La fiesta de Fabiana
Sábado, 15 de noviembre
09:51 p.m.
—Amor, mañana saldré a comprar con mi madre. ¿Qué vestido te gusta más para esta boda?
—¿Me quieres comprar un vestido?
—En realidad quería una corbata que combinara....pero te puedo comprar un vestido si quieres. Tengo algunos ahorros que...
—Eres tan adorable —lo interrumpo—. Creo que mi vestido azul, ya tienes una corbata para ese, ¿no?
—Mi mamá va a pagarla —susurra él—. Voy a dejarla, me viene genial otra corbata azul.
—Te avisaré si cambio de opinión —en la pantalla, la protagonista está besando apasionadamente al amor de su vida—. Supongo que quisiera un vestido como el que ella está usando, parece que garantiza la felicidad eterna.
Gabriel mira justo a tiempo antes de que los créditos aparezcan.
—Te compraré el vestido que quieras si te portas bien.
—¿Quién? ¿Yo? —Pregunto con inocencia.
—Simplemente no te descontroles, ya sabes que el tema del alcohol está prohibido en mujeres em...
—No te atrevas a completar esa frase —lo interrumpo.
—Pero Lu...
—No estamos hablando de esto. Usaré el vestido azul y me divertiré como nunca.
—Por favor que no eso no signifique algo peor que en la fiesta de Fabiana.
—No seas dramático, fue increíble.
—Estoy siendo realista, fue una locura.
—Que no.
—Que sí.
—Que no.
—Que sí.
1 año y nueve meses atrás
Ha sido la mejor fiesta de mi vida. Por primera vez, he tenido alguien con quien bailar toda la noche. En serio, creo que apenas descansé dos canciones para ir al baño. He reído, saltado y aparecido en todas las fotos que pude.
No suelo descontrolarme mucho, pero con la seguridad de que Gabriel no dejaría que me pase nada malo, he tomado ron, whisky (horrible, por cierto), y unos diez millones de shots de tequila.
—Es la mejor fiesta del mundoooo —grito a nadie en particular, pero varios desconocidos me corean.
Intento ubicar a mis amigas. Creo que Susana ya se fue. Alicia está bailando con un chico que no conozco, mientras Kristal y Fernando ya tienen suficientes tragos encima como para que no les importe besuquearse en público.
Estoy tan distraída que no noto a Gabriel intentando alejarme de la pista de baile.
—¿Por qué estamos aquí?
—Lu, tenemos que irnos, se hace tarde.
—Ay, por favoooooor, solo una canción más.
—Estás un poco borracha, así que mejor nos vamos antes de que tenga que explicarle a tu madre por qué no puedes armar una frase coherente.
No estoy borracha, sé que podría recordar esto si tuviera que hacerlo. Puedo caminar perfectamente, es solo que los tacones duelen un poco después de tantas horas en la pista de baile. Intento hacerle entender eso, pero mi boca no está diciendo las palabras de la forma en que mi cerebro lo ordena.
—No estooooy borrraaachaaaaa....
—Está bien, señorita sobriedad, entonces usaré mi argumento final: estoy muy cansado.
—Ay no...estás en modo abogadooooo...¡es una fiesta!
—Lucía, me vas a agradecer por esto mañana —dice Gabriel mientras recoge su saco de la mesa.
De mala gana lo sigo fuera del local, intentando convencerlo de que regresemos para una canción más. Empezamos a caminar hacia el final de la calle, ya que no aparece ningún taxi.
—Quizás en la próxima fiesta vendré preparado para dejarte morir, pero esta vez necesito ser un novio responsable y llevarte a casa.
—Pero en serio no me...
Tengo que detenerme a media frase para reorganizar mis ideas. O quizás porque el mundo empieza a desdibujarse.
Gabriel luce preocupado.
—¿Lu?
Hay una sensación rara en mi boca. Mi saliva se está poniendo amarga. Tardo un segundo en identificarla como la cosa previa a...
Y entonces vomito en plena acera.
Gabriel da un paso hacia atrás y me siento incluso peor. Sin embargo, un segundo después me doy cuenta que lo ha hecho para colocarse detrás de mí y apartarme el cabello de la cara.
—Lo siento —logro decir.
—No es conmigo con quien tienes que disculparte, Lu —me alcanza un poco de papel higiénico que ha sacado de los-dioses-saben-dónde—. Toma.
—¿Entonces con quién?
—Pues con la gente de limpieza que va a estar muy muy molesta —susurra Gabriel—. Vámonos ahora.
—¿Estamos huyendo? —Intento bromear.
—Un poco. Pero también tenemos que llegar a tu casa antes de que tu mamá pueda ponerse histérica.
Me da un beso en la frente y estoy asombrada. Ni siquiera yo quiero estar en algún lugar cerca de mi cara.
Cualquier posible duda que quedara en mi cabeza sobre que quiero tener mi primera vez con él, queda olvidada. Todas las preguntas en mi cabeza son reemplazadas por una sola: ¿Qué he hecho para merecer a este chico?
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