El otro cuervo
Su sombra proyectada en la oscuridad de la habitación
se cierne como un reflejo de mi alma atormentada.
La noche me desvela una y otra vez,
giro por los pliegues de mi cama.
Espejo negro en el que temo mirarme.
Soledad que baila con mis horas.
Con mis propios brazos intento abrazarme,
arroparme,
calentarme.
Pero es en vano, el frio de la sombra de sus alas me cubre.
Esparciéndose por mi cuerpo y mi cama.
Me levanto y escribo,
es el único alivio.
Suelto mi mano en el cuaderno, para quitarme el hastío.
Para espantar ese cuerpo, esa sombra proyectada,
en los bordes de mi cama.
Despeino mi pelo con ligereza,
las palabras me abandonan.
Camino creando surcos en el suelo.
Mi voluntad se tuerce.
Anhelo escribirte oscuro ensueño.
Pero la posibilidad no aparece.
La incomodidad me vence.
El sonido de esa sombra me penetra.
Me doblega.
Torciendo mi sueño, mi voluntad, mis deseos
El quejido agudo me eriza la piel
y corro, otra vez, al papel
a escribir este poema.
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