Prólogo

Me llama.

Reviso una y otra vez mientras froto mis ojos con dificultad, tratando de asegurarme de que es ella. Contesto de manera tan automática que ni siquiera me doy cuenta de que al otro lado de la línea se escuchan gritos y sollozos.

Parecía un disco rayado, repitiendo los mismos lamentos en cuestión de segundos.

Ella habla. Su voz es tan suave que podrías quedarte dormido escuchándola, pero al mismo tiempo transmite un dolor profundo, cargado de terror.

-¿Prince? -pronuncia con una delicadeza que me hace viajar en el tiempo, a esa etapa en la que nunca pensé que podría superarla. Un nudo se forma en mi garganta antes de poder responder algo tan simple como insignificante.

-¿Pasa algo, Weeler? -y en ese instante me arrepiento.

No por mostrar que aún me preocupa lo que le ocurra, sino por seguir llamándola por ese apellido que tanto me costó borrar de mi mente.

-Te necesito -dice, y sus sollozos aumentan. Puedo escuchar claramente cómo lamenta y llora mientras habla.

-Estoy ocupado -miento, aunque mi corazón late con desesperación, ansioso por saber qué le sucede.

Porque al final, solo soy un tonto por las cosas que termino haciendo.

-Estoy en Nueva York. Búscame -musita, y de repente escucho la voz de un hombre al otro lado de la línea. -¿Quién está ahí? Arnie, me desobedeciste -grita, mientras se oye claramente cómo la golpean, seguido de sus débiles quejidos.

La llamada se corta, y mi cuerpo se tensa.

Corro hacia donde está Helms y, sin dar muchas explicaciones, hago una promesa.

-Ella ha vuelto, pero no tengo idea de dónde está.

-¿De quién me hablas, señor?

-De la única que no ve la verdad aunque la tenga frente a sus ojos. La que nunca se dio cuenta de que yo podría haber sanado su dolor. Ella ha vuelto a mi vida, Helms. La chica rompecorazones.