesito un momento. —Me incorporé con dificultad—. ¿Puedes ayudarme a salir de aquí?
—Claro, vamos —dijo Taehyung, acercándose para ayudarme a levantarme.
Mientras avanzábamos por el pasillo, sentí la presión de la unión de sangre con el hombre misterioso. La promesa de venganza y la necesidad de encontrar un lugar seguro me impulsaban hacia adelante. Taehyung me guiaba con cuidado, sus ojos vigilantes en busca de cualquier señal de problema.
Cuando finalmente salimos del club y el aire fresco nos golpeó, me dejé llevar por el alivio. Me senté en el asiento del coche que Taehyung había preparado para mí, mirando a través de la ventana mientras la ciudad se desvanecía a nuestro alrededor.
Taehyung condujo en silencio, y el peso de la situación comenzó a asentarse en mi mente. La unión de sangre, la promesa de venganza y la traición de Jeon se entrelazaban en una red de emociones intensas. Sabía que esto era solo el comienzo y que el camino hacia la justicia sería complicado y peligroso.
Miré a Taehyung, que mantenía su concentración en la carretera.
—Gracias por tu ayuda —dije finalmente.
—No tienes que agradecérmelo —respondió sin apartar la vista de la carretera—. Esto es solo el comienzo. Aún tenemos mucho que hacer.
Asentí, sintiendo una mezcla de alivio y anticipación. Lo que estaba por venir no iba a ser fácil, pero ahora tenía aliados en mi búsqueda de venganza. Mientras la noche avanzaba y la ciudad se alejaba, me preparaba para enfrentar lo que el futuro tenía reservado.
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