Capítulo quince: ¡Sí se puede, Drake!
Drake.
No tengo tiempo que perder cuando la situación parce ser clara y sencilla, así que haciendo a un lado el hecho de que Jocker me intimida, comienzo a hablar.
—Me gusta Alaska —digo, sacudo mi cabeza—. Espera, eso no es verdad.
—¿Qué? ¿No te gusto? —Casi río ante la indignación evidente de ella, pero mantengo mi mirada en Jocker, quien, ahora, luce pensativo mientras me observa.
—No solo me gusta tu hermana, siento cosas por ella —aclaro.
—¿Calentura? ¿Lujuria? —pregunta y una de sus cejas se enarca mientras cruza sus brazos a la altura de su pecho y recarga su espalda de la puerta.
La señal de su actuar es muy clara: no hay escapatoria.
—Bueno, sería incómodo si afirmara eso —respondo a su cuestionamiento anterior.
Estoy transpirando cuando rasco la parte baja de mi nuca. No debería estar tan nervioso, crecí conociendo a Jocker, pero nunca estuve en una situación donde debía decirle que su hermanita me gusta.
—¿Entonces?
Respiro hondo, bien, aquí vamos:
—Tengo sentimientos hacia Alaska, de manera romántica —aclaro mi garganta. En mi mente esto se veía mucho más sencillo—. Es mi... Novia y no pienso hacerle daño ni nada de eso.
—¿Con qué te refieres a "nada de eso"? —pregunta de inmediato.
Miro a Alaska, ella parece fascinada por todo lo que sucede, no está ni cerca de darme una pequeña ayuda, sin embargo, me regala una sonrisa muy dulce cómo si me alentara y es difícil no devolvérsela. Así que pese a que Jocker me tiene pasando un duro momento, me arriesgo a seguir.
—A romperle el corazón, no de manera intencional. Quiero a Alaska y sé que soy un poco mayor que ella, pero voy a respetarla. Deseo que tengamos una relación sin ocultarnos. No es que te esté pidiendo permiso, pero sé que eres el hermano protector y por respeto quise ser quien te lo dijera.
—¿Cuándo sucedió esto?
—Hoy me pidió ser su novia y yo dije que sí —responde Alaska.
Pero si se refiere a desde cuando la quiero, siempre lo hice. Quizá fue un querer que evolucionó poco a poco hasta ser lo que es ahora.
—Quiero ser honesto y decir, Alaska, que siempre creí que te gustaba este gemelo, pero que pensé que era algo normal y que no llegaría a nada —se encoge de hombros cómo si se disculpara por su falta de fe—. En la última reunión intuí que algo estaba pasando, de hecho, iba a pasar a hablar contigo respecto a esto, Drake.
»Te he visto crecer, ser amigo de mis hermanas y molestar a Aska. Y aunque sé que estás un poco loco y eres muy libre, también sé que eres un buen tipo y sabes que no quieres tenerme en tu contra, por lo que sé que en teoría tratarías de ser un buen novio —asiento mostrando mi total acuerdo—. Alaska apenas cumplirá diecisiete años, de lo cual eres consciente ¿Verdad?
—Lo soy.
—Tengo ciertas normas que me gustaría dejar en claro —comienza a establecerlas con sus dedos—. La respetarás, no dejes que te manipule con sus famosas muecas tiernas...
—¡Jocker! Soy tu hermana.
—Sí y te conozco muy bien —continúa—. Nada de ser tóxicos, mucha prudencia y... Esto me da escalofríos decirlo, pero debo hacerlo.
—¿Qué? —preguntamos al unísono Alaska y yo.
—Si hay sexo de por medio, protección, por favor. Son jóvenes y...
—Cállate —le corta Alaska muy sonrojada e incluso mis mejillas se sonrojan. Jocker finge estremecerse.
—Bueno, lo demás es evidente: le rompes el corazón, te rompo la vida. Y le rompes el corazón, Alaska Hans y te las verás con Holden.
—Entendido —digo con rapidez.
—Los tendré en la mira, pero creo que todo estará bien. Será raro, pero todos los cambios lo son.
Ha sido aterrador, pero cuando Jocker me da una de sus sonrisas respiro con alivio y decido que hice bien al venir a hablar con él. La verdad es que lo admiro y para mí es otro hermano mayor que siempre estuvo a mí alrededor. Él se acerca y palmea mi mejilla con un poco de fuerza antes de besar la mejilla de su hermana.
—¿Sabes, Aska? Solo quiero recordarte que este es Drake, quien te molestó un montón de veces y puso una iguana en tus manos.
Ehm, esperaba que no trajera ese viejo recuerdo a la conversación. Esa tarde Alaska incluso lloró, no pensaba que le fuese afectar tanto, solo pretendía hacerle una pequeña broma.
—Sí, pero él también es dulce —ella se encoge de hombros—, también ha sido mi amigo y míralo —Jocker lo hace, le sonrío—. Es ¡Atractivo cómo un supermodelo! ¿Qué importa la iguana? ¡Míralo!
Jocker rueda los ojos y río. Alaska parpadea con coquetería hacia mí, antes de acercarse a abrazar a Jocker, quien le devuelve el abrazo. Hay una conexión especial entre ellos, sobre todo luego de que Alaska fuera la única en mantener la fe en él cuando todos, incluyéndome, habíamos pensado que Jocker no volvería, al menos no con vida.
—Te amo, Jock.
—Y yo a ti, hermanita. Ten mucho cuidado y pórtense bien. Ahora salgan de mi camerino, debo preparar mis notas para hoy —nos corre de manera amable—. Vayan a casa, se hace tarde.
Nos damos unas despedidas breves y cerramos la puerta detrás de nosotros, el brazo de Alaska va alrededor de mi cintura y paso el mío por sobre sus hombros. Volteo a verla y me devuelve la mirada.
—Solo me queda un hermano y tu papá ¿Eh?
—No tienes que pedirle permiso a toda mi familia, Drake.
—No, pero quiero y prefiero que lo sepan por mí.
—Esta es la mejor cita en la que he estado —asegura con una amplia sonrisa.
***
Me estaciono junto a la acera de la casa, sé que Dawson usará el auto en un rato. Esta vez logro salir primero del auto y abrir la puerta para Alaska, eso la hace sonreír. En silencio tomo su mano y ella entrelaza nuestros dedos, de esa manera caminamos hasta su casa. Cuando estamos frente a su puerta nos observamos.
Cuando era pequeño siempre supe que Alaska Hans era especial. La molestaba para tener su atención y meterme bajo su piel, la consolaba porque no me gustaba verla llorar, la hacía reír porque me gustaba escucharla y la escuchaba delirar porque los demás se cansaban. Cuando Alaska comenzó a sufrir ataques de ansiedad, al entrar en la adolescencia, siempre traté de ayudar, de hacerle saber que no había nada malo en ella y cuando aprendió a controlarlo lo celebramos comiendo helado.
Alaska siempre ha sido importante para mí, de alguna u otra manera. Siempre he sentido por ella, solo que ahora se trata de emociones y sentimientos más fuertes. No me imaginé este escenario, no formulé en mi cabeza, hasta hace poco, que podríamos terminar de este modo algún día, menos en nuestro presente inmediato.
Pero es una grata e increíble sorpresa de la que no tengo ninguna objeción.
—La pasé muy bien —dice.
Su vista se encuentra en el suelo. Alaska es la escritora sucia, la chica que habla y comete muchas torpezas, pero también siempre será la Aska dulce que a veces se deja ganar por la timidez cuando siente demasiado.
—Yo también —estiro mis manos para posarla en sus caderas y atraerla contra mi cuerpo, su sonrisa es inmediata y sus manos toman mis antebrazos—. No lo estoy haciendo tan mal ¿Verdad?
—No, pero apenas vamos empezando. Eres mi novio cómo desde hace cinco horas.
—Siempre es bueno empezar de manera espectacular—me inclino y rozo esa boca con la mía—. ¿Quieres tener más citas?
—Sí, aunque me conformo con tenerte a ti —susurra.
—No tienes que conformarte nunca, siempre aspira a tener más. Que lo mereces todo, Aska.
—Bueno...
—Bueno —imito su voz y ríe, pero su risa se pierde en mi boca cuando termino por cubrir sus labios con los míos.
Le doy un beso dulce, húmedo y largo que cierra una cita que salió mejor de lo que esperaba. Temo de mí como novio porque mis antecedentes demuestran que soy olvidadizo, poco detallista y relajado, por lo que acaban por hartarse de mí, no las culpo. Pero espero no sea eso lo que suceda en esta recién estrenada relación.
Admito que en poco tiempo he desarrollado una adición por la boca de Alaska, siento que es perfecta y que quiero vivir besándola y mordisqueándola por horas. También admito que mis besos con Alaska a veces no son tan inocentes porque se nos va de las manos, es cómo si nos tuviéramos unas ganas abismales. Justo ahora, casi sin darme cuenta, mis manos han pasado de sus caderas a su culo, su cuerpo está pegado el mío y sus manos en mi cabello. Ya el beso no es tan dulce cuando nuestras lenguas se rozan de una manera insinuante y su cuerpo se inclina tanto hacia el mío.
Somos un peligro estando juntos y temo que un día estas ganas acabarán por ganarnos. Es una atracción increíble que estoy experimentando con ella, unas ganas que me enloquecen y que me hacen pensar en todo tipo de posibilidades. Cómo si volviera a ser un adolescente con las hormonas indomables.
Me hace perder el control, la razón y la cordura. Hace que quiera deshacerla, complacerla y hacerla delirar. Me hace desear muchas cosas...
Cuando siento cómo mi pantalón comienza a hacerse más ajustado, muy a mí pesar mordisqueo su labio superior antes de alejarme. Sus ojos permanecen cerrados y sonrío antes de dejar un beso en uno de sus sonrojados y pecosos pómulos.
—Haces que quiera explotar —digo. Finalmente abre sus ojos.
—¿Es eso un código?
No puedo evitar reír antes de atraerla a mi cuerpo y abrazarla. Permanecemos unos pocos minutos de ese modo, hasta que se separa y se alza de puntillas para darme un beso en la barbilla. Me desea una buena noche y se aleja hacia su casa. Me despido con la mano cuando abre la puerta y me devuelve el gesto. Cierra la puerta, sonrío antes de girarme y observar el cielo.
—¡Drake!
Volteo para encontrarla corriendo hacia mí y casi perder el equilibrio cuando salta y enreda sus piernas alrededor de mi cintura, de inmediato mis manos la sostiene por su trasero, excepto que están debajo la tela de su vestido azul y siento las costuras de sus bragas. Sus manos van a mi cuello y su sonrisa me atrapa.
—Olvidé algo.
—¿Qué sería eso? Aparte de atacarme con un salto mortal —bromeo. Me da un beso suave de solo presión de labios.
—Decir que te quiero.
—Sé que lo haces.
—Pero me gusta poder decirlo y que se entienda que no es solo cómo amigo.
—También te quiero más que a una amiga y mis manos en tu culo lo reafirman.
Cómo era de esperarse, se sonroja y sus largas pestañas bajan mientras mira hacia mi pecho. Dejo un beso en cada una de las comisuras de sus labios y alza de nuevo la vista hacia mí.
—Eres lo más bonito que he sostenido alguna vez... Persona, quiero decir —río—. Casi arruino el momento, lo siento.
—Entendí lo que querías decir. Ahora entraré a casa.
—Sí, probablemente eso sea bueno porque tengo intenciones cuestionables en esta posición.
La dejo sobre sus pies y admito que toco durante unos pocos segundos más su trasero antes de dejar ir mi agarre, acomoda la falda de su vestido y me sonríe antes de comenzar a alejarse. Esta vez, cuando está en la puerta de su casa, lleva la mano a sus labios y me arroja un beso, se lo devuelvo y ríe antes de cerrar la puerta.
Denme por perdido, pero de esta chica me enamoro. Si es que ya no lo estoy.
***
16 de junio, 2016.
—¿Qué haces? —pregunto y por un momento me asusto cuando Alaska pierde el equilibrio en su ventana. Lleva una mano a su pecho.
—Me has asustado —frunce el ceño—. Hago tarea de química.
—Tú no sabes química, eres malísima en esa materia.
—Pues lo estoy intentando. Quiero aprobar el curso y pasar a mi último año.
—¿Qué es ese tono? —pregunto mientras recargo el culo en el marco de la ventana como tantas veces lo he hecho antes para hablar con ella.
—¿A qué te refieres? —Mantiene la mirada en su cuaderno el cual parece que va a apuñalar con el lápiz y luego rematar con la goma de borrar.
—Estás molesta.
—Ni un poco, para nada. Estoy feliz. Muy feliz de saber de ti luego de tres días. —Finalmente alza sus ojos y veo una tormenta venir—. Te vi en línea, me dejaste en visto.
—Me enviaste un corazón, Alaska ¿Qué iba a responder? Estaba en línea hablando con un cliente, estuve muy ocupado haciendo un trabajo —mierda—. Olvidé decirte que estaría totalmente olvidadizo por eso.
Así siempre empiezo a arruinar mis relaciones: siendo olvidadizo y haciendo parecer que no me intereso por la persona.
—No importa —suspira—. Solo estoy siendo tonta.
—No eres tonta y sí importa. Me molestaría o incomodaría no saber de ti por tres días cuando vives a mi lado, me disculpo, debí decirte que estaba ocupado trabajando.
—Bueno, en realidad no me molestó el visto porque no había nada que responder al corazón —rueda sus ojos—, pero sí fue raro que de repente fueras mi novio y ya luego no sabía de ti. Aunque te vi varias veces desde aquí.
—Tenme paciencia ¿De acuerdo?
—Bien.
Golpea el lápiz contra sus labios y mi vista va al lugar, luego deja de hacerlo y sonríe. Alzo mis ojos para encontrarme con los suyos.
—Ayúdame con la tarea.
—¿Qué te ayude o te la haga? —cuestiono.
—Por favor, por favor. Por favor.
—Está bien. Díctame los problemas...
—¿Y si te paso una foto de los ejercicios y paso más tarde a buscarlos? —propone.
No lo sé, Alaska y yo solos en una habitación es bastante tentación. Pestañea continuamente hacia mí y una vez más caigo por esa jugada de coquetería.
—De acuerdo —cedo. Su sonrisa es amplia.
—Te veo más tarde.
—Estaré contando con eso, Alas.
Y solo pido tener fuerzas para que las cosas no se me vayan de las manos o que mis manos no se vayan sobre Alaska. Fuerza ¡Sí se puede Drake!
¿A quién engaño? Ya puedo imaginarlo.
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