Capitulo 1
Un comienzo poco convincente
España—Tenerife
Laura Port
Podía sentir un ruido extraño mientras mecia mis pies en el aire sobre la cama, me encontraba acostada boca abajo, y mis auriculares se escuchaban en su volumen máximo.
Una sensación de que me espiaban se apoderó de la habitación, quizás alguien estuviese cerca de mi pero al sentarme sobre la cama y observar a mi alrededor no noté nada extraño.
Quité un auricular pausando la música en el mismo acto y todo era silencio, hasta que escuché el gran grito molesto de papá desde la cocina.
—¡Laura! — enfurecido repitió una y otra vez.
Y eso que papá no era una persona de estar peleando, gritando o enfadarse por cualquier tontería.
—Enseguida bajo—. fueron mis palabras a punto de caer contra el suelo, mientras mis pies se enredaban con las sábana y mi codo amortiguaba mi torpe caída.
Bajé a toda prisa sosteniendo en la mano izquierda mi celular, podía sentir que lo apretaba al mismo tiempo que mi corazón latía por la inquietud de averiguar que estaba pasando.
—¿Sabes que llevo más de diez minutos llamándote? — habló al sentir mi presencia cerca, girandose en el mismo acto con una cacerola en la mano—. Necesito que me ayudes a poner la mesa.
—Lo siento, estaba escuchando música con los auriculares. — justifique mientras hacía lo que me había ordenado, tomando varios platos y tenedores, acomodandolos junto a los vasos.
En la comida todo fue normal, mi padre nos repetía una y otra vez lo importante y beneficioso que sería para la familia que le diesen ese ascenso en el que haría el intento de poder darnos una mejor vida.
Y aunque sonaba a ese tipo de hombres que están solos y desesperados porque no tiene pareja, no era así. Desde que mi madre se había marchado él siempre se había visto en la obligación de encargarse solo de nosotras dos.
Y no es que fuéramos una molestia, pero era difícil para él, y lo entendía.
—No cenarás más. — preguntó Baby un poco preocupada mientras que mi mano se movía inconsciente sosteniendo el tenedor, pero sin ningún objetivo.
—Claro, la comida está muy buena. — dije tratando de subirle el pulgar con una sonrisa en la que mi respuesta sonara creíble.
—¿Sabes que la hicimos papá y yo verdad?
—¿A sí?, Por eso es que la siento tan rica. Deberías cocinar más a menudo junto a Baby. —dije mientras mi vista se dirigía a papá, e ignoraba completamente el hecho de que ese detalle ya lo sabía.
—Tus comidas saben mejor y lo sabes. Odio esto de tener que cocinar. — papá se quejó mientras me apuntaba con su cuchara.
—No te preocupes que Baby y yo nos encargaremos de eso cuando consigas ese ascenso. —murmuré inclinado mi cuerpo hacia el frente para darle un beso en la mejilla a papá, y seguir con la cena.
***
Era fin de semana, por lo a Baby se le había ocurrido la genial idea de hacer unas galletas con chocolate para pasar el rato.
Amasaba los ingredientes mientras que yo solo les confeccionaba ls figuritas que tomarían una vez estuvieran horneadas.
Baby replicaba que lo hacía todo mal, por lo que solo me alejé y deje que hiciera todo sola, mientras que al mimso tiempo impedía que sucediera un desastre.
Creo que Baby será cocinera de grande.
—Listo, ya sólo queda esperar a que se cocinen para comerlas. — me dijo sonriente, indicandome que debía de ponerlas al horno.
Luego de eso papá camino a nosotras un poco nervioso, parecía que tenía un nudo en la garganta y no sabía como empezar a hablar. Podía visualizar unas gotas de sudor recorrer su frente, sacando un pañuelo de su bolsillo trasero y limpiandolo para abrir sus labios e hacer el intento de hablar.
—¿Te pasa algo? — pregunto Baby interrumpiendolo— Si tienes hambre estamos horneando galletas.
—Papá no tiene hambre, solo está un poco ansioso, ¿Te pasó algo importante en el trabajo que tengas que contarnos? — dije curiosa esperando una buena noticia por su parte.
—Que bien me conoces.— quitó su chaqueta dejándola colgada en el espaldar de la silla y sonriendo decidió continuar hablando— Pues me dieron el ascenso. —dijo contento, aunque sospechaba que algo iba mal.
¿Qué me ocultas, papá?
—Y, ¿Por qué esa cara? ¿Sucede algo más? — me crucé de brazos mientras él pensaba su respuesta y tardó unos pocos segundos en contestar.
—No se si aceptar el trabajo. No es lo que esperaba y será un gran cambio para todos en casa. — tragó en seco mirando como Baby cambiaba la sonrisa que llevaba.
— Y...
—El empleo es en otra ciudad, específicamente en Estados Unidos. Se que está lejos, y comprendo que no quieran ir porque es otra vida y cultura, por lo que si su respuesta es no, las entenderé a la perfección. —dijo, con un tono decaído pero a la vez sincero.
¿Qué demonios está pasando?
Al papá terminar de decir esas palabras Baby comenzó a dar saltos por toda la cocina, gritando frases como: ¡Viva papá! No entendía el por qué, pero de seguro estaba contenta de que tal vez nos mudaramos.
—Baby, ¿estás de acuerdo con que nos mudemos a otro lugar donde no conoces absolutamente nada? — le pregunté un poco curiosa, sabiendo su respuesta, y tratando de que la misma subiera los animos de papá.
—Pues sí, ¿tu no lo estás? — me dio una mirada de las que te piden que no la contradigas, por lo que sonreí y negué varias veces.
—Como no voy a estar de acuerdo, si papá lleva meses para que le den ese ascenso. —le miré— No te preocupes papá, Baby y yo te apoyaremos en todo lo que quieras para que salgas adelante con la familia.
—Son las mejores hijas que un padre pueda desear. —Nos tomó a las dos y nos abrazó, por lo que Baby mientras fruncía el ceño se alejó un poco.
—Ey papá, despacio, que se queman las galletas. —le di una pequeña sonrisa— Estás serán nuestras galletas de despedida.
Me hizo una seña para que corriese y las sacara a tiempo, colocándolas sobre la meseta y vaciandolas en un tarron.
—Pues ponme unas cuántas galletas. —dijo burlón.
—Y cuando nos vamos papi. — volvió a hablar la menor mientras enfriaba un poco la galleta que yacía en su mano para darle una mordida.
—Si papá cuando nos vamos. —dije apoyando la inquietud de mi hermana.
—En el trabajo me dirán mañana, ya que no les dije si aceptaría irme o no hasta contactar con vosotras y que estuviesen de acuerdo. —dijo comiéndose de un bocado una de sus galletas.
—Pues ya sabes que estamos de acuerdo, así que no desaproveches ésta oportunidad. —dije poniendo fin a la conversación para comernos entre todos, las galletas.
***
La vista era hermosa desde la ventanilla del avión. Parecía que podía tocar las nubes si no fuese por el cristal de las ventana que me lo impedía.
Giré mi vista a un lado y pude notar que Baby dormía plácidamente en el regazo de aquel señor, quien me miraba con una sonrisa en sus labios.
—Estoy muy feliz por ti, papá.
—Todo lo que hago es por ustedes. —me dijo, besando una de mis mejilla para darme un apretón de manos.
—Losé —Dije, entrecerrando mis ojos para acurrucarme a él y dormir un poco, ya que, el vuelo sería bastante largo.
***
—Despierta ya casi llegamos. — mi padre movía con delicadeza mi brazo, mientras escuchaba parlotear a través de las bocinas que el avión aterrizaría en unos minutos.
Luego de salir del avión y tomar nuestras maletas, nos encaminamos fuera en busca de un taxi, con el objetivo que nos hiciera llegar a un destino desconocido.
Quedé impresionada por la vista hermosa que podía apreciar, ya que aunque fuese de noche, todo era precioso.
No podía creer que estaba aquí.
—Nos puede llevar a esta dirección. —le dije al taxista enseñándole un papel arrugado que me había entregado mi padre unos minutos antes.
—Pues claro, es muy cerca de ala centro. ¿Son nuevos, verdad?
—Pues si, no sabemos nada de la ciudad, así que estamos un poco despistados. — me reí por lo mal que sonaba mi comentario, y el uso del vocabulario que estaba utilizando en una ciudad tan diferente de la que provenía.
—Pues te acostumbrarás rápido, es un lugar hermoso. Todos son muy amables. —me decía sin quitar su mirada del timón. —Tienen suerte que se hablar español, la mayoría aquí no lo hace, ya que algunos se la dan de extranjeros.
En el trascurso del viaje pude mirar a través de la ventana del taxi las calles, eran bastante lindas, al igual que los árboles y las casas, que eran bastantes pequeñas, pero al parecer acojedoras.
Pasaron varios minutos hasta que llegamos a un edificio rodeado de un hermoso jardín, donde el auto se detuvo.
—Espero que te acojas rápido y que se la pases bien. —comentó el taxista para marcharse luego de pagarle, indicandonos que el lugar que buscábamos era ese edificio en frente de nuestras narices.
—Bueno papá, parece que es aquí. —le dije contenta— ¿En que piso es?
—Bueno, mira la dirección en el papel que debe estar allí. —me dijo, sacando nuevamente el papel arrugado de su bolsillo para entregármelo.
—Pues acá no hay nada. — cerciore varias veces dándole unas cuántas vueltas al pedazo de hoja, pero no encontré ningún rastro de números— Solo queda entrar y preguntar.
—Bueno no hay de otra.
Tomamos las maletas y entramos al edificio uno al lado de otro, encontrándonos con una pequeña recepción.
Esto parecía más un hotel de lujo que un edificio de trabajadores.
Me acerqué al chico de detrás del mostrador, donde le pedí instrucciones y me indicó rápidamente la habitación en la que viviriamos y en que piso se encontaba.
Sacó tres llaves de una pequeña gaveta, donde nos entregó dos de ellas, explicándonos que la tercera sería guardada en la recepción del edificio para caso de emergencia.
Nos guío con la vista al ascensor, en el cuál nos subimos hasta llegar al piso 11, y encontrar la habitación 34. Nos encontrabamos casi en el tope del edificio, ya que éste constaba de 12 pisos y 36 apartamentos.
—Bueno, parace que es aquí —dije adentrando una de las llaves en la cerradura.
Entramos y encendimos las luces, todo era hermoso, la sala tenía todas las comodidades con un tapizado azulado. Fui a ver cuántas habitaciones tenía el apartamento y en efectivo, habían 3.
Por fin tendría mi habitación independiente.
Entré en las tres habitaciones, eligiendo la que tenía su baño propio, ya que constaba de un enorme espacio y un gran clóset donde cabrían todas mis viejas ropas.
El apartamento tenía un pequeño estudio con un enorme escritorio. De seguro era parte del trabajo de papá.
Baby se acomodó en su cuarto, hice la ropa de cama y se arropó con algo cómodo para dormir, ya que estaba muy cansada.
Husmeando un poco entre sus cosas encontré sus pegatinas de mariposas, las cuáles eran fosforescentes y pegué en el techo, organizando su ropa en el escaparte para cuando despertarse, estuviese contenta.
Hice caso el mismo procedimiento en mi habitación, colgué las pocas ropas que me había traído, la cual aunque era distinta a la moda del momento era lo que me gustaba usar. Arreglé un poco mi cama y prendí el aire acondicionado para poder echarme una siesta.
***
A la mañana siguiente me despierta mi hermanita dando saltitos en la cama.
—Buenos días. —le dije mientras estiraba un poco mi torzo y daba un gran bostezo.
—Papá quiere que te prepares para ir de compras y matricularnos en los institutos. —me dijo mientras me daba un abrazo— Ah y gracias por lo de mi cuarto.
—Solo ve bajando, voy a tomar una ducha. — ésta asintió y fue a desayunar.
Tomé mi pequeña ducha y me puse unos jeans ajustados con una blusa de mangas que me quedaba pegada al cuerpo, también coloqué unas botas marronas y me apliqué el rimel con un poco de labial. Dejé mi pelo suelto y un poco planchado para que quedase lizo.
Luego de desayunar y que papá nos preguntara cientos de veces como habíamos dormido, decidimos tomar un taxi que nos dejara cerca del centro comercial, donde nos dirigimos al paradero en donde vendían ropas.
Me compré unos cuántos jeans, con unas sayas, junto a unas blusas, tops y sueters. Baby me enseñó unos cuantos botines y converses que me llamaron mucho la atención por lo que opté por comprarmelos también.
Pasé por una tienda donde encontré unos tapizados excelentes para mi cuarto, ya que no me gustaba el que tenía. Compré uno rosado para Baby, ya que le gustaba ese color; y para mi el púrpura con conejitos blancos.
Mi padre siempre me dijo que mis gustos eran muy extraños pero ya se había acostumbrado a eso.
Cuando terminamos las compras nos dirigimos a un taxi, el cuál sería el encargado de llevarnos al instituto. Primero fuimos a una secundaria, Baby estaba asombrada por lo grande que era su escuela, y más aún, porque le dieron un uniforme que tendría que llevar cada día.
Ojalá no me den un uniforme a mi.
Los maestros de Baby le aconsejaron a papá que la dejasen en la secundaria, para que se fuera adaptando ya que era una escuela nueva, el aceptó con el fin de que fuera mas fácil y rápido lo de la preparatoria.
Al llegar a la preparatoria en lo primero que me fijé fueron en las grandes escaleras que habían en medio de la puerta de entrada, y que unas chicas se encontraban hablando allí.
Me miraron de reojo, como si no les cayera bien pero al acercarme me dirigieron una sonrisa, que me calmó un poco para atreverme a hablarles.
—Buenas, me puede indicar donde queda la dirección.
—Si claro. ¿Eres nueva verdad?
—Sí, ¿Se nota mucho verdad? —dije, apenada.
—Bueno, si resaltas un poco entre todas las demás por tu largo cabello y tu ropa. —se detuvo e imite su acción. La observé de arriba a abajo notando que aquí también llevaban un uniforme. —Es aquí, según recuerdo.
—¿También eres nueva?
—Si, era de otra preparatoria pero mis padres insistieron en que me trasladara para esta.
—Me llamo Laura. Encantada en conocerte. —me acerqué a ella para estrecharle su mano.
—Un gusto, mi nombre es Jazzmin. Buena suerte. —dijo para marcharse.
Mi padre tocó varias veces la puerta donde nos había dejado Jazzmin, donde nos hicieron pasar enseguida.
Luego de que papá explicara su situación, la directora del Instituto me entregó una planilla con los horarios de cada clase que tendría. Era muy amable.
Llegué a preguntar si era necesario incorporarme a la escuela en ese momento o tener que utilizar algún tipo de uniforme escolar. Ella negó rotundamente a lo de comenzar la escuela, ya que era más del mediodía.
—Ahora mismo no tenemos disponibles más uniformes, por lo que tendrás que venir con ropa adecuada hasta que tengamos el material. —comentó, la directora muy calmada.
—De acuerdo, no se preocupe. —le dijo mi padre con seguridad. —Yo me encargaré de que venga adecuadamente.
¿Por qué me tenía que pasar esto a mi?
Al llegar a casa Baby comenzó a describir su nueva escuela, en otras palabras para ella era la perfección, yo no podía decir lo mismo de mi instituto ya que solo había visto un poco de sus alrededores y su interior. Aunque tenía que admitir que de lo poco que había visto, me había gustado bastante.
Papá empezaba a trabajar al día siguiente y nosotras comenzábamos nuestra escuela.
Todo era perfecto.
***
No voy a negar que sentía una horrible sensación, nuevo país, nueva escuela y nuevo idioma. Aún no sabía si podría mantener una buena conversación con alguien aunque según había notado, la mayoría de las personas si hablaban español como me había indicado aquel taxista.
Me sentía muy triste por Baby, era su hermana mayor y se podía decir que hasta su madre. Siempre habia estado para ella en sus momentos difíciles, y me daba pena no poder ayudarla en ese momento.
—No te preocupes te irá de lo mejor tu segundo día. —dije, mientras alistaba su cabello y volteaba hacia mí.
—No es mi segundo es mi primero.
—Ayer estuviste en la escuela, eso cuenta.
—Si, pero no compartí casi con mis compañeros, estaba muy apenada. Además creo que no les caigo bien.
—Ya verás que te equivocas. — dije, para irme hacia mi habitación, pero antes deposité un beso en su frente.
—Buena suerte para ti, Lala. —reprochó, dándome un abrazo por la cintura.
—Espero tenerla.
—Papá me había dado esto. — habló rápido llamando mi atención, por lo que me detuve mientras sacaba de su armario un libro— Te lo daré para que tengas buena suerte.
—Gracias Baby, veré que hago con él.
Era un cuaderno de hojas blancas, su cubierta era completamente café, y tenía un grabado de flores, bastante lindo y elegante.
Tomé una pequeña ducha para desayunar y vestirme. Me coloqué unos jeans ajustados, junto a una blusa de tirantes blanca y mis converse. Colgué mi mochila morada y caminé hacia la escuela.
Si es complicado cambiar de escuela, imaginate como se siente cambiar de país. El nerviosismo del primer día de escuela corría por mis venas.
¿Qué podría salir mal?
Salí del apartamento, monté en el ascensor mientras repetía en mi mente la dirección mas rapida que me había enseñado papa para llegar.
A cada paso que daba mi corazón latía con más fuerza, me encontraba a pocos mentros y podía notar la mirada intimidante de los alumnos del instituto.
No sabía si era el hecho de no llevar uniforme o por ser el centro de atención al ser "la chica nueva", pero no me gustaba para nada la sensación que vivía.
¿Acaso se notaba tanto?
No le di importancia y seguí mi camino buscando el salón donde daría mi primera clase. Según el estrujado papel que me habían entrgado ayer me tocaba en el aula 20.
¿Cuántas aulas tenía esta escuela?
¿Acaso todos los papeles que tocaban terminaban igual?
Busqué a mi alrededor viendo los números de cada salón, tratando de ignorar la mirada de los demás nuevamente.
—Tal vez es el segundo piso. —subí las escaleras, y cuando iba en los últimos escalones decidí mirar una vez más mi horario, percatandome que en verdad si era la clase 20.
Al hacer esto, tropecé con el último escalón, dando unos pequeños pasos torpes para no caer, pero lo que realmente pasó fue que me aferré a la espalda de un chico que se encontraba allí, haciendo que éste se moviese un poco aunque al final no terminamos en el suelo
—Lo siento. —dije, con un poco de vergüenza mientras miraba al suelo.
El chico se corrió a un lado mostrándome su rostro. La verdad era muy guapo.
—¿Estás bien?
—Si. — balbucee como una tonta. —En serio lo siento. — repetí.
—No te preocupes. — dijo, amablemente— ¿Eres nueva verdad?
Asentí con la cabeza.
—Bueno mi nombre es Aidan. —dijo, inclinándose un poco para saludarme, pero fue demasiado tarde cuando me di cuenta de sus intenciones, por lo que le dejé colgado. — Es un gusto conocerte. —Sus palabras hicieron que me sonrojara por lo tonta que acababa de ser, nuevamente.
—Laura, también es un gusto.
—¿Estas perdida? ¿O te da pena decir que necesitas ayuda?
—Bueno, llevo un rato buscando la clase 20, pero no la encuentro. —dije arrascándome la cabeza por pena mientras miraba boca bajo el papel, y trataba de darle orden a mis sentidos de dirección.
—Mi clase de ahora es en el 22, si me sigues te puedo llevar hasta tu salón.
Comenzó a caminar por los inmensos pasillos, mientras solo le seguía, observando como los demás estudiantes me seguía mirando.
—Mira, es aquí. — señaló el salón que tanto me había costado buscar.
—Gracias por la ayuda... Aidan.
—Esta bien, no te preocupes. — dijo, mostrando su perfecta sonrisa nuevamente— Oye... ¡Eres bajita! — soltó una pequeña risa que hizo que me pusiera colorada.
Me quedé mirándolo, ya que no sabía si lo decía en buen o mal sentido. Al no tener mi respuesta siguió hacia su aula dejándome sola, y colgada.
Eso me recuerda algo...
Le pegué una pequeña mirada al interior del salón 20, todos hablaban entre sí, pero para mi fortuna pocos notaron mi presencia. Tomé unos cuántos respiros para entrar al aula.
Sin percatarme de que la puerta tenía un pequeño borde en el suelo, caí sin tener de donde —ni de quien sujetarme—, llamando esta vez la atención de todas las personas que me rodeaban.
Maldita idiota
Esta vez si tenía demasiada vergüenza ya que tenía todos esos ojos clavados en mi, y de seguro estaba mas colorada que un tomate.
Menuda primera impresión
—Oh, ¿Estas bien? — escuché decir desde lejos a una chica que caminaba en mi dirección. A decir verdad esa voz se me hacía conocida— Ven, déjame ayudarte. —dijo, tomando mi brazo y ayudándome a pararme del suelo.
—Muchas gracias. —dije, mientras me terminaba de parar y veía su rostro. Para mi sorpresa era Jazzmin— ¿Estás en esta aula?
—Pues si.
—Que vergüenza. — susurré.
—No te preocupes. — otra chica detrás de Jazzmin habló ésta vez— No eres la primera que le pasa. — dijo, con un tono dulce pero de expresión seria.
—Es cierto, las puertas de los salones no deberían ser así. —comentó, Jazzmin— Pero, ¿Estás bien verdad?
—Si claro, no te preocupes. — dije, con mi mirada centrada en ambas.
—Ella es Laura. — presentó Jazzmin a su amiga-
—Laura. — repitió.
Ambas la miramos un poco serias.
—Oh, lo siento. Me llamo Cloe. Solo es que ha veces pienso en voz alta.
—Que tierna es Laura —tomando mis cachetes sin descaro algo— ¿no es verdad?— Le dijo Jazzmin a Cloe.
-Es linda. —respondió— Deberías sentarte junto a nosotras. —me sugirió y tomo del brazo para enseñarme los puestos.
La verdad estas chicas eran muy amables y respetuosas conmigo, ya que los demás en el salón me miraban y trataban extraño. De seguro era porque no llevaba el uniforme al igual que ellos, dejando de lado el hecho de que era nueva.
La primera clase fue de química. La profesora me hizo presentarme delante de todos, por lo que dije de qué país provenía y las razones por la cual estaba en la cuidad. No fue muy agradable la verdad, pues todos solo sentían curiosidad ante mí. Al terminar de decir la razón de que no llevaba mi uniforme dejaron de mirarme, y la verdad no le tomé importancia para no sentirme mal.
—Que clase te toca ahora Lala. —me dijo, Jazzmin— ¿Te puedo decir asi?
—Pues sí, mi hermana pequeña a veces me dice así, por lo que no creo que haya problema. Y según este papel, tengo trigonometría.
—Pues es tu día de suerte. —me dijo Cloe, divertida— También nos toca esa materia.
En ese momento me sentí más aliviada ya que no estaría sola, ya que ellas me enseñarían en que aula tendríamos la clase.
—No seas tonta Cloe. Sabes que todos en este salón tenemos los mismos horarios.
—Lo había olvidado.
—No te preocupes, Laurita, que entre Cloe y yo te ayudaremos. — me dio esa sonrisa cálida del primer día, lo que me hizo sentir segura de ello.
Pasó la otra clase, y así pues nuevamente me tuve que presentar ante el profesor de la materia.
Creo que ya tengo amigas en el Instituto.
***
—Hoy darán manzanas en la cafetería — Dijo Jazzmin, pensativa.
—Yo las prefiero verdes ¿Y tú, Laura?
—Verdes, también. Creo que tienen mas jugo.
—Bien vamos— Dijo Jazzmin mientras me toma de la mano.
Las chicas fueron amables conmigo, las tres compramos nuestras manzanas y la verdad estaban deliciosas.
—Ya tienes amigas — Dijo Jazzmin, sonriendo. —Asi que no te sientas sola.
La verdad pensaba que Cloe era mas reservada pero parece que las apariencias engañan.
—¡Cloe, olvidamos las clases de teatro!
—Oh rayos si — Cloe tomó su maleta, y ambas comenzaron a caminar rápido el dirección a las aulas. Las seguí como una tonta sin saber que hacer.
—Eh.. ¿Que? — Pregunté, confundida.
—Lo siento, los lunes y los miércoles tenemos clases de teatro en la hora del recreo —Dijo Jazzmin sin dejar de caminar apresurada. —Si quieres puedes venir con nosotras.
—Emm.... No, no se preocupen —Dije algo dudosa, no quería quedarme sola pero tampoco quiero hacer algo de lo que no estoy segura si me guste o no.
—¿Segura? No queremos dejarte sola.
—Si segura —Dije con algo de timidez— Yo estaré bien, nos vemos en clase.
—Esta bien, hablamos después Laura.
Las chicas se alejaron dejándome sola en el pasillo, por lo que no me quedó de otra que volver a mi antigua mesa, en donde había dejado todo mis pertenencias.
Ya me estaba acostumbrando a la mirada de todos asi que no fue tan incómodo, terminé de comer mi manzana y luego saqué mi celular para jugar un poco en éste.
—¡¡Hey!! Otra vez tú —Aidan se acercó a mi, sentándose en una de las sillas que estaban vacías. —¿Estás sola? — preguntó mirando a mi alrededor
—Si. No creo que te hayas sentado con un fantasma.
—¡Hey, Aidan! ¿Qué estas haciendo? — Preguntó otro chico acercándose a nosotros con otros dos detrás.
—¡Vengan! La mesa esta sola —Dijo llamándolos haciendo que yo me pusiera bastante nerviosa. —Espero que a tus amigos fantasmas no les importe. — susurró en tono burlón, para luego dedicarme una sonrisa.
¿Qué estoy haciendo?
—¡Bien! —Dijo, un chico de cabello oscuro sentándose junto a Aidan. —¡Oh! Hola— saludó al notar mi presencia.
—Hola...
—¿Quién es ella? — Pregunta el otro chico de cabello negro sentándose frente a Aidan, mientras que otro chico frente a mi me mostró una sonrisa un poco extraña.
—Ella es Laura. —Dijo Aidan con una sonrisa mientras me presentaba.
—Oh es la chica de la que nos hablaste esta mañana? — el chico de cabello rubio habló nuevamente, a lo que me puse bastante nerviosa.
¿Aidan les hablo de mi?
—¡Si! ¡Es ella! — contestó feliz— Ven lo que les dije!
—Eso no cuenta si es chica —Dijo el chico de cabello plata riendo.
—¡¡Claro que sii!! —Aidan hizo un puchero —¡¡Es mas bajita que yo!!
Espera... Aidan les habló de mi... ¿Por qué soy mas baja que él?
Ahora entiendo porque me llamó bajita esta mañana
—Esperen chicos ¿no creen que deberíamos presentarnos? —Dijo el chico pelinegro enfrente de Aidan, caminando las burlas de los demás.
—Mi nombre es Damon Style— Dijo ese chico inclinándose un poco— Es un gusto.
—Oh, un gusto.
—Yo soy Aidan Belk. —Dijo, el chico de cabello rubio también inclinándose, aunque ya lo conocía.
—Un gusto —Volví a darle una sonrisa.
—Y yo soy Mike Dalas. —Dijo, el chico de cabello plateado, con una risa que me dio una mala espina.
***
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