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Capítulo doce: ¿Es el momento?

Alaska.

Tengo unos duros minutos decidiendo si usar sujetador y dormir llena de incomodidad o sencillamente no usarlo y arriesgarme a que las cosas se vuelvan incómodas. Los constantes mensajes de Drake diciendo que se congela me hacen simplemente cambiar mi camisa ajustada del pijama por una holgada. Eso tendrá que funcionar.

Alaska: Dame unos minutos. Voy bajando.

Señor Caliente: Bieeeeeen, pero deberás abrazarme para quitarme este frío.

Sacudo mi cabeza y abro la puerta de mi habitación, todos parecen estar durmiendo, las luces incluso se encuentran apagadas. Camino con normalidad por el pasillo porque no es raro que lo haga a estas horas, mi familia sabe que suelo dormirme tarde los fines de semana.

Bajo las escaleras y tomo las llaves, camino hasta la puerta y al abrirla encuentro a Drake llevando la misma ropa con la que lo vi antes: un jean y camisa blanca mangas largas. Me da una sonrisa y quiero devolvérsela, pero aún me siento rara sobre una vez más haberlo pillado con una chica, sin embargo, creo en las explicaciones que no estaba obligado a darme.

Llevo uno de mis dedos a mis labios pidiendo silencio y él me imita antes de rodar sus ojos y adentrarse cerrando la puerta muy silenciosamente detrás de él. Le hago señas de que suba y me señala, sacudo mi cabeza negando y creo que me entiende. Lo veo subir las escaleras de dos en dos.

Libero la sonrisa que estaba conteniendo, camino hasta la cocina y tomo un par de golosinas junto a botellas de agua y gaseosas. En realidad tomo más que eso. Subo con los brazos llenos y cuando llego a mi habitación, él rápidamente me ayuda con todo, dejándolo sobre la cama mientras cierro la puerta con seguro. Al girarme recargo la espalda de la puerta.

—De verdad viniste.

—Me invitaste a dormir contigo. Aquí estoy —estira los brazos para dar énfasis a sus palabras—. Es raro estar en tu habitación y no verla desde mi ventana. Hace mucho no entraba.

—Desde que yo tenía catorce años, fue cuando me evitabas un poquito.

Rasca la parte baja de su nuca, luciendo un poco avergonzado. Comienza a caminar. Mi habitación no es enorme, pero tiene muy buen espacio, me encanta y verlo a él aquí hace que me encante aún más.

—Porque las cosas se hicieron algo diferentes —comienza a explicarme—. No dejé de venir a visitarte o ver normal pasar tiempo contigo en tu habitación porque dejara de quererte, fue todo lo contrario, Aska.

Toma un portarretrato en el que salgo con mis tres hermanos, sonríe y lo devuelve a su lugar antes de caminar hasta mi cama y dejarse caer sentado. Se saca los zapatos y luego los calcetines. Camino para sentarme a su lado y voltea a verme.

—¿Qué sucede?

—¿Cómo terminaste cuidando de la amiga de Dawson? —pregunto.

—Dawson está quedándose con Holden por hoy. Fui de fiesta con unos amigos y encontré a Ophelia en ella —su mano toma la mía y juega con ella. Me prohíbo derretirme en este momento—. Estuvimos en el mismo grupo, yo era el conductor designado y ella estaba tan ebria que sacarle información sobre dónde dejarla era misión imposible.

»Le escribí a Dawson, me dijo que la trajera y le diera mi habitación, porque ya conoces cuando es despistado y la suya estaba cerrada con seguro, ve a saber tú dónde se dejó las llaves. La llevé a mi habitación, pero bueno, ya ves lo que pasó —suspira—. Creo que Ophelia tiene sentimientos de más que amigos por Dawson y no son correspondidos por las cosas que me dijo, quizá solo quiso proyectarlo conmigo, honestamente no sé. Ella estaba ebria y yo fui tonto por pocos segundos dejarla hacerlo, pero me detuve. Lo detuve.

—¿Por qué?

—Porque no estaba en ello, ella estaba ebria y no lo quería, hubiese sido un completo error.

—No, me refiero a que ¿Por qué crees que no es el momento? —Le recuerdo su mensaje en JoinApp.

—Porque soy cuatro años mayor que tú, porque debes vivir tus experiencias...

—¿Y si yo quisiera vivirlas contigo? —susurro—. No es que seas un vejestorio, acabas de cumplir veinte.

Eso lo hace reír, se inclina y besa mi mejilla.

—¿Qué tal si estamos dejando pasar el momento? —No puedo evitar cuestionar.

—¿Qué es lo que te asusta? No va a desaparecer lo que siento, yo tampoco lo haré, Aska. Un día, tal vez será el momento.

Permanecemos en silencio, no estoy convencida de su argumento. Entiendo que para él puede ser un poco comprometido involucrarse con alguien menor, con alguien que carece de experiencia, con la hermana menor del mejor amigo de su hermano. Sacando a colación esos puntos, no luzco exactamente cómo un buen partido para Drake.

Es lamentable, frustrante y un tanto chocante.

Pero no se trata de crear un ambiente de pesadez, no voy a forzar las cosas. ¿Qué es esperar un poco más? Después de todo ni siquiera esperé que Drake me diera un vistazo cómo algo más que su pequeña amiga y ahora estoy tan segura de que le gusto. Golpeo mi rodilla con la suya, haciéndole saber que el ambiente aún es ligero.

—¿Vemos una película? —propongo.

—Eso sería bueno.

Me pongo de pie y voy a mi cajón lleno de DVD, él termina de subir por completo a mi cama y se acuesta boca arriba luego de acunar su cabeza sobre dos almohadas. Escojo una de las tantas películas que aún no he visto, algo sobre drama y romance. Él ríe.

—No me sorprende.

—¿Me llamas predecible? —Me giro y hago una pausa porque se ha sacado la camisa y el botón de su jean está abierto. Trago—. ¿Por qué no has venido en pijama?

—Porque no uso, por lo general duermo en bóxer.

—De acuerdo...

De acuerdo quítate el jean y ponte totalmente cómodo. Quisiera decir en voz alta.

Apago las luces, camino hasta la cama y me dejo caer a su lado, hay bastante espacio porque es amplia, pero arrastro mi almohada hasta estar al lado de la suya, de tal manera que nuestros costados se rozan. Él abre la bolsa de papas y yo la de gomitas, compartimos golosinas mientras observamos el drama lleno de romance que me atrapa de inmediato.

Volteo a verlo y parece muy concentrado, su entrecejo está fruncido y sus labios hacen una mueca. Sonrío y vuelvo la atención al televisor mientras tomo gomitas y las llevo a su boca. Contengo la respiración esperando, acerca su boca y las toma. Mis pobres hormonas jamás tendrán un descanso cuando se rodean de Drake.

De esta manera Drake comienza a alimentarme con papas y yo a él con gomitas, es cursi, muy platónico y para nada desalentador de "ahora no es el momento", pero para mí se siente como un momento perfecto lleno de espontaneidad.

Me paralizo cuando el romántico beso de los protagonistas, con su amor imposible, comienza a llevar consigo unas caricias y luego la ropa comienza a salir. No debería sorprenderme, es una película francesa y en la sinopsis se leía que era clasificación B, solo que no proyecté en mi mente el momento exacto en el que vería esto justo al lado de Drake.

Puedo decir el instante en el que se da cuenta de que será una escena un tanto explicita porque inhala profundamente y luego deja escapar el aire de manera ruidosa entre sus labios. Mis mejillas se calientan.

Mordisqueo mi labio viendo la ropa volar hasta que hay un plano espectacular del trasero del caliente protagonista y luego están sobre la cama.

No puedo dejar de ver, pero también quiero ver a Drake.

En este momento mi cuerpo está caliente y me incomoda. Cuando la escena termina, siento que puedo respirar de nuevo con tranquilidad. Drake aclara su garganta.

—Gomitas, Aska —pide recordándome que intercambiamos golosinas.

Creo que mis dedos tiemblan un poco mientras los guio a su boca. Su lengua tiene contacto con las yemas de mis dedos y me paralizo. Luego no creo imaginar el pellizco de sus dientes contra mi piel. Mis dedos son liberados, al igual que los actuales incontrolables latidos de mi corazón.

Hay dos escenas sexuales más, pero no son tan calientes y largas como la primera. Siento un nudo en mi garganta hacia la cumbre del drama y estoy sonriendo cuando consiguen un final feliz. No tengo quejas, creo que ha sido una gran película y me alegra haber esperado para verla.

Ni siquiera tengo sueño. Nos quedamos acostados uno al lado del otro viendo los créditos pasar hasta que la pantalla del televisor se vuelve negra. Me estiro para relajar mis músculos tensos y soy totalmente tomada por sorpresa cuando Drake gira y acaba encima de mí. Entre mis piernas, las cuales felizmente le hacen espacio.

Me mira y yo contengo la respiración a la espera de cualquier movimiento. Lentamente me da una sonrisa que derrite todo de mí y me hace cuestionarme: ¿Cómo alguien tiene tanto poder con tan solo sonreír? ¿Cómo una sonrisa puede decirle tanto a mi cursi y enamoradizo corazón?

—Dejé de venir cuando tenías catorce años porque comprendí que no te estaba viendo igual que antes. Que no eras mi pequeña amiga, que eras demasiado importante —susurra—. ¿Conoces esta sensación de mentirte y decirte a ti mismo que nada está sucediendo? ¿Qué todo sigue igual? ¿Qué no te gusta alguien?

»Pues bien, me siento muy familiarizado con ello, porque hasta hace poco, cuando leí tus historias mentirme dejó de ser fácil —sacude su cabeza—. Puedo decir que no es el momento, pero te prometo que en mi interior ruego porque lo sea, porque en algún momento lo sea.

Es uno de esos momentos que me gustaría conservar para siempre. No me dice que me ama, que esté enamorado o que soy su mundo, pero a su manera, a la nuestra, Drake me da un vistazo a su cabeza, a su sentir y a sus ojos. A la manera en la que me ve, en la que me percibe, en la que me siente.

—Me gustas y te quiero tanto que me asusta hacerte daño haciendo algo, pero también me asusta ocasionarlo si no hago nada. Es frustrante porque me gusta que me gustes del mismo modo en el que me enloquece ¿Tiene eso algún sentido?

No lo sé, del mismo modo en el que tampoco sé en dónde se encuentran mis palabras. Hola ¿Hablo con la fábrica de las cuerdas vocales? Soy Alaska Hans y me temo que ha habido un error ¡Mi maldita voz se fue! Los demandaré.

Así que permanezco en silencio y hay un montón de ello, pero hay una cosa extraña que pensé que solo ocurría con mis personajes. Se trata de cuando tu garganta no emite las palabras que deseas, pero de manera natural tu cuerpo lo hace.

Son cambios sutiles. Una de mis piernas pasa sobre las suyas y me relajo. Mi mano asciende por su espalda hasta su cuello, ladeo la cabeza y presiono mi mano haciéndolo bajar. Suspiro en su cuello y poco a poco deja caer su peso sobre mí. No decimos nada, solo permanecemos de ese modo y es un momento tan especial que si todavía tuviera mi diario, el cual dejé de escribir porque me cansaba tener que contarlo todo, escribiría mil páginas sobre esto.

Pasa mucho tiempo y cuando la posición parece agotarnos, nos hace girar y ahora soy yo la que se apoya en él. Mi rostro permanece escondido contra su cuello y en algún momento un lento suspiro escapa. Bajo una de mis manos hasta la suya y sus dedos se entrelazan con los míos.

—Solo quisiera que este fuera el momento —rompo el silencio.

—Justo ahora se siente como que lo es.

Otros largos minutos pasan hasta que él me pregunta si estoy trabajando en alguna historia nueva y la respuesta es negativa. Le explico cómo he estado teniendo una lluvia de ideas que debo ordenar. Ya no resulta angustiante saber que me lee, sin duda alguna me pone nerviosa, pero una parte de mí se llena de orgullo de que él se dé cuenta de que a veces se siente más que un hobby, que disfrute leer de lo que me toma tiempo y hago con amor. Me gusta que hablemos de todo y de nada.

Y sería idiota no determinar que pasé de un enamoramiento adolescente a algo muy real. Porque este es Drake Harris, el chico que me molesta, me coquetea, me desarma y me apoya. Me ha hecho sentir celos, rabiar y desearlo. Pero esa es la cosa, que Drake me hace sentir.

Con él siento de una manera que solo leí o escribí, pero que nunca viví. Y sí, tengo dieciséis años, soy joven y me queda vida por delante, pero en este momento es la manera en la que me siento.

Acaricia mi cabello y eso comienza a adormilarme, en algún momento aunque lucho contra ello, el sueño me gana. Y al día siguiente creo sentir un beso en mi mejilla; cuando abro levemente los ojos, lo veo borroso y sonriendo.

—Ten un bonito día, Aska —vuelve a besar mi mejilla y luego sus labios van a mi oreja—. Gracias por un a noche especial, te quiero.

Creo que murmuro algo inentendible antes de dar la vuelta y abrazar la almohada que él tenía, muy dispuesta a seguir durmiendo. Lo escucho reír y luego me siento más cálida cuando una sábana me cubre.

No sé cuánto tiempo más duermo, pero repentinamente abro los ojos cayendo en cuenta de que no ayudé a Drake a escapar de mi casa para que mis padres no lo vieran. Me incorporo de inmediato y bostezo. Bajo de mi cama y abro mis cortinas para asegurarme.

En un principio no veo nada en su habitación, pero luego él aparece llevando una toalla. Restriego con una mano uno de mis ojos mientras me ordeno despertarme. 

Cuando remueve la toalla no hay bóxer. Estoy viendo su trasero desnudo que consigue despertarme completamente. Oh, Jesús bailando ¡Qué manera de dar los buenos días!

Lo veo caminar por su habitación y en ningún momento me da la vista delantera, pero con la de su trasero me basta. Por suerte no hay rastros de la tal Ophelia, por lo que supongo que se ha ido a su casa.

Poco después mi teléfono vibra contra mi mesita de noche.

Señor Caliente: esta vez fue mi turno, pero la próxima vez será el tuyo.

Señor Caliente: por cierto, te robé besos de chocolates.

Alaska: ¡¿Qué?!

Señor Caliente: de los de Hersheys. Los otros los dejé para cuando estuvieras despierta ;)

Alaska: ¿Es acaso ya el momento?

***

22 de abril, 2016.

Resultó que no fue el momento.

Los días transcurrieron y aquella reunión nocturna quedó cómo un bonito recuerdo que atesorar. Escuché a Hayley decir que Drake ha ido de fiesta y yo me he dicho: vive tu vida. Sí, siento mucho por él, pero ¿No tengo derecho a avanzar y vivir? No quiero atascarme en una larga espera que ni siquiera sé cuándo terminará.

¿Decidirá Drake que algún día es el momento? ¿Por qué tengo que vivir basada en sus decisiones?

Trato de entender cómo se siente, el por qué quiere esperar, pero en la misma medida me molesta porque tomó la decisión por los dos y piensa que tenemos toda una vida para esperar. Me frustra.

Sacudo mi cabeza para centrarme en Norman. El lindo pelirrojo con un despecho más grande que mi desánimo amoroso y con el que me he sentado a hablar los últimos días. Soy una buena oyente, pero comienzo a cansarme de escucharlo hablar de Lissa, la chica con la que tenía sexo y de la cual se enamoró.

—¿Crees que nunca podrás superarla? —le pregunto deteniendo su hablar y me mira desconcertado.

—Quiero superarla.

—¿Te ayudo? También me gustaría intentar descubrir un poco más de mí.

Me mira con desconcierto y luego una sonrisa dulce se dibuja en su rostro. Lo que me llamó de Norman fue su amabilidad y dulzura, ambos entendimos los dilemas de nuestros corazones cuando me escuchó sobre Drake y yo a él sobre Lissa.

Supongo que podemos consolarnos, divertirnos y entendernos sin mucho trabajo. Siempre he sido curiosa y no hay nada de malo querer averiguar un poco más sobre relaciones íntimas y emociones.

—Seamos claros sobre esto —dice cuando se acerca a mí—. No esperas nada de mí y yo no espero nada de ti. Entiendo que te gusta tu vecino y tú que mi corazón está dolido por Lissa.

—No tendremos sexo —agrego.

—De acuerdo y no forzaremos nada. Solo es pasar el rato.

—Y ser amigos.

—Trato —dice riendo.

Le sonrío y luego me inclino hacia él. Eliminamos la distancia y nuestras bocas se encuentran. No es un beso apasionado, es lento y dulce, se siente bien. No es algo que me esté enloqueciendo, pero definitivamente son sensaciones que ponen en marcha mi pulso y que me mantienen besándolo por largos minutos.

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