Capítulo diecinueve: En búsqueda de un libro
Drake.
27 de julio, 2016.
Hay movimiento en la habitación, me doy cuenta de que él trata de ser sigiloso y no nota mi presencia ¿Qué escondes, copia romanticona? Él deja escapar un suspiro tan hondo que me preocupe que se quede sin aire en los pulmones.
—¿En dónde estabas? —hablo finalmente para hacerle saber mi presencia.
—¡Maldita galleta! —Dawson se lleva una mano al pecho mientras me mira con una mezcla de horror y sorpresa.
Me encuentro en su habitación, acostado en la cama esperándolo con la absoluta certeza de que anoche no llegó a casa, además él ha estado actuando muy extraño durante los últimos días y me conozco muy bien esos síntomas, mayormente el diagnóstico siempre es el mismo: enganchado alguna chica, pero esta vez tengo la impresión de que es mucho más fuerte.
—¿Y bien? —pregunto.
Cerrando la puerta detrás de él, se deja caer boca abajo y a mi lado en la cama tras quitarse los zapatos. Le toma unos pocos segundos ladear el rostro para verme. Algo genial entre Dawson y yo es que por más cliché que suene, somos mejores amigos, nos conocemos a la perfección y nuestra confianza no tiene límites, los secretos entre nosotros son tan pocos que básicamente son nulos.
—Quiero que una chica sea tu cuñada —declara.
Mi diagnóstico era acertado así que no muestro sorpresa ante sus palabras.
—Bien, ese es un comienzo directo. ¿Qué sucede?
—Está loca. Creí que Alaska era una loca encantadora, pero esta chica es un nuevo nivel. Es encantadora, inteligente, ocurrente y extraña. Y tengo algo por su acento.
—No escucho todavía qué es lo malo en esta situación.
—La conocí porque tuvo citas con Martin —me informa.
—¿Martin tu amigo-compañero de estudio superaplicado que siempre está comparando sus notas contigo? Igual que ¿este chico que llena el estereotipo de estudiante de lentes y tímido?
—Sí y resulta que Martin usó una foto mía para ligarla por alguna página...
—Espera —lo detengo—. ¿Cómo sabes que es una foto tuya y no mía?
—Porque reconozco mi ser y soy más atractivo que tú.
—Discrepo de ello, pero prosigue.
—Así que esta chica me llamó Martín y parecía muy sorprendida de que no era un tipo sacado de internet.
—Nah, solo eres un tipo sacado de una foto por tu amigo traicionero.
—Exacto. Eso fue hace unos meses. Hui de ella, te prometo que huí cómo un mes porque me estaba asustando que me persiguiera de esa manera cuestionando qué hizo mal, incluso una vez parecía que iba a llorar.
—Qué desastre. —Siento empatía por la pobre chica engañada.
—¡Lo sé! Hasta que apareció con Martin estando a mi lado.
—Y la mentira se cayó —Asumo.
—En realidad no. Él fingió desconcierto ante el hecho de que esta chica me siguiera.
—Esto se pone cada vez más interesante, copia romanticona.
—Pues, prosigo. Ese día con Martin a mi lado, le pedí a la chica que se detuviera y Martin solo me dijo la verdad dos semanas después en las que hice sentir mal a esta chica cuando le dije que dejará de acosarme y que no sabía quién era.
—Y tú no eres así con las chicas.
Asiente. Dawson puede que sea un seductor cómo lo fui yo antes de Alaska, pero a diferencia de mí, siempre ha tenido más tacto, suele ser agradable y dulce, nunca he escuchado a una chica quejarse de él. Incluso para terminar sus relaciones o aventuras, siempre hace que todos se sientan bien.
—Se supone me iba a disculpar con ella, pero Martin no quiso que le dijera la verdad, es así cómo unas semanas después me encontré con la chica y parecía que quería correr, puesto que la última vez le dije que dejara el acoso.
»Me sentí mal, así que la seguí y le pedí disculpas. No quería lanzar a Martin con su mentira, así que opté por decir que alguien había usado seguramente mi foto sin conocerme siquiera.
—Sí, hay gente en internet haciendo eso.
Su fruncimiento de ceño me hace saber que no le gusta lo que acabo decir, pero todo lo que hago es encogerme de hombros. No sé si no se da cuenta de que todo esto también me afecta ya que por si no lo recuerda: compartimos rostro.
—El encuentro fue raro y torpe, pero agradable. Sin embargo, una vez más Martin fue un idiota.
—¿Qué hizo? —Estoy muy metido en la historia.
—Pretendió seguir escribiéndole a mis espaldas, así que esta chica luego de agregarme cómo amigo en Facebook me escribió diciéndome que el tipo seguía haciéndose pasar por mí. Le hice prometer a Martin que no lo haría de nuevo y luego él me hizo prometer que no saldría nunca con esta chica.
—Dime que no hiciste eso, se supone eres el gemelo sensato y romántico.
—Y parece que también el de la lealtad con los amigos ¡Lo hice! —Gira para cubrirse con un brazo el rostro—. Y no sabía que esta chica iba a encantarme. Comenzamos a hablar por Facebook, pero sin querer coincidimos varias veces en la universidad. Y su personalidad es la cosa más genial, digo, es preciosa que te caerías de culo, pero su personalidad es increíble.
—Y te gusta —agrego lo evidente.
—Me encanta. Quiero comérmela a besos de pies a cabeza.
—Y solo hablan por Facebook.
—No.
—¿Qué parte de la historia me perdí? Estoy seguro de que escuché todo lo que me dijiste. —Me quejo.
—No me aguanté un día en el que la vi de nuevo en la universidad y caminé hacia ella, así que luego ya no fue solo en internet —quita el brazo de su rostro—. Te prometo que me encanta, me vuelve loco, me desespera, es una loca encantadora.
»Pero no sabe que sé que es Martin quien se hace pasar por mí y le prometí a él que no saldría con ella; y Martin está tan deprimido sobre verme hablando con ella que le garantizo una y otra vez que no pasará nada. Así que creo que lo arruiné ayer y fui a donde Holden para autocompadecerme de mí mismo.
—¿Te dio algún consejo? —pregunto.
Siempre van a divertirme los sabios consejos de mi hermano mayor.
—Holden dijo que si Martin era mi amigo, entendería lo que siento y no tendría que ser mezquino sobre mi relación cuando en primer lugar él fue quién mintió. —Hace una pausa y me sonríe.
—¿Qué más dijo?
—Quería bajarme los pantalones porque decía que había perdido mis bolas y luego apostó a que no hacía ningún movimiento y me quedaba cómo idiota sin hacer nada.
—¿Quién pierda qué hace?
—Se pinta el cabello de azul —responde —... Y se perfora cómo Derek.
—Nunca nos hemos teñido el cabello —le recuerdo—. Y no sé si preguntar qué perforación tiene Derek.
—No quiero comenzar ahora a pintarme el cabello y no estoy interesado en perforarme.
—Entonces sabes lo que debes hacer, copia romanticona.
—Pero es que la cagué.
—Arréglalo.
—No puedo creer que en este momento seas el gemelo estable emocionalmente y yo quien no sabe qué hacer por una chica.
—Disfruto de este momento —me sincero, ganándome que me arroje una almohada—. Ya, en serio. Martin actuó mal desde el comienzo. Básicamente, por él conociste a la chica, no puede exigirte que no hagas un movimiento. Haz algo.
—Sí, supongo que lo haré.
—O tendrás el cabello azul —le recuerdo—. Y una interesante perforación.
Me muestra el dedo medio y me pongo de pie para dejarlo descansa, sin embargo, cuando alcanzo la puerta me giro para decir otra cosa.
—Hayley tiene nuevo esclavo.
—¿Cuándo consiguió nuevo novio? —cuestiona.
—No lo sé, pero este no parece tan malo.
—Ya lo averiguaremos.
Termino de salir y cierro la puerta detrás de mí. Camino hasta mi habitación y al llegar tomo el teléfono descubriendo un mensaje de Alaska en el que me pide que salga a la ventana, debido a que llegó hace minutos, le respondo haciéndole saber que ya estoy ahí.
Ella no tarda en aparecer llevando ropa muy ajustada que resalta cada maravillosa curva de un cuerpo que estoy aprendiendo y amando conocer.
—¿Qué haces? —indago con curiosidad.
—Comencé a hacer ejercicios. ¡Cansa mucho! Pero mi meta es mi resistencia.
Inmediatamente eso me tiene riendo. Alaska y yo hemos hecho dos veces la cosa de darle un orgasmo, pero creo que vive preocupada sobre quedarse cansada demasiado rápido, lo cual admito contribuyo gastándole bromas.
—Te volverás la chica con mayor resistencia del mundo.
—Ríete, pero luego cuando esté muy enérgica no te reirás.
—Estoy seguro de que no lo haré. Es bueno que hagas ejercicio, hace cosas buenas por tu salud.
—La verdad es que no sé cuánto resistiré —admite.
Ambos nos sonreímos porque últimamente somos un par de bobos que no dejan de hacerlo así que me veo en la obligación de sacudir la cabeza para espabilarme y volver a la realidad fuera del mundo de tonto idiotizado.
—¿Quieres ir a almorzar afuera? —pregunto y su repuesta es inmediata con un sentimiento enérgico—. Genial, paso por ti en dos horas.
—Eso está bien conmigo —Me arroja un beso.
—¿Si compro postre me darás spoiler?
La verdad es que la nueva historia de Alaska es una cosa grandiosa e increíble. Es una historia con contenido erótico, aunque todavía no llega ahí, pero tiene una trama bastante ingeniosa, parece que a veces te hará reír y otras ya quieres saber qué pasará. Apenas lleva cuatro capítulos, pero intuyo que esa historia será increíble. Soy su mayor fan.
—Tal vez, pero te daré spoiler si me enseñas algo nuevo.
No es que me está pidiendo que le enseñé a andar en bicicleta, sé de qué cosas estamos hablando en este momento.
—¿Qué quieres aprender?
Toma su teléfono y segundos después el mío vibra con un mensaje de ella que no tardo en abrir.
Diosa del sexo: sexo oral. :D
La carita feliz le da el toque, solo le falta dibujarme un pene con emoticones y será aún más increíble con su creatividad.
—Trato —digo sin ningún tipo de duda.
***
—¿Por qué me miras así? —pregunto deteniendo el bocado de lasaña que llevaba a mi boca. Alaska no responde, su mirada se mantiene en mi boca—. ¿Alaska?
Lentamente sus ojos suben a los míos y con esa misma lentitud se sonroja dándome una pequeña sonrisa antes de llevar su mirada a su plato de comida. Contengo las ganas de reír.
—No te rías.
—Es que me dio la impresión de que estabas en algún trance —explico y parece avergonzada—. Oye, no te avergüences, a veces yo me quedo así cuando te miro.
—¿Cómo? —Toma su hamburguesa y le da un mordisco.
—Cómo idiota, supongo.
—Indirectamente me llamas idiota, qué bonito novio eres.
Ambos reímos y continuamos comiendo, pero de verdad es divertido y dulce la manera en la que en ocasiones solo me mira y luego se sonroja, me hace preguntarme qué cosas estará pasando por su mente. Cuando terminamos de comer, compartimos un brownie y luego de pagar, caminamos por el centro comercial. Alaska se distrae con cualquier cosa, todo parece gustarle y todo lo quiere ver.
—¡Vamos! Pueden tener libros que quiera leer —argumenta mientras tira de mi mano dentro de la librería.
Hace esta cosa teatral cuando me libera la mano: cierra los ojos y toma una profunda respiración, inhalando el inconfundible olor de los libros; luego gira en círculos con una sonrisa. Abre sus ojos y me mira.
—De los mejores olores.
Parece que está en su lugar soñado, tocando las estanterías con libros y ansiosa por verlos todos. Veo alrededor y debo admitir que esta es una librería bastante grande e impresionante, no tanto cómo la biblioteca del señor Hans, pero tampoco luciría miserable a su lado. Me detengo en la sección de libros de negocio y sintiendo la mirada de mi novio, alzo mi vista encontrándola del otro lado sonriéndome y alzando un libro de química.
—Si no te tuviera para mis tareas, seguro llevaría este.
—No sé cómo sentirme al respecto —informo.
Ella ríe y se moviliza más allá. La sigo con la mirada y una vez más debo sacudir la cabeza para salir de Alaskaland. Cuando logro enfocarme en algo más que no sea ella, encuentro que un tipo que luce algo mayor la está mirando de una manera bastante lasciva. Dejo el libro en el estante y camino para seguir a Alaska. Más que celos, los cuales están latentes, es inquietud ante el deseo mal disimulado y la manera en la que el tipo parece que saliva sobre ella sin que se dé cuenta. Al pasarle por un lado al desconocido me encargo de verlo y me da lo que parece una mueca burlona antes de asentir hacia mí.
—¡Oye, Drake! —Me llama Alaska. Giro y está haciéndome señas para que la siga.
Pasa por un par de pasillos, gira a la derecha y alza sus manos como si me presentara el paraíso: Romances. De todos los tipos.
Juveniles.
Contemporáneos.
Con ciencia ficción.
Con fantasía.
Y cuando me adentro al solitario pasillo, debido a que no hay tantas personas en este momento en la librería, también hay un montón de romances con portadas insinuantes que me lleva a concluir que son eróticos. Tomo uno en donde se visualiza solo chocolate en los labios de alguna mujer, no tan increíbles cómo los de Alaska, pero admito que la portada insinuante atrae.
—Tu tipo de libros ¿No? —cuestiono alzando el libro en la mano.
Y aunque se sonroja, ella se acerca y lo toma para leer la sinopsis. Me gusta que aún con su timidez con respecto a este tipo de gustos, Alaska ya no lo esconda de mí, que me permita observarla y presenciar cómo se derrite por este tipo de lecturas. Sacado el teléfono le tomo un par de fotos, ella se da cuenta y me muestra su lengua; decido comenzar a grabarla.
—Háblanos un poco sobre tus gustos por los libros de esta sección, Aska.
—Deja de molestar —sacude la mano cómo si yo fuese alguna mascota desobediente.
—Vamos, no seas tímida —acerco la cámara a su rostro—. Aska, háblanos sobre el libro en tu mano.
—Pues no lo he leído.
—Pero quieres —digo, rueda sus ojos hacia la cámara antes de alzarlo a la vista.
—Se ve interesante, ya sabes, algunos libros con escenas subidas de tono igual tienen una trama increíble. Este lo parece, es policiaca.
—¿Usan las esposas para otras cosas?
—¡Drake! —Se ríe golpeándome el brazo con el libro.
—¿Qué hay de ese? —señalo otro.
Su respuesta es un sonrojo que con rapidez adorna su rostro haciéndome ver que la atrapé.
—Lo leíste.
—Sí...
—Y te encantó —concluyo.
—No es malo —es su respuesta diplomática.
Le doy el teléfono un momento para tomar el libro que muestra a una mujer de pie con un hombre a sus pies. Alzo mi vista y Alaska ahora me graba a mí.
—Leeré la sinopsis de este libro que te encantó.
—No dije que me encantará.
—Oh, tu cara lo dice todo —Aclaro mi garganta—. Amanda está cansada de ser quien acepté las propuestas, de ser quien da el segundo paso, de ser a quién dominan. Amanda quiere jugar y parece que su vecino, caliente e irresistible también. Las reglas son básicas —sonrío hacia Alaska antes de volver la vista a las letras—: ella manda, él obedece. Ella es la reina y él su súbdito. Y la más importante de todas... Quién se enamore, pierde el corazón.
Un suspiro sale de Alaska y enarco una de mis cejas, imitando su suspiro abrazo el libro a mi pecho haciéndola reír. Lo devuelvo a su lugar, estiro la mano tomando la suya, la que no sostiene el teléfono, y tiro de su cuerpo contra el mío. Beso esos suaves labios y ella sonríe dejando de grabar, siento el deslizamiento del teléfono en el bolsillo de mi chaqueta antes de que envuelva los brazos alrededor de mi cintura y descanse la mejilla por debajo de mi pecho. No puedo evitar bajar el rostro para hundir la nariz en su cabello.
—Quiero luego ese vídeo —murmura contra mi camisa.
El pulgar e índice de una de sus manos toman mi barbilla obligándome a bajar mucho más el rostro para un beso rápido, deja de abrazarme y continúa viendo libros.
—Si eligiera un libro y te lo regalara ¿Lo leerías? —pregunto.
—Sí, seguro —responde distraída, agachándose para ver los libros en las partes más bajas. Ladeo mi cabeza observando su culo en el jean—. Lo haría.
—Pero ¿Lo leerías conmigo? ¿En voz alta?
Alzando la vista de inmediato me da toda su atención y entrecerrando los ojos parece buscar la trampa o el indicio de que le oculte mis intenciones con la pregunta, todo lo que hago es sonreír pretendiendo lucir inocente.
—¿Y tú también leerías para mí? —pregunta.
—Sí eso quieres. Podría ser un capítulo tú, otro yo.
—Entonces, sí, lo haría.
—Bien. Sigue viendo, buscaré el regalo perfecto.
Y me esfuerzo revisando y comparando cada libro dentro de las estanterías. Es una elección importante porque el libro que le regale, será el que leeremos juntos.
No busco cualquier libro. Busco el libro más malditamente sucio que pueda aparecer, porque me apetece torturarme y necesito ver a Alaska sonrojarse cuando deba leer en voz alta escenas muy parecidas o más gráficas que las que ella llegó a escribir y planea hacer en su nueva historia.
Sonrío encontrando una portada de una cama con sabanas negras arrugadas y bragas de encaje púrpuras en medio de estas ¿Te digo todo lo que me vende esa portada? Sexo caliente en todas las formas: sucio, limpio, rápido. Cuando leo la sinopsis en su contraportada no promete mucha trama, pero sí muchas picardías, que es mi objetivo y plan. Así que parece que tenemos un ganador.
Camino hacia Alaska que está concentrada leyendo los lomos de uno de los estantes. Me ubico detrás de ella y presiono mi cuerpo contra el suyo, jadea de manera leve. Pasando los brazos alrededor de su cintura dejo el libro a la altura de sus ojos antes de leer en voz baja.
—La pasión no solo sucede en la oscuridad, lo rudo no siempre duele, ser dulce no lo convierte en amor. Omitir la verdad es una mentira y desearme tu pecado. Esas fueron las palabras que Bruce le dijo a Mía minutos antes de que solo sus pieles lo vistieran —Alaska se estremece en medio de mi pausa—. Todo debía ser pasión, sin complicaciones. Pero entonces, el corazón se interpuso, algunas verdades surgieron y...
—¿Y?
—Y debemos averiguarlo, porque es hasta donde llega la sinopsis.
Alaska gira y dejo el libro junto a otros, pienso de verdad que es ese el elegido, pero en este momento tengo una prioridad más importante. Dejando las manos a cada lado de su cabeza, tomo los bordes del estante encerrándola con los brazos. Sus labios se entreabren un poco y respira muy hondo, lo sé por la caída de su pecho.
—Ese será el libro que leeremos ¿Y sabes? Creo que es triple equis.
—¿No quieres algo más inocente?
—No. Ese me gusta, no tanto como tú, pero al menos un tercio.
—¿Y cuánto te gusto yo? —cuestiona. Esos ojos están dilatándose y una vez más me gustaría saber qué es lo que pasa por su cabeza.
No le respondo, me agacho y deslizo mi nariz por su barbilla, haciéndola estremeceré una vez más. Sus dedos viajan a mi cabello en donde se aferra antes de arrastrar mi boca a la suya. No es un beso desesperado o descuidado, por el contrario, es uno lento casi perezoso en el que segundos después nuestras lenguas se deslizan una contra la otra. Libero el agarre que mantengo en el borde de los estantes, rodeo su cintura estrechándola contra mi cuerpo.
El estante se mueve ligeramente cuando sin darme cuenta o planearlo, la presiono contra él. Puedo ver cómo poco a poco mi supuesto argumento de esperar se va yendo al carajo, sin embargo, me esfuerzo en no dejarlo ir muy lejos o eso pienso hasta que de una forma muy baja y ronca, Alaska gime contra mis labios. Sus manos viajan de mi cabello pasando por mis hombros, se deslizan por mis costados, presionándome aún más contra ella.
Dejo ir su boca para tomar un poco de respiración mientras dejo suaves besos en la comisura de su boca, luego ella está girando el rostro para besarnos de nuevo. Esto pasó por una sinopsis, no sé qué nos espera leyendo el libro.
Alguien se aclara la garganta y separamos nuestros labios, en mi caso recargo la frente de su mejilla, ordenándome volver a la realidad una vez más en donde alguien camina por detrás de mí, escucho las risitas que me hacen liberar a Alaska y voltear encontrándome con un grupo de chicas, seguramente de mi edad o al menos eso calculo, dándonos miradas de reojo mientras hablan entusiasmadas sobre libros.
Tomo al presunto culpable de toda esta escena caliente, el libro, y se lo muestro a Alaska.
—Este es el que leeremos.
—Genial —murmura aún con la respiración entrecortada.
Ella escoge un par de libros más y para cuando salimos de la tienda luego de pagar, estoy seguro de que nuestra relación se volverá mucho más interesante. ¿Quién dijo que leer junto a alguien no podía ser divertido?
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