[Día 8]: Niyame.
En el reino de Mafu la mañana fue tranquila. El peliblanco se dedicó a limpiar junto a Soraru, mientras los demás desayunaban. En la mesa fue donde Sou propuso la grandiosa idea de ir con Mandii de vuelta a su reino.
—No quisiera que te pase algo en el camino —dijo—. Además, creo que Mafu estará ocupado un buen rato.
—Está bien —murmuró ella—. Espero que no le haya pasado nada a Kashi...
Cuando terminaron de comer, se dirigieron al establo en busca de un caballo. Sou ayudó a Mandii a subirse y se colocó delante de ella.
—Sostente —dijo.
Entonces empezó el largo camino de vuelta al reino de Kashitaro.
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—Mucho gusto, Itou-san —sonrió la muchacha de cabello rubio recogido en una elaborada trenza—. Mi nombre es Niyame.
Hizo una pequeña reverencia y lo miró a los ojos.
—Mucho gusto, Niyame-san —murmuró Itou, un poco incómodo, reverenciándose también.
— ¿Qué te gustaría hacer? ¿Te parece si te hablo sobre mí o prefieres hablar tú primero? —preguntó ella.
—Lo que tú quieras...
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Varias horas después, Kashitaro había hablado lo suficiente con Niyame como para poder reír ante sus chistes. Le contó ciertas anécdotas graciosas de su infancia, y otras cuantas sobre su vida como princesa. Sin embargo, aunque el ambiente se hubiera puesto ameno, seguía notando un poco distante al otro.
— ¿Te pasa algo?
—No es nada, no te preocupes —habló en un susurro, pues no quería que se sintiera mal o algo en su primer día en el castillo.
—Si quieres puedo marcharme con algún— No, está bien —volvió a decir—. Podemos seguir hablando... Hm... Te contaré sobre las aventuras de Hashiyan.
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El viaje se estaba tornando muy largo para el gusto de Sou. Ya le empezaba a doler el trasero de estar sentado tanto tiempo en el caballo y seguía sin divisar algún rastro de pueblo frente a él. Lo poco que había cerca eran tiendas y un par de establos.
— ¿Estás cansado? —le preguntó Mandii.
—No te preocupes, podemos seguir un poco más.
—No, en realidad yo también quisiera descansar...
Se bajaron del caballo por un momento y lo dejaron atado a una pequeña valla. Dieron vueltas cerca de un árbol que les proveyó sombra por unos minutos hasta que decidieron acostarse en el verde césped.
— ¿Crees que Kashi está bien?
—Claro —bufó Sou—, te lo he dicho un millón de veces.
Sí, era cierto que la muchacha había estado preguntando durante todo el camino.
—Cuando lleguemos lo verás, lo abrazarás, lo besarás y todas esas cosas... Piensa en el futuro y presente, mas no en el pasado. Quizás no haya estado bien horas atrás, pero puede que ahora esté pasándola bien con sus hermanos o qué sé yo —suspiró.
—Perdón por molestarte con mis preguntas —murmuró la chica, consciente de que le había fastidiado.
—A veces Mafu es peor, así que ya estoy acostumbrado.
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